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Monday, October 17, 2016

La crisis que causó el intervencionismo

Por Manuel Ayau

Libertad Digital, Madrid

Quienes creen que esta crisis anuncia el fin del capitalismo tienen mucho que aprender del fracaso de las recientes intervenciones financieras en restablecer la confianza. Eso quizás sea el lado más positivo de la crisis. A primera vista pareciera que los anticapitalistas tienen razón, pues los Gobiernos han intervenido masivamente. Incluso han violando leyes y –según algunos–sus constituciones al aportar enormes sumas de dinero para rescatar, a costillas del pueblo, a imprudentes instituciones financieras que causaron la crisis. Han nacionalizado total o parcialmente algunos bancos, aseguradoras y financieras. Claman por regular más lo que ya está sobre-regulado.



El gran jefe de la banca central de EEUU admite culpa al no prever la burbuja inmobiliaria, pero fue su principal causante al fomentar la inversión antieconómica en bienes inmobiliarios, bajando los intereses al suelo, tras la política iniciada por Clinton de "casa para todos". Imagínese el grado de intromisión de un Gobierno que fomentó las compras de viviendas insistiendo en que los banqueros no preguntaran al deudor potencial si tenía empleo.
Fallaron también los analistas. Los calificadores de riesgos de acciones no advirtieron a sus clientes, inversores, bancos ni al público en general sobre los riesgos que corrían. Ahora, en plena crisis, los comentarios de los expertos confirman la vieja definición de experto: alguien que pontifica sobre lo que va a pasar y después nos explica por qué no sucedió así. La gente se descuidó al confiar que una crisis así no podía ocurrir porque lo anunciarían las empresas calificadoras de riesgo y no lo permitirían las agencias gubernamentales, con sus múltiples reglamentos y abundante supervisión.
Cuando se calmen las aguas, la gran lección por aprender es que la economía falla si se estorba o se impide el libre funcionamiento del mercado, si el Gobierno se entromete en regular las actividades privadas con directrices y reglamentos que no están diseñados para proteger derechos sino para encausar actividades económicas hacia donde lo deciden políticos y burócratas. Lo irónico es que ellos, con inaudita pretensión, culpan al sistema cuya debida operación impiden.
No se trata de maldad. Sostengo que lo que muchos ignoran es que no hay otra opción distinta al mercado, proceso espontáneo, no diseñado y basado en el respeto a los derechos de todos. Simplemente nadie ha inventado otro sistema de asignar recursos y guiar una economía próspera, pacífica, disciplinada por incentivos e implacables castigos. Sin precios de mercado es como navegar sin timón; sin intereses de mercado se crean burbujas. Los precios genuinos no resultan de directrices ni de la manipulación de datos sino de libres y pacíficos intercambios de lo legítimamente propio. Si los precios no son libres, las decisiones no reflejan realidades ni son acertadas. Ni siquiera en teoría existe otro sistema económico porque aun en la Unión Soviética el gran secreto –que los socialistas del siglo XXI ignoran– es que sus decisiones sobre precios las basaban en los precios existentes en el mundo capitalista. El mercado puede no ser perfecto, pero hay que dejarlo funcionar.

La crisis que causó el intervencionismo

Por Manuel Ayau

Libertad Digital, Madrid

Quienes creen que esta crisis anuncia el fin del capitalismo tienen mucho que aprender del fracaso de las recientes intervenciones financieras en restablecer la confianza. Eso quizás sea el lado más positivo de la crisis. A primera vista pareciera que los anticapitalistas tienen razón, pues los Gobiernos han intervenido masivamente. Incluso han violando leyes y –según algunos–sus constituciones al aportar enormes sumas de dinero para rescatar, a costillas del pueblo, a imprudentes instituciones financieras que causaron la crisis. Han nacionalizado total o parcialmente algunos bancos, aseguradoras y financieras. Claman por regular más lo que ya está sobre-regulado.


Tuesday, October 4, 2016

Por qué la UE está condenada



Estamos acostumbrados a mirar los males de Europa en un contexto puramente financiero. Esto es un error, porque se yerra en las razones reales por las que la UE quebrará y no sobrevivirá a la próxima crisis financiera. Normalmente sobrevivimos a crisis financieras gracias a las acciones con éxito de los bancos centrales como prestamistas de último recurso. Sin embargo, los orígenes y construcción tanto del euro como de la propia UE podrían hacer que la siguiente crisis financiera comience en los próximos meses y exceda las capacidades del BCE para salvar el sistema.



Debería recordarse que la Unión Europea fue originalmente creación de la política exterior de posguerra de EEUU. La prioridad era asegurarse de que existía una defensa contra el avance del comunismo soviético y para ello se establecieron tres elementos políticos para Europa. Primero estuvo el Plan Marshall, que desde 1948 proporcionó fondos para ayudar a reconstruir las infraestructuras de Europa. A este le siguió la creación de la OTAN en 1949, que garantizaba que tropas estadounidenses y británicas tuvieran bases permanentes en Alemania. Y finalmente, se creó una organización patrocinada por la CIA, el American Committee on United Europe, para promover encubiertamente una unión política europea.
Por tanto no fue en modo alguno una evolución europea natural. Pero en los años de posguerra el concepto de unión política, inicialmente la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, se convertía en realidad en el Tratado de París de 1951, con seis miembros fundadores: Francia, Alemania Occidental, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. La CECA evolucionó hasta la UE de hoy, con 21 estados miembros adicionales, sin contar a Reino Unido, que acaba de decidir abandonarla.
Con los fundadores originales reteniendo sus características nacionales, la UE parece un conglomerado político, un mueble por piezas, reteniendo cada componente sus características originales. Después de 65 años, un francés sigue siendo un decidido nacionalista francés. Los alemanes son característicamente alemanes y los italianos siguen siendo encantadoramente italianos. Se nombra a Bélgica habitualmente como un no país y sigue escindido entre valones y flamencos. Como organización, a la UE le falta identidad nacional y por tanto cohesión política.
Por eso la Comisión Europea de Bruselas tiene que ir tan lejos para reafirmarse. Pero tiene un problema insuperable y es que no tiene autoridad democrática. El Parlamento de la UE está diseñado para no enseñar los dientes y por eso solo engaña a los ignorantes. Con el poder todavía residiendo en una pequeña camarilla de estados-nación, los poderosos nacionales prestan poco más que una atención formal a la burocracia de Bruselas.
La relación entre los líderes nacionales y la Comisión Europea ha sido siempre deliberadamente a largo plazo, en el sentido de que se usa la pérdid de soberanía para subordinar gradualmente a otros miembros de la UE a los dictados franco-alemanes. La lógica que lo motiva ha sido hacer de la región europea un área comercial protegida para los intereses conjuntos franco-alemánes y para protegerles de los mercados libres.
No fue fácil encontrar el compromiso necesario. Desde la Segunda Guerra Mundial, Francia ha sido fuertemente proteccionista con su propia cultura, insistiendo en que los franceses solo compran productos franceses. El éxito alemán se basaba en el ahorro, que estimulaba la inversión industrial, llevando a fuertes exportaciones. Estas dos naciones con una frontera común tenían, y siguen teniendo, valores muy diferentes, pero consiguieron idear y crear el Banco Central Europeo y el euro.
En Alemania, los defensores de la moneda fuerte en el Bundesbank perdieron frente a los intereses industriales, que buscaban beneficiarse de una moneda más débil. En realidad esto estaba en línea con sus preferencias políticas y eran la clase política que controlaba la relación con Francia. En Francia, los integracionistas, también políticos, derrotaron a los industrialistas, que buscaban aislar sus mercados nacionales frente a la competencia alemana.
Cuando se discutió por primera vez sobre una moneda común, se ignoraron dos problemas futuros. El primero era cómo se adaptarían los demás estados que se unieran al euro a la pérdida de sus monedas nacionales y el segundo era cómo se adaptaría Reino Unido, con su cultura anglosajona basada en el mercado, a un modelo más europeo. No tardó mucho en enfrentarse este último asunto, con la retirada de la libra esterlina del Mecanismo de Tipos de Cambio, el antecesor del euro, en septiembre de 1992.
El euro acabó naciendo al terminar el siglo. El compromiso franco-alemán llevó al nombramiento de un francés, Jean-Claude Trichet, como segundo presidente del BCE. Todo iba bien, porque el abandono de las monedas nacionales y la aceptación gradual del euro significaba que los estados en la Eurozona podían tomar prestado más barato en euros de lo que nunca hubieran podido con sus propias monedas nacionales.
El riesgo de los bonos se medía frente al de los bonos alemanes, tradicionalmente los bonos de menor rendimiento en Europa. No tardó mucho en considerarse de manera común que el spread entre los bonos alemanes y otra deuda en la Eurozona era una oportunidad de beneficio, en lugar de un reflejo del riesgo relativo. Bancos europeos, aseguradoras y fondos de pensiones se beneficiaron del aumento sustancial en los precios de los bonos emitidos por miembros de la UE de la periferia e invirtieron de acuerdo con ello. A su vez, estos prestatarios estaban muy dispuestos a atender esta demanda emitiendo enormes cantidades de deuda, en contravención del Tratado de Maastricht. También se expandió el crédito bancario, dejando al sistema bancario muy dirigido.
El mecanismo de control para esta explosión en los préstamos tenía que haber sido el Pacto de Crecimiento y Estabilidad en los Cambios, acordado en Maastricht en 1993. Este establecía cinco normas, de las cuales nos preocupan dos. Los estados miembros estaban obligados a mantener los déficits de sus presupuestos nacionales por debajo del 3% del PIB y la deuda pública estaba limitada al 60% del PIB. Ni Alemania ni Francia cumplían los criterios de deuda sin engañar en sus cuentas nacionales y la única razón por la que los déficits se ajustaran al pacto fue una mezcla de falsa contabilidad y afortunada coincidencia en el ciclo económico. El mecanismo de control nunca se aplicó.
Así que, desde el principio, ninguna nación tuvo ningún sentido de responsabilidad hacia la nueva moneda. Las normas fueron ignoradas y el euro se convirtió en una bicoca para todos los gobiernos miembros, que atrajo espectacularmente la atención pública con la quiebra de Grecia.
El sistema bancario de la Eurozona, incorporando a los bancos centrales nacionales y el BCE, unidos en un sistema extraño de liquidación llamado TARGET, se convierte en el medio por el que las naciones miembros compraban productos alemanes a crédito. Muy bien para Alemania, podemos decir, pero el problema era que el crédito lo suministraba la propia Alemania. Es lo mismo que prestar dinero al comprador de tu negocio en una transacción amañada. Este defecto de la construcción del sistema es ahora un volcán tonante a punto de erupción en cualquier momento.
Los alemanes quieren recuperar su dinero o al menos no quieren darlo por perdido. Los deudores no pueden pagar y tienen que tomar prestado más dinero solo para sobrevivir. Ningún lado quiere afrontar la realidad. Empezó con Irlanda, luego Chipre, seguidos por Grecia y Portugal. Estos son los pequeños acreedores, a los que Alemania, encabezada por su ministro de finanzas Wolfgang Schäuble, consiguió aplastar y someter y ahora son zombis económicos. El problema real está en Italia, que también está quebrando y tiene una relación entre deuda y PIB estimada en más del 133% y creciendo. Si cae Italia, le seguirán España y Francia. Herr Schäuble no puede obligar a estos grandes acreedores tan fácilmente, porque en ese momento todo el sistema bancario la Eurozona tendrá grandes problemas, igual que el propio gobierno alemán. Los ahorradores alemanes también son dolorosamente conscientes de que ellos pagarán las consecuencias.
La primera línea de defensa, como siempre, será el BCE como prestamista de último recurso para mantener a los bancos a flote. La única manera en que puede hacer esto es acelerando la impresión de euros y monopolizando el mercado de deuda de la Eurozona. Está por ver si el BCE puede mantener la divisa con todos estos pasivos en su propio balance y por cuánto tiempo.
Por el momento, el euro se mantiene ahí como un Goliat, aparentemente invencible. Representa al establishment europeo contrario al libre mercado al que nadie se atreve a desafiar. Indudablemente, esta es la razón de fondo por la que el BCE puede imponer tipos negativos de interés y salirse con la suya. Pero están apareciendo graves grietas. Primero hemos tenido el Brexit, al que es probable que le sigan otros estados pequeños que quieran irse. La crisis bancaria italiana es casi seguro que llegará pronto y un referendo italiano sobre la constitución el mes próximo es también un importante obstáculo a superar. Los políticos han entrado en pánico, reafirmándose todos en que no hay nada malo que no cure una mayor integración y un nuevo ejército.
Entretanto, la actitud autoritaria de la Comisión Europea y la crisis de los refugiados están afectando al apoyo público del status quo. Angela Merkel, hasta ahora considerada como invencible, ha perdido su apoyo público en Alemania. Marine Le Pen, líder del Frente Nacional y que quiere que Francia abandone la UE, lideró recientemente las encuestas de opinión para la próxima presidencia de Francia, que será elegida el año que viene. Los hombres fuertes de Europa están a la defensiva.
Ahí están ahora todos los elementos para un poderoso impacto político y económico. Queda por ver si será él mismo el fulminante o se producirá por acontecimientos externos. En todo caso, el calendario de la crisis de la Eurozona parece que ahora tiene que medirse en meses.
El efecto en el mercado, aparte de ser una grave sacudida para todos los mercados, probablemente sea doble. En primer lugar, los flujos internacionales venderán euros en favor del dólar. Dado el peso del euro en el índice del dólar, será una gran perturbación para todos los mercados de divisas. En segundo lugar, los residentes de la Eurozona con depósitos bancarios probablemente busquen cada vez más refugio en el oro físico, al ir apareciendo señales de un inminente colapso de su moneda, porque no hay ningún otro sitio al que puedan ir.
Se mire por donde se mire, es cada vez más difícil aceptar ningún resultado que no sea un completo colapso de esta construcción política con tan malos fundamentos, promovida originalmente por el interés de EEUU, por una organización patrocinada por la CIA. El euro, al depender de la cohesión política en lugar de ser una demanda original del mercado, sencillamente dejará de ser dinero, de una manera bastante rápida.

Por qué la UE está condenada



Estamos acostumbrados a mirar los males de Europa en un contexto puramente financiero. Esto es un error, porque se yerra en las razones reales por las que la UE quebrará y no sobrevivirá a la próxima crisis financiera. Normalmente sobrevivimos a crisis financieras gracias a las acciones con éxito de los bancos centrales como prestamistas de último recurso. Sin embargo, los orígenes y construcción tanto del euro como de la propia UE podrían hacer que la siguiente crisis financiera comience en los próximos meses y exceda las capacidades del BCE para salvar el sistema.


Wednesday, September 14, 2016

Intervencionismo: La guerra del gobierno contra los consumidores

 
[Extraído de Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow]
¿Qué es el intervencionismo? Intervencionismo significa que el gobierno no restringe su actividad a la conservación del orden o (como solía decir la gente hace cien años) a “la producción de seguridad”. Intervencionismo significa que el gobierno quiere hacer más. Quiere interferir en los fenómenos del mercado.
Si alguien protesta y dice que el gobierno no debería interferir con los negocios, la gente contesta muy a menudo: “Pero el gobierno interfiere necesariamente siempre. Si hay policías en la calle, el gobierno interfiere. Interfiere con un ladrón robando una tienda o impide que ningún hombre robe un coche”. Pero cuando se trata el intervencionismo y se define qué se quiere decir con intervencionismo, estamos hablando de interferencia del gobierno en el mercado. (El que se espere que el gobierno y la policía protejan a los ciudadanos, lo que incluye a los empresarios y, por supuesto, a sus empleados, contra ataques de bandoleros nacionales o extranjeros, es en realidad una expectativa normal y necesaria para cualquier gobierno. Esa protección no es una intervención, pues la única función legítima del gobierno es precisamente producir seguridad).



Lo que tenemos en mente cuando hablamos de intervencionismo es el deseo del gobierno de hacer más que impedir atracos y fraudes. Intervencionismo significa que el gobierno no solo no protege el funcionamiento eludido de la economía de mercado, sino que interfiere en los distintos fenómenos del mercado: interfiere en precios, en niveles salariales, en tipos de interés y en beneficios.
El gobierno quiere interferir para obligar a los empresarios a dirigir sus negocios de una forma distinta de la que hubieran elegido si hubiera obedecido solo a los consumidores. Así que todas las medidas de intervencionismo del gobierno se dirigen a restringir la soberanía de los consumidores. El gobierno civil arrogarse para sí mismo el poder, o al menos parte del poder, que, en la economía de libre mercado, está en manos de los consumidores.
Consideremos un ejemplo de intervencionismo, muy popular en muchos países e intentado una y otra vez por muchos gobiernos, especialmente en tiempos de inflación. Me refiero al control de precios.
Los gobiernos normalmente recurren al control de precios cuando han inflado la oferta monetaria y la gente ha empezado a quejarse acerca del consiguiente aumento en los precios. Hay muchos ejemplos históricos famosos métodos de control de precios que fracasaron, pero solo me voy a referir a dos de ellos, porque, en ambos casos, los gobiernos fueron realmente muy enérgicos a la hora de aplicar o tratar de aplicar dichos controles de precios.
El primer ejemplo famoso es el caso del emperador romano Diocleciano, muy conocido por ser el último de aquellos emperadores romanos que persiguieron a los cristianos. El emperador romano la segunda parte del siglo III sólo tenía un método financiero y este era la devaluación de la moneda. En aquellas épocas primitivas, antes de la invención de la imprenta, incluso la inflación era primitiva, por decirlo así. Incluía el envilecimiento de la moneda acuñada, especialmente la plata. El gobierno mezclaba cada vez más cobre con la plata, hasta que el color de las monedas de plata cambiaba y su peso se reducía considerablemente. El resultado de este envilecimiento de la moneda acuñada y el consiguiente aumento en la cantidad de dinero fue un aumento en los precios, seguido por un decreto para controlarlos. Y los emperadores romanos no tenían muchos miramientos cuando aplicaban una ley: no consideraban la muerte un castigo demasiado suave para un hombre que hubiera pedido un precio superior. Aplicaron controles de precios, pero no consiguieron mantener la sociedad. El resultado fue una desintegración del Imperio Romano y del sistema de la división del trabajo.
Luego, 1.500 años después, tuvo lugar el mismo envilecimiento de moneda durante la Revolución Francesa. Pero esta vez se usó un método distinto. La tecnología para producir dinero había mejorado notablemente. Ya no era necesario que los franceses recurrieran al envilecimiento de la moneda acuñada: tenían la imprenta. Y la imprenta era muy eficiente. De nuevo, el resultado fue un aumento sin precedentes en los precios. Pero en la Revolución Francesa, los precios máximos no se aplicaron por el mismo método de la pena capital que había usado el emperador Diocleciano. También había habido una mejora en la técnica de matar ciudadanos. Todos recordamos al famoso Doctor J. I. Guillotin (1738–1814), que defendió el uso de la guillotina. A pesar de la guillotina, los franceses también fracasaron con sus leyes de precios máximos. Cuando el propio Robespierre era llevado a la guillotina, el pueblo gritaba; “Ahí va el sucio Máximo”.
Quiero mencionar esto, porque la gente dice a menudo: “Lo que hace falta para hacer eficaz y eficiente el control de precios es simplemente más brutalidad y más energía”. Indudablemente Diocleciano fue muy brutal y también lo fue la Revolución Francesa. Sin embargo, las medidas de control de precios fracasaron completamente en ambas épocas.

Intervencionismo: La guerra del gobierno contra los consumidores

 
[Extraído de Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow]
¿Qué es el intervencionismo? Intervencionismo significa que el gobierno no restringe su actividad a la conservación del orden o (como solía decir la gente hace cien años) a “la producción de seguridad”. Intervencionismo significa que el gobierno quiere hacer más. Quiere interferir en los fenómenos del mercado.
Si alguien protesta y dice que el gobierno no debería interferir con los negocios, la gente contesta muy a menudo: “Pero el gobierno interfiere necesariamente siempre. Si hay policías en la calle, el gobierno interfiere. Interfiere con un ladrón robando una tienda o impide que ningún hombre robe un coche”. Pero cuando se trata el intervencionismo y se define qué se quiere decir con intervencionismo, estamos hablando de interferencia del gobierno en el mercado. (El que se espere que el gobierno y la policía protejan a los ciudadanos, lo que incluye a los empresarios y, por supuesto, a sus empleados, contra ataques de bandoleros nacionales o extranjeros, es en realidad una expectativa normal y necesaria para cualquier gobierno. Esa protección no es una intervención, pues la única función legítima del gobierno es precisamente producir seguridad).


Thursday, September 8, 2016

Intervencionismo: La guerra del gobierno contra los consumidores


 
[Extraído de Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow]
¿Qué es el intervencionismo? Intervencionismo significa que el gobierno no restringe su actividad a la conservación del orden o (como solía decir la gente hace cien años) a “la producción de seguridad”. Intervencionismo significa que el gobierno quiere hacer más. Quiere interferir en los fenómenos del mercado.
Si alguien protesta y dice que el gobierno no debería interferir con los negocios, la gente contesta muy a menudo: “Pero el gobierno interfiere necesariamente siempre. Si hay policías en la calle, el gobierno interfiere. Interfiere con un ladrón robando una tienda o impide que ningún hombre robe un coche”. Pero cuando se trata el intervencionismo y se define qué se quiere decir con intervencionismo, estamos hablando de interferencia del gobierno en el mercado. (El que se espere que el gobierno y la policía protejan a los ciudadanos, lo que incluye a los empresarios y, por supuesto, a sus empleados, contra ataques de bandoleros nacionales o extranjeros, es en realidad una expectativa normal y necesaria para cualquier gobierno. Esa protección no es una intervención, pues la única función legítima del gobierno es precisamente producir seguridad).



Lo que tenemos en mente cuando hablamos de intervencionismo es el deseo del gobierno de hacer más que impedir atracos y fraudes. Intervencionismo significa que el gobierno no solo no protege el funcionamiento eludido de la economía de mercado, sino que interfiere en los distintos fenómenos del mercado: interfiere en precios, en niveles salariales, en tipos de interés y en beneficios.
El gobierno quiere interferir para obligar a los empresarios a dirigir sus negocios de una forma distinta de la que hubieran elegido si hubiera obedecido solo a los consumidores. Así que todas las medidas de intervencionismo del gobierno se dirigen a restringir la soberanía de los consumidores. El gobierno civil arrogarse para sí mismo el poder, o al menos parte del poder, que, en la economía de libre mercado, está en manos de los consumidores.
Consideremos un ejemplo de intervencionismo, muy popular en muchos países e intentado una y otra vez por muchos gobiernos, especialmente en tiempos de inflación. Me refiero al control de precios.
Los gobiernos normalmente recurren al control de precios cuando han inflado la oferta monetaria y la gente ha empezado a quejarse acerca del consiguiente aumento en los precios. Hay muchos ejemplos históricos famosos métodos de control de precios que fracasaron, pero solo me voy a referir a dos de ellos, porque, en ambos casos, los gobiernos fueron realmente muy enérgicos a la hora de aplicar o tratar de aplicar dichos controles de precios.
El primer ejemplo famoso es el caso del emperador romano Diocleciano, muy conocido por ser el último de aquellos emperadores romanos que persiguieron a los cristianos. El emperador romano la segunda parte del siglo III sólo tenía un método financiero y este era la devaluación de la moneda. En aquellas épocas primitivas, antes de la invención de la imprenta, incluso la inflación era primitiva, por decirlo así. Incluía el envilecimiento de la moneda acuñada, especialmente la plata. El gobierno mezclaba cada vez más cobre con la plata, hasta que el color de las monedas de plata cambiaba y su peso se reducía considerablemente. El resultado de este envilecimiento de la moneda acuñada y el consiguiente aumento en la cantidad de dinero fue un aumento en los precios, seguido por un decreto para controlarlos. Y los emperadores romanos no tenían muchos miramientos cuando aplicaban una ley: no consideraban la muerte un castigo demasiado suave para un hombre que hubiera pedido un precio superior. Aplicaron controles de precios, pero no consiguieron mantener la sociedad. El resultado fue una desintegración del Imperio Romano y del sistema de la división del trabajo.
Luego, 1.500 años después, tuvo lugar el mismo envilecimiento de moneda durante la Revolución Francesa. Pero esta vez se usó un método distinto. La tecnología para producir dinero había mejorado notablemente. Ya no era necesario que los franceses recurrieran al envilecimiento de la moneda acuñada: tenían la imprenta. Y la imprenta era muy eficiente. De nuevo, el resultado fue un aumento sin precedentes en los precios. Pero en la Revolución Francesa, los precios máximos no se aplicaron por el mismo método de la pena capital que había usado el emperador Diocleciano. También había habido una mejora en la técnica de matar ciudadanos. Todos recordamos al famoso Doctor J. I. Guillotin (1738–1814), que defendió el uso de la guillotina. A pesar de la guillotina, los franceses también fracasaron con sus leyes de precios máximos. Cuando el propio Robespierre era llevado a la guillotina, el pueblo gritaba; “Ahí va el sucio Máximo”.
Quiero mencionar esto, porque la gente dice a menudo: “Lo que hace falta para hacer eficaz y eficiente el control de precios es simplemente más brutalidad y más energía”. Indudablemente Diocleciano fue muy brutal y también lo fue la Revolución Francesa. Sin embargo, las medidas de control de precios fracasaron completamente en ambas épocas.

Intervencionismo: La guerra del gobierno contra los consumidores


 
[Extraído de Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow]
¿Qué es el intervencionismo? Intervencionismo significa que el gobierno no restringe su actividad a la conservación del orden o (como solía decir la gente hace cien años) a “la producción de seguridad”. Intervencionismo significa que el gobierno quiere hacer más. Quiere interferir en los fenómenos del mercado.
Si alguien protesta y dice que el gobierno no debería interferir con los negocios, la gente contesta muy a menudo: “Pero el gobierno interfiere necesariamente siempre. Si hay policías en la calle, el gobierno interfiere. Interfiere con un ladrón robando una tienda o impide que ningún hombre robe un coche”. Pero cuando se trata el intervencionismo y se define qué se quiere decir con intervencionismo, estamos hablando de interferencia del gobierno en el mercado. (El que se espere que el gobierno y la policía protejan a los ciudadanos, lo que incluye a los empresarios y, por supuesto, a sus empleados, contra ataques de bandoleros nacionales o extranjeros, es en realidad una expectativa normal y necesaria para cualquier gobierno. Esa protección no es una intervención, pues la única función legítima del gobierno es precisamente producir seguridad).


Sunday, August 21, 2016

¡Es el intervencionismo, estúpido!

Por Manuel Llamas

 Libertad Digital, Madrid

Llama poderosamente la atención que, tras casi año y medio de crisis financiera, todavía existan dudas acerca de los verdaderos culpables de la presente situación. El capitalismo, como en tantas otras ocasiones, está siendo empleado como cabeza de turco por la ideología izquierdista, en un nuevo intento por imponer a la fuerza el socialismo y, como consecuencia, eliminar el libre mercado.
Sólo un ignorante pude culpar al liberalismo de los males económicos y financieros que hoy padecemos. Ni la avaricia, ni la especulación, y mucho menos la supuesta desregulación financiera, son responsables del actual supercrash. Para aquellos que realmente deseen entender la causa y origen de nuestros males presentes y futuros deben centrar su atención en dos aspectos clave cuyo desarrollo han terminado por suprimir todo atisbo de auténtico liberalismo en las finanzas mundiales.



Por un lado, el monopolio que, desde hace décadas, poseen los bancos centrales para crear dinero de la nada (es decir, emitir billetes sin la necesidad de contar con un respaldo real como el patrón oro). En este sentido, existe un vídeo explicativo, elaborado por el Ludwig von Mises Institute, que resume y explica a la perfección las graves carencias de las que adolece el sistema monetario contemporáneo.
En diversos periodos de la historia de EEUU, la Reserva Federal (Fed) ha contado con poderes excepcionales para expandir el crédito mediante diversos mecanismos, tales como la reserva fraccionaria, la adquisición de deuda pública al Gobierno norteamericano o el mantenimiento de una laxa política monetaria basada en tipos de interés excesivamente bajos.
La historia demuestra que la manipulación monetaria de los bancos centrales ha sido empleada por el poder político para la consecución de sus propios fines, como por ejemplo en la financiación de campañas bélicas o la aprobación de amplios programas de gasto público. Ésta, y no otra, es la raíz de los ciclos económicos. Y es que, tras un largo período de crecimiento basado en la concesión de crédito fácil sin contar con el respaldo de ahorro previo, surge la corrección, el necesario ajuste que, de una u otra forma, termina por imponer el mercado.
De este modo, el Gobierno y su brazo financiero (banca central) son los auténticos culpables de la recesión e, incluso, de la depresión que siempre acontece tras el pinchazo de una burbuja irreal, generada gracias al intervencionismo económico. Tal y como explica el profesor Murray N. Rothbard, la "Reserva Federal controla el sistema monetario de la nación, sin embargo no tiene que rendir cuentas a nadie".
La manipulación arbitraria llevada a cabo en este ámbito provoca una constante depreciación del dinero y del ahorro de los ciudadanos o, lo que es lo mismo, genera inflación y erosiona el poder adquisitivo. Thomas Jefferson adoptó el dólar como moneda oficial de EEUU en 1792, pero ésta contaba entonces con el respaldo del oro. Ya por entonces, los Padres Fundadores advertían de los grandes riesgos del papel moneda.
Y es que, el valor de los billetes respaldados (canjeables) por oro no puede ser manipulado para incrementar el gasto público del Gobierno. No por casualidad el presidente Abraham Lincoln se desvió de esta norma en 1862 y ordenó imprimir papel moneda inconvertible (Greenbacks) para financiar su campaña contra el Sur durante la Guerra Civil de EEUU.
La restauración del patrón oro en 1879 permitió la mayor etapa de crecimiento y prosperidad económica que haya vivido la mayor potencia mundial. Sin embargo, en 1913, bajo la presidencia de Wilson, nace el Sistema de la Reserva Federal. La burbuja que aconteció durante los Felices 20 fue impulsada, en gran medida, por la antigua Fed. El crack del 29 era sólo cuestión de tiempo.
Pese a ello, la banca central logró imponer desde entonces sus reglas con el apoyo de los Gobiernos para operar sin restricciones en su política monetaria. La eliminación de Bretton Woods en 1971, debido a la suspensión de pagos implícita que sufrió entonces EEUU, ha disparado la inflación casi un 300% desde entonces.
El segundo eje que permite comprender correctamente la actual debacle subyace en la estrategia de endeudarse a corto plazo e invertir a largo desarrollada hasta el extremo por la banca comercial, tal y como expone el profesor Antal Fekete. Por desgracia, ambos puntos son ignorados por la gran mayoría de analistas, economistas y, por supuesto, autoridades gubernamentales. Como resultado, estamos condenados nuevamente a repetir los errores del pasado y, por ello, a sufrir igualmente sus consecuencias. Así pues, recuerden a quién culpar cuando las dificultades económicas llamen a su puerta... ¡Es el intervencionismo!

¡Es el intervencionismo, estúpido!

Por Manuel Llamas

 Libertad Digital, Madrid

Llama poderosamente la atención que, tras casi año y medio de crisis financiera, todavía existan dudas acerca de los verdaderos culpables de la presente situación. El capitalismo, como en tantas otras ocasiones, está siendo empleado como cabeza de turco por la ideología izquierdista, en un nuevo intento por imponer a la fuerza el socialismo y, como consecuencia, eliminar el libre mercado.
Sólo un ignorante pude culpar al liberalismo de los males económicos y financieros que hoy padecemos. Ni la avaricia, ni la especulación, y mucho menos la supuesta desregulación financiera, son responsables del actual supercrash. Para aquellos que realmente deseen entender la causa y origen de nuestros males presentes y futuros deben centrar su atención en dos aspectos clave cuyo desarrollo han terminado por suprimir todo atisbo de auténtico liberalismo en las finanzas mundiales.