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Tuesday, August 2, 2016

La convención de Hillary Clinton

Carlos Alberto Montaner comenta la Convención Nacional del Partido Demócrata, la candidatura de Hillary Clinton y la protesta de algunos republicanos frente a la candidatura de Donald Trump.

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor cubano, residenciado en Miami, Florida.
El día previo a la convención demócrata, Hillary Clinton viajó a la Florida para revelar quién era su candidato a vicepresidente: Tim Kaine, senador por Virginia y exgobernador del estado. Un demócrata moderado, amistoso, con fama de ser una persona decente, que aprendió español como misionero en Honduras de la mano de los jesuitas. Les enseñaba a los jóvenes a trabajar como carpinteros o soldadores, mientras debatía internamente si se convertía en sacerdote o en político. Optó por el servicio público y desde entonces no ha perdido una elección en EE.UU.
La convención tenía cuatro objetivos principales:



  • Lanzar la candidatura de Hillary Clinton, portadora de un mensaje optimista y positivo sobre EE.UU. (en contraste con el país sombrío y decadente dibujado por Trump), al frente de un Partido Demócrata unido, y presentar, de paso, su perfil humano.
  • Aplacar a una parte sustancial de los votantes de Bernie Sanders, casi todos jóvenes radicales partidarios del socialismo vegetariano, desconfiados de los lazos de Hillary con Wall Street y con el establishment, a quien ni siquiera le perdonan que hace medio siglo se asomara a la política como una “Goldwater girl” dentro de los “Young Republican”, aunque en elecciones posteriores apoyara a Eugene McCarthy y a George McGovern, los Bernie Sanders de aquella época tumultuosa de hippies y melenas desaliñadas.
  • Demoler la imagen de Donald Trump, persuadiendo a los electores de que se trata, en realidad, de un estafador (Bloomberg le llamó “con man”), megalómano, ignorante, inexperto, e hipócrita, a quien sería una locura entregarle los códigos nucleares porque podría incendiar el planeta.
  • Convencer a los votantes de que Hillary es una persona confiable, y reducir ese altísimo porcentaje de estadounidenses (55%) que tiene, a priori, una opinión negativa de ella. Para esos fines le fueron muy útiles los magníficos discursos de Michelle y Barack Obama. La enfática declaración del Presidente, asegurando que nadie ha intentado llegar a la Casa Blanca con tantos méritos ni experiencia, incluidos Bill Clinton y él mismo, no ha caído en saco roto.
En cierta medida, Hillary logró esos cuatro objetivos, pero no de una manera definitiva. A estas alturas de los comicios, más del 80% de los electores ya han decidido por quién van a sufragar y, salvo una revelación estremecedora, la batalla se limita a conquistar a un puñado de indecisos e independientes que inclinarán la balanza en una u otra dirección.
Antes de la Convención, Hillary estaba tres puntos por debajo de Trump en la encuesta de CNN, pero luego se colocó un punto por encima en el Rasmussen Report. Todo, dentro del margen de error de este tipo de indagación. Es decir, nadie puede asegurar el resultado.
Curiosamente, el triunfo de Hillary puede venir del bando republicano inconforme con la candidatura de Trump, más o menos como los “demócratas pro Reagan”, núcleo fundamental de los neocons, contribuyeron decisivamente a la victoria republicana de 1980 frente a Jimmy Carter.
Primero se desafilió del partido el periodista George Will, luego lo hizo el historiador conservador y gurú republicano Daniel Pipes, quien renunciara tras 44 años de militancia porque se siente en las antípodas de Trump. Lo dijo en un artículo publicado en el Philadelphia Inquirer el 21 de julio: a los republicanos les conviene la derrota de Trump en noviembre, eliminar su influencia dentro de la organización, y reconstruirla desde dentro.
Estos republicanos no olvidan que Ronald Reagan, en lugar de fabricar un muro, llevó a cabo una amnistía migratoria que regularizó la presencia en el país de millones de inmigrantes indocumentados, casi todos procedentes de México. O que fue George Bush (padre), convencido de la importancia del comercio libre, quien primero se comprometió con el Tratado de Libre Comercio que vinculaba al país a Canadá y México. O que George Bush (hijo) fortaleció los lazos con la OTAN y lanzó el concepto de “conservadores compasivos”, porque el mercado no está reñido con la solidaridad con los más necesitados.
Algo de esto intuyó Barack Obama en su notable discurso ante la Convención. Les dijo a los republicanos que el Partido de Lincoln en esta época era el demócrata. Era el que estaba abierto a los afroamericanos, a las mujeres, a las minorías, y los invitó a votar por Hillary.
No creo que muchos lo hagan, pero ya Pipes anunció que tal vez escogería al libertario Gary Johnson, ex republicano y ex gobernador de New Mexico, que se cansó de un partido que coqueteaba con el aislacionismo, el proteccionismo y el racismo, tres anatemas para cualquier persona convencida de los valores de la

La convención de Hillary Clinton

Carlos Alberto Montaner comenta la Convención Nacional del Partido Demócrata, la candidatura de Hillary Clinton y la protesta de algunos republicanos frente a la candidatura de Donald Trump.

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor cubano, residenciado en Miami, Florida.
El día previo a la convención demócrata, Hillary Clinton viajó a la Florida para revelar quién era su candidato a vicepresidente: Tim Kaine, senador por Virginia y exgobernador del estado. Un demócrata moderado, amistoso, con fama de ser una persona decente, que aprendió español como misionero en Honduras de la mano de los jesuitas. Les enseñaba a los jóvenes a trabajar como carpinteros o soldadores, mientras debatía internamente si se convertía en sacerdote o en político. Optó por el servicio público y desde entonces no ha perdido una elección en EE.UU.
La convención tenía cuatro objetivos principales:


Monday, July 25, 2016

La convención de Donald Trump

La convención de Donald Trump

Por Carlos Alberto Montaner
A juzgar por el ruido de la prensa, hubo tres momentos estelares en la convención republicana que acaba de terminar en Cleveland.
El primero fue el innecesario plagio de un par de párrafos de un discurso de Michelle Obama del 2008, introducido en el texto de la señora Melania Trump por una redactora descuidada y deshonesta. Eso no se hace. Debilitó totalmente el impacto de sus palabras y de su hermosa presencia. Hoy lo único que se recuerda de su charla es que hubo un plagio.
El segundo fue el discurso del senador republicano Ted Cruz. Comenzó con aplausos y terminó con abucheos. No pidió el voto para Trump y se limitó a reclamar que los electores votaran lo que la conciencia les dictara. De alguna manera, Cruz era coherente con su propia prédica. No podía solicitar de los otros lo que él no estaba dispuesto a hacer. No votará por Trump ni por Hillary. (Probablemente lo haga por Gary Johnson, el exgobernador de New Mexico, candidato del Partido Libertario).


El tercero fue el esperado discurso de Donald Trump. La duda era si habría asumido un talante presidencial, sereno e inclusivo, o si seguía siendo el fiero candidato que había derrotado a 16 adversarios con un duro lenguaje de barricada cáustico y efectivo. El enigma duró poco en despejarse. Seguía siendo el Donald Trump de siempre y eso gustaba. El 75% encontró que su charla había sido magnífica o buena. El 24% se sintió decepcionado.
El discurso duró una hora y quince minutos (el más largo de la historia para este tipo de eventos), pero lo leyó con firmeza y dominio del auditorio. No fue nada aburrido. Lo vio y escuchó un 10% de la población norteamericana, la mayor parte de esas personas, presumiblemente, votantes republicanos.
En una sociedad políticamente apática, especialmente cansada tras el largo proceso de las primarias, que vota en las presidenciales, como promedio, sólo un 52% del electorado, veintitantos millones de televidentes son un número notable. Es verdad que la final de los campeonatos de fútbol americano la ven más de 100 millones de espectadores, pero eso sucede en todas partes. El deporte apasiona y la política repele.
¿Qué dijo Trump? En esencia, dibujó un cuadro muy negro de la realidad estadounidense. Los caminos y los puentes están destruidos. Aumenta la criminalidad. Los inmigrantes indocumentados cometen crímenes horrendos. Las fuerzas del orden están bajo ataque. Nosotros (los trumpistas) somos el partido de la ley y el orden (dato que confirmaba la intimidante presencia del sheriff Arpaio). Nuestros socios comerciales nos estafan. Las otras naciones nos roban los puestos de trabajo. China nos saquea. Los acuerdos comerciales internacionales nos perjudican severamente. Nuestros adversarios se mofan de nosotros. Nuestros aliados militares no aportan la cuota que les corresponde. Podemos acabar con el Califato islámico rápidamente y no lo hemos hecho. Y, naturalmente, Obama es responsable de este estado de cosas. Hillary prolongaría esta penosa situación si triunfara. Sería más de lo mismo. Su paso por la Secretaría de Estado fue desastroso. Agravó todos los problemas del Medio Oriente.
Trump coincide con la visión paranoica de una parte sustancial del país. Un 67% de la sociedad americana cree que Estados Unidos va por mal camino. Sin embargo, cuando se les pregunta si ellos están peor, la mayor parte dice que no. Los que sufren son otros. Es una cuestión de percepciones, no de estadísticas. El Apocalipsis jamás pasa de moda. Tiene muchos adeptos.
¿Qué prometió Trump? Obvio: ponerles fin a todos estos males una vez que esté instalado en la Casa Blanca. Reconstruirá la derruida infraestructura. Impedirá que entren los inmigrantes ilegales. Destruirá a los asesinos de ISIS. Reescribirá los Tratados de Libre Comercio (TLC). Les exigirá a los socios internacionales que inviertan más en su defensa. Enderezará la balanza comercial. Pondrá a los chinos en su lugar. Cobrará menos impuestos y obligará a las empresas norteamericanas a regresar a Estados Unidos.
No dijo, por supuesto, cómo llevará a cabo estos prodigios. Será el combate definitivo contra la maldad. El Armagedón tampoco pasa de moda. También tiene numerosos simpatizantes.
En realidad, no hay nada muy nuevo en estos enfoques. El aislacionismo en política exterior, el proteccionismo económico, la condena a la globalización, al plurilingüismo y al multiculturalismo, la sospecha frente a los inmigrantes y el ultranacionalismo, son pulsiones frecuentes y primarias en casi todas las naciones. No en balde muchos hispanos, afroamericanos y otras minorías se sintieron en peligro.
Encontramos estas tendencias, en distintas proporciones, en 45 partidos europeos, a la derecha y a la izquierda del espectro político (The European Council on Foreign Relations los clasifica y llama “partidos insurgentes”). Hay frases de Trump que pudieran repetir Marine Le Pen o Vladimir Putin. A veces las dicen con la misma pasión. Veremos qué nos depara Hillary Clinton la próxima semana. Les toca responder a los demócratas.

La convención de Donald Trump

La convención de Donald Trump

Por Carlos Alberto Montaner
A juzgar por el ruido de la prensa, hubo tres momentos estelares en la convención republicana que acaba de terminar en Cleveland.
El primero fue el innecesario plagio de un par de párrafos de un discurso de Michelle Obama del 2008, introducido en el texto de la señora Melania Trump por una redactora descuidada y deshonesta. Eso no se hace. Debilitó totalmente el impacto de sus palabras y de su hermosa presencia. Hoy lo único que se recuerda de su charla es que hubo un plagio.
El segundo fue el discurso del senador republicano Ted Cruz. Comenzó con aplausos y terminó con abucheos. No pidió el voto para Trump y se limitó a reclamar que los electores votaran lo que la conciencia les dictara. De alguna manera, Cruz era coherente con su propia prédica. No podía solicitar de los otros lo que él no estaba dispuesto a hacer. No votará por Trump ni por Hillary. (Probablemente lo haga por Gary Johnson, el exgobernador de New Mexico, candidato del Partido Libertario).