Wikipedia

Search results

Showing posts with label Liberalismo Clásico. Show all posts
Showing posts with label Liberalismo Clásico. Show all posts

Wednesday, August 31, 2016

Mito: El liberalismo clásico es anarquista

Carlos Federico Smith señala que "La característica general del pensamiento liberal clásico es una minimización del Estado, pero la delimitación exacta de las funciones permitidas en ese continuum, está sujeta al debate abierto".
Image result for anarquista
Carlos Federico Smith es un frecuente colaborador de la Asociación Nacional de Fomento Económico de Costa Rica (ANFE).
En un ensayo previo en que analicé la crítica de que “el liberalismo es anarquía” concluí en que “el liberalismo no es sinónimo de anarquía, pues juzga indispensable la existencia del Estado, si bien hay diversos criterios entre pensadores liberales acerca de cuáles son los alcances o roles concretos que puede desempeñar en una sociedad liberal”.
No era posible adscribirle al liberalismo clásico la creencia en un sistema político con ausencia del Estado o del gobierno (definición sencilla de anarquía), aunque había una gama amplia de posiciones de pensadores liberales acerca de las funciones propias que puede desempeñar el Estado o el gobierno. Los liberales clásicos suelen creer en un gobierno limitado, en donde el grado de restricción aplicable es tema abierto a diferentes criterios entre pensadores liberales clásicos.



Tal restricción fue claramente expuesta Hayek, al señalar que “a partir de darse cuenta de las limitaciones del conocimiento individual y del hecho de que ninguna persona o grupo pequeño de personas puede saber todo lo que es conocido por alguna otra persona, el individualismo también puede derivar su conclusión práctica más importante: su demanda de una limitación estricta de todo el poder coercitivo o exclusivo” (Friedrich Hayek, “Individualism: True and False”, en Chiaki Nishiyama y Kurt R. Leube, The Essence of Hayek, Op. Cit., p. 141).
Casi que cada pensador liberal clásico sobresaliente tiene su propio elenco de funciones propias de un Estado en la sociedad abierta. Como preámbulo destaco la definición notable que hace Smith de los papeles que el Estado debe desempeñar: “La primera obligación del Soberano… es la de proteger a  la sociedad de la invasión y violencia de otras sociedades independientes…La segunda… consiste en proteger a cada individuo de las injusticias y opresiones de cualquier otro miembro de la sociedad… (y) tercera…la de erigir y mantener aquellos públicos establecimientos y obras públicas, que aunque ventajosos en sumo grado a toda la sociedad, son no obstante de tal naturaleza que la utilidad nunca podrá recompensar su coste a un individuo o a un corto número de ellos, y que por lo mismo no debe esperarse se aventurasen a erigirlos ni a mantenerlos” (Adam Smith, La riqueza de las naciones, Tomo III, San José: Universidad Autónoma de Centro América, 1986, p. 5, 23 y 36).
Hay pensadores considerados como “liberales clásicos”, que señalan que no hay un papel para el estado en cuanto a la administración de justicia (por ejemplo, David Friedman, cuyo pensamiento anarco-capitalista será luego mencionado) o también el caso de una nación, como Costa Rica, que ha acudido a una declaración de neutralidad perpetua como razón para no disponer de un ejército que defienda al país frente a la amenaza externa. Este último ejemplo puede no necesariamente reflejar una posición liberal ante las funciones del estado, pero es interesante en cuanto a que el estado no está “protegiendo a  la sociedad de la invasión y violencia de otras sociedades independientes” por medio de la fuerza militar, como lo plantea Smith, sino que es una “aceptación” de otras sociedades del carácter neutral o “amilitar” de la defensa costarricense ante la agresión externa.
Para dar una idea de la gran dispersión de funciones concretas que un estado puede desempeñar en un orden liberal clásico, me permito exponer, como ejemplo, la propuesta de un connotado pensador liberal clásico de la actualidad, Richard Epstein, quien escribió que “el liberalismo clásico huye de cualquier afecto por la anarquía en nombre de la libertad individual. Reconoce la necesidad de la fuerza del estado no sólo para prevenir la agresión y mantener la vigencia de los contratos, sino también para obtener impuestos (“flat”; bajos y uniformes), suplir infraestructura y limitar al monopolio… El liberal clásico trabaja para diseñar instituciones políticas y reglas jurídicas que le permitan al gobierno preservar el orden social sin asumir decisiones que pueden ser mejor tomadas por instituciones y actores privados (Richard A. Epstein, Forbes, 15 de setiembre del 2008).
La propuesta de Epstein sobre el papel del Estado calza dentro de los cánones liberales clásicos y algo similar podría mencionarse en relación con otros pensadores, lo cual pone en evidencia que no parece existir una cancha marcada y definitiva acerca de los roles específicos asignados al Estado en un orden político liberal, que permita separar al pensador liberal clásico de quienes no comparten esta visión.  No hay un límite o dato requerido para definir el conjunto, aunque lo que podría delimitar el campo es una tendencia o inclinación hacia un menor tamaño (y funciones) del Estado en comparación con otras propuestas. Tal demarcación convierte al tema en un asunto muy discutible.
La diversidad de pensamiento entre liberales clásicos acerca de la amplitud que debe tener el Estado en una sociedad liberal no ha de sorprender. Hayek en una ocasión fue acusado de socialista por proponer ciertas regulaciones urbanas como deseables, al decir que “Los conceptos básicos de propiedad privada y la libertad de contratación… no facilitan solución inmediata a los complejos problemas que la vida ciudadana plantea… [y que se pueden adoptar] medidas prácticas conducentes a que el mecanismo [de precios] aludido funcione de modo más eficaz y a que los propietarios tomen en consideración todas las posibles consecuencias de sus actos” (Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, Op. Cit., p. p. 368 y 376).  Walter Block, por ejemplo, lo acusó de “ser tan sólo un tibio defensor de esta filosofía (de libre mercado) y a menudo activamente de patrocinador de todo lo opuesto [¿el socialismo?] (Walter Block, “Hayek’s road to serfdom,” en Journal of Libertarian Studies, 122, otoño de 1996, p. 357).
La característica general del pensamiento liberal clásico es una minimización del Estado, pero la delimitación exacta de las funciones permitidas en ese continuum, está sujeta al debate abierto. Es importante tener presente algunas de las posiciones más extremas en cuanto a la no existencia de papel alguno para el Estado, como lo plantean los llamados anarco-capitalistas como David Friedman (David Friedman, “Law as a Private Good: A Response to Tyler Cowen on the Economics of Anarchy”, en Economics and Philosophy, Vol. 10, No. 2, octubre de 199), quien propone que es factible un orden de mercado en donde no existan reglas públicas… sino que las leyes se dan o surgen en un ámbito totalmente privado. O como lo expone J. C. Lester, en Escape from Leviathan: Liberty, welfare and anarchy reconciled (New York: St. Martin’s Press, 2000) o anteriormente, Murray Rothbard, quien escribió que “el estado (es) el supremo, el eterno, el mejor organizado agresor en contra de las personas y de la propiedad de la masa del público” (Murray Rothbard, "The State", en For a New Liberty, New York: Collier, 1978 y reproducido en David Boaz, editor, The Libertarian Reader: Classic and Contemporary Writings from Lao-Tzu to Milton Friedman, Op. Cit., p. p. 36-37).
Quienes he denominado liberales clásicos de manera consistente le dan algún papel al Estado, si bien en grado variable. No son anarquistas, definido como ausencia total del Estado o del gobierno en el orden político, y considero que, en general, se acercan a la idea de un Estado limitado y mínimo, necesario para la vigencia de un orden liberal. La coerción se reduce al mínimo posible, de forma que se impida que otros individuos puedan arbitrariamente ejercerla contra terceros, lo que garantiza la libertad (ausencia de coerción) a cada individuo, en tanto acepte los límites conocidos que impone el principio de legalidad.
La posición anarco-capitalista cae en el campo de la utopía. En cierta manera, asume la existencia de mercados perfectos que hacen innecesaria intervención alguna (y existencia) del Estado. Contrasta con la posición liberal clásica que descansa en la falibilidad humana y que puede resumirse en la expresión “No es posible una sociedad perfecta”. Los liberales creemos en el método del “ensayo y error”, producto del método crítico, para evaluar los resultados de las acciones y la posibilidad de corregir cuando el resultado no es el esperado. En el futuro uno no puede saber si el Estado desaparecerá por innecesario, pero al momento, las sociedades abiertas se caracterizan por disponer de uno que desempeña el papel esencial de brindar el marco jurídico necesario en que aquellas evoluciones se adaptan a las circunstancias siempre cambiantes y a la incertidumbre que rodea toda acción humana.

Mito: El liberalismo clásico es anarquista

Carlos Federico Smith señala que "La característica general del pensamiento liberal clásico es una minimización del Estado, pero la delimitación exacta de las funciones permitidas en ese continuum, está sujeta al debate abierto".
Image result for anarquista
Carlos Federico Smith es un frecuente colaborador de la Asociación Nacional de Fomento Económico de Costa Rica (ANFE).
En un ensayo previo en que analicé la crítica de que “el liberalismo es anarquía” concluí en que “el liberalismo no es sinónimo de anarquía, pues juzga indispensable la existencia del Estado, si bien hay diversos criterios entre pensadores liberales acerca de cuáles son los alcances o roles concretos que puede desempeñar en una sociedad liberal”.
No era posible adscribirle al liberalismo clásico la creencia en un sistema político con ausencia del Estado o del gobierno (definición sencilla de anarquía), aunque había una gama amplia de posiciones de pensadores liberales acerca de las funciones propias que puede desempeñar el Estado o el gobierno. Los liberales clásicos suelen creer en un gobierno limitado, en donde el grado de restricción aplicable es tema abierto a diferentes criterios entre pensadores liberales clásicos.


Thursday, July 21, 2016

La necesidad moral de la libertad económica

La necesidad moral de la libertad económica

ropke3
Por Wilhelm Röpke
Uno de los mas graves errores nuestra época es el de creer que la libertad económica y la sociedad que en ella se basa, difícilmente son compatibles con la posición moral de una actitud estrictamente cristiana.
A tan extraña creencia se debe el bien conocido hecho de que una gran parte del clero protestante y católico, tanto en el viejo como en el Nuevo Mundo, se incline fuertemente hacia la izquierda socialista. En vista de las alarmantes consecuencias de esta tendencia, que debilita nuestra resistencia hacia el comunismo (precisamente en el momento mas critico) y que impregna a nuestra sociedad de un vago desasosiego moral, resulta extraordinariamente urgente disipar la confusión intelectual que constituye la raíz del problema.


No se ha enfatizado bastante en que esta creencia popular es falsa y que lo cierto es precisamente lo contrario; porque las más poderosas razones para defender la libertad
económica y la economía de mercado son precisamente de carácter moral. Los valores morales del verdadero cristianismo exigen la libertad económica y la economía de mercado, y nunca pedirían el sistema económico opuesto: el socialismo. Sin embargo al mismo tiempo es necesario enfatizar que la libertad económica y la economía de mercado exigen esos valores, es decir, se condicionan mutuamente.
Para entender esto, debe tenerse en cuenta tanto a la economía como a la ética. Hay una
especie de moral que pretende ignorar los principios económicos elementales, y por lo mismo cuando emite apreciaciones de carácter moral sobre ciertas acciones económicas que no comprende, es susceptible de causar gran daño.
Por otra parte, existe cierta clase de teoría económica que ignora la esencial base moral de la vida económica, cuando menos teóricamente. Tan mala es la una como la otra, la moral que pretende ignorar la economía, como la economía que pretende ignorar la moral; pero ambos errores pueden sin embargo corregirse complementándose recíprocamente.
Podría aclarar mejor este punto refiriendo mis experiencias personales y explicando con la mayor franqueza los conflictos intelectuales que he tenido que resolver durante toda mi vida de economista. Igual que muchos otros jóvenes de mi propia generación, al principio fuí socialista, y precisamente por razones morales. Pensábamos que el socialismo era el único camino para alcanzar la paz, la libertad y la justicia. Y como tantos otros jóvenes de mi propia generación, aprendí por la experiencia y un raciocinio más sobrio y tranquilo que nuestro socialismo juvenil era un error fundamental. ¿Por qué?
Antes que nada, porque el análisis económico nos ha enseñado que el socialismo es un orden económico notoriamente inferior. Lo condenamos porque la planeación y la nacionalización los dos pilares del orden socialista– conducen al desperdicio, al desorden y producen un bajo nivel de productividad y en cambio la libertad económica y la propiedad privada –los dos pilares del orden económico «liberal»– significan coordinación; progreso y un alto nivel de productividad. En otras palabras, las actividades económicas no pueden constituir la esfera de actividad de la autoridad planificadora que coerciona y castiga; tales actividades deben dejarse a la cooperación espontánea de todos los individuos a través de un mercado libre, de precios libres y de franca competencia.
Después de las recientes experiencias, particularmente en Europa, que han confirmado estas enseñanzas del análisis económico, nos asiste toda la razón para poner de relieve sus alcances prácticos. En todas partes donde el socialismo fue puesto en practica en Europa, en país tras país, se demostró que conduce hacia la pobreza y el desorden económico. No así la economía de mercado que es la base del bienestar de las masas y del orden económico y que la economía de mercado es el mejor camino para el bienestar de las masas y para el balance o equilibrio económico. Encuestas recientes efectuadas en ese país, han demostrado que aun la abrumadora mayoría de los obreros (mas del 80%) favorece la economía de mercado aunque muchos de ellos sean miembros del partido socialista.
Pero hay algo mas que la simple preferencia por una determinada técnica económica. Yo no creo en la libertad económica solo porque en mi carácter de economista se supone que debo saber algo sobre precios, tasas de interés, costos o tipos de cambio. La fuerza de mi convicción radica en algo más profundo o sea, en aquellas regiones del alma donde se decide en ultima instancia la filosofía social que tiene cada uno. A los socialistas y a sus enemigos ideológicos los dividen conceptos fundamentalmente diferentes acerca de la vida y de su significado.
La opinión que tengamos sobre la posición del hombre en el universo, decidirá nuestra posición acerca de si los más altos valores se realizan en el individuo o en la sociedad, y nuestra preferencia por cualquiera de las dos tesis constituye la base de nuestra posición política. Una vez mas confirmamos la veracidad del famoso aserto del Cardenal Manning: «Todas las diferencias entre los humanos son, en ultima instancia, de carácter religioso». De ahí, pues, que mi oposición fundamental al socialismo radica en que a pesar de toda su fraseología liberal otorga muy poco al hombre, a su libertad, y a su personalidad y otorga demasiado a la sociedad.
El socialismo (incluye la filosofía estado providencia) se apoya primordialmente en el Estado y en la sociedad y no en el individuo con su responsabilidad y dignidad humanas. Por esto es contrario a la tradición moral basada en el patrimonio común de la cristiandad y el humanismo. En su entusiasmo por la organización, la centralización, la reglamentación y la subordinación al Estado, el socialismo pone en juego medios que no son compatibles con la libertad y dignidad humanas. Y porque tengo un concepto claro acerca del hombre como la imagen de Dios, resultando pecaminoso utilizar su persona como medio; Porque estoy convencido de que cada hombre tiene un valor único por su relación con Dios, pero no ese Dios del híbrido humanismo ateo; por toda estas razones yo desconfío totalmente de cualquier clase de colectivismo.
Partiendo de estas convicciones enraizadas en la experiencia y en los testimonios históricos, llegué a la conclusión de que solo la economía libre puede estar de acuerdo con la libertad del hombre y con la estructura política y social que salvaguarda. Fuera de este sistema económico de libertad no veo ninguna oportunidad para que pueda continuar la existencia humana dentro del marco de las tradiciones filosóficas y religiosas de Occidente.
Solo por esta razón debíamos respaldar el orden económico libre, aún cuando implicara un sacrificio material y aún cuando el socialismo nos asegura una mayor abundancia material. Y somos muy afortunados en que esto ultimo no sea cierto. Más importante aún resulta que el orden económico libre es requisito indispensable para la libertad, la dignidad humana, la libre elección y la justicia. Por esto lo deseamos y por ello cualquier precio que paguemos no resulta demasiado alto, aunque los comunistas pudieran hacer, pongo por caso, más grandes y mejores máquinas lavadoras.
Aceptamos de buena gana la riqueza material y el bienestar que la libertad económica nos proporciona y que jamás encontramos en una economía colectivista, pero sólo debíamos aceptar estos dones especialmente por sus ventajas morales y precisamente por ellas estamos obligados a defender la libertad económica, inclusive cuando discutimos con Khrushchev.
Existe una profunda razón moral que explica por qué una economía de libre empresa produce la salud del cuerpo social y una abundancia de bienes mientras que una economía socialista trae consigo el desorden social, la insuficiencia y la pobreza. El sistema económico de libertad transforma la extraordinaria fuerza que radica en la afirmación del propio individuo, en tanto que la economía socialista, que se usa en la coerción, suprime esta fuerza y se desgasta a si misma en la lucha contra ella.
¿Cuál de los dos sistemas resulta el más ético? ¿Aquel que permite al individuo luchar para mejorarse a sí mismo y a su familia mediante su propio esfuerzo y que conduce simultáneamente a un aumento del bienestar de las masas, o el otro sistema que tiene por meta suprimir esa fuerza, y que simultáneamente produce un menor bienestar? Resulta ser moral que los intelectuales que predican las virtudes de este segundo sistema cuya esencia es la coerción y la miseria, lo hagan inspirados por la ambición de asegurarse un puesto de mando en la colosal maquinaria coercitiva que tal sistema presupone.
En realidad, el estado colectivista que se reafirma con las inmoralidades de los precios máximos, los controles de cambio y los impuestos confirmatorios, resulta mucho más inmoral que el individuo que viola esos presupuestos para preservar los frutos de su propio trabajo. No creo sea moral o haga algún bien apalear al burro que saca el agua de la noria.
El gran error moral del socialismo, es su constante oposición al lógico deseo del hombre de superarse junto con su familia y de asumir la responsabilidad para su futuro; ello está dentro del orden natural, al igual que el deseo de identificarse con la comunidad y de servir a sus fines. Ambos deseos son intrínsecos a la humanidad y deben equilibrarse, impidiendo los excesos que pueden destruir una existencia humana digna.
La excéntrica moralidad que confunde las enseñanzas eternas del cristianismo con el comunismo de los primeros cristianos, y que espera el fin inminente de todas las cosas, acaba por aprobar una sociedad en la cual los medios altamente inmorales como la coerción económica, la disolución de la familia, la mentira, el espionaje, la propaganda y la fuerza bruta constituyen inevitables consecuencias. Por tanto el error intelectual que se comete en nombre de una más alta moral y que consiste en condenar la libertad económica; en no percibir en el esfuerzo del individuo por su autoafirmación, el verdadero olor de santidad y la abnegación de los héroes, es capaz de destruir la moralidad que constituye la esencia de la civilización. Es urgente corregir este error.
– Publicado en Tópicos de Actualidad, CEES, Año 4, Abril 1962, No. 37. http://www.cees.org.gt [Tomado de la revista «Espejo», publicación del Instituto de
Investigaciones Sociales y Económicas, México]

La necesidad moral de la libertad económica

La necesidad moral de la libertad económica

ropke3
Por Wilhelm Röpke
Uno de los mas graves errores nuestra época es el de creer que la libertad económica y la sociedad que en ella se basa, difícilmente son compatibles con la posición moral de una actitud estrictamente cristiana.
A tan extraña creencia se debe el bien conocido hecho de que una gran parte del clero protestante y católico, tanto en el viejo como en el Nuevo Mundo, se incline fuertemente hacia la izquierda socialista. En vista de las alarmantes consecuencias de esta tendencia, que debilita nuestra resistencia hacia el comunismo (precisamente en el momento mas critico) y que impregna a nuestra sociedad de un vago desasosiego moral, resulta extraordinariamente urgente disipar la confusión intelectual que constituye la raíz del problema.

Sunday, July 17, 2016

El Mito del TLCAN

por  

Título Original : The NAFTA Myth.
Publicado en Octubre de 1993
Los Estadounidenses – o al menos el establishment estadounidense—son la gente más ingenua en la tierra. Cuando Gorbachev intentó vender sus timidas reformas como “socialismo de mercado,” solo el establishment estadounidense celebró. El público soviético inmediatamente notó su falsedad y no la aceptó. Cuando el Stalinista polaco Oskar Lange pidió descaradamente “socialismo de mercado”, solo los economistas estadounidenses echaron porras. El público polaco conocía lo que realmente sucedía.
Para algunas personas, pareciera, que todo lo que tienes que hacer para convencerlos de la naturaleza de “libre empresa” de algo es ponerle la etiqueta “de mercado”, y así hemos presenciado el surgimiento de grotescas creaturas como el “socialismo de mercado” o el “liberalismo social de mercado”. La palabra “Libertad” por supuesto, también es usada para llamar la atención, y por lo tanto otra forma de conseguir simpatizantes en una era que exalta la retórica por sobre la sustancia es simplemente llamarte a ti mismo o a tu propuesta “libre mercado” o “libre comercio”. Las etiquetas suelen ser suficiente para pillar a los tontos.


Y así, entre los campeones del libre comercio, la etiqueta “Tratado de libre comercio de América del Norte” supone conseguir un consentimiento incuestionable. “¿Cómo puedes estar en contra del libre comercio?” es muy fácil. Los amigos que nos trajeron el TLCAN y pretenden llamarlo “libre comercio” son las mismas personas que llaman al gasto de gobierno “inversión”, a los impuestos “contribuciones” y a las alzas de impuestos “reducción del déficit.” No olvidemos que los comunistas también solían llamar a su sistema “libertad”.
En primer lugar, un libre comercio genuino no requiere de acuerdos (o su primo deforme, un “tratado de comercio”; el TLCAN es llamando un tratado de comercio para poder evitar el requerimiento constitucional de ser aprobado por dos tercios del senado). Si el establishment verdaderamente quiere libre comercio, lo único que tiene que hacer es revocar los numerosos aranceles, las cuotas de importación, las leyes anti-dumping y otras restricciones impuestas al comercio. No se requieren de maniobras de política exterior.
Si un auténtico libre mercado se asoma alguna vez en el horizonte de la política, habrá una forma segura de darse cuenta. El gobierno/medios/grandes empresas se opondrán con uñas y dientes. Veremos una serie de editoriales “advirtiéndonos” sobre el inminente retorno del siglo XIX. Comentaristas de medios y académicos volverán a sacar los viejos cuentos contra el libre mercado, que trae explotación y es anárquico sin coordinación gubernamental. El establishment reaccionaría tan entusiastamente a instaurar el libre mercado cómo reaccionaría a que se quite el impuesto sobre la renta.
En realidad, la proclama del “libre comercio” del establishment bipartidista, desde la segunda guerra mundial, alberga lo opuesto de la verdadera libertad de intercambio. Las metas y tácticas del establishment han sido consistentes con aquellas del enemigo tradicional del libre comercio, el mercantilismo –el sistema impuesto por los estados-nación en Europa entre los siglos XVI y XVIII. El infame viaje del presidente Bush a Japón fue solo un caso: la política de comercio como un sistema contnuo de maniobras para buscar forzar a otros países a comprar más productos estadounidenses.
Mientras que los defensores del libre comercio genuino miran a los mercado y al comercio, doméstico o internacional, desde el punto de vista del consumidor (esto es, todos nosotros), el mercantilista, del siglo XVI o actual, observa el comercio desde el punto de vista de la élite de poder, las grandes empresas en alianza con el gobierno. Los partidarios del libre comercio genuino consideran a las exportaciones como medios para pagar por importaciones, de la misma forma que los bienes en general son producidos para ser vendidos a los consumidores. Pero los mercantilistas quieren privilegiar a la elite de gobernantes y empresas a cuesta de los consumidores, sean domésticos o extranjeros.
En negociaciones con Japón, por ejemplo, hayan sido conducidas por Reagan o Bush o Clinton, el punto es forzar a Japón a comprar más productos americanos, a cambio de lo que el gobierno estadounidense gentilmente pero de mala gana dará permiso a los japoneses de vender sus productos a los consumidores americanos. Las importaciones son el precio que el gobierno paga para que otras naciones acepten nuestras importaciones.
Otra característica crucial de la política comercial del establshment después de la segunda guerra mundial es poner fuertes subsidios a las exportaciones en nombre del “libre comercio”. Uno de los métodos favoritos para subsidiar ha sido el amado sistema de ayuda a países extranjeros, el cual, bajo la máscara de “reconstruir Europa,” “detener al comunismo,” o “esparcir la democracia,”  es un fraude mediante el cual se obliga a los contribuyentes a subsidiar a las empresas exportadoras y a los gobiernos extranjeros que apoyan este sistema. El TLCAN representa la continuación de éste sistema al enlistar al gobierno de los Estados Unidos y sus contribuyentes en ésta causa.
Si, el TLCAN, es más que solo un tratado de comercio entre grandes empresas. Es parte de una muy larga campaña para integrar y cartelizar al gobierno buscando atrincherar la economía mixta intervencionista. En Europa, la campaña culminó en el Tratado de Maastricht, el intento de imponer una moneda y banco central únicos en Europa y forzar a sus economías relativamente libres a avanzar hacia ser estados regulatorios y asistencialistas.
En Estados Unidos, éstas políticas han adquirido la forma de la transferencia de los derechos judiciales y legislativos de los estados hacia la rama ejecutiva del gobierno federal. Las negociaciones del TLCAN han ampliado esto al centralizar continentalmente el poder del gobierno, disminuyendo así la habilidad de los contribuyentes de oponerse a las acciones de sus gobernantes.
Así es como la canción de sirena del TLCAN es la misma tonada seductora con la cual los Eurócratas socialistas han intentado que los europeos se rindan al súper-estatismo de la Comunidad Europea: ¿No sería maravilloso  que Norte América fuera una gran y poderosa “unidad de libre comercio” como Europa? La realidad es muy diferente: intervención y planeación socialista por parte de una comisión supra-nacional del TLCAN o de los burócratas en Bruselas que no responden a nadie.
Y justo como Bruselas ha forzado a los países Europeos de bajos impuestos a que los suban a la media europea o a que expandan su “estado de bienestar” en el nombre de la “justicia”, de “nivelar el campo de juego”,  de “armonizar hacia arriba,” así también las Comisiones del TLCAN tendrán el poder de “armonizar hacia arriba,” de pasar por encima del trabajo y de otras leyes de los gobiernos estatales de Estados Unidos.
El representante de comercio de Clinton, Mickey Kantor, ha cacareado que, bajo el TLCAN, “ningún país en el tratado podrá jamás bajar sus estándares ambientales.” Bajo el TLCAN, no tendremos la posibilidad de echar atrás o repeler las provisiones laborales y ambientales  del estado de bienestar ya que el tratado las tendrá aseguradas para siempre.
En el mundo actual es mejor oponerse a todo tratado, con excepción de la enmienda constitucional de Bricker, que pudo haber pasado al congreso en los años 50 pero fue eliminada por la administración de Eisenhower.  Desafortunadamente, bajo la Constitución, todo tratado es considerado “la suprema ley de la tierra,” y la enmienda Bricker pudo haber prevenido que cualquier tratado pudiera pasar por encima de los derechos constitucionales preexistentes. Pero si bien debemos ser precavidos con cualquier tratado, debemos ser particularmente hostiles a un tratado que cree estructuras supranacionales, como lo hace el TLCAN.
Los peores aspectos del TLCAN son los arreglos del lado Clintoniano, que han convertido el desafortunado tratado de Bush en un horror de estatismo internacional.  Tenemos arreglos laterales para agradecer a las comisiones supranacionales y su “armonización hacia arriba.” Estos arreglos laterales también empujan otro aspecto de éste “engaño de libre comercio”, el de la ayuda internacional. Estos tratados harán que los Estados Unidos puedan utilizar un estimado de 20 mil millones de dólares en México para una “limpieza ambiental” a lo largo de la frontera México-Estados Unidos. Además de eso, los Estados Unidos han acordado informalmente lanzar billones de dólares a los fondos del gobierno Mexicano a través del Banco Mundial cuando se firme el TLCAN.
Como cualquier política que beneficie al gobierno y sus intereses, el establishment ha emprendido cuanto esfuerzo puede para lanzar propaganda a favor del TLCAN. Sus aliados intelectuales han formado redes para defender la causa de la centralización. Incluso si el TLCAN fuera un tratado valioso, éste esfuerzo, del gobierno y sus amigos, levantaría sospechas.
El público tiene razón en sospechar que éste esfuerzo tiene que ver con la gran cantidad de dinero que el gobierno Mexicano y sus intereses especiales están gastando en hacer cabildeo a favor del TLCAN. Ese dinero es, por decir algo, el enganche de los 20 mil millones que el Gobierno Mexicano esperan estafar a los contribuyentes Estadounidenses una vez que pase el TLCAN.
Los defensores del TLCAN dicen que debemos sacrificarnos para “salvar” al Presidente Mexicano Carlos Salinas y sus presuntas políticas maravillosas de “libre mercado”. Pero con seguridad los americanos están cansados de hacer sacrificios eternos, de ponerse la soga al cuello a favor de objetivos internacionales confusos que nunca parecen beneficiarles. Si el TLCAN muere, Salinas y su partido podrían caer. Pero lo que eso significa es que el despiadado régimen monopartidista del PRI en México podría finalmente terminar después de muchas décadas de corrupción. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué eso causaría que se estremecieran nuestros campeones de la “democracia global”?
 Debemos observar la supuesta nobleza de Carlos Salinas del mismo modo que observamos a otros héroes de recambio que nos sirve el establishment. ¿Cúantos americanos saben, por ejemplo, que bajo el anexo 602.3 del TLCAN, el gobierno de “libre mercado” de Salinas se reserva a él mismo toda la exploración y uso, toda la inversión y provisión, toda la refinación y procesamiento, todo el intercambio, transporte y distribución, de petróleo y gas natural? Toda inversión privada en la operación del petróleo y gas en México, en otras palabras, queda prohibida. ¿Es para preservar ese gobierno que los americanos deberían sacrificarse?
Una mayoría de conservadores ingleses y alemanes tienen presentes los peligros de la Eurocracia del Bruselas-Maastricht. Ellos comprenden que cuando las personas y las instituciones, cuya existencia está consagrada a promover el estatismo de pronto defienden la libertad, algo anda mal. Los defensores Americanos del libre mercado deberían también tener presentes los peligros equivalentes en el TLCAN

El Mito del TLCAN

por  

Título Original : The NAFTA Myth.
Publicado en Octubre de 1993
Los Estadounidenses – o al menos el establishment estadounidense—son la gente más ingenua en la tierra. Cuando Gorbachev intentó vender sus timidas reformas como “socialismo de mercado,” solo el establishment estadounidense celebró. El público soviético inmediatamente notó su falsedad y no la aceptó. Cuando el Stalinista polaco Oskar Lange pidió descaradamente “socialismo de mercado”, solo los economistas estadounidenses echaron porras. El público polaco conocía lo que realmente sucedía.
Para algunas personas, pareciera, que todo lo que tienes que hacer para convencerlos de la naturaleza de “libre empresa” de algo es ponerle la etiqueta “de mercado”, y así hemos presenciado el surgimiento de grotescas creaturas como el “socialismo de mercado” o el “liberalismo social de mercado”. La palabra “Libertad” por supuesto, también es usada para llamar la atención, y por lo tanto otra forma de conseguir simpatizantes en una era que exalta la retórica por sobre la sustancia es simplemente llamarte a ti mismo o a tu propuesta “libre mercado” o “libre comercio”. Las etiquetas suelen ser suficiente para pillar a los tontos.

Repúblicas de libertad 2

por

La semana pasada di a conocer la inspiradora historia de la Republica de Cospaia, su nacimiento, su increíble desarrollo y prosperidad, finalmente su fallecimiento a manos del estado destructor. Quien haya leído esta reseña pueda pensar; “eso sucedió hace muchos años y ahora vivimos otra época.” Sin embargo, podemos informar de un extraordinario suceso que ocurre en estos momentos en la ex-Yugoslavia. Una autodenominada “micro nación” ha surgido y está atrayendo el interés mundial. Liberland es un territorio de 3 millas cuadradas (unos 5 km.) en las riberas del Danubio, entre Croacia y Serbia. La pequeña parcela no ha sido reclamada por ninguna de estas dos naciones y el político libertario, Vít Jedlička, ha puesto su bandera en ella bautizándola como Liberland.

 
Vit Jedicka, primer presidente de Liberland, es un economista liberal-libertario de 31 años de edad, graduado de la universidad de Praga con maestría en economía por CEVRO Institute, en donde se han formado economistas del calibre de Hans-Hermann Hoppe, sucesor de Rothbard como el economista libertario de EEUU. Hay gente que identifica a Jedicka como el Thomas Jefferson europeo.
Esta nueva micro nación atrajo ya 160 mil solicitudes de ciudadanía. Todavía no tiene Constitución y no podemos ignorar que Croacia o Serbia pudieran intentar reclamarla como parte de sus territorios. Pero a pesar de infinidad de problemas, la respuesta mundial ha sido gigantesca. En este momento siguen recibiendo miles de solicitudes de ciudadanía, en apenas cinco días de inicio de la recepción. Juzgando el gran interés internacional, esperan las solicitudes sigan fluyendo al mismo ritmo y ya empresas internacionales exploran la posibilidad.
Los expertos en mercados a nivel mundial, han ya identificado una interesante oportunidad; un crecimiento expansivo del interés por un  producto, debe indicar la existencia de una gran demanda reprimida. Y si hay una demanda reprimida, debe haber potencial para ese producto; si el producto no existe, hay que fabricarlo. Y es claro que existe una gran demanda reprimida por libertad.
El entusiasmo que provoca Liberland nos indica que, si  los modelos actuales de Estado-Nación están irresponsablemente endeudados, son abusivos, draconianos, opresivos, o, simplemente son ineptamente administrados, ciudadanos de todo el mundo buscan otras alternativas. Lo que es más: Algunos de ellos están dispuestos a invertir tiempo, dinero y esfuerzos en estas alternativas, y estos 160 mil son los pioneros—son los precursores y exploradores.
En esta nueva nación los impuestos serán voluntarios y no habrá ejército ni fuerza militar alguna. Vít Jedlička tiene pensado redactar una constitución inspirada en la del gobierno suizo, una constitución liberadora. El objetivo es establecerse como la #1 en el escalón de libertad económica mundial y acelerar su desarrollo. Cualquier persona podría solicitar la ciudadanía, a excepción de aquellos con pasado extremista, nazi o comunista. Los fundadores son miembros del partido checo, Ciudadanos Libres, cuyos valores se basan en el liberalismo clásico. Hay planes para establecer un sistema de cryptocurrency, pero habrá libertad para que circulen otras monedas. Los políticos estarán controlados con pesadas cadenas constitucionales para no endeudar al país.
El comunicado anunciando al mundo la creación de Liberland reza lo siguiente: “El objetivo de los fundadores de este nuevo estado, es construir un país donde las personas honestas puedan vivir y prosperar sin las opresiones de gobiernos que, alrededor del mundo, hacen la vida imposible a través de restricciones, regulaciones, leyes arbitrarias e impuestos draconianos.” El lema del país es: “Vive y dejar vivir”.
El área que Vít Jedlička está reclamando no es un pedazo de tierra cualquiera.
Es un territorio que disputan ambas naciones. Si alguna de ellas tratara de intervenir de forma agresiva, probablemente levantaría la ira de su oponente lo cual encendería los ánimos, creando la posibilidad de un conflicto derivado del que llevó a la desintegración de Yugoslavia en los años 90. La opinión general es que un pedazo de tierra tan pequeño, no vale la pena otra guerra.
Además, hay algunos precedentes históricos de este tipo de rebeliones en busca de libertad.
Siempre que hay una disputa fronteriza entre dos naciones, se crea un vacío donde la gente puede construir un enclave informal dentro del territorio. El mayor ejemplo de esto en el siglo XX, fue la ciudad amurallada de Kowloon, construida por  delincuentes, refugiados y los ocupantes ilegales en un trozo de 6,4 hectáreas de tierra después de la Segunda Guerra Mundial.
Debido a que el territorio estaba en disputa entre China y Hong Kong, entonces bajo mando británico, existía una especie de limbo político desde hace varias décadas. Ninguna de las partes estaba dispuesta a iniciar una conflagración por un pedazo de tierra tan pequeño y la dejaron sola. Conforme pasó el tiempo y más gente se trasladó allí, se hizo muy costoso evacuarlos y sus asentamientos improvisados, por lo que ningún país estaba dispuesto a intervenir. Finalmente fue demolida en el año 1993 y pasó a formar parte de Hong Kong.
Hay otro precedente similar que tomó forma como, Freetown Christiania, situada en los suburbios de Copenhague. Esta comunidad autónoma fue formada por okupas y anarquistas en una base militar abandonada en los años 70, llamada Bådmandsstræde. A pesar de los esfuerzos del gobierno para desalojarlos, persisten en sus asentamientos. Nunca han obtenido reconocimiento internacional, pero han sido exitosos para mantener una comunidad independiente, sin un gobierno establecido y regida por asambleas.
Un caso interesante es la frontera Sonora-Arizona en donde la tribu Tohono O’odham, resultado de la última venta de territorio mexicano conocida como Gadsden Purchase, quedó dividida y separada entre México y los EE.UU. En ambos lados de la frontera mantienen cientos de miles de hectáreas. En el espacio arizonense, la tribu es considerada como nación soberana y de esa forma operan. Se han tenido conversaciones con la etnia y han mostrado un interés inesperado. Con sus hermanos sonorenses no se ha tenido el mismo resultado. Pero ¿No sería algo realmente revolucionario establecer una región soberana en este punto de la frontera? ¿Una zona libre estilo Hong Kong?
Todas estas iniciativas parecieran sueños imposibles. Pero ¿qué sucedería si cada vez mayor cantidad de gente en todo el mundo se agruparan, ignoraran a sus gobiernos corruptos, sus viejas fronteras y se organizaran para crear sus propias naciones libres, soberanas y auto gestionadas? Recordemos las palabras de Albert Einstein:
“Los grandes espíritus siempre encuentran violenta oposición de las mentes mediocres.”
Si proliferaran iniciativas de este tipo, pronto seremos testigos del auténtico “carácter democrático, tolerante y afín a la libertad” de la mayoría de gobiernos del mundo…image002

Repúblicas de libertad 2

por

La semana pasada di a conocer la inspiradora historia de la Republica de Cospaia, su nacimiento, su increíble desarrollo y prosperidad, finalmente su fallecimiento a manos del estado destructor. Quien haya leído esta reseña pueda pensar; “eso sucedió hace muchos años y ahora vivimos otra época.” Sin embargo, podemos informar de un extraordinario suceso que ocurre en estos momentos en la ex-Yugoslavia. Una autodenominada “micro nación” ha surgido y está atrayendo el interés mundial. Liberland es un territorio de 3 millas cuadradas (unos 5 km.) en las riberas del Danubio, entre Croacia y Serbia. La pequeña parcela no ha sido reclamada por ninguna de estas dos naciones y el político libertario, Vít Jedlička, ha puesto su bandera en ella bautizándola como Liberland.

Repúblicas de Libertad

por

El presidente Peña Nieto, tal vez en su desesperación ante la avalancha de malas noticias económicas y, sobre todo, la estrepitosa caída de su imagen frente a tantas señales de corrupción que emanan de su más cercano círculo, se lanza a informar su intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio nacional. Pero como reza el viejo refrán; “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario  a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EE. UU. como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción; “Tu pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.


Para no repetir las historias exitosas de Hong Kong y Singapur, voy a citar otros dos ejemplos que realmente son lecciones de formas para prosperar. El primero es lo que en su momento se conoció como, “La República de Cospaia”. Durante casi 400 años esta pequeña república prosperó en la parte central de Italia, sin gobierno, sin leyes escritas, sin militares, sin burocracia y ¡sin impuestos! El éxito de Cospaia es una ilustración de cuan extraordinariamente poca rienda central es necesario para alcanzar la prosperidad. Aunque fue llamada una “República”, era solamente un consejo de ancianos, sin un poder coercitivo, que se reunía de manera ocasional en la iglesia del pueblo. Este territorio tenía un área de solamente 330 hectáreas, aproximadamente el tamaño de un campo agrícola en Sonora o Sinaloa. La población varió a lo largo de los siglos, y era de alrededor de 1000 personas con menos de 150 hogares.
La historia se inicia en 1440. En esa época la península italiana estaba compuesta por numerosos reinos. Uno de ellos eran los estados pontificios gobernado por el Papa. Su vecino al norte, era la República de Florencia gobernada por la familia Medici. En 1431, Eugenio IV fue elegido Papa y de inmediato tomó un préstamo de 25,000 florines de Juan Cosme de Medici, uno de los principales banqueros en esa época. Sin Bancos Centrales ni dinero fiduciario, incluso los gobiernos tenían que ofrecer garantías para obtener un préstamo. El Papa ofreció como colateral el pueblo de Borgo Sansepolcro y sus alrededores, en la parte alta del Valle Tíber.
Al vencimiento del préstamo los estados pontificios no pudieron pagar y, los topógrafos, para ejecutar la garantía, acordaron que uno de los nuevos límites entre los estados sería un río en la parte alta del Tíber, pero los topógrafos cometieron un error. Había más de un río en la región. En el avenir de los burócratas dejaron esas 330 hectáreas como un mostrenco  lepe sin dueño. Los residentes de Cospaia se dieron cuenta de su buena suerte, pues ahora estaban fuera de la jurisdicción tanto de los estados pontificios como de la República de Florencia. Los Cospaianos de inmediato se declararon como una República Independiente. Así iniciaron 385 años de dichosa libertad.
En sus inicios la economía de esta nueva república estuvo basada en el trueque y, a pesar de la falta de una divisa fuerte, la gente había logrado un nivel de vida muy superior al de los poblados vecinos, encadenados por el poder del estado. Como una república verdaderamente libre, no tenían impuestos que pagar, no contaban con reglas impuestas por gobernantes para beneficiar a aquellos que contaban con buenas conexiones. Sus habitantes eran libres de realizar intercambios y establecer conductas que les permitían vivir como les diera la gana, “sin afectar al resto de los habitantes”. No tener gobernantes jodiéndolos todo el día, les permitía utilizar de la manera más provechosa su tiempo y energía.
En 1574 la economía de Cospaia, ungida por la libertad, prosperaba como jamás se hubiera atestiguado en Europa.  En 1624 el papa Urbano VIII publicó una bula papal declarando el uso del tabaco fuera castigado con la excomunión. Por supuesto, estas regulaciones solamente beneficiaron a la economía del nuevo edén de libertad. La caída en la oferta y la ausencia de regulaciones o impuestos, convirtió a Cospaia en el centro europeo de intercambio de tabaco. Muchos de los participantes en esta nueva economía, eran Israelitas. En Italia a los judíos les era prohibido poseer  propiedades y también les era prohibido comerciar con cristianos. Así que la economía de laissez faire de Cospaia, permitió prosperar a esta minoría perseguida, pero protegida por esa región de libertad, a pesar de las agresiones de los estados que se encontraban en los alrededores.
A través de su historia, Cospaia no tuvo gobernantes, no tuvo poder ejecutivo ni judicial, y tampoco leyes escritas excepto por la frase “Perpetua et Firma Libertas,” que estaba inscrita en su iglesia desde 1610 y se traduce como, “Firme y Eterna Libertad.”
La diminuta república era descrita como un lugar “sin ley” habitado por “contrabandistas. Debido a que todo lo que entraba a los estados pontificios o a la República de Florencia estaba sujeto a impuestos, cualquier cosa que abandonaba Cospaia era “contrabando”. En el siglo 18, había pasado de ser una pequeña aldea, a ser un centro de libre comercio continental y de bienes sin impuestos. No solo era la capital del tabaco en Europa, sino también se distinguía por sus textiles, sus bancos, centros de comercio y otro sinnúmero de bienes que circulaban sin impuestos.
En 1826, los estados vecinos finalmente se hartaban del rotundo éxito de Cospaia, sin que ellos llevaran su tajada. Y así el Papa, en sociedad  con el Gran Duque de la Toscana, utilizando tácticas opresivas que después se conocerían como intervencionismo, o, la visible mano de gobiernos corruptos, mediante un estado de sitio provocaron hambre en la pequeña República, para así forzar a las cabezas de familia a firmar el “acta de subyugación”, finalizando 385 de años de libertad y  prosperidad nunca antes vista.
Nos podríamos preguntar cuál sería su panorama actual si Cospaia hubiera permanecido libre. ¿Podrían ser un oasis como San Marino o Liechtenstein? Después de todo, fueron una república anarquista que sobrevivió y prosperó durante 385 años. Son 385 años sin impuestos, guerras, gobernantes o regulaciones. Lo que sí es muy claro, como lo dibujara Milton Friedman en su famosa frase: “Si a cualquier gobierno se le diera la administración del desierto del Sahara, de inmediato se provocaría escases de arena”. Presidente, la semana entrante le describo el segundo ejemplo.

Repúblicas de Libertad

por

El presidente Peña Nieto, tal vez en su desesperación ante la avalancha de malas noticias económicas y, sobre todo, la estrepitosa caída de su imagen frente a tantas señales de corrupción que emanan de su más cercano círculo, se lanza a informar su intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio nacional. Pero como reza el viejo refrán; “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario  a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EE. UU. como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción; “Tu pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.

Saturday, July 9, 2016

Releyendo a Sarmiento

Releyendo a Sarmiento

Cuando apareció en Santiago de Chile, hacia 1850, la primera edición de Recuerdos de provincia, Domingo Faustino Sarmiento contaba 39 años. En ese libro historiaba su vida, historiaba las vidas de los hombres que habían gravitado en su destino y en el de su país, historiaba sucesos inmediatos de repercusión dolorosa. El decurso del tiempo modifica los textos; Recuerdos de provincia, releído y revisado ahora, no es ciertamente el libro que yo recorrí hace ya más de 60 años. El mundo, por esa época, parecía irreversiblemente alejado de toda violencia. Ricardo Güiraldes evocaba con nostalgia (y acaso exagerable épicamente) la dura vida de los troperos; a mis amigos y a mí nos alegraba imaginar que en la alta y bélica ciudad de Chicago se ametrallaban los contrabandistas de alcohol; yo perseguía con tenacidad, con tenacidad literaria, los últimos rastros de los cuchilleros de las orillas.



Tan manso, tan pacífico nos parecía el mundo, que jugábamos con feroces anécdotas y deplorábamos "el tiempo de lobos, tiempo de espadas" que nos evocaba la Edda Mayor, y que habían merecido otras generaciones más venturosas. Recuerdo de provincia era entonces el documento de un pasado irrecuperable y, por consiguiente, grato, ya que nadie soñaba que sus rigores pudieran regresar y alcanzarnos algún día. El tiempo se encargó de demostrarnos lo contrario, pero no es mi intención referirme a sucesos de reciente data.Sin embargo, el examen de Recuerdos de provincia demuestra que la crueldad no fue el mayor mal de esa época sombría de nuestra historia. El mayor mal fue la estupidez, la dirigida y fomentada barbarie, la pedagogía del odio entre hermanos, el régimen embrutecedor de divisas, vivas y mueras. En ese libro, Sarmiento -negador del pobre pasado y del ensangrentado presente- se nos aparece como el paradójico apóstol del porvenir. Ejecuta, por primera vez, la proeza de observar históricamente la realidad, de simplificar e intuir el ahora como si ya fuera el ayer. Su destino personal lo ve en función de América; en alguna ocasión explícitamente lo afirma: "En mi vida, tan destituida, tan contrariada y, sin embargo, tan perseverante en la aspiración de un no sé qué elevado y noble, me parece ver retratarse esta pobre América del Sur agitándose en su nada, haciendo esfuerzos supremos por desplegar sus alas y lacerándose a cada tentativa contra los hierros de la jaula". Esa visión ecuménica no empaña su visión de los individuos. Entre las muchas imborrables imágenes que ha legado a la memoria de los argentinos está la de Facundo, la de Fermín Mallea, la de su madre, las de tantos contemporáneos; la suya propia, que no ha muerto y que aún es combatida. A su prosa tampoco le falta la sorprendente ironía. Cuando se defiende que a Rosas lo llaman Héroe del Desierto, Sarmiento observa: "Porque ha sabido despoblar a su patria". Fatalmente propendemos a ver en el pasado una rígida publicación de meras estatuas. Sermiento nos descubre los hombres que ahora son bronce o mármol.
En un incompatible mundo heteróclito de provincianos, de orientales y de porteños, Sarmiento es el primer argentino, el hombre sin limitaciones locales, el gran universal. Sobre las pobres tierras despedazada quiere fundar la patria. Sabe que la revolución, a trueque de emancipar todo el continente y lograr victorias argentinas en Perú y en Chile, abandonó, siquiera transitoriamente, el país a las fuerzas de la ambición personal y de la rutina. Sabe que nuestro patrimonio no debe reducirse a los haberes del indio, del gaucho y del español; que podemos aspirar a la plenitud de la cultura occidental sin exclusión, y así fundar una patria.
Paradójicamente, Sarmiento ha sido motejado de bárbaro. Ocurre que quienes no quieren compartir su aversión por el gaucho afirman que él también era un gaucho, equiparado de algún modo al ímpetu bravío del uno en las disciplinas rurales con el ímpetu bravío del otro en la conquista de la cultura. La acusación, como se ve, no pasa de una mera analogía, sin otra justificación que la circunstancia de que el estado del país era rudimentario y a todos salpicaba de violencia. Paul Groussac, que no lo quería, en una improvisación necrológica, hecha casi exclusivamente de hipérboles, exagera la rudeza de Sarmiento; lo llama "el formidable montonero de la batalla intelectual", y pondera " sus cargas de caballería contra la ignorancia criolla".
Desde su destierro chileno, Sarmiento pudo ver el otro rostro del país. Es lícito conjeturar que el hecho de haberlo recorrido poco, pese a sus denodadas aventuras de militar y de maestro rural, favoreciera la adivinación genial del historiador. A través del fervor de sus vigilias, a través de la hoy olvidada Cautiva, a través de su inventiva memoria, a través de su amor a esta tierra y del odio justificado, Sarmiento vio un territorio poblado, vio la contemporánea miseria y la venidera grandeza. Su vida y su prosa justifican ese propósito. Ningún espectador argentino tiene la clarividencia de Sarmiento.
Who touches this book, touches a man, pudo haber escrito Sarmiento en el término de sus Recuerdos de provincia. Creo que nadie puede leer ese libro sin profesar por el valeroso hombre que lo escribió un sentimiento que rebasa la admiración. Acaso Sarmiento, para la generación de argentinos de nuestros días, es el hombre creado por este libro.

Releyendo a Sarmiento

Releyendo a Sarmiento

Cuando apareció en Santiago de Chile, hacia 1850, la primera edición de Recuerdos de provincia, Domingo Faustino Sarmiento contaba 39 años. En ese libro historiaba su vida, historiaba las vidas de los hombres que habían gravitado en su destino y en el de su país, historiaba sucesos inmediatos de repercusión dolorosa. El decurso del tiempo modifica los textos; Recuerdos de provincia, releído y revisado ahora, no es ciertamente el libro que yo recorrí hace ya más de 60 años. El mundo, por esa época, parecía irreversiblemente alejado de toda violencia. Ricardo Güiraldes evocaba con nostalgia (y acaso exagerable épicamente) la dura vida de los troperos; a mis amigos y a mí nos alegraba imaginar que en la alta y bélica ciudad de Chicago se ametrallaban los contrabandistas de alcohol; yo perseguía con tenacidad, con tenacidad literaria, los últimos rastros de los cuchilleros de las orillas.


Friday, July 8, 2016

El futuro Post Brexit para Gran Bretaña: Liberalismo Clásico o Liberalismo Pragmático

Toby Young, Editor Asociado de la revista The Spectator, le explica al PanAm Post qué se puede esperar en el Reino Unido tras el Brexit


tobyyoung
El futuro post-Brexit para Gran Bretaña: Toby Young explica la división entre el liberalismo clásico y el pragmático. (YouTube)
EnglishToby Young es Editor Asistente y columnista de The Spectator, “la revista en inglés publicada continuamente más antigua del mundo” (su primera edición salió en 1828). En 1975, cuando los votantes británicos votaron en un referendo para decidir si permanecían o no en la Comunidad Europea, lo que eventualmente se convirtió en la Unión Europea (UE), The Spectator fue una de solo dos publicaciones nacionales en “apoyar lo que hoy se conoce como Brexit”.
Durante la campaña de este año antes del referendo del 23 de junio, Young formó parte de la campaña que abogaba por abandonar la UE. Nueve días antes del voto, Young lanzó un cortometraje titulado “Brexit: hechos, no miedo”, el cual presenta sólidos argumentos a favor de la independencia de la UE “exclusivamente desde el punto de vista de la soberanía”. Según esta perspectiva, la membresía de Reino Unido en la UE había socavado la independencia legal del país y minado la autoridad del Parlamento al transferir muchos de sus poderes tradicionales a un organismo foráneo, la Comisión Europea, la cual es controlada por burócratas no electos.



El día antes del referendo, el cortometraje de Young, cuyo título hace una alusión al Proyecto del Miedo (Project Fear), el intento del establecimiento británico de asustar a los votantes para que apoyaran el status quo dentro de la UE, había sido visto cerca de un millón de veces en redes sociales.

Luego de que la causa independentista (Leave) ganara el referendo, Lord Ashcroft, un encuestador, publicó los resultados de un estudio que demostraba que la mayor parte de quienes votaron a favor del Brexit decidieron abandonar la UE para defender “el principio de que las decisiones acerca de Gran Bretaña deben ser tomadas en Gran Bretaña”. Es decir, fue el argumento de la soberanía y no la fobia hacia los inmigrantes —tal como han sugerido los desinformados medios latinoamericanos—, lo que impulsó a los euroescépticos hacia la victoria.
Durante los últimos días, el público británico ha sido testigo de una serie de eventos sísmicos en términos políticos: Boris Johnson, el carismático exalcalde de Londres y líder de la campaña a favor de la independencia de la UE, era el favorito para ser el próximo Primer Ministro tras la renuncia de David Cameron, quien lideró los esfuerzos por permanecer en la UE y, como tal, perdió toda su credibilidad tras el referendo. No obstante, Johnson fue traicionado por su jefe de campaña, el Ministro de Justicia Michael Gove, horas antes de que anunciara su candidatura para ser el próximo líder del mayoritario Partido Conservador y, por lo tanto, Primer Ministro. Como resultado, el diario The Daily Telegraph se ha referido a “la semana más infame y llena de traición de la historia del Partido Conservador británico”.
Toby Young ha conocido a los protagonistas del melodrama político reciente durante décadas, siendo entrevistado en un documental acerca de la vieja rivalidad entre Cameron y Johnson, a quienes conoció como estudiante en la Universidad de Oxford en los 80. De hecho, hace unos años, Young apostó £15,000 (USD $19,904) con la cocinera estrella Nigella Lawson, hija de Nigel Lawson, Canciller de la Hacienda de Margaret Thatcher desde 1983 hasta 1989, a que Johnson sería líder del Partido Conservador antes del 2018, un escenario que hoy parece bastante improbable.
Young también ha sido partidario de Michael Gove, el verdugo político de Johnson, hace años. Gove fue Ministro de Educación desde el 2010 hasta el 2014 y se enfrentó a los sindicatos de maestros al introducir “la revolución de los colegios libres“, escuelas financiadas por el Estado pero administradas por asociaciones de padres y otras instituciones independientes, mas no por el Estado mismo. Tras abandonar la campaña de Johnson por el control del Partido Conservador, Gove, quien también fue una de las estrellas de la campaña para salir de la UE, anunció su propia candidatura para liderar a los conservadores o Tories.
Su principal rival es la actual favorita, Theresa May, la Ministra de Interior que apoyó a Cameron y a los eurófilos durante la campaña del referendo, aunque mantuvo siempre un bajo perfil. La estrategia actual de May es presentarse como la única candidata seria entre un grupo de políticos aniñados por su ambición, lo cual le brinda gravitas ante un país que busca, sobre todo, seriedad y estabilidad tras unas semanas turbulentas.
Esto es lo que le dijo Toby Young al PanAm Post acerca del futuro del Reino Unido tras el Brexit.
PanAm Post: Usted ha sido partidario tanto de Boris Johnson como de Michael Gove. ¿Por qué cree que Gove decidió no apoyar a Boris como líder del Partido Conservador en el último momento? ¿Fue esta la mejor decisión para el partido?
Toby Young: A primera vista, pareciera que Gove cambió de opinión acerca de Boris y su capacidad para el puesto de Primer Ministro durante el corto período en que fue su jefe de campaña. El momento del anuncio no fue el más oportuno porque obligó a Boris a renunciar, pero si el resultado es que Michael sea nombrado Primer Ministro, será el mejor escenario para el país.
¿Dividió Gove a los conservadores euroescépticos con su decisión de lanzarse al liderazgo del Partido Conservador? ¿Tiene alguna probabilidad real de ganarle el concurso a la Ministra de Interior Theresa May?
En este momento, Theresa May es por lejos la favorita y, según los corredores de apuestas, las probabilidades de una victoria de Gove son 7/1. Pero, como hemos visto en los últimos días, mucho puede cambiar en la política británica en solo 24 horas. Por ejemplo, si un peso pesado como George Osborne, actual Canciller de Hacienda y aliado cercano de David Cameron, se pronuncia a favor de Gove, todo el escenario cambia.
Si Theresa May es nombrada Primera Ministra, ¿cómo puede negociar los términos del Brexit con la Unión Europea si ella abogó por permanecer dentro de dicha unión política durante la reciente campaña?
¡Buena pregunta! Para May, la gran dificultad es que si concede cualquier cosa durante la negociación, sobre todo en cuanto al delicado asunto del libre movimiento de personas entre Europa y Reino Unido, inmediatamente será acusada de “traicionar” a los 17,5 millones de personas que apoyaron el Brexit en las urnas. Paradójicamente, a un verdadero creyente en la causa del Brexit le resultaría más fácil hacerles concesiones a los líderes europeos en una negociación.
Usted y Daniel Hannan, un miembro del Parlamento Europeo británico, pueden ser clasificados como liberales clásicos que apoyaron la salida del Reino Unido de la UE. Presumiblemente, un acuerdo como el de Noruega, un país que no es miembro de la UE pero que comercia libremente con ella, sería ideal para ustedes. Esto involucraría cierta libertad de inmigración desde Europa hacia Gran Bretaña. Pero Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia de Gran Bretaña, y sus seguidores quieren que se establezcan controles estrictos sobre la inmigración, lo cual pondría en peligro la libertad de comercio con Europa. ¿Cómo puede resolverse este dilema entre los euroescépticos británicos?
El acuerdo con Europa debe incluir el fin del libre movimiento de personas, el cual debe ser modificado por una versión del libre movimiento de trabajadores que había antes de que se firmara el Tratado de Maastricht, (el cual creó la Unión Europea) en 1992. Cuando digo que el acuerdo debe ser “modificado”, quiero decir que el gobierno británico debe obtener cierto grado de libertad para determinar el número y el tipo de inmigrantes que recibe cada año.
Pienso que esta puede ser una reforma al nivel de la Unión Europea y no solo un aspecto del nuevo acuerdo entre Reino Unido y la UE. De hecho, si se establece rápidamente, es posible que Gran Bretaña no abandone la UE. El libre movimiento de personas tal como está diseñado ahora es tóxico y está envenenando a todo el proyecto europeo.
¿Puede surgir un nuevo orden político en Reino Unido después del Brexit, sobre todo dadas las grandes dificultades que enfrenta el Partido Laborista, cuyos votantes apoyaron el Brexit pese a la línea oficial eurófila del partido? ¿Tiene razón el columnista Peter Hitchens, quien argumenta que los votantes laboristas que apoyaron el Brexit podrían unirse a un nuevo partido socialmente conservador?
Definitivamente es posible que millones de votantes de clase trabajadora que antes apoyaban a los laboristas se unan a los conservadores, especialmente si el Partido Laborista es capturado de nuevo por una élite metropolitana y eurófila. Pero no creo que el Partido Conservador se vuelva socialmente conservador. El partido es liberal económicamente hace mucho tiempo y se ha vuelto más liberal socialmente bajo David Cameron, quien legalizó el matrimonio entre parejas del mismo sexo.
Ninguno de los favoritos para ganar la contienda del liderazgo conservador son socialmente conservadores. La batalla entre Gove y May se entre un liberal clásico y una liberal pragmática.

Related Post

¡Sigue al PanAm Post en las redes sociales!
En el PanAm Post alentamos el debate y respetamos las opiniones distintas. No obstante, no aceptamos en los comentarios el lenguaje grosero, los ataques personales y enlaces externos. Estos contenidos podrán ser eliminados y los usuarios reincidentes se arriesgan a ser bloqueados de la página.
0 comments
Livefyre
2 people listening