REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Después de una pugilística campaña y una sorpresiva elección, los EU se han visto envueltos en una dramática y violenta post elección. Cuando Donald Trump, en contra de todos los pronósticos emergiera victorioso en una contienda en la cual, de forma clara y constitucional, el pueblo de los EU lo eligiera como el presidente #45, se iniciaba lo que se ha convertido una revolución de los que, cuando pierden tratan de arrebatar. Se ha llegado hasta el recuento de votos, todo ello promovido y financiado por esa mano que mueve la cuna, y con la otra firma los abultados cheques de los rebeldes.
Los inconformes, de forma violenta se han lanzado a las calles para protestar el resultado de un proceso político llevado a cabo con toda legalidad, y aceptado por los contendientes. Jamás se había atestiguado algo así en el país de la moderna república. Un movimiento que pareciera inspirado con las tácticas de nuestro estadista, El Peje, los macheteros de Atenco, o el sindicato de maestros que, a base de violencia, pretenden establecer sus propias reglas y sus impunes conductas.
Ahora, a quienes siendo mexicanos de alguna forma apoyamos a Trump, nos ha llegado la furia de Moctezuma, Cuauhtémoc, Calzonzín, quienes, ante su victoria, nos arremeten surtiendo etiquetas que van desde, enemigos del estado, traidores, vende patrias, hasta, en el caso mío, vergüenza para amigos y parientes, rechazo de mis amigos libertarios. He sido llamado clasista, racista, libertario light, anti libertario, para aterrizar como Lord Trump. Realmente me sorprende la furia y el odio con lo que los mexicanos se han lanzado a la yugular de Donald Trump. No entiendo esa actitud de mexicanos al grito de guerra, envueltos en la bandera atacando con fiereza a enemigos imaginarios, como los del loco Vidal de Sahuaripa.
Por última vez voy a tocar este tema para confesar algo que, ante los ataques, había emitido para no alborotar aún más la bitachera. Yo conocí a Donald Trump en Tucson, Arizona en 1994, a través de mi buen amigo Gary Triano, un exitoso desarrollador inmobiliario, y famoso por su muerte en la explosión de una bomba colocada en su auto. Por ese crimen, su ex esposa, Pamela Philips, paga una condena de cadena perpetua.
Asistí a una reunión en casa de Triano, con Trump y las esposas de ambos en esa época. Tuve la oportunidad de platicar con él y quedé impresionado por su sencillez, su inteligencia y profundo conocimiento de muchos temas. En los años siguientes, lo vi de nuevo en la ciudad de Nueva York, en un interesante evento de Polyconomics, firma de asesoría económica y financiera, en donde sería expositor. La participación de Trump fue brillante y con ella se identificaba como Supply-Sider. Desde entonces ya hablaba de la pesada ancla colgada al cuello de empresas y personas, representada por las abusivas cargas impositivas de EU, y cómo debían eliminarse.
Unos días antes de la elección, tuvo una concentración en Phoenix a la cual fui invitado y, aun con dudas, decidí asistir. Al terminar el evento masivo, un grupo pequeño nos reunimos con él. Aparecía un Trump totalmente diferente al rijoso de la campaña, sonriente, sin levantar la voz, sin amenazar. Platicamos extensamente sobre los temas que preocupan en estos momentos. El manejo de su parte, aun con desacuerdos, me pareció lógico, práctico y realista. Especialmente la forma en que expuso sus planes para atacar el grave problema de la deuda.
Al estar manejando de regreso a Tucson, todavía con algunas dudas, decidí darle mi voto. Tal vez, como afirman mis ex amigos, me haya equivocado, pero jamás hubiera votado la mafia de los Clinton, pues además yo siempre estuve en sintonía con Doug Casey, un gran libertario y multimillonario inversionista que afirmaba:
‘Sí, él dice muchas pendejadas, pero todos los políticos las dicen. Le estoy apostando a Trump en esta elección. No es mi candidato ideal, pero por mucho es la mejor alternativa que tenemos”.
En el caso de los violentos protestadores en EU, es bien sabido tal movimiento tiene sus maestros titiriteros que manejan los hilos de esas marionetas, pero ahora acompañados de un elemento muy alarmante. Su conducta es reflejo de la educación impartida durante muchos años en las escuelas públicas. En cierto momento, los educadores socialistas, que son mayoría, decidieron la competencia era mala, en especial para los perdedores. Procedieron entonces a implementar encuentros sin perdedores, ni ganadores. Es decir, cualquier tipo de competencia se manipula para que, en cierto momento, el resultado sea empate, así ambos participantes reciben su trofeo de ganadores.
A esa generación se les estableció un programa de: “Pase lo que pase, yo no pierdo, pues alguien me tiene que emparejar, y si no lo hacen, chillo, protesto y luego destruyo”. Ahora, si mezclamos esa poción con otra aún más venenosa, servida en la segunda etapa de su educación socialista en las universidades, tendremos una letal combinación traducida en oleadas de kamikazes reclamando su trofeo, pues a ellos les aseguraron jamás enfrentarían la derrota. Es decir, saben que perdieron, pero aun así reclaman su trofeo y salen a destrozar.
Pero la actitud de linchamiento asumida por los mexicanos, realmente no la puedo entender, y con voceros como Fox, creo nunca lo podré hacer. Condenan a Trump a priori. Es decir, lo condenan por lo que piensan hará, no por lo que ha hecho. Sin embargo, en estos momentos veo expresar miles de condolencias por la muerte de un tirano asesino como fue Fidel Castro, siendo que, si abrimos su expediente encontramos barbaridades, “que hizo,” para condenarlo mil veces. Pero el senado mexicano le hace un homenaje póstumo, sazonado con bellas odas. La Habana revienta con la presencia de “líderes mundiales” que, con lágrimas en los ojos, acuden para venerarlo y llorar su irreparable pérdida.
La condena de Trump, me hace recordar una película de ciencia ficción en la cual, una avanzada sociedad había ya adquirido la tecnología para asomarse al futuro, y de esa forma podían detectar los potenciales criminales así, en el futuro. Procedían entonces a su arresto, antes de cometerse el crimen, para luego ser enviados a inmundas prisiones por el resto de sus vidas. Trump es el gran negociador, y su libro lo confirma. El buen negociador primero pinta su raya, estilo Roberto Duran. Antes de su pelea con Sugar Ray Leonard, al momento del pesaje lo insultó, luego pasó a insultar a su esposa de forma soez. Ahí, como afirmaba Sun Tzu, la pelea estaba ganada antes de iniciarla.
Si los mexicanos canalizáramos esos odios contra quienes “ya cometieron sus delitos”, se resolverían muchos problemas. Si mis paisanos apuntan sus odios contra los responsables de la miseria y pobreza en que se encuentra el país, contra los bandidos que han saqueado las arcas públicas, contra los verdaderos dueños del narco, y por un instante abandonan esa histeria por lo que “dijo Trump hará”, tal vez su panorama ya no será tan apocalíptico.