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Wednesday, December 14, 2016

Parejos en la tragedia

Macario Schettino destaca los resultados de México en las últimas evaluaciones educativas PISA y concluye que, sin importar el nivel socio-económico, los estudiantes mexicanos muestran un desempeño deplorable.


Macario Schettino
 
es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
Ayer comentábamos que México prácticamente no ha mejorado nada en las evaluaciones de PISA. Así es, pero también es conveniente comentar que los cambios en estas pruebas no son rápidos. Utilizando información comparable (que PISA ofrece para el período 2006-2015 en las tres materias que se evalúan), es raro el país que avanza o retrocede más de cinco puntos cada tres años. Finlandia pierde, en promedio, 10 puntos cada tres años en cada una de las tres. Nueva Zelanda y Corea pierden seis puntos, y con cinco están Hungría, Eslovaquia y Australia. México, en promedio, gana un punto en cada aplicación en cada materia, lo mismo que Letonia, Irlanda y Reino Unido. Los que más avanzan son Italia, España y Japón, con promedio de cinco puntos, Noruega con siete, Israel y EE.UU. con ocho y Portugal con nueve.


No está de más recordar que en otras ocasiones se ha festejado (justamente) a países como Corea o Finlandia, que tienen un gran nivel educativo, pero como puede ver, lo están perdiendo a grandes pasos. No es fácil avanzar, y sí se puede caer, incluso entre los países más exitosos. Así que si usted tenía la idea de que es posible “mover a México” muy rápidamente en el tema educativo, más vale que la olvide. No es así.
Otra idea errónea con respecto a la educación tiene que ver con el tema socioeconómico. Hay quien se la ha pasado insistiendo en que el bajo nivel educativo es producto de la pobreza, y que no hay manera de resolver la calidad sin que primero se cambie el modelo económico, y cosas parecidas. Bueno, pues resulta que, al menos en México, esto no tiene ningún sentido. PISA también ofrece información del puntaje obtenido de acuerdo con el nivel socioeconómico de los alumnos (según ellos mismos lo califican). Se divide en cuatro niveles por la situación socioeconómica, y al comparar lo que obtiene cada grupo, resulta que México es uno de los países más igualitarios.
En matemáticas, la diferencia entre el mejor y peor nivel va de 26 puntos en Argelia a 117 puntos en China (Beijing, Shanghai, Jiangsu y Guangdong). De los 69 países que presentaron la prueba, estamos en el lugar ocho, y no hay ningún país de la OCDE más igualitario que nosotros. En lectura, el rango va de 19 a 129 puntos, nuevamente con Argelia y China en los dos extremos. Ahí estamos en el lugar 20 de 69, y los únicos países de la OCDE mejor que nosotros son Islandia, Turquía, Noruega, Estonia y Letonia, cinco de 35. En ciencias, el rango va de 22 a 125 puntos, con Argelia en el extremo inferior y Luxemburgo en el superior (China quedó en segundo). Nosotros estamos en lugar 16, y sólo Islandia y Turquía, de la OCDE, están mejor que nosotros.
Esto significa que, en México, no importa si un niño es rico o pobre, vive en lugares urbanizados o no, asiste a escuela pública o privada: de cualquier manera su educación es deplorable. Apenas un puñado de jóvenes sobrevive al sistema educativo en nivel de excelencia. Según mis cuentas, hay 2,3 millones de jóvenes de 15 años, y alrededor de dos millones cien mil cumplen su educación básica. En nivel de excelencia tenemos dos mil 500 en ciencias, seis mil 750 en lectura y siete mil en matemáticas.
Por debajo del mínimo indispensable hay un millón 300 mil en ciencias, un millón 200 mil en lectura y un millón 755 mil en matemáticas. Las deficiencias en educación en México (y en América Latina, otro día lo vemos) no están asociadas al nivel socioeconómico, como tanto se ha dicho, pero todo indica que sí tienen relación con otra de las grandes quejas: que nada más vendemos mano de obra barata. Bueno, pues es lo que hay.

Parejos en la tragedia

Macario Schettino destaca los resultados de México en las últimas evaluaciones educativas PISA y concluye que, sin importar el nivel socio-económico, los estudiantes mexicanos muestran un desempeño deplorable.


Macario Schettino
 
es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
Ayer comentábamos que México prácticamente no ha mejorado nada en las evaluaciones de PISA. Así es, pero también es conveniente comentar que los cambios en estas pruebas no son rápidos. Utilizando información comparable (que PISA ofrece para el período 2006-2015 en las tres materias que se evalúan), es raro el país que avanza o retrocede más de cinco puntos cada tres años. Finlandia pierde, en promedio, 10 puntos cada tres años en cada una de las tres. Nueva Zelanda y Corea pierden seis puntos, y con cinco están Hungría, Eslovaquia y Australia. México, en promedio, gana un punto en cada aplicación en cada materia, lo mismo que Letonia, Irlanda y Reino Unido. Los que más avanzan son Italia, España y Japón, con promedio de cinco puntos, Noruega con siete, Israel y EE.UU. con ocho y Portugal con nueve.

Monday, September 19, 2016

La tragedia de Venezuela, resultado del capitalismo de compadres y el socialismo

Fred McMahon señala que el declive de Venezuela antecede por muchos años la llegada de Chávez al poder y se debe tanto al capitalismo de compadres como al socialismo que le sucedió.

Fred McMahon es académico residente y académico distinguido en Libertad Económica del Fraser Institute.
Imagínense una ciudad donde los menús no imprimen los precios porque la inflación los eleva diariamente; donde las calles están fantasmagóricamente vacías luego de que cae el sol y la tasa de homicidio es la más alta del mundo; donde la gente hace colas por horas para obtener una oferta escasa de medicinas y alimentos, dejando a muchos hambrientos y enfermos; donde los agricultores no llevan sus productos al mercado porque las vías son peligrosas y la policía es corrupta.
Imagínese una nación, cuya mujer más rica, con miles de millones guardados, es la hija del ex presidente, y cuya familia es dueña de 17 haciendas en su estado natal; donde las élites “socialistas” viven en mansiones y tienen acceso oportuno a la oferta subsidiada por el gobierno, oferta por la cual otros hacen cola desde la madrugada hasta la puesta del sol.



Bienvenidos a una de las ciudades más bellas del mundo, Caracas, en la Venezuela bendecida por recursos naturales. Los secuestros son tan frecuentes que una víctima alabó frente a mi a sus secuestradores. Las negociaciones por rescates habían sido razonables y solo le rompieron un dedo. Pero el homicidio es cada vez más común una vez que se paga el rescate.
Este es el resultado de la Revolución Bolivariana Socialista, liderada por el difunto Hugo Chávez, cuya hija es la multimillonaria anteriormente mencionada. Vi la tragedia de cerca en una reciente visita a CEDICE, un centro de investigaciones venezolanos impresionante y valiente que lucha por construir un mejor futuro.
Esto no se trata solo acerca de Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro. Venezuela ha estado cayendo por más de cuatro décadas.
En 1970, Venezuela tenía las políticas más aproximadas a un libre mercado en Sudamérica y era la nación más rica en términos de PIB per cápita. Notablemente, Venezuela era más pobre en 2014, los datos más recientes, que en 1970. Durante el mismo periodo, el PIB per cápita global se ha más que duplicado. Algunos culpan al petróleo de las desgracias de Venezuela, pero en 1970, un barril de petróleo costaba $20 en dólares corrientes versus los cerca de $100 que costaba en gran parte de 2014. Incluso hoy, siendo Venezuela un desastre económico y humanitario, los precios del petróleo en términos reales duplican aquellos de 1970.
Entonces, ¿qué sucedió?
Venezuela, como gran parte de América Latina, fue afligida por el capitalismo de compadres, quienes detestan los mercados libres tanto como los socialistas compadres y degradaron al mercado libre mucho antes de que llegase Chávez. “Las élites en el sector privado tienen hambre de...políticas destructivas de los mercados porque es su costumbre y parte de su cultura acumular riqueza mediante conexiones políticas”, argumenta un estudio del Instituto Fraser recientemente publicado.
El compadrazgo restringió los mercados, debilitó el Estado de Derecho, socavó el crecimiento, adoptó muchas políticas izquierdistas “populistas” para mantener el poder, y favoreció a sus partidarios en todos los niveles de ingreso, excluyendo a otros y generando la frustración que condujo hacia Chávez.
¿Podemos estimar el declive? La mejor medición disponible de los mercados libres es el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser. En 1970, Venezuela se ubicaba en la posición No. 10 a nivel mundial en cuanto a su libertad económica; para cuando Chávez llegó al poder luego de más de 30 años de capitalismo de compadres, el país había caído a la posición No. 109; en los datos más recientes, 2014, Venezuela se encuentra en la posición No. 159 de entre 159 jurisdicciones. Chávez y los partidarios del capitalismo de compadres atacaron a los mercados libres.
En la década de 1960, en virtud de las políticas de libre mercado, Venezuela experimentó un crecimiento estable, a pesar de precios reales del petróleo que estaban cayendo. Luego de 1970, conforme se deterioraron los mercados libres y aumentaba el capitalismo de compadres, la economía venezolana tambaleó. El desastre de hoy tiene décadas de historia, pero Chávez llevó las malas políticas a sus extremos.
Los partidarios del socialismo y de gobiernos todopoderosos intentaron justificar los fracasos de dichos regímenes. Pero el fracaso es sistemático. La cabalgata de excusas bordea la fantasía y revela mentes cerradas.
Regímenes como el de los Castro en Cuba o el de Chávez en Venezuela, concentran un nivel absurdo de poder en la élite “socialista” que gobierna. Las instituciones que protegen a las personas, particularmente el sistema legal, son sometidas al gobierno, cuando no completamente destruidas. La economía es nacionalizada y politizada. Los “gerentes” son elegidos ideológicamente. Si las empresas desperdician recursos, difícilmente producen algo, y producen cosas de mala calidad, la situación se vuelve difícil y el pueblo puede sufrir.
Comparado con el socialismo de compadres, el capitalismo de compadres suele ser menos extremo y permite algo de competencia pero todavía es destructivo. Los verdaderos mercados libres generan prosperidad y reducen la pobreza donde sea que han sido encontrados, ya sea en Europa, Norteamérica o Asia.
Los venezolanos están llegando a comprender la naturaleza de la tragedia pero la oposición está dividida con pocas propuestas de política pública. El régimen actual no puede durar en su estado actual —los alimentos se están acabando y las fuerzas armadas podrían estar ya en control.
Venezuela no saltará al nivel de libertad económica de Canadá, o Suecia, o Dinamarca. El capitalismo de compadres está incrustado en el sistema. Pero ojalá, conforme el desastre sea inminente, Venezuela puede empezar a transitar hacia un camino lejos de tanto el capitalismo de compadres como del socialismo.

La tragedia de Venezuela, resultado del capitalismo de compadres y el socialismo

Fred McMahon señala que el declive de Venezuela antecede por muchos años la llegada de Chávez al poder y se debe tanto al capitalismo de compadres como al socialismo que le sucedió.

Fred McMahon es académico residente y académico distinguido en Libertad Económica del Fraser Institute.
Imagínense una ciudad donde los menús no imprimen los precios porque la inflación los eleva diariamente; donde las calles están fantasmagóricamente vacías luego de que cae el sol y la tasa de homicidio es la más alta del mundo; donde la gente hace colas por horas para obtener una oferta escasa de medicinas y alimentos, dejando a muchos hambrientos y enfermos; donde los agricultores no llevan sus productos al mercado porque las vías son peligrosas y la policía es corrupta.
Imagínese una nación, cuya mujer más rica, con miles de millones guardados, es la hija del ex presidente, y cuya familia es dueña de 17 haciendas en su estado natal; donde las élites “socialistas” viven en mansiones y tienen acceso oportuno a la oferta subsidiada por el gobierno, oferta por la cual otros hacen cola desde la madrugada hasta la puesta del sol.


Monday, August 29, 2016

La tragedia de los anticomunes

Alfredo Bullard considera que crear todavía otra agencia del estado peruano con poder de vetar proyectos de inversión conduce hacia la inmovilidad de la economía.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
En 1995, la ciudad de Kobe, Japón, fue destruida por un terremoto. Los propietarios de departamentos individuales se volvían, al derrumbarse los edificios, en copropietarios del terreno. Se requería del acuerdo de todos los copropietarios para decidir cómo construir. El resultado: la reconstrucción demoró mucho más que si hubiera existido un solo propietario. Cada uno de ellos podía vetar la decisión de construcción. Es un ejemplo de la llamada “tragedia de los anticomunes”.
En los noventas Michael Heller, un profesor de Derecho, se paseaba por las calles de Moscú a los pocos años de la caída del muro de Berlín. Era el tiempo de tránsito entre el sistema soviético y un nuevo régimen basado en la introducción del mercado.



Heller observó un fenómeno curioso: las tiendas ubicadas en las calles lucían sus escaparates vacíos o estaban cerradas. En contraste, en medio de las calles, sobre veredas y plazas, proliferaban abundantes quioscos que vendían, con notable dinámica y éxito, los productos que uno esperaría se ofrecieran en las tiendas. ¿Cómo se explicaba el contraste?
Privatizar en el Perú fue más sencillo que en la otrora Unión Soviética. En nuestro país, durante el gobierno socialista de los años 70, los militares mantuvieron formalmente el régimen de propiedad: el Estado era el dueño, a través de derechos similares a los que usamos en los mercados, de los inmuebles o titular de las acciones de las empresas públicas. Privatizar era vender bienes o transferir acciones. Pero en la Unión Soviética la cosa era diferente.
El sistema socialista creó una multiplicidad de derechos superpuestos: los bienes y las empresas tenían “propietarios distintos” con facultades diferentes. A la propiedad típica del bien, se añadía la titularidad de consumidores, trabajadores, cooperativas, reguladores estatales de todo tipo, municipalidades, etc. El resultado: una recatafila de entidades públicas y privadas con derecho de veto (implícito o explícito) para la toma de decisiones (arrendamiento, operación comercial, venta, etcétera). Como dice el refrán “Muchas manos en un plato causan arrebato”.
El resultado: si se quería operar comercialmente un local, eran tantos los que debían decidir que los costos de transacción de tomar la decisión eran muy altos. Al no haber acuerdo la tienda se quedaba vacía.
Para atender la demanda existente, los comerciantes tomaban las calles (donde no hay derechos de nadie) y conseguían llegar con sus productos al mercado (¿no les suena parecido al comercio informal de ambulantes en nuestro país?).
Heller bautizó esta situación como la tragedia de los anticomunes, donde hay demasiados derechos de exclusión que nos conducen al inmovilismo de la propiedad y, con ello, al inmovilismo económico.
Se ha desatado una polémica en los últimos días cuando el contralor general de la República, Edgar Alarcón, reclama mayor participación e injerencia en los proyectos de inversión promovidos por el Estado, en especial las APP (alianzas público-privadas).
Propone agudizar la tragedia de los comunes. Un proyecto de inversión requiere identificar claramente a los titulares que pueden tomar las decisiones. Ya el régimen legal ha creado una tragedia de los anticomunes, pues para que el proyecto pueda funcionar se requieren decisiones de diversos titulares con derecho de veto explícito o implícito: Pro Inversión, ministerios, reguladores como Ositrán, Osiptel y Osinergmin, gobiernos regionales, etc. (y es un etc. bastante largo). Como bien decía Honorato de Balzac “La burocracia es una maquinaria gigantesca manejada por pigmeos”. El resultado es el inmovilismo.
La contraloría es una de las entidades menos idóneas para tomar ese tipo de decisiones. A pesar de su carencia de capacidad técnica y sentido común, con sesgos controlistas y desenfocados, pretende añadirse un derecho de veto. Y, además, un veto desinformado y descriteriado.
La tragedia de los anticomunes es doblemente trágica: destruye los incentivos de inversión y destruye el sentido común mismo.
Finalmente, el problema a superar para promover la inversión es cómo lidiar con lo que diagnosticó lúcidamente Heller: eliminar la infinidad de vetos concedidos a diversas entidades públicas para elevar los costos de transacción de invertir. Alarcón amenaza con convertirse en un anticomún más. Y no cualqueira, el peor de todos. La pobre (anti) promoción de inversiones del gobierno de Humala, generada principalmente por la tragedia de los anticomunes, amenaza, con las ideas de Alarcón, con convertirse en tragedia griega.

La tragedia de los anticomunes

Alfredo Bullard considera que crear todavía otra agencia del estado peruano con poder de vetar proyectos de inversión conduce hacia la inmovilidad de la economía.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
En 1995, la ciudad de Kobe, Japón, fue destruida por un terremoto. Los propietarios de departamentos individuales se volvían, al derrumbarse los edificios, en copropietarios del terreno. Se requería del acuerdo de todos los copropietarios para decidir cómo construir. El resultado: la reconstrucción demoró mucho más que si hubiera existido un solo propietario. Cada uno de ellos podía vetar la decisión de construcción. Es un ejemplo de la llamada “tragedia de los anticomunes”.
En los noventas Michael Heller, un profesor de Derecho, se paseaba por las calles de Moscú a los pocos años de la caída del muro de Berlín. Era el tiempo de tránsito entre el sistema soviético y un nuevo régimen basado en la introducción del mercado.