Wikipedia

Search results

Showing posts with label frenar. Show all posts
Showing posts with label frenar. Show all posts

Monday, September 12, 2016

Frenar el avance del populismo

Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Fo… read moreImage result for Frenar el avance del populismo
MADRID – Los populismos, con sus autoproclamadas victorias sobre las élites, coinciden en señalar a la globalización como la causa de los problemas que sufren los ciudadanos. Sus discursos están especialmente dirigidos a quienes, en los últimos años, han visto descender su nivel de vida y se han sentido ajenos a los procesos globales, de los que otros parecían beneficiarse. Es cierto que estos agravios no han sido la única chispa que ha encendido el movimiento anti-globalización, y prueba de ello es que también ha calado en países con bajas tasas de desempleo y salarios crecientes, pero el debate ocupa la actualidad y no debemos ignorarlo. 


En primer lugar, porque no hay duda de que el apoyo a estos partidos sigue creciendo y, de no hacer nada, podemos encontrarnos con importantes retrocesos en nuestras sociedades. En segundo lugar, porque debemos dar una respuesta a quienes se han sentido abandonados por las clases políticas. La estupefacción que nos provoca pensar que Donald Trump o Marine Le Pen puedan gobernar debe ser la llamada de atención ante una cuestión pendiente: la creciente desigualdad en nuestras sociedades.
La globalización ha supuesto la salida de muchos de la pobreza y la reducción de la desigualdad a nivel global, es decir, entre países. Como señala Branko Milanovic, estamos ante el primer descenso de la desigualdad global de los últimos doscientos años y en el momento de mayor restructuración de la renta personal desde la Revolución Industrial. En este período, quienes han visto aumentar sus ingresos han sido las clases medias y altas de los países asiáticos y las clases más altas, a nivel global. Esto ha llevado el aumento de la desigualdad dentro de los países. El ejemplo más evidente es el de Estados Unidos, donde el coeficiente de Gini (el índice que mide los niveles de igualdad) subió cinco puntos entre los años 1990 y 2013, pero también ha ocurrido en menor medida en China, India y en la mayoría de países europeos.
Para los ciudadanos de muchos países desarrollados el hecho de que millones de personas que viven a miles de kilómetros de distancia hayan salido de la pobreza, es una realidad muy lejana. En cambio, han visto durante estos años cómo sus salarios se han estancado y han aumentado las desigualdades entre ellos y sus vecinos más ricos.  Esto ha causado una desvinculación con las llamadas “élites”, aunque esta categoría sea muy difusa, y un rechazo a la apertura, tanto de las economías como de las sociedades. Sin duda, las transformaciones económicas tienen efectos en la política.
Debemos dar una respuesta a la realidad de tantos ciudadanos que buscan su salvación en quienes ofrecen volver a un mundo, que nunca existió, en el que los Estados son autosuficientes, igualitarios e inmunes a las circunstancias externas. El auge del populismo demuestra que las clases políticas no han atendido de manera suficiente estas necesidades y ha faltado conexión con los ciudadanos ante los que tienen que responder. Es, además, importante considerar sinceramente la desigualdad de nuestras sociedades ante el impacto que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial tendrán en el mercado laboral. Según la OCDE, la automatización de las tareas manuales y repetitivas impactará fundamentalmente en aquellos que no han accedido a estudios superiores, lo que previsiblemente intensificará la polarización de la sociedad.
Para lograr soluciones efectivas, la cuestión debe considerarse a todos los niveles, incluyendo sin duda el nacional. La globalización requiere gobiernos nacionales sólidos y capaces de atender las necesidades sociales. Una de las grandes quejas de estas clases medias occidentales es el abandono por parte de sus clases dirigentes, que han centrado su labor en las grandes cumbres internacionales descuidando el devenir de las pequeñas localidades. Son los gobiernos nacionales quienes deben mantener el contacto y el vínculo con los ciudadanos, defendiendo sus intereses y buscando su beneficio. Nada tiene que ver con darle la espalda a la globalización, ni con introducir medidas proteccionistas, sino con fomentar el equilibrio social que sostiene los sistemas democráticos. Para ello, no basta con aplicar soluciones paliativas de la desigualdad actual sino que se deben diseñar medidas preventivas. Son particularmente relevantes las políticas de educación y formación continuada adecuadas  al mundo presente y al que viene, en el que la creatividad, la capacidad para resolver problemas o las aptitudes interpersonales son irremplazables.
Los gobiernos nacionales son, a la vez, los componentes básicos de la gobernanza global y sus arquitectos. Aún queda mucho por construir en el sistema de gobernanza global, que se ha demostrado insuficiente para gobernar la compleja economía global, especialmente en ámbitos como la fiscalidad o el empleo. Asimismo, los foros internacionales deben incluir estos debates y convenir acciones globales. En la pasada cumbre del G20, ya se introdujo la cuestión de la creciente desigualdad en muchos países, como un riesgo para el crecimiento inclusivo y la cohesión social. La agenda de la próxima cumbre, que tendrá lugar a principios de septiembre en China, ya incluye en su agenda explorar medidas concretas para reducir la desigualdad.
Es el momento de dar pasos reales. En los próximos meses hay elecciones cruciales. Permitir la victoria del populismo pondría en peligro muchas conquistas sociales y sería el mayor fallo a  los ciudadanos. El resultado del referéndum británico nos ha despertado de una ilusión en la que veíamos acercarse los riesgos, confiando en que nunca llegarían a materializarse. Ahora sabemos que lo impensable puede ocurrir. Hay un número significativo de ciudadanos que apoyan las propuestas antiglobalización y sus mensajes calan rápidamente en quienes no han disfrutado de las ventajas de la globalización y se han sentido olvidados en la toma de decisiones. La conexión con ellos y la apuesta por su futuro serán cruciales para las próximas elecciones y para la estabilidad de nuestras sociedades

Frenar el avance del populismo

Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Fo… read moreImage result for Frenar el avance del populismo
MADRID – Los populismos, con sus autoproclamadas victorias sobre las élites, coinciden en señalar a la globalización como la causa de los problemas que sufren los ciudadanos. Sus discursos están especialmente dirigidos a quienes, en los últimos años, han visto descender su nivel de vida y se han sentido ajenos a los procesos globales, de los que otros parecían beneficiarse. Es cierto que estos agravios no han sido la única chispa que ha encendido el movimiento anti-globalización, y prueba de ello es que también ha calado en países con bajas tasas de desempleo y salarios crecientes, pero el debate ocupa la actualidad y no debemos ignorarlo. 

Thursday, August 18, 2016

Frenar el avance del populismo

Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Fo… read more
MADRID – Los populismos, con sus autoproclamadas victorias sobre las élites, coinciden en señalar a la globalización como la causa de los problemas que sufren los ciudadanos. Sus discursos están especialmente dirigidos a quienes, en los últimos años, han visto descender su nivel de vida y se han sentido ajenos a los procesos globales, de los que otros parecían beneficiarse. Es cierto que estos agravios no han sido la única chispa que ha encendido el movimiento anti-globalización, y prueba de ello es que también ha calado en países con bajas tasas de desempleo y salarios crecientes, pero el debate ocupa la actualidad y no debemos ignorarlo. 


En primer lugar, porque no hay duda de que el apoyo a estos partidos sigue creciendo y, de no hacer nada, podemos encontrarnos con importantes retrocesos en nuestras sociedades. En segundo lugar, porque debemos dar una respuesta a quienes se han sentido abandonados por las clases políticas. La estupefacción que nos provoca pensar que Donald Trump o Marine Le Pen puedan gobernar debe ser la llamada de atención ante una cuestión pendiente: la creciente desigualdad en nuestras sociedades.
La globalización ha supuesto la salida de muchos de la pobreza y la reducción de la desigualdad a nivel global, es decir, entre países. Como señala Branko Milanovic, estamos ante el primer descenso de la desigualdad global de los últimos doscientos años y en el momento de mayor restructuración de la renta personal desde la Revolución Industrial. En este período, quienes han visto aumentar sus ingresos han sido las clases medias y altas de los países asiáticos y las clases más altas, a nivel global. Esto ha llevado el aumento de la desigualdad dentro de los países. El ejemplo más evidente es el de Estados Unidos, donde el coeficiente de Gini (el índice que mide los niveles de igualdad) subió cinco puntos entre los años 1990 y 2013, pero también ha ocurrido en menor medida en China, India y en la mayoría de países europeos.
Para los ciudadanos de muchos países desarrollados el hecho de que millones de personas que viven a miles de kilómetros de distancia hayan salido de la pobreza, es una realidad muy lejana. En cambio, han visto durante estos años cómo sus salarios se han estancado y han aumentado las desigualdades entre ellos y sus vecinos más ricos.  Esto ha causado una desvinculación con las llamadas “élites”, aunque esta categoría sea muy difusa, y un rechazo a la apertura, tanto de las economías como de las sociedades. Sin duda, las transformaciones económicas tienen efectos en la política.
Debemos dar una respuesta a la realidad de tantos ciudadanos que buscan su salvación en quienes ofrecen volver a un mundo, que nunca existió, en el que los Estados son autosuficientes, igualitarios e inmunes a las circunstancias externas. El auge del populismo demuestra que las clases políticas no han atendido de manera suficiente estas necesidades y ha faltado conexión con los ciudadanos ante los que tienen que responder. Es, además, importante considerar sinceramente la desigualdad de nuestras sociedades ante el impacto que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial tendrán en el mercado laboral. Según la OCDE, la automatización de las tareas manuales y repetitivas impactará fundamentalmente en aquellos que no han accedido a estudios superiores, lo que previsiblemente intensificará la polarización de la sociedad.
Para lograr soluciones efectivas, la cuestión debe considerarse a todos los niveles, incluyendo sin duda el nacional. La globalización requiere gobiernos nacionales sólidos y capaces de atender las necesidades sociales. Una de las grandes quejas de estas clases medias occidentales es el abandono por parte de sus clases dirigentes, que han centrado su labor en las grandes cumbres internacionales descuidando el devenir de las pequeñas localidades. Son los gobiernos nacionales quienes deben mantener el contacto y el vínculo con los ciudadanos, defendiendo sus intereses y buscando su beneficio. Nada tiene que ver con darle la espalda a la globalización, ni con introducir medidas proteccionistas, sino con fomentar el equilibrio social que sostiene los sistemas democráticos. Para ello, no basta con aplicar soluciones paliativas de la desigualdad actual sino que se deben diseñar medidas preventivas. Son particularmente relevantes las políticas de educación y formación continuada adecuadas  al mundo presente y al que viene, en el que la creatividad, la capacidad para resolver problemas o las aptitudes interpersonales son irremplazables.
Los gobiernos nacionales son, a la vez, los componentes básicos de la gobernanza global y sus arquitectos. Aún queda mucho por construir en el sistema de gobernanza global, que se ha demostrado insuficiente para gobernar la compleja economía global, especialmente en ámbitos como la fiscalidad o el empleo. Asimismo, los foros internacionales deben incluir estos debates y convenir acciones globales. En la pasada cumbre del G20, ya se introdujo la cuestión de la creciente desigualdad en muchos países, como un riesgo para el crecimiento inclusivo y la cohesión social. La agenda de la próxima cumbre, que tendrá lugar a principios de septiembre en China, ya incluye en su agenda explorar medidas concretas para reducir la desigualdad.
Es el momento de dar pasos reales. En los próximos meses hay elecciones cruciales. Permitir la victoria del populismo pondría en peligro muchas conquistas sociales y sería el mayor fallo a  los ciudadanos. El resultado del referéndum británico nos ha despertado de una ilusión en la que veíamos acercarse los riesgos, confiando en que nunca llegarían a materializarse. Ahora sabemos que lo impensable puede ocurrir. Hay un número significativo de ciudadanos que apoyan las propuestas antiglobalización y sus mensajes calan rápidamente en quienes no han disfrutado de las ventajas de la globalización y se han sentido olvidados en la toma de decisiones. La conexión con ellos y la apuesta por su futuro serán cruciales para las próximas elecciones y para la estabilidad de nuestras sociedades.

Frenar el avance del populismo

Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Fo… read more
MADRID – Los populismos, con sus autoproclamadas victorias sobre las élites, coinciden en señalar a la globalización como la causa de los problemas que sufren los ciudadanos. Sus discursos están especialmente dirigidos a quienes, en los últimos años, han visto descender su nivel de vida y se han sentido ajenos a los procesos globales, de los que otros parecían beneficiarse. Es cierto que estos agravios no han sido la única chispa que ha encendido el movimiento anti-globalización, y prueba de ello es que también ha calado en países con bajas tasas de desempleo y salarios crecientes, pero el debate ocupa la actualidad y no debemos ignorarlo. 

Monday, July 18, 2016

¿Quién frenará el lento autogolpe de Venezuela?

Mary Anastasia O'Grady considera que el reciente traspaso de mayores poderes al general Vladimir Padrino López sería indicativo de que en Venezuela se está fraguando un "autogolpe".
Mary Anastasia O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
¿Quién frenará el lento autogolpe de Venezuela?
El gobierno del presidente Barack Obama está haciendo poco para ayudar a defender la democracia en el país suramericano, lo cual le cae muy bien a los hermanos Castro en Cuba.
Once recién nacidos murieron recientemente debido a un brote de bacteria que provoca infecciones respiratorias en la unidad neonatal de un hospital en la ciudad de Maturín, en el estado Monagas, Venezuela. Según los informes de prensa, el director del Sistema de Protección Municipal del Niño, Niña y Adolescente del Hospital Central de San Cristóbal, en el estado Táchira, dijo en mayo que al menos 70 bebés enfermos murieron en 2016 debido a que el hospital carecía de los suministros para atenderlos.



La aguda escasez de alimentos y medicamentos, el colapso de la infraestructura de salud, sanidad y transporte, y la hiperinflación han llevado a especulaciones acerca de que el gobierno de Venezuela, encabezado por Nicolás Maduro, colapsará pronto. Sin embargo, el régimen respaldado por Cuba está entrando en una nueva fase de autosupervivencia. La Habana no tiene intención de perder el dominio sobre su satélite más valioso.
La tarea más urgente del gobierno venezolano es rechazar las exigencias de un referendo revocatorio este año, aunque el derecho a realizarlo está garantizado por la Constitución. Si el presidente Maduro pierde esa votación, se llevarían a cabo elecciones en los siguientes 30 días. El próximo candidato avalado por Cuba que sea presentado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) seguro perdería.
Si el referendo puede ser aplazado hasta el próximo año, incluso si Maduro pierde, su vicepresidente, también del PSUV, completaría su mandato, el cual termina en 2019.
La oposición está presionando fuertemente al gobierno para que respete la Constitución y busca ayuda de la comunidad internacional. En cambio, el gobierno del presidente Barack Obama está apoyando un “diálogo” entre el gobierno y la oposición encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero, ex presidente del gobierno español y miembro del Partido Socialista Obrero Español. Esta táctica de retraso está diseñada para ayudar al PSUV a mantener el poder mientras termina de militarizar el gobierno para que pueda gobernar indefinidamente.
Ese proceso se aceleró la semana pasada, cuando Maduro puso al ministro de Defensa, el general Vladimir Padrino López, a cargo de todos los ministerios del gabinete. Eso significa que Venezuela ahora es dirigida por una cuasi junta militar, con el general compartiendo el poder con Maduro. Padrino también dirigirá la recién creada “Gran Misión de Abastecimiento Soberano”, que gestionará el suministro y la distribución de alimentos. Los militares también tomaron control de los puertos del país, que hasta ahora estaban bajo control de civiles.
Los latinoamericanos llaman a esta transferencia de poder un “autogolpe” debido a que traspasa la autoridad de los funcionarios electos a otros que no se encuentran en la fila constitucional para reemplazar al presidente.
Es poco probable que esto haya sido idea de Maduro. En cambio, notando la poca popularidad del presidente, sus adiestradores cubanos están haciendo ajustes. Aunque Padrino, de 53 años, alguna vez se capacitó con el ejército estadounidense, se ha congraciado con los Castro. En febrero, el general fue nombrado jefe de una nueva empresa militar-industrial de minería, petróleo y gas que sería rival de la petrolera estatal PDVSA.
Venezuela también está ajustando su modelo económico socialista, usando un modelo que los Castro tomaron prestado de la Rusia de Vladimir Putin. Con la ayuda de Obama, están invitando a las inversiones de capital estadounidense con el fin de consolidar el poder para la próxima generación
Sin quererlo, el 10 de julio, Venezuela mostró al mundo el fracaso del plan económico de la revolución bolivariana cuando reabrió el cruce fronterizo cerca de la ciudad colombiana de Cúcuta, el cual había estado cerrado por casi un año. En un período de 12 horas, aproximadamente 35.000 venezolanos cruzaron a Colombia para comprar comida y otros productos de primera necesidad. Este fin de semana se registró una ola similar cuando volvió a abrirse temporalmente la frontera.
Más al norte, en el estado Zulia, según mis fuentes, el gobierno chavista ha permitido desde marzo que emprendedores importen bienes desde Colombia sin pagar aranceles y los vendan en la economía formal a precios de libre mercado. El 27 de junio, el secretario de Gobierno de Zulia, Giovanny Villalobos, admitió al medio venezolano La Verdad que esto estaba ocurriendo. La idea, dijo, es “garantizar” la importación de alimentos para la clase media, poner fin al mercado negro y permitir que el gobierno ayude a los que de verdad lo necesitan.
Sería un error leer esto como una rendición ante el capitalismo democrático. Tal como el estado policial de Cuba está usando cuidadosamente a los capitalistas estadounidenses, Caracas está usando el mercado para sobrevivir.
No sorprendería que el gobierno de Obama no esté dispuesto a respaldar la restauración de la democracia venezolana debido a que eso pondría en riesgo sus esfuerzos por solidificar la amistad cubano-estadounidense. Si un nuevo gobierno venezolano dejara de financiar a Cuba, lo que continúa haciendo pese a sus propios problemas, la isla se hundiría y el principal “logro” y legado de Obama probablemente se hundiría con ella.
Una razón de más para que el presidente de EE.UU. no ayude a los demócratas venezolanos es que, con la asesoría de los cubanos, Caracas ha creado un arsenal para sus milicias civiles. Abundan los rumores de que una votación de revocatoria exitosa desataría la distribución de esas armas y eso daría pie a la violencia a gran escala. Eso tal vez sea inevitable, pero Obama sin duda preferiría estar fuera de la Casa Blanca si eso sucede.

¿Quién frenará el lento autogolpe de Venezuela?

Mary Anastasia O'Grady considera que el reciente traspaso de mayores poderes al general Vladimir Padrino López sería indicativo de que en Venezuela se está fraguando un "autogolpe".
Mary Anastasia O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
¿Quién frenará el lento autogolpe de Venezuela?
El gobierno del presidente Barack Obama está haciendo poco para ayudar a defender la democracia en el país suramericano, lo cual le cae muy bien a los hermanos Castro en Cuba.
Once recién nacidos murieron recientemente debido a un brote de bacteria que provoca infecciones respiratorias en la unidad neonatal de un hospital en la ciudad de Maturín, en el estado Monagas, Venezuela. Según los informes de prensa, el director del Sistema de Protección Municipal del Niño, Niña y Adolescente del Hospital Central de San Cristóbal, en el estado Táchira, dijo en mayo que al menos 70 bebés enfermos murieron en 2016 debido a que el hospital carecía de los suministros para atenderlos.