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Monday, October 17, 2016

La crisis que causó el intervencionismo

Por Manuel Ayau

Libertad Digital, Madrid

Quienes creen que esta crisis anuncia el fin del capitalismo tienen mucho que aprender del fracaso de las recientes intervenciones financieras en restablecer la confianza. Eso quizás sea el lado más positivo de la crisis. A primera vista pareciera que los anticapitalistas tienen razón, pues los Gobiernos han intervenido masivamente. Incluso han violando leyes y –según algunos–sus constituciones al aportar enormes sumas de dinero para rescatar, a costillas del pueblo, a imprudentes instituciones financieras que causaron la crisis. Han nacionalizado total o parcialmente algunos bancos, aseguradoras y financieras. Claman por regular más lo que ya está sobre-regulado.



El gran jefe de la banca central de EEUU admite culpa al no prever la burbuja inmobiliaria, pero fue su principal causante al fomentar la inversión antieconómica en bienes inmobiliarios, bajando los intereses al suelo, tras la política iniciada por Clinton de "casa para todos". Imagínese el grado de intromisión de un Gobierno que fomentó las compras de viviendas insistiendo en que los banqueros no preguntaran al deudor potencial si tenía empleo.
Fallaron también los analistas. Los calificadores de riesgos de acciones no advirtieron a sus clientes, inversores, bancos ni al público en general sobre los riesgos que corrían. Ahora, en plena crisis, los comentarios de los expertos confirman la vieja definición de experto: alguien que pontifica sobre lo que va a pasar y después nos explica por qué no sucedió así. La gente se descuidó al confiar que una crisis así no podía ocurrir porque lo anunciarían las empresas calificadoras de riesgo y no lo permitirían las agencias gubernamentales, con sus múltiples reglamentos y abundante supervisión.
Cuando se calmen las aguas, la gran lección por aprender es que la economía falla si se estorba o se impide el libre funcionamiento del mercado, si el Gobierno se entromete en regular las actividades privadas con directrices y reglamentos que no están diseñados para proteger derechos sino para encausar actividades económicas hacia donde lo deciden políticos y burócratas. Lo irónico es que ellos, con inaudita pretensión, culpan al sistema cuya debida operación impiden.
No se trata de maldad. Sostengo que lo que muchos ignoran es que no hay otra opción distinta al mercado, proceso espontáneo, no diseñado y basado en el respeto a los derechos de todos. Simplemente nadie ha inventado otro sistema de asignar recursos y guiar una economía próspera, pacífica, disciplinada por incentivos e implacables castigos. Sin precios de mercado es como navegar sin timón; sin intereses de mercado se crean burbujas. Los precios genuinos no resultan de directrices ni de la manipulación de datos sino de libres y pacíficos intercambios de lo legítimamente propio. Si los precios no son libres, las decisiones no reflejan realidades ni son acertadas. Ni siquiera en teoría existe otro sistema económico porque aun en la Unión Soviética el gran secreto –que los socialistas del siglo XXI ignoran– es que sus decisiones sobre precios las basaban en los precios existentes en el mundo capitalista. El mercado puede no ser perfecto, pero hay que dejarlo funcionar.

La crisis que causó el intervencionismo

Por Manuel Ayau

Libertad Digital, Madrid

Quienes creen que esta crisis anuncia el fin del capitalismo tienen mucho que aprender del fracaso de las recientes intervenciones financieras en restablecer la confianza. Eso quizás sea el lado más positivo de la crisis. A primera vista pareciera que los anticapitalistas tienen razón, pues los Gobiernos han intervenido masivamente. Incluso han violando leyes y –según algunos–sus constituciones al aportar enormes sumas de dinero para rescatar, a costillas del pueblo, a imprudentes instituciones financieras que causaron la crisis. Han nacionalizado total o parcialmente algunos bancos, aseguradoras y financieras. Claman por regular más lo que ya está sobre-regulado.


Monday, August 8, 2016

La crisis en Latinoamérica

Manuel Hinds explica que "Cuando el dinero sale, las tasas de interés suben, aproximándose a la tasa de devaluación. Así, si la tasa de devaluación es 20 por ciento anual, la tasa de interés tenderá a subir en 20 puntos para anular las pérdidas causadas por la devaluación".

Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han advertido a la Reserva Federal, el Banco Central de EE.UU., que no suba las tasas de interés porque hacerlo llevaría a un pánico terrible en los países emergentes, que sería seguido por una crisis profunda y prolongada. Las dos instituciones tienen razón en términos de lo que puede pasar en los países emergentes, y en particular en la mayor parte de América Latina. Pero están siendo irrealistas al traducir esto a una recomendación de que la Fed no suba las tasas de interés. Es como tratar de parar no el Lempa, sino el Misisipi con un dedo. Esto es así por los dos lados. Primero, porque la Fed tiene razones muy poderosas para subir las tasas de interés en el futuro inmediato. Y segundo, porque atrasar la subida solo atrasará el golpe para los países emergentes y lo volverá peor.



Con respecto a las razones para subir la tasa de interés, el problema es que ya por muchos años la Fed ha mantenido la tasa de interés baja a base de crear enormes cantidades de dólares. La cantidad es tan grande que hace unos días el segundo de a bordo de la Fed declaró que ya hay signos de que la tasa de inflación puede subir sustancialmente. Si esto pasa, la tasa de interés subiría no por acción de la Fed. La subiría el mercado para compensar a los ahorrantes por la inflación.
Mucha gente cree que la inflación es bien alegre, porque todo sube. Pero no se acuerdan de que lo que no sube son los salarios, y que la inflación complica todo el manejo de los negocios y de las finanzas del gobierno y termina siendo depresiva, especialmente para los mercados emergentes.
El segundo problema es que no es realista pensar que retardar la subida de los intereses va a mejorar la situación. La debilidad de los países emergentes proviene de que, al caer los precios de los productos primarios los capitales que entraron a dichos países para financiar más inversiones en dichos productos ahora están saliendo de ellos, dirigiéndose a EE.UU. y otros países desarrollados.  La razón por la que entraron estos capitales en los países emergentes fue que esperaban mejores rendimientos, en parte porque las minas y propiedades agrícolas daban grandes utilidades y en parte porque las tasas de interés en esos países, al pasarla a dólares, eran bien altas.
Ahora que el boom de los productos primarios ha terminado, hay tres factores que han revertido el atractivo de invertir en esos países: la rentabilidad de los proyectos para desarrollar más productos primarios ha caído y en vez de utilidades hay pérdidas, y las monedas de los países emergentes se están devaluando rápidamente. La devaluación reduce la rentabilidad medida en dólares. Por ejemplo, si en un país la tasa de interés es 20 por ciento, pero la moneda se devalúa 30 por ciento con respecto al dólar, usted está perdiendo aproximadamente 10 por ciento medido en dólares. No es gracia invertir en un país para perder 10 por ciento. La gente saca sus inversiones y se las lleva a EE.UU., donde la tasa de interés es baja, pero es positiva (es mejor 2 por ciento que menos 10 por ciento).
El tercer factor que hace que el dinero salga es un círculo vicioso. Cuando el dinero sale, las tasas de interés suben, aproximándose a la tasa de devaluación. Así, si la tasa de devaluación es 20 por ciento anual, la tasa de interés tenderá a subir en 20 puntos para anular las pérdidas causadas por la devaluación. Pero el aumento en las tasas hace que la producción baje, y la moneda se vuelve a devaluar.
Al subir la tasa de interés en EE.UU., este proceso se va a acelerar. Pero se acelerará aunque EE.UU. no las suba, porque todo el mundo sabe que un día de estos las subirá. En realidad, la incertidumbre de cuándo la van a subir puede ser peor. Por eso, algunos bancos centrales de países emergentes, como el de India, han pedido que la suban ya, para eliminar las incertidumbres.

La crisis en Latinoamérica

Manuel Hinds explica que "Cuando el dinero sale, las tasas de interés suben, aproximándose a la tasa de devaluación. Así, si la tasa de devaluación es 20 por ciento anual, la tasa de interés tenderá a subir en 20 puntos para anular las pérdidas causadas por la devaluación".

Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han advertido a la Reserva Federal, el Banco Central de EE.UU., que no suba las tasas de interés porque hacerlo llevaría a un pánico terrible en los países emergentes, que sería seguido por una crisis profunda y prolongada. Las dos instituciones tienen razón en términos de lo que puede pasar en los países emergentes, y en particular en la mayor parte de América Latina. Pero están siendo irrealistas al traducir esto a una recomendación de que la Fed no suba las tasas de interés. Es como tratar de parar no el Lempa, sino el Misisipi con un dedo. Esto es así por los dos lados. Primero, porque la Fed tiene razones muy poderosas para subir las tasas de interés en el futuro inmediato. Y segundo, porque atrasar la subida solo atrasará el golpe para los países emergentes y lo volverá peor.