La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación.
Gideon Rachman Financial Times
Si las nuevas políticas del presidente tienen éxito, la era Xi se recordará por el logro de su frecuentemente declarada meta de un “gran rejuvenecimiento” de la nación china. Pero si los experimentos del Sr. Xi no funcionan, es probable que su legado sea la agitación política, el estancamiento económico y la confrontación internacional.
Lo que el Sr. Xi ha hecho es esencialmente abandonar la fórmula que ha impulsado el crecimiento de China durante los últimos 30 años. Deng Xiaoping creó esa fórmula después de llegar al poder a finales de 1978, y sus sucesores la refinaron posteriormente. La fórmula consistía de tres ingredientes claves: los políticos, los económicos y los internacionales.
Con respecto a la economía, Deng y sus sucesores recalcaron las exportaciones, la inversión y la búsqueda de un crecimiento anual de dos dígitos.
En política, China se apartó del modelo carismático y dictatorial creado por Mao Zedong y se enrumbó hacia una dirección colectiva. Y en asuntos exteriores, China adoptó un enfoque modesto y prudente en cuanto al mundo que llegó a ser conocido coloquialmente en el Occidente como “ocultar y esperar”, inspirado en el famoso consejo de Deng dirigido a sus colegas de “ocultar las capacidades, esperar el momento oportuno”.
Bajo Xi — quien asumió la dirección del Partido Comunista chino hacia finales de 2012 — los tres ingredientes claves de la fórmula de Deng han cambiado. En cuanto a política, China ha vuelto a un modelo basado en un ‘hombre fuerte’: el mismo Xi. En economía, los años de crecimiento de dos dígitos se terminaron y China está buscando un nuevo modelo, uno impulsado más por el consumo interno que por las exportaciones. Y en asuntos internacionales, la era Xi ha presenciado un alejamiento del “ocultar y esperar” hacia una política exterior que desafía la dominación estadounidense de la región de Asia y el Pacífico.
Los tres grandes cambios de política tienen diferentes orígenes. En economía, el viejo modelo de crecimiento basado en las exportaciones, en las altas tasas de inversión y en los bajos salarios no podía continuar eternamente. Simplemente el tamaño de la economía china — combinado con el aumento de los costos en China y con un crecimiento más lento en el Occidente — hizo que el cambio fuera inevitable. Pero el cambio hacia un nuevo modelo es peligroso. En el período posterior a la crisis financiera de 2008, China puso en marcha un derroche insostenible de crédito y de inversión que aún pudiera culminar en una crisis financiera.
Incluso si se evita ese desagradable destino, China todavía tiene que acostumbrarse a tasas de crecimiento más bajas.
En lo que atañe a la política, durante la era pos-Mao el Partido Comunista ha buscado seguir un camino intermedio entre la dictadura y la democracia. La idea era adoptar un estilo colectivo de gobierno, con suaves transiciones de liderazgo gestionadas por el propio partido. Hu Jintao, el precursor aburrido de Xi, representaba el epítome de este sistema. Él nunca alentó un culto a la personalidad, sirvió dos términos en su cargo, y luego dejó el poder.
Xi se ha apartado de este modelo. En la actualidad, él se considera ampliamente como el líder más poderoso de China desde Mao.
Al mismo tiempo que las tensiones económicas y políticas dentro de China han aumentado bajo Xi, la política exterior del país se ha vuelto más nacionalista y más dispuesta a arriesgar una confrontación con el Occidente y con los vecinos asiáticos de China.