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Saturday, September 3, 2016

Los empresarios construimos puentes, no muros: Consejo Coordinador Empresarial

EconomíaHoy.mx -

  • El organismo rechazó la postura del candidato a favor de la eliminación de los tratados comerciales entre México y Estados Unidos

Juan Pablo Castañón-notimex-CCE-770.jpgFoto: Archivo
El Consejo Coordinador Empresarial fijó su postura tras la visita a México de Donald Trump, condenando las declaraciones "racistas, xenófobas y denigrantes de algunos actores políticos de Estados Unidos" por ir en contra de los principios de respeto mutuo y valores democráticas que sostienen ambas naciones y sus ciudadanos.
"Nos expresamos enérgicamente en contra de las intenciones de revertir décadas de una estrecha relación de amistad entre nuestros países, que por generaciones ha trascendido gobiernos, partidos políticos y ha superado crisis económicas", señal´+o el organismo presidido por Juan Pablo Castañón, en un comunicado. 


Así mismo, calificó de "irreversible" la fortaleza y madurez de la relación bilateral, que continuará más allá de las administraciones, los cambios de funcionarios y de las posiciones políticas.
Reiteró su defensa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como herramiento de desarrollo para las tres partes, al tiempo de estar convencidos de que el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) es la forma "de modernizarlo y adaptarlo a los nuevos tiempos".
EL CCE recordó que los empresarios mexicanos y estadounidenses se reunen dos veces al año en el US-Mexico CEO Dialogue, para recomedar política pública para fortalecer la competitividad de la región, y en dichos encuentros "compartimos una visión de largo plazo para la cooperación regional".

Los empresarios construimos puentes, no muros: Consejo Coordinador Empresarial

EconomíaHoy.mx -

  • El organismo rechazó la postura del candidato a favor de la eliminación de los tratados comerciales entre México y Estados Unidos

Juan Pablo Castañón-notimex-CCE-770.jpgFoto: Archivo
El Consejo Coordinador Empresarial fijó su postura tras la visita a México de Donald Trump, condenando las declaraciones "racistas, xenófobas y denigrantes de algunos actores políticos de Estados Unidos" por ir en contra de los principios de respeto mutuo y valores democráticas que sostienen ambas naciones y sus ciudadanos.
"Nos expresamos enérgicamente en contra de las intenciones de revertir décadas de una estrecha relación de amistad entre nuestros países, que por generaciones ha trascendido gobiernos, partidos políticos y ha superado crisis económicas", señal´+o el organismo presidido por Juan Pablo Castañón, en un comunicado. 

Friday, August 26, 2016

Hartos del socialismo, empresarios y talentos “huyen” de Uruguay

(Día a Día) Uruguay
A pesar de la bonanza excepcional que disfrutaron los gobiernos del Frente Amplio, el déficit fiscal es enorme, ronda el 3,6 % del PIB; (Día a Día)
Hay dos formas de implantar el socialismo en un país. Mediante la revolución violenta preconizada por Carlos Marx o de forma paulatina asfixiando a los individuos y las empresas mediante regulaciones legales y tributarias.
La primera opción es rechazada por amplias capas de la ciudadanía dado que siempre – en la ex URSS, la China de Mao, Camboya, Corea del Norte, Cuba– la población ha sido masacrada y su calidad de vida descendió abruptamente tanto desde el punto de vista espiritual como material.
Es por eso que los impulsores de ese sistema de gobierno ahora se inclinan por tomar el segundo camino que, por cierto, también fue concebido por Marx  y expuesto en el Manifiesto del partido Comunista.



Marx tenía claro que destruyendo la libertad económica y debilitando el derecho de propiedad se abolían simultáneamente, todo aquello que hace la vida digna por eso afirma que:
Se nos reprocha a los comunistas, que queremos destruir la propiedad personal honradamente adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano. Esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia personal.
“¡Y a la abolición de este estado de cosas, la burguesía lo llama abolición de la personalidad y la libertad! Y sin embargo, tiene razón. En efecto, queremos ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesas.
Marx proponía un camino alternativo a la revolución: la expoliación tributaria, especialmente mediante los impuestos progresivos. Esta herramienta despierta menos resistencia porque la gente suele creer –erróneamente- que sólo afecta a los “ricos”. Es un mecanismo de “insensibilización” creciente ante la tiranía.
La fábula de la “Rana hervida” ilustra por qué este recurso es tan eficaz: Al poner una rana en una olla con agua fría y gradualmente subir la temperatura, el animal permanece quieto en el interior hasta que sin darse cuenta, muere. Si por el contrario se la arroja al agua hirviendo, salta al instante y huye.
En Uruguay el gobernante Frente Amplio -con matices entre sus diversas facciones- aspira a establecer el socialismo en nuestro país y se ha venido moviendo en ese sentido. Así lo declara abiertamente el expresidente José Mujica.
La presión tributaria ha venido creciendo en forma sostenida a pesar que entre  2005 y 2014 el dinero ha entrado “a paladas” al Estado. El gasto público se expandió en forma descomunal, aumentando el número de funcionarios públicos y los subsidios sociales sin ningún tipo de contrapartida a una porción desmesurada de la población. Es decir, que a los que producen y se sacrifican se les arrebata una porción creciente del fruto de su trabajo para mantener a gente que ni trabaja ni estudia, frecuentemente, porque no quiere.
Aquellos alrededor del mundo que aclaman a “San” Mujica por sus “sabias” palabras, estaría bueno que por un instante dejaran de lado esa filosofía light y analizaran con rigor el significado social y moral de consejos como el siguiente: “Cuando tú compras con plata, compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata.” Lisa y llanamente es una prédica a favor del atorrantismo.
Pero como obviamente los individuos que “no van a gastar más tiempo de su vida” para ganar dinero van a seguir teniendo necesidades, otros tendrán que “trabajar el doble o el triple” para solventar las propias y las ajenas. ¡Una inmoralidad e injusticia por donde se lo mire! ¡Una afrenta a la gente de bien!
Eso sin contar que si esa conducta se generalizará, retrocederíamos a épocas en las cuales más de la mitad de la población mundial moría por las enfermedades y la falta de producción de alimentos. ¿Nadie piensa que el aumento de la productividad gracias al trabajo constante, la creatividad y la innovación fueron lo que hicieron posible tal “milagro”?
Esa realidad es reconocida incluso por Marx quien afirma:
En el siglo escaso que lleva como clase dominante, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas […] La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción y con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, arrastra a la civilización hasta a las naciones más bárbaras. El bajo precio de sus productos, es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular hasta a los salvajes más xenófobos y fanáticos.
A pesar de la bonanza excepcional que disfrutaron los gobiernos del Frente Amplio, el déficit fiscal es enorme, ronda el 3,6 % del producto Interno Bruto (PIB); la deuda siguió aumentando; la seguridad, salud y educación públicas están en estado calamitoso al igual que la infraestructura vial. Y el remedio que se le ocurre al gobierno es aumentar los impuestos. Esto ha provocado muestras de indignación de los contribuyentes.
Frente a la situación descrita la senadora Lucía Topolansky –esposa de Mujica- ha declarado que “el camino al socialismo” implica lo siguiente:
La cuestión solidaria acá es muy importante. Yo sé que todo esto es discutible. Es momento de que todos hagan un esfuerzo […] Obviamente que yo voy a tratar que la balanza se incline para el más desprotegido. Al otro le puedo pedir un esfuercito. Al que gana más yo necesariamente le tengo que pedir un esfuercito.
Topolansky se escandaliza porque los contribuyentes protestan por la mala calidad de los servicios públicos a pesar de los altos impuestos que pagan:
Que si yo pago cinco, que se me devuelva en servicios cinco. Pero el Estado ¿con qué se financia? Con los impuestos. Muy bien. Y yo tengo sectores de la sociedad que los he estado tratando de meter en la comunidad […] ¿Qué gracia tiene si te doy cinco y me pagas cinco en servicios? La solidaridad no pasa por ahí.
Para colmo, el Estado afina los instrumentos para que no se le escape ni un solo peso de los tributos, convirtiendo a la Impositiva en un agente cada vez más policíaco y poderoso, inmune incluso al control judicial. Eso se da de la mano de un gasto estatal desquiciado, manejado de forma desaprensiva que colinda a veces con la corrupción. Uno de los  exintegrantes del Tribunal de Cuentas expresó: “Estamos un poco pintados los que estamos acá para formar y hacer creer y tener la sensación que existe un contralor para todas las organizaciones públicas y eso no es así”. Algo parecido ocurre con la Auditoría General de la Nación, que persistentemente denuncia “graves problemas de control que comprometen la transparencia” en diferentes reparticiones públicas.

Los uruguayos no son todos “ranas”. Frente a este estado de cosas, los individuos que procuran progresar en base al mérito, están emigrando. Es una sangría silenciosa que va dejando –imperceptiblemente- anémica a la fuerza productiva nacional.
Son personas que profesan la ética del trabajo. Quieren salir adelante mediante su esfuerzo y se indignan cuando escuchan hablar de los planes estatales donde la gente recibe dinero a cambio de nada, por considerarlo degradante de la condición humana y un modo de perversión moral. O sea, no están dispuestos a renunciar a su personalidad ni autonomía.
La alarma cundió cuando firmas empresariales le advirtieron al gobierno que iban a cerrar sus puertas para instalarse en Paraguay, donde las normas laborales, de seguridad social, el nivel de los impuestos y la actividad sindical facilitan producir riqueza. Si esa medida llegara a materializarse las consecuencias socioeconómicas -principalmente para lo más desvalidos- serán devastadoras.
Lo que demuestra que la imposición del socialismo, ya sea por las buenas o por las malas, produce siempre el mismo resultado: el descenso de la calidad de vida de la población.

Hartos del socialismo, empresarios y talentos “huyen” de Uruguay

(Día a Día) Uruguay
A pesar de la bonanza excepcional que disfrutaron los gobiernos del Frente Amplio, el déficit fiscal es enorme, ronda el 3,6 % del PIB; (Día a Día)
Hay dos formas de implantar el socialismo en un país. Mediante la revolución violenta preconizada por Carlos Marx o de forma paulatina asfixiando a los individuos y las empresas mediante regulaciones legales y tributarias.
La primera opción es rechazada por amplias capas de la ciudadanía dado que siempre – en la ex URSS, la China de Mao, Camboya, Corea del Norte, Cuba– la población ha sido masacrada y su calidad de vida descendió abruptamente tanto desde el punto de vista espiritual como material.
Es por eso que los impulsores de ese sistema de gobierno ahora se inclinan por tomar el segundo camino que, por cierto, también fue concebido por Marx  y expuesto en el Manifiesto del partido Comunista.


Thursday, July 21, 2016

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.


El proceso productivo tiene costos, pues requiere la adquisición de varios factores de producción –un solar, bienes de capital, fuerza laboral, materiales y capital –y luego hay que combinarlos y ordenarlos para tratar de crear algo de valor. Rossi, por ejemplo, tiene que gastar una cantidad de dinero en el solar para el edificio, en acero, en concreto, en ladrillos, en mármoles, en ventanas, en puertas, en artefactos sanitarios, en material de instalaciones eléctricas, elevadores, planta eléctrica, en tabiques, en salarios para albañiles, armadores, carpinteros, electricistas, plomeros, y ayudantes. Así mismo debe gastar en maquinaria para construcción, tractores caterpilar, camiones, grúas, mezcladoras y formaletas. También debe gastar en ingenieros, arquitectos, dibujantes, contadores, abogados y vendedores. También debe pagar intereses por el capital que necesite para producir durante el tiempo que requiere el edificio. Si puede vender el edificio por más de lo que le costó fabricarlo, lucra –obtiene ganancias. Si no puede, tendrá pérdidas.
El lucro o ganancia es el dinero que le queda a un negocio después de haber pagado sus gastos. Es el resultado de haber producido algo que otra gente valora más de lo que costó producirlo. Es la recompensa del éxito en haber producido valor en una economía de mercado o de división del trabajo. En una isla desierta, donde uno se encuentra aislado, uno produce las cosas que mejoran su calidad de vida. En una economía de mercado, uno hace dinero al producir cosas o bienes para comprar las cosas que mejoran su calidad de vida.
El afán de lucro es producir en el contexto de una economía dineraria.
La actividad central que hace posible nuestras vidas es la producción, el uso de la razón para crear valores materiales. Quien condena el lucro, condena la producción, y quien condena la producción condena la vida humana.
El instrumento mental de la economía de mercado es el cálculo económico. El concepto fundamental del cálculo económico es el concepto de capital y su correlativo la renta. Estos conceptos aplicados en contabilidad contrastan los medios y los fines. Quien calcula económicamente establece una línea divisoria entre bienes de consumo, que planea utilizar para sus satisfacción inmediata, y bienes de otros órdenes que planea utilizar para proveer para seguir actuando o para la producción y así satisfacer deseos futuros. La diferenciación entre medios y fines se manifiesta en diferenciación entre adquisición y consumo, entre el negocio y lo doméstico, entre fondos de transacción y bienes domésticos. Los bienes destinados para la adquisición se evalúan en términos dinerarios, y su suma denominada capital, es el punto de partida del cálculo económico. El fin inmediato de la acción adquisitiva es aumentar o al menos mantener el capital. El monto que puede ser consumido durante un periodo de tiempo definido sin mermar el capital se llama renta. Si el consumo excede la renta, la diferencia es consumo de capital. Si la renta es mayor que lo consumido, la diferencia es ahorro.
El fin primordial del cálculo económico es establecer los montos de la renta, el ahorro, y el consumo de capital.
Aún el hombre primitivo era consciente de las consecuencias de las acciones que para un contador moderno serían consumo de capital. El salvaje se rehusaba a cortar árboles frutales o a matar hembras preñadas en una muestra de acción premeditada y planificada. Sin embargo, sólo para aquel que actúa en una economía de mercado, dineraria, es posible recurrir al cálculo monetario y por tanto, establecer distinciones con respecto a las condiciones en perpetuo cambio de procesos industriales altamente desarrollados y de la compleja estructura de la cooperación social de cientos de miles de trabajos y acciones especializadas. El lucro se crea produciendo valor en base al cálculo económico, produciendo algo que sea rentable, no se roba, no se saquea, no se captura, ni se añade al costo de producción.
El lucro se crea mediante el cálculo económico en anticipación a precios futuros, precios que reflejan y comunican las preferencias futuras de los posibles consumidores. Sólo se lucra ayudándole a otros a lucrar. El éxito de Microsoft o de programas como Cadre –un programa de análisis estructural –reside en que les ayudan a sus clientes a ser más eficientes para producir y así lucrar, les ayudan a obtener ganancias con mayor facilidad y rapidez de lo que lo hacían antes.
Pero la ambiciosa y activa búsqueda de riqueza, requiere de quien calcula económicamente, que identifique la realidad, que no finja que las cosas son distintas de como son, que analice por sí mismo, que se aferre a su análisis, que conceda más a quien contribuya más, que busque soluciones innovadoras, que haga el trabajo, que no defraude y que beneficie a su cliente potencial. La ambición requiere entonces de racionalidad, honestidad, de independencia, de integridad, de justicia, de creatividad, de productividad, de determinación, de perseverancia, de laboriosidad, de honradez, de orgullo y de benevolencia. La ambición es afanarse por mejorar uno su calidad de vida.
Requiere también de frugalidad, es decir, ser sobrio en el consumo, no gastar más que para beneficiarse uno o a otros a quien se desee hacer bien, y no desperdiciar nada. De esta manera la renta será mayor de lo consumido y se podrá ahorrar.
El dinero ahorrado podrá destinarse a satisfacer futuras necesidades o a la producción con el propósito de aumentar el capital. Podrá destinarse a comprar aquellas cosas que le importan a uno, que uno valora, como comida, ropa, anteojos, joyas, autos, televisores, libros, conocimiento, salud, etc. El dinero es instrumental para enfrentar nuestras necesidades físicas y psicológicas. Nos permite intercambiarlo por los bienes requeridos.
Así como el tiempo es dinero, su conversa también es cierta: el dinero es tiempo. Rand lo explica muy bien en su novela La Rebelión de Atlas en el parlamento de Ellis Wyatt cuando explica los beneficios de su operación petrolera:
“¿Qué es la riqueza sino el medio de alargar la vida de uno? Hay dos formas en que uno puede hacerlo: o produciendo más o produciendo más rápido. Y eso es lo que hago: manufacturo tiempo… Produzco todo lo que necesito, trabajo para mejorar mis métodos, y cada hora que ahorro es una hora añadida a mi vida. Me tomaba cinco horas llenar ese tanque. Ahora me toma tres. Las dos que he ahorrado son mías –tan preciadamente mías como si hubiera trasladado mi tumba dos horas más lejos por cada cinco que tengo. Son dos horas quitadas a una tarea, para invertirlas en otra –dos horas más en las cuales laborar, para crecer, para avanzar. Esa es la cuenta de ahorros que estoy atesorando…”
Más dinero significa más tiempo, más tiempo que uno puede destinar a su bienandanza, permitiéndole ser más feliz. El dinero faculta la autonomía. Mayor independencia de las demandas de la necesidad significa mayor discreción sobre las actividades propias, mayor control sobre como uno desea vivir sus días. La autonomía es el andamiaje de la felicidad. El dinero pues, contribuye a alcanzar lo valorado, y la felicidad es la condición psicológica que resulta de haber alcanzado uno sus valores.
El lucro es la utilidad material ganada por la producción y por tanto el afán de lucro o la ambición por riquezas, es el deseo egoísta noble de ganar provecho material por medio de la producción de riqueza. El fin de quien es movido por el afán de lucro, por la ambición, no es conseguir dinero robando, defraudando, o engañando; su fin es hacer dinero, produciendo, según su mejor esfuerzo, bienes demandados, y negociándolos o intercambiándolos por los bienes, que son el mejor esfuerzo, de otros. Pero el dinero no es el fin, el fin es la felicidad.
El afán de lucro es el afán por mejorar nuestra vida, representa lo mejor de nosotros, y representa lo mejor para nosotros.
La ambición es aplicar la virtud de la racionalidad al proceso de conseguir lo mejor para uno, empleando lo mejor de uno, para mejorar uno su calidad de vida

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.

Saturday, July 2, 2016

Libertad y progreso: los empresarios

Alberto Benegas Lynch (h) explica que si nos quejamos de lo que sucede a nuestro alrededor, debemos tener claro que no es una casualidad sino el resultado de haber abandonado en gran medida el esfuerzo educativo.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
No es necesario detenerse a considerar en detalle los problemas que se presentan en nuestro mundo. Uno de los aspectos álgidos del cual depende todo lo demás es la manifiesta incomprensión de los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de la sociedad abierta.
Paradójicamente se critica a un capitalismo inexistente puesto que los aparatos estatales se han convertido en maquinarias infernales que cobran tributos insoportables, deudas públicas internas y externas astronómicas y regulaciones asfixiantes, todo financiado naturalmente con un nivel abultadísimo de gastos para alimentar a un insaciable Leviatán.



Aquí no es del caso analizar esta o aquella gestión gubernamental, el asunto son los resultados de décadas de populismo más o menos intenso y de uno u otro signo y etiqueta circunstancial. El hecho es que el mundo se debate hoy en esta situación.
Sin duda que el problema es la educación, es decir, la deficiencia en explicar las bases de la sociedad civilizada y, por ende, la decadencia de los valores y principios que la sustentan.
Afortunadamente hay casas de estudio, fundaciones e instituciones varias en diversos países que se dedican a contrarrestar esta malaria con presentaciones de rigor, argumentando las ventajas de una sociedad libre. Pero no es suficiente si a estas faenas muy meritorias se las compara con la catarata de falacias difundidas que dan apoyo a través de múltiples vías al engrosamiento de los referidos aparatos estatales que destrozan vidas y haciendas ajenas al tiempo que eliminan de cuajo los incentivos para proteger autonomías individuales.
De más está decir que aquellas entidades solo pueden recurrir a empresas privadas para obtener fondos que permitan financiar sus programas. No pueden buscarse recursos donde no existen y el empresariado es el grupo que necesita libertad para cumplir su rol específico de asignar recursos en el mercado.
Como es sabido, el empresario conjetura que los costos están subvaluados en términos de los precios finales al efecto de sacar partida del consiguiente arbitraje. Si acierta obtiene ganancias y si yerra incurre en quebrantos. El cuadro de resultados le marca si está bien o mal orientado en la satisfacción de las necesidades del consumidor.
En la medida en que los aparatos estatales intervienen en la economía, los precios se desdibujan y dejan de reflejar las estructuras valorativas y se asimilan a simples números dictados por los funcionarios de turno, con lo que la contabilidad, la evaluación de proyectos y el cálculo económico en general también dejan de expresar la situación real. En el extremo si se eliminan los precios, es decir, la propiedad, no se sabe si conviene construir carreteras con oro o con asfalto puesto que las consideraciones técnicas nada significan si no están referidos a precios. Sin llegar a este extremo de abolir la propiedad, como decimos, en la medida en que se intervenga en el proceso de mercado se distorsionan los precios que son las únicas señales para conocer si se está o no consumiendo capital.
Esto es así, pero henos aquí que ha habido y hay mal llamados empresarios que no solo no proceden de acuerdo a su antedicha misión específica sino que no ayudan a las instituciones que pretenden que las cosas vuelvan a su cauce e incluso critican el mercado libre. Se enriquecen fruto de las alianzas con el poder político del que reciben dádivas, privilegios y mercados cautivos que perjudican grandemente a la comunidad en la que trabajan.
Esto último es materia de otro debate, por el momento destacamos que aun procediendo como proceden algunos deberían buscar un reaseguro para su empresa, para sus hijos y nietos puesto que la lucha por el privilegio, esto es, el despojo cruzado recurriendo a la fuerza que impone el gobierno, tarde o temprano conduce al despeñadero.
Es cierto que no son pocos los “empresarios” que actúan del modo señalado porque estiman que de esta manera salvarán sus empresas y responderán bien ante los accionistas sin percatarse que si no modifican su actitud siempre el círculo se cierra y el gobierno termina de facto  manejando el flujo de fondos de la empresa con lo cual el así llamado empresario en la práctica pierde la empresa en el contexto de un sistema fascista donde se permite registrar la propiedad a nombre de particulares, pero, en los hechos, pertenece al gobierno.
Incluso el premio Nobel en economía George Stigler afirma que en Estados Unidos “han sido ellos [los empresarios prebendarios] quienes han convencido a la administración federal  y a la administración de los estados que iniciaran controles sobre las instituciones financieras, los sistemas de transporte, las comunicaciones, las industrias extractivas etc.” (en Placeres y dolores del capitalismo moderno). Por lo que Charles G. Koch, uno de los empresarios más prominentes de ese país, se pregunta: “¿Qué está pasando aquí? ¿Los dirigentes empresarios de Estados Unidos se han vuelto locos? ¿Por qué están autoaniquilándose debido a la voluntaria y sistemática entrega de ellos mismos y sus empresas a manos de reglamentaciones gubernamentales? […] La contestación, desde luego, es simple. No, estos empresarios y ejecutivos no comparten el deseo de suicidio colectivo. Ellos piensan que obtienen ventajas especiales para sus empresas […] En realidad están vendiendo su futuro” (en “A Letter from the Council for a Competitive Economy”).
Afortunadamente todos los empresarios no se comportan de aquella manera, muchos son respetuosos del mercado y ven las enormes ventajas de la libertad y encuentran un desafío en lograr objetivos dentro de las reglas del mercado libre y competitivo.
Esta larga introducción es para centrar la atención en un caso argentino que ilustra bien lo dicho, con total independencia ahora de quien sea el gobierno que circunstancialmente administra el Ejecutivo. El punto que hacemos se extiende a todos los empresarios locales en general en conexión con una entidad argentina de excelencia.
Se trata de la Fundación Libertad y Progreso de Buenos Aires, establecida como consecuencia a su vez de la fusión de tres destacadas fundaciones. Libertad y Progreso está dirigida por tres profesionales que dejaron sus respectivas empresas, negocios y estudios para abocarse a la tareas nobles de defender y difundir los antes mencionados valores de una sociedad libre, con la intención de retomar los consejos y principios de Juan Bautista Alberdi, el máximo inspirador de la Constitución liberal de 1853 que permitió a la Argentina disfrutar de los más altos niveles de prosperidad moral y material hasta que irrumpió el populismo bajo muy diversos signos políticos.
Libertad y Progreso ha desarrollado múltiples y muy jugosos programas en muy diversos frentes y tiene en carpeta otros tantos que ejecutaría si contara con los recursos suficientes. Los directivos de esta Fundación están sumamente agradecidos a todos los empresarios y personas de existencia física que brindan su apoyo financiero merced a lo cual se han podido llevar a la práctica tantos programas.
Pero, como queda dicho, los aportes no resultan suficientes si se tiene en cuenta la tarea ciclópea que debe llevarse a cabo para comenzar a revertir una tradición populista de hace más de siete décadas.
Es evidente que resulta una enorme bendición que esta institución se haya creado y una suerte mayúscula contar con la calidad moral y profesional de sus directores que han tenido el coraje, la honestidad intelectual y la decisión de dejar faenas lucrativas para encarar esto que han considerado su deber moral. En verdad un ejemplo para todos.
En estas circunstancias en realidad no resulta una exageración afirmar que los empresario debieran hacer cola para aportar a tan benéfica entidad, no para hacerle un favor a nadie sino en su propio beneficio y el de sus respectivas familias al efecto de contar con un país que vuelva a ser un faro en el camino y un punto de referencia para las naciones civilizadas.
Por supuesto que como en todo grupo humano puede disentirse aquí y allá con las opiniones de miembros de esa fundación, pero lo relevante es que en el balance neto los esfuerzos están dirigidos a que en nuestro país prime el respeto recíproco.
Hoy nos escribimos por correo electrónico con el director general, Agustín Etchebarne, y al pasar me contaba los denodados esfuerzos para el fund raising que deben realizarse casi cotidianamente. Su correo me recordó mi paso como rector de ESEADE durante los veintitrés años en los que estuve al frente de esa casa de estudios y del célebre fund raising que en verdad consumió más tiempo del que hubiera querido, pese a lo cual aprovecho para agradecer infinitamente a la comunidad empresaria por las muchas becas y aportes realizado en aquellas épocas.
Pero si nos quejamos con razón por esto o aquello que sucede en nuestro medio debemos tener en claro que no se trata de una casualidad, es el resultado de haber abandonado en gran medida y salvo honrosas excepciones la mencionada faena educativa. Y no se diga que esto produce resultados en el largo plazo, lo cual se viene machacando hace largas décadas, cuanto antes se empiece en este difícil pero muy gratificante trabajo, mejor. Ya estaríamos en el largo plazo si se hubieran redoblado esfuerzos con anterioridad. No hay que esperar milagros y poner manos a la obra cuanto antes. El equipo de Libertad y Progreso lo agradecerá y, sobre todo, las personas de bien de nuestro país.

Libertad y progreso: los empresarios

Alberto Benegas Lynch (h) explica que si nos quejamos de lo que sucede a nuestro alrededor, debemos tener claro que no es una casualidad sino el resultado de haber abandonado en gran medida el esfuerzo educativo.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
No es necesario detenerse a considerar en detalle los problemas que se presentan en nuestro mundo. Uno de los aspectos álgidos del cual depende todo lo demás es la manifiesta incomprensión de los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de la sociedad abierta.
Paradójicamente se critica a un capitalismo inexistente puesto que los aparatos estatales se han convertido en maquinarias infernales que cobran tributos insoportables, deudas públicas internas y externas astronómicas y regulaciones asfixiantes, todo financiado naturalmente con un nivel abultadísimo de gastos para alimentar a un insaciable Leviatán.