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Tuesday, July 19, 2016

Afganistán: Miles de millones de dólares después

Obama en Afganistán - Mayo 2012
Estados Unidos ha gastado en Afganistán miles de millones de dólares desde la expulsión de los talibanes del poder, en 2002. Más de 100,000 millones de dólares han sido invertidos en la reconstrucción del país asiático, objetivo esencial en la estrategia estadounidense para ganarse a la población local y evitar que, sobre todo, los jóvenes sean presa de los movimientos radicales islamistas.
Desde el principio, la ayuda económica destinada a la reconstrucción de Afganistán ha estado en el punto de mira de las autoridades encargadas de fiscalizar el uso de esa ingente cantidad de fondos públicos. Informes independientes han cuestionado en diversas ocasiones la manera en que se han manejado, en vista de los escasos resultados obtenidos.



El Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán (Sigar, por sus siglas en inglés) ha puesto de manifiesto el descontrol y despilfarro imperantes, de tal manera que los contribuyentes estadounidenses no sólo financian una serie de programas absurdos, que hasta la primera dama afgana ha rechazado por su perfecta inutilidad, sino que hasta hay casos en que ni la propia Administración norteamericana sabe dónde se encuentran, si es que verdaderamente existen, los dispensarios y escuelas que cree estar financiando.
Cheryl Benard, de la Alliance for the Reconstrucción of Cultural Heritage, pone de manifiesto en este informe el caso de los más de 400 millones de euros gastados recientemente por EE.UU. en Afganistán… no para reconstruir las plantas de producción de electricidad, colegios y hospitales, sino para la realización de talleres destinados a enseñar a los afganos cómo deben actuar para convertirse en perfectos demócratas. La reciente inauguración de una presa de producción eléctrica cofinanciada por la India pone de relieve qué es lo que la población afgana necesita en realidad.
Nosotros solíamos construir presas, también en Afganistán. Ahora estamos intentando construir democracias y educar a otros en los derechos humanos, la igualdad de la mujer, la libertad de prensa… Nos hemos convertido en exportadores de intangibles; no, ni siquiera eso: somos exhortadores de intangibles. Haz esto. No hagas eso. Hazlo de esta manera.
La primera dama del país, la esposa del presidente Ashraf Ghani, ha expresado recientemente su hartazgo ante estos innumerables talleres financiados con fondos estadounidenses:
Espero que no caigamos otra vez en el juego de las contratas y subcontratas y la rutina de talleres y sesiones de formación, que generan un montón de certificados en papel y poco más.
Precisamente es el esquema de subcontratación con el que habitualmente se ejecutan los programas financiados por el Tesoro estadounidense lo que está en el origen de gran parte de este derroche. Benard ha encontrado que el dinero se reparte en primera instancia a grandes contratistas, que a su vez lo distribuyen en subcontratas que construyan la preceptiva escuela o clínica. A su vez, los receptores de estas contratas menores siguen disolviendo el presupuesto entre sus clientes. Una vez descontados los gastos de los grandes contratistas y los enormes desembolsos en seguridad que conlleva operar en Afganistán, la tarea real es llevada a cabo por un grupo de trabajadores locales de baja calificación y sin equipamiento adecuado, con lo que resulta imposible cumplir el objetivo inicial.
No importa, porque, debido a las regulaciones en materia de seguridad, el responsable de la gestión de la ayuda estadounidense no está autorizado a visitar el lugar, nunca llegará a ningún sitio próximo al proyecto para que pueda decirse con seguridad (…) que la clínica ha sido completada, cuando la verdad es que lo único que hay es una losa agrietada de hormigón en algún lugar del desierto, posiblemente inclinada sobre la arena para cumplir la normativa sobre las rampas para el acceso de discapacitados. El intrépido Sigar, que realmente sí está sobre el terreno, encontró que muchas clínicas estaban a diez o más kilómetros de la ubicación designada, que muchas de ellas no tenían agua ni electricidad y tenían paredes agrietadas, moho y otros problemas básicos de construcción.
Más de 100,000 millones de dólares después, los efectos palpables de la reconstrucción de Afganistán están muy lejos de cumplir las expectativas iniciales. Mientras tanto, la colaboración efectiva de Kabul con países vecinos, como pone de manifiesto la construcción conjunta con la India de una presa destinada al riego y a la producción de electricidad, está llevando a decenas de miles de afganos la esperanza de mejorar de forma ostensible su penoso nivel de vida. Así lo resume Benard:
Mi hipótesis es la siguiente: cuando rieguen sus campos con el agua resultante o lleven a sus hijos a una clínica y haya luz y salga agua del grifo, los miles de beneficiarios afganos pensarán: ¡la democrática India, justo en la puerta de al lado, merece la pena! Ojalá nosotros sigamos su senda también.

Afganistán: Miles de millones de dólares después

Obama en Afganistán - Mayo 2012
Estados Unidos ha gastado en Afganistán miles de millones de dólares desde la expulsión de los talibanes del poder, en 2002. Más de 100,000 millones de dólares han sido invertidos en la reconstrucción del país asiático, objetivo esencial en la estrategia estadounidense para ganarse a la población local y evitar que, sobre todo, los jóvenes sean presa de los movimientos radicales islamistas.
Desde el principio, la ayuda económica destinada a la reconstrucción de Afganistán ha estado en el punto de mira de las autoridades encargadas de fiscalizar el uso de esa ingente cantidad de fondos públicos. Informes independientes han cuestionado en diversas ocasiones la manera en que se han manejado, en vista de los escasos resultados obtenidos.


Monday, July 18, 2016

GEORGE CHAYA Occidente, víctima de su corrección política con el islamismo radical



Imagen: Youtube.

Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo.

Más allá de cualquier debate ideológico y lejos de rozar la sensibilidad hipócrita de aquellos que se escudan en una supuesta islamofobia victimizante, es un hecho concreto la influencia del islam en los asesinatos que las organizaciones extremistas ejecutan sin piedad. Sobran ejemplos en los que el accionar y la presencia de la religión son un factor desencadenante de estos crímenes.
Como es lógico, ante la brutalidad que ejerce el extremismo, el desconocimiento sobre él y las excusas que provienen del propio islam ayudan a que las cosas parezcan ponerse cada vez más difíciles para funcionarios, analistas políticos y periodistas occidentales. Esto es notorio frente a la creciente expansión del terrorismo, más aún cuando se trata de abordar y lidiar con algo que nunca han podido entender.


 
Sin embargo, es tiempo de frenar a los asesinos y desenmascarar sus falacias victimistas. Para ello, la comunidad internacional debe enfrentar esta endemia en la forma correcta y sin temblor de mano. Sólo así se podrá detener la expansión del terrorismo islámico, pues está demostrado que el propio islam no lo hace ni lo hará. En consecuencia, es tiempo para el mundo libre de vestirse con pantalones largos y poner fin a esta situación. El éxito o el fracaso de los criminales está conectado con la corrección política y el doble discurso de Occidente, y ya no puede ocultarse.
Ya no es relevante que el mundo árabe islámico sindique de enfermos, locos o malos creyentes a sus propios fieles. Ellos matan en nombre del mismo Dios que une a todos los musulmanes. Por ello, lo que definitivamente debe entenderse es que estamos frente a una guerra contra el mismo enemigo que no duda en asesinar inocentes en nombre de su Dios.
El nazismo hoy está prohibido por ser una ideología supremacista, extremista y fascista que representa una amenaza directa a la humanidad. Su historial sangriento es relativamente reciente, y el odio de su fuego aún quema bajo las cenizas de la destrucción, como los crímenes que generó en el siglo pasado.
En este tiempo, se percibe el comienzo de un camino hacia un tipo similar de destrucción que proviene del islamismo, y ello ocurre porque la comunidad internacional y muchos gobiernos árabes han permitido que los extremistas impongan sus agendas. Años atrás, éramos pocos los que alertábamos sobre este fenómeno. Hoy, el mundo es plenamente consciente de la gravedad de la situación a la que los terroristas musulmanes nos han arrastrando.
Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo. También, están tratando de dividir a la gente de acuerdo con su secta, grupo étnico y pertenencia. Así definen las cosas entre el bien y el mal en la medida en que las ideas de la identidad alternativa supera la lealtad a su país, algo que se supone que debe tener prioridad sobre la propia fidelidad, incluso a la tribu o a la secta, y que debería asegurar que todo el mundo tenga los mismos derechos e iguales responsabilidades.
En medio de esta atmósfera ponzoñosa, el concepto del islamismo y la religiosidad son las mayores amenazas para la destrucción de las estructuras civiles para dividir las sociedades, y los discursos del islam pretenden quebrar y violentar la columna vertebral del mundo libre y de su estructura jurídica y normativa.
No se debe, ni se puede, concesionar ya nuestros valores occidentales, nuestros derechos ni libertades ante quienes mienten y asesinan con falsos discursos que han demostrado ampliamente que -de paz y hermandad- sus creencias religiosas no tienen nada.

GEORGE CHAYA Occidente, víctima de su corrección política con el islamismo radical



Imagen: Youtube.

Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo.

Más allá de cualquier debate ideológico y lejos de rozar la sensibilidad hipócrita de aquellos que se escudan en una supuesta islamofobia victimizante, es un hecho concreto la influencia del islam en los asesinatos que las organizaciones extremistas ejecutan sin piedad. Sobran ejemplos en los que el accionar y la presencia de la religión son un factor desencadenante de estos crímenes.
Como es lógico, ante la brutalidad que ejerce el extremismo, el desconocimiento sobre él y las excusas que provienen del propio islam ayudan a que las cosas parezcan ponerse cada vez más difíciles para funcionarios, analistas políticos y periodistas occidentales. Esto es notorio frente a la creciente expansión del terrorismo, más aún cuando se trata de abordar y lidiar con algo que nunca han podido entender.