La necesidad moral de la libertad económica
Por Wilhelm Röpke
Uno de los mas graves errores nuestra
época es el de creer que la libertad económica y la sociedad que en ella
se basa, difícilmente son compatibles con la posición moral de una
actitud estrictamente cristiana.
A tan extraña creencia se debe el bien
conocido hecho de que una gran parte del clero protestante y católico,
tanto en el viejo como en el Nuevo Mundo, se incline fuertemente hacia
la izquierda socialista. En vista de las alarmantes consecuencias de
esta tendencia, que debilita nuestra resistencia hacia el comunismo
(precisamente en el momento mas critico) y que impregna a nuestra
sociedad de un vago desasosiego moral, resulta extraordinariamente
urgente disipar la confusión intelectual que constituye la raíz del
problema.
No se ha enfatizado bastante en que esta
creencia popular es falsa y que lo cierto es precisamente lo contrario;
porque las más poderosas razones para defender la libertad
económica y la economía de mercado son precisamente de carácter moral. Los valores morales del verdadero cristianismo exigen la libertad económica y la economía de mercado, y nunca pedirían el sistema económico opuesto: el socialismo. Sin embargo al mismo tiempo es necesario enfatizar que la libertad económica y la economía de mercado exigen esos valores, es decir, se condicionan mutuamente.
económica y la economía de mercado son precisamente de carácter moral. Los valores morales del verdadero cristianismo exigen la libertad económica y la economía de mercado, y nunca pedirían el sistema económico opuesto: el socialismo. Sin embargo al mismo tiempo es necesario enfatizar que la libertad económica y la economía de mercado exigen esos valores, es decir, se condicionan mutuamente.
Para entender esto, debe tenerse en cuenta tanto a la economía como a la ética. Hay una
especie de moral que pretende ignorar los principios económicos elementales, y por lo mismo cuando emite apreciaciones de carácter moral sobre ciertas acciones económicas que no comprende, es susceptible de causar gran daño.
especie de moral que pretende ignorar los principios económicos elementales, y por lo mismo cuando emite apreciaciones de carácter moral sobre ciertas acciones económicas que no comprende, es susceptible de causar gran daño.
Por otra parte, existe cierta clase de
teoría económica que ignora la esencial base moral de la vida económica,
cuando menos teóricamente. Tan mala es la una como la otra, la moral
que pretende ignorar la economía, como la economía que pretende ignorar
la moral; pero ambos errores pueden sin embargo corregirse
complementándose recíprocamente.
Podría aclarar mejor este punto
refiriendo mis experiencias personales y explicando con la mayor
franqueza los conflictos intelectuales que he tenido que resolver
durante toda mi vida de economista. Igual que muchos otros jóvenes de mi
propia generación, al principio fuí socialista, y precisamente por
razones morales. Pensábamos que el socialismo era el único camino para
alcanzar la paz, la libertad y la justicia. Y como tantos otros jóvenes
de mi propia generación, aprendí por la experiencia y un raciocinio más
sobrio y tranquilo que nuestro socialismo juvenil era un error
fundamental. ¿Por qué?
Antes que nada, porque el análisis
económico nos ha enseñado que el socialismo es un orden económico
notoriamente inferior. Lo condenamos porque la planeación y la
nacionalización los dos pilares del orden socialista– conducen al
desperdicio, al desorden y producen un bajo nivel de productividad y en
cambio la libertad económica y la propiedad privada –los dos pilares del
orden económico «liberal»– significan coordinación; progreso y un alto
nivel de productividad. En otras palabras, las actividades económicas no
pueden constituir la esfera de actividad de la autoridad planificadora
que coerciona y castiga; tales actividades deben dejarse a la
cooperación espontánea de todos los individuos a través de un mercado
libre, de precios libres y de franca competencia.
Después de las recientes experiencias,
particularmente en Europa, que han confirmado estas enseñanzas del
análisis económico, nos asiste toda la razón para poner de relieve sus
alcances prácticos. En todas partes donde el socialismo fue puesto en
practica en Europa, en país tras país, se demostró que conduce hacia la
pobreza y el desorden económico. No así la economía de mercado que es la
base del bienestar de las masas y del orden económico y que la economía
de mercado es el mejor camino para el bienestar de las masas y para el
balance o equilibrio económico. Encuestas recientes efectuadas en ese
país, han demostrado que aun la abrumadora mayoría de los obreros (mas
del 80%) favorece la economía de mercado aunque muchos de ellos sean
miembros del partido socialista.
Pero hay algo mas que la simple
preferencia por una determinada técnica económica. Yo no creo en la
libertad económica solo porque en mi carácter de economista se supone
que debo saber algo sobre precios, tasas de interés, costos o tipos de
cambio. La fuerza de mi convicción radica en algo más profundo o sea, en
aquellas regiones del alma donde se decide en ultima instancia la
filosofía social que tiene cada uno. A los socialistas y a sus enemigos
ideológicos los dividen conceptos fundamentalmente diferentes acerca de
la vida y de su significado.
La opinión que tengamos sobre la
posición del hombre en el universo, decidirá nuestra posición acerca de
si los más altos valores se realizan en el individuo o en la sociedad, y
nuestra preferencia por cualquiera de las dos tesis constituye la base
de nuestra posición política. Una vez mas confirmamos la veracidad del
famoso aserto del Cardenal Manning: «Todas las diferencias entre los
humanos son, en ultima instancia, de carácter religioso». De ahí, pues,
que mi oposición fundamental al socialismo radica en que a pesar de toda
su fraseología liberal otorga muy poco al hombre, a su libertad, y a su
personalidad y otorga demasiado a la sociedad.
El socialismo (incluye la filosofía
estado providencia) se apoya primordialmente en el Estado y en la
sociedad y no en el individuo con su responsabilidad y dignidad humanas.
Por esto es contrario a la tradición moral basada en el patrimonio
común de la cristiandad y el humanismo. En su entusiasmo por la
organización, la centralización, la reglamentación y la subordinación al
Estado, el socialismo pone en juego medios que no son compatibles con
la libertad y dignidad humanas. Y porque tengo un concepto claro acerca
del hombre como la imagen de Dios, resultando pecaminoso utilizar su
persona como medio; Porque estoy convencido de que cada hombre tiene un
valor único por su relación con Dios, pero no ese Dios del híbrido
humanismo ateo; por toda estas razones yo desconfío totalmente de
cualquier clase de colectivismo.
Partiendo de estas convicciones
enraizadas en la experiencia y en los testimonios históricos, llegué a
la conclusión de que solo la economía libre puede estar de acuerdo con
la libertad del hombre y con la estructura política y social que
salvaguarda. Fuera de este sistema económico de libertad no veo ninguna
oportunidad para que pueda continuar la existencia humana dentro del
marco de las tradiciones filosóficas y religiosas de Occidente.
Solo por esta razón debíamos respaldar
el orden económico libre, aún cuando implicara un sacrificio material y
aún cuando el socialismo nos asegura una mayor abundancia material. Y
somos muy afortunados en que esto ultimo no sea cierto. Más importante
aún resulta que el orden económico libre es requisito indispensable para
la libertad, la dignidad humana, la libre elección y la justicia. Por
esto lo deseamos y por ello cualquier precio que paguemos no resulta
demasiado alto, aunque los comunistas pudieran hacer, pongo por caso,
más grandes y mejores máquinas lavadoras.
Aceptamos de buena gana la riqueza
material y el bienestar que la libertad económica nos proporciona y que
jamás encontramos en una economía colectivista, pero sólo debíamos
aceptar estos dones especialmente por sus ventajas morales y
precisamente por ellas estamos obligados a defender la libertad
económica, inclusive cuando discutimos con Khrushchev.
Existe una profunda razón moral que
explica por qué una economía de libre empresa produce la salud del
cuerpo social y una abundancia de bienes mientras que una economía
socialista trae consigo el desorden social, la insuficiencia y la
pobreza. El sistema económico de libertad transforma la extraordinaria
fuerza que radica en la afirmación del propio individuo, en tanto que la
economía socialista, que se usa en la coerción, suprime esta fuerza y
se desgasta a si misma en la lucha contra ella.
¿Cuál de los dos sistemas resulta el más
ético? ¿Aquel que permite al individuo luchar para mejorarse a sí mismo
y a su familia mediante su propio esfuerzo y que conduce
simultáneamente a un aumento del bienestar de las masas, o el otro
sistema que tiene por meta suprimir esa fuerza, y que simultáneamente
produce un menor bienestar? Resulta ser moral que los intelectuales que
predican las virtudes de este segundo sistema cuya esencia es la
coerción y la miseria, lo hagan inspirados por la ambición de asegurarse
un puesto de mando en la colosal maquinaria coercitiva que tal sistema
presupone.
En realidad, el estado colectivista que
se reafirma con las inmoralidades de los precios máximos, los controles
de cambio y los impuestos confirmatorios, resulta mucho más inmoral que
el individuo que viola esos presupuestos para preservar los frutos de su
propio trabajo. No creo sea moral o haga algún bien apalear al burro
que saca el agua de la noria.
El gran error moral del socialismo, es
su constante oposición al lógico deseo del hombre de superarse junto con
su familia y de asumir la responsabilidad para su futuro; ello está
dentro del orden natural, al igual que el deseo de identificarse con la
comunidad y de servir a sus fines. Ambos deseos son intrínsecos a la
humanidad y deben equilibrarse, impidiendo los excesos que pueden
destruir una existencia humana digna.
La excéntrica moralidad que confunde las
enseñanzas eternas del cristianismo con el comunismo de los primeros
cristianos, y que espera el fin inminente de todas las cosas, acaba por
aprobar una sociedad en la cual los medios altamente inmorales como la
coerción económica, la disolución de la familia, la mentira, el
espionaje, la propaganda y la fuerza bruta constituyen inevitables
consecuencias. Por tanto el error intelectual que se comete en nombre de
una más alta moral y que consiste en condenar la libertad económica; en
no percibir en el esfuerzo del individuo por su autoafirmación, el
verdadero olor de santidad y la abnegación de los héroes, es capaz de
destruir la moralidad que constituye la esencia de la civilización. Es
urgente corregir este error.
– Publicado en Tópicos de Actualidad, CEES, Año 4, Abril 1962, No. 37. http://www.cees.org.gt [Tomado de la revista «Espejo», publicación del Instituto de
Investigaciones Sociales y Económicas, México]
Investigaciones Sociales y Económicas, México]
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