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Monday, November 14, 2016

Santos entra en pánico con la elección de Donald Trump

Por Mary Anastasia O'Grady

La agenda comercial de Donald Trump es extremadamente preocupante para América Latina. Sin embargo, en asuntos de seguridad regional, es probable que el enfoque del presidente electo de Estados Unidos sea un cambio bienvenido para las fuerzas democráticas del hemisferio.
Esa hipótesis cobró fuerza el sábado en la noche cuando el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, apareció en televisión para decirles a sus compatriotas que su gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) habían finalizado una versión enmendada de su acuerdo de “paz”. Santos prometió que el nuevo texto respondería a muchas de las objeciones que los colombianos tenían con la versión original, que la nación rechazó en un plebiscito celebrado el 2 de octubre.


Este es un hombre que tiene prisa. Que le haya llevado al gobierno, como lo reconoció el mandatario en su discurso, seis años de negociaciones para firmar el acuerdo al que los colombianos le dijeron “no” y apenas seis semanas para hacerlo aceptable entre sus compatriotas pone a prueba la credulidad. El propio Santos parece no creerlo, lo que explica por qué parece ahora que el mandatario ha abandonado su promesa de que cualquier acuerdo tendría que ser aprobado por una consulta popular en un proceso de votación justo. La BBC reportó el sábado en la noche que Santos acudiría sólo al Congreso, el cual controla, para convertirlo en ley.
 
Santos le dijo al país que completar el acuerdo es urgente. Sin embargo, su discurso del sábado por la noche, cuando pocos colombianos prenden el televisor, sugiere que ya no está tratando de convencer a sus compatriotas. El mandatario parece estar apostando al respaldo internacional para salvar su agenda. Para eso, requiere sellar el acuerdo antes de que el presidente Barack Obama deje la Casa Blanca.
Necesita el respaldo de alguien. El miércoles, el ex director del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de Colombia ofreció un testimonio creíble a la Corte Suprema de Justicia en Bogotá que en 2014 formó parte de un esfuerzo de campaña de reelección de Santos para desacreditar al candidato de la oposición, Óscar Iván Zuluaga, con acusaciones de escuchas telefónicas ilegales. En una elección muy reñida, Zuluaga perdió. El testimonio del investigador judicial sacudió la nación y plantea dudas sobre la legitimidad del segundo mandato de Santos.
El presidente de Colombia se ha apoyado en gran medida en Obama para avanzar su agenda de “paz”. Ese respaldo no se ha limitado a la decisión del presidente estadounidense de despachar a un enviado para que se sentara en la mesa de negociación en La Habana. En el caso de la extradición a EE.UU. del ex ministro de Agricultura de Colombia, Andrés Felipe Arias, que tendrá el jueves una audiencia en la corte federal de Distrito Sur de Florida, el Departamento de Justicia del gobierno de Obama invocará un tratado que no existe, en un intento de ayudar a Santos a poner tras las rejas a un enemigo político. Cuesta imaginar a un gobierno de Trump haciendo el mismo tipo de favores a Santos.
En 2010, Arias era un candidato líder para suceder a Álvaro Uribe Vélez en la presidencia hasta que acusaciones rebuscadas lo vincularon con un plan de corrupción que surgió misteriosamente en la prensa colombiana. Como escribí en una columna de septiembre, el ex funcionario fue luego condenado por la Corte Suprema de Justicia de beneficiar ilegalmente a terceros, a pesar de no tener evidencia de que el ex ministro tenía conocimiento del fraude o de que se enriqueció o se benefició personalmente o a su familia.
Este “delito” en Colombia no existe en las leyes de EE.UU. Un testigo clave también admitió durante el juicio que todo formaba parte de un ardid para destruir la carrera política de Arias. El ex ministro tuvo sólo una oportunidad para demostrar su inocencia ante la corte. No hay un proceso de apelación. En junio de 2014, huyó a EE.UU. y solicitó el asilo.
El 24 de agosto de este año, alguaciles federales lo detuvieron en cumplimiento del pedido de extradición de Santos. El momento del arresto en Miami —el mismo día que Santos anunció su acuerdo en La Habana, respaldado por Raúl Castro y por Obama— pareció una coincidencia poco probable dado que el gobierno de Santos había solicitado la extradición dos años antes.
Los colombianos lo interpretaron como un mensaje para Uribe, quien sigue siendo cercano a Arias, un protegido suyo, y quien lideró la oposición al acuerdo con las FARC. Habría sido demasiado arrestar a Uribe, pero la detención de Arias en EE.UU. fue un golpe para los uribistas.
El Departamento de Justicia argumenta que el ex ministro tiene que ser devuelto a Colombia en conformidad con un tratado de extradición con Colombia. Lo irónico es que la Corte Suprema de Justicia de Colombia ha fallado en dos ocasiones que el tratado, que hace un llamado a la reciprocidad, no está en efecto porque nunca fue ratificado apropiadamente. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia no lo reconoce y Santos ha declarado que no está obligado a satisfacer las solicitudes de extradición de EE.UU. Uribe ha presentado una declaración ante la corte federal en Miami argumentando que no hay tratado.
La persecución de Arias, con la ayuda de Obama, es el tipo de trucos sucios que le han restado popularidad a Santos y que han causado que pocos le tengan confianza en Colombia. Ni él mismo cree que se pueda recuperar. La apuesta de Santos es al apoyo internacional, lo cual es la razón por la que está tratando de apresurar este acuerdo mientras él y los hermanos Castro aún tengan el respaldo de Washington.

Santos entra en pánico con la elección de Donald Trump

Por Mary Anastasia O'Grady

La agenda comercial de Donald Trump es extremadamente preocupante para América Latina. Sin embargo, en asuntos de seguridad regional, es probable que el enfoque del presidente electo de Estados Unidos sea un cambio bienvenido para las fuerzas democráticas del hemisferio.
Esa hipótesis cobró fuerza el sábado en la noche cuando el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, apareció en televisión para decirles a sus compatriotas que su gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) habían finalizado una versión enmendada de su acuerdo de “paz”. Santos prometió que el nuevo texto respondería a muchas de las objeciones que los colombianos tenían con la versión original, que la nación rechazó en un plebiscito celebrado el 2 de octubre.

Monday, October 17, 2016

Santos, el Nobel ¿y ahora qué?

Por Carlos Alberto Montaner


Ganó batallas después de muerto, como se cuenta del Cid Campeador. Juan Manuel Santos obtuvo el Premio Nobel de la Paz a los cinco días de haber perdido el plebiscito en el que la mayoría de los colombianos rechazó los acuerdos suscritos con las FARC.
¿Qué sucedió? Probablemente, la decisión final haya sido tomada hace varias semanas por los miembros del Comité Noruego del Nobel. Se daba por seguro que Santos ganaría el plebiscito por un amplio margen y el Premio reforzaría su autoridad moral.


El lunes 3 de octubre, cuando supieron en Oslo que Santos había fracasado, era muy tarde para revocar la selección. Ya todo estaba dispuesto y encaminado. Al fin y al cabo, el testamento de Alfred Nobel ordenaba que se galardonara a quien “más o mejor” haya luchado por la paz. De acuerdo con el veredicto de los colombianos, Santos no lo había hecho bien, pero llevaba varios años de esfuerzos.
No obstante, la concesión del Nobel llega en un momento extraño. El presidente Santos no acaba de entender que los acuerdos de paz fueron anulados por la decisión soberana del pueblo colombiano. En el plebiscito se les preguntaba si aprobaban o rechazaban los pactos consignados en el documento de 297 páginas y, contra todo pronóstico, los rechazaron. Esos acuerdos no existen, salvo como experiencia para comenzar de cero una nueva negociación.
Santos pudo fragmentar los pactos en diversas categorías y establecer un referéndum para que el pueblo decidiera lo que le parecía bien o mal, pero, como audaz jugador de póker que es, decidió jugárselo todo a la carta del plebiscito, convencido de que no podía perder.
Con el objeto de triunfar, comprometió todos los recursos del Estado, dispuso ingentes sumas de dinero para propaganda, alineó tras su proyecto a figuras como el papa Francisco, al canciller norteamericano John Kerry, el rey de España Juan Carlos I, y hasta organizó una curiosa ceremonia en Cartagena en la que todos vistieron de blanco, el color de la paz, incluido “Timochenko”, el jefe máximo de las FARC, dueño de una espeluznante y violenta biografía.
Los partidarios del NO, en cambio, apenas tuvieron recursos, pero se movieron febrilmente por medio de las redes sociales, convencidos de que, si se aprobaban los acuerdos firmados en Cartagena y en La Habana, no sobrevendría la paz, sino un esperpento totalitario como el venezolano o el cubano. Se estaban jugando el modelo de Estado. Las FARC iban a lograr por otros medios lo que no habían conseguido por las armas.
Los acuerdos de paz suspendían la separación de poderes, anulaban el código penal, terminaban con el principio democrático de que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley, y le otorgaban graciosamente a los narcoguerrilleros, además de subsidios cuantiosos, varios escaños en el parlamento, mientras los crímenes atroces cometidos por las FARC quedaban impunes bajo el manto benévolo de una justicia transitoria que tenía todos los síntomas de convertirse en injusticia permanente.
Por otra parte, las medidas se parecían sospechosamente a las tomadas por Hugo Chávez en Venezuela para desmontar el Estado de Derecho propio de las democracias liberales. Santos, incluso, sería dotado de una especie de “ley habilitante” que le serviría para guiar a la nueva Colombia por una senda parecida. No en balde, los asesores de las FARC, que acabaron siéndolo de todos, eran los mismos comunistas españoles que construyeron la jaula jurídica en Venezuela.
¿Por qué fracasó Santos con su plebiscito si lo tenía todo “atado y bien atado”? Al menos, por cinco razones: porque su popularidad es de apenas un 21%, la más baja de todos los presidentes democráticos; porque la situación económica del país es muy mala y los colombianos le pasaron la cuenta; porque el NO lo encabezaron Álvaro Uribe, el político más valorado del país, y el respetado expresidente Andrés Pastrana; por la inmensa tarea pedagógica de figuras como Fernando Londoño, Plinio Apuleyo Mendoza e Iván Duque; y porque los acuerdos, realmente, eran muy perjudiciales para el país.
Ojalá que Santos advierta que no puede ignorar la voluntad de sus compatriotas expresada en las urnas. Recibió el Nobel de la Paz, no un permiso para hacer lo que le dé la gana.
El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.

Santos, el Nobel ¿y ahora qué?

Por Carlos Alberto Montaner


Ganó batallas después de muerto, como se cuenta del Cid Campeador. Juan Manuel Santos obtuvo el Premio Nobel de la Paz a los cinco días de haber perdido el plebiscito en el que la mayoría de los colombianos rechazó los acuerdos suscritos con las FARC.
¿Qué sucedió? Probablemente, la decisión final haya sido tomada hace varias semanas por los miembros del Comité Noruego del Nobel. Se daba por seguro que Santos ganaría el plebiscito por un amplio margen y el Premio reforzaría su autoridad moral.

Monday, October 3, 2016

Nobel de la paz no irá para Santos ni líder de FARC tras fracaso en plebiscito

By: Julián Villabona Galarza -

Colombia no obtendrá el premio Nobel de Paz este año (YouTube)
Colombia no obtendrá el premio Nobel de Paz este año (YouTube)
Tras la victoria del “no” en el plebiscito para la paz, mecanismo bajo el cual los colombianos rechazaron los acuerdos entre el Gobierno Nacional y las FARC, expertos que se encargan de hacer las nominaciones al premio Nobel de paz, anunciaron que los nombres de Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño alias ‘Timochenko’, jefe máximo de las FARC, fueron retirados.
El anuncio fue hecho por la agencia de noticias Reuters, que asegura que Kristian Berg Harpbiken, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo en Noruega, sostuvo que la nominación de Colombia al Nobel de paz quedaba fuera de concurso gracias a los resultados del plebiscito el día domingo dos de octubre.



Según el investigador el acuerdo logrado entre el Gobierno colombiano y las FARC está por fuera de cualquier lista creíble, por lo que lo descarta que el país sudamericano pueda recibir el premio este viernes siete de agosto.

Hace unos días, el historiador de los premios Nobel Asle Sveen, había asegurado que Colombia tenía grandes posibilidades de recibir el premio Nobel de paz y que Santos y Timochenko por obvias razones eran los candidatos al premio más obvios que había visto. Sin embargo, también aseguró que de ganar el “no” podía ser descartado, hecho que estaría sucediendo en este momento.
De hecho, el propio Sveen dijo este lunes tres de octubre, un día después del plebiscito, que el proceso de paz estaba fuera de la cuestión y dice que el candidato más opcionado a ganar el premio  es el acuerdo entre las grandes potencias e Irán, que levantó las sanciones económicas a ese país con la condición de que Teherán regulara su programa nuclear.
Tras descartar a Santos y ‘Timochenko’, en la lista quedan algunas personalidades con mucha opción de ganar el premio como el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, el jefe de política exterior de la Unión Europea, Frederica Mogherini (quienes colaboraron con el acuerdo entre Santos y las FARC) y el canciller iraní Mohammed Javad Zarif.

Nobel de la paz no irá para Santos ni líder de FARC tras fracaso en plebiscito

By: Julián Villabona Galarza -

Colombia no obtendrá el premio Nobel de Paz este año (YouTube)
Colombia no obtendrá el premio Nobel de Paz este año (YouTube)
Tras la victoria del “no” en el plebiscito para la paz, mecanismo bajo el cual los colombianos rechazaron los acuerdos entre el Gobierno Nacional y las FARC, expertos que se encargan de hacer las nominaciones al premio Nobel de paz, anunciaron que los nombres de Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño alias ‘Timochenko’, jefe máximo de las FARC, fueron retirados.
El anuncio fue hecho por la agencia de noticias Reuters, que asegura que Kristian Berg Harpbiken, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo en Noruega, sostuvo que la nominación de Colombia al Nobel de paz quedaba fuera de concurso gracias a los resultados del plebiscito el día domingo dos de octubre.


Friday, September 30, 2016

Santos les hace trampa a los colombianos

Por Mary Anastasia O'Grady

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La paradoja de la política de relaciones exteriores del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es que sus compromisos con los enemigos de la libertad en busca de la paz están dejando al mundo más violento, polarizado y peligroso. Esto es especialmente cierto en América Latina.
El 2 de octubre, Colombia realizará una consulta popular en la que los ciudadanos tendrán la oportunidad de aprobar o rechazar un acuerdo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo designado por el Departamento de Estado de EE.UU. como una organización terrorista. El acuerdo, respaldado por el presidente Obama, les otorga amnistía a las FARC por sus crímenes de guerra, que incluyen el reclutamiento de miles de niños soldados, masacres de pueblos, asesinatos políticos, bombardeos y secuestros.


Bajo el pacto, negociado y firmado en La Habana, las FARC también recibirán escaños en el congreso sin necesidad de someterse a elecciones y beneficios sociales. El grupo recibirá también decenas de estaciones de radio con el fin de que pueda diseminar su propaganda, un privilegio que no tiene ningún otro partido político.
El acuerdo no requiere que las FARC paguen ninguna reparación financiera a sus víctimas, a pesar de que los capos narcoterroristas tienen un patrimonio estimado en los miles de millones de dólares. Las reparaciones serán pagadas por ciudadanos que respetan la ley a través de aumentos significativos de los impuestos. Las FARC han dicho que no entregaran sus armas hasta que todo esté listo. Entre tanto, recibirán armas y capacitación para hacer cumplir el acuerdo.
¿Qué podría salir mal?
Pregúntele a los cubanos que han tenido que aguantar las consecuencias de otro proyecto con el que Obama busca cimentar su legado: la decisión en 2014 de normalizar las relaciones con la dictadura militar y aumentar el intercambio económico de EE.UU. con la isla. Desde entonces, la represión en Cuba se ha disparado, y el gobierno se ha vuelto más audaz en sus actividades conjuntas con estados peligrosos como Corea del Norte.
Venezuela es también más brutal desde que Obama intentó mejorar las relaciones con Hugo Chávez en 2009. Recientemente, el Departamento de Estado ha pasado meses titubeando sobre “diálogos” entre la asediada oposición y el régimen militar del país respaldado por Cuba, cuando Washington pudo haber estado aumentando la presión internacional para un regreso a la democracia.
El apoyo de Obama al acuerdo entre Colombia y las FARC completa la trifecta latinoamericana. En 2009, Colombia estaba unida contra las FARC y celebrando su casi derrota en el campo de batalla liderada por el presidente Álvaro Uribe Vélez.
Ahora el país está siendo dividido por la firma del acuerdo, que es prácticamente una rendición, y por tácticas de intimidación maliciosas del gobierno diseñadas para silenciar a quienes disienten y obligar a los colombianos a tragarse el pacto. El presidente Santos está abiertamente comprando votos al prometer a poblaciones alrededor del país de que si votan por el “sí” canalizará fondos del gobierno a sus municipios. Puede que el mandatario tenga suficientes trucos electorales bajo la manga para producir una declaración de victoria oficial. Pero solo un tonto creería que producirá la paz.
Los colombianos no confían en Santos porque el presidente tiene problemas para cumplir su palabra, decir la verdad y ajustarse a la ley. He sido testigo de primera mano de esto.
Hablé por teléfono con él en septiembre de 2012, justo después de que filtraciones de prensa lo obligaron a admitir que había estado negociando con las FARC en Cuba por casi un año. Había promedio públicamente que nunca negociaría hasta que las FARC dejaran las armas.
En nuestra conversación telefónica, dijo que cualquier acuerdo con las FARC estaría sujeto a aprobación de los colombianos en un referendo. Este proceso, como se define en Colombia, consistiría de varias preguntas para permitir que el electorado rechazara aspectos del acuerdo.
Pero cuando el presidente se dio cuenta de que si los colombianos tenían el poder de decidir sobre su propio destino, no aceptarían las exigencias de las FARC, incumplió su promesa. El mandatario anunció que en su lugar realizaría un plebiscito con una sola pregunta a favor o en contra de la totalidad del acuerdo.
Dada su amplia impopularidad, era poco probable que el plebiscito de Santos obtuviera el 50% de participación necesario para ser válido. Así que realizó otro truco al lograr que el Congreso colombiano redujera el umbral de participación necesario a 13%.
La Corte Constitucional, que se inclina hacia la izquierda, permitió todo esto. Pero también dijo que la pregunta de la consulta no podía ser redactada en términos de votar a favor o en contra del acuerdo de paz. Santos respondió que podía hacer la pregunta como quisiera.
El acuerdo consta de 297 páginas y no es especulación sugerir que pocos colombianos lo leerán. En lugar de eso, tendrán que responder a la pregunta de “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. Como lo ha observado el ex viceministro de Justicia Rafael Nieto, la redacción viola directamente la orden de la Corte Constitucional. También evita mencionar tanto a las odiadas FARC como al poco popular Santos. Tal vez más indignante es el hecho de que engaña al púbico sobre las posibilidades de paz, porque los disidentes de las FARC, sus socios delincuentes en el negocio del narcotráfico y el otro grupo guerrillero, el ELN, seguirán activos.
La familia criminal de los Castro quiere a toda costa este acuerdo, lo cual puede ser la única forma de explicar por qué Obama quiere ponerle el sello de aprobación de EE.UU.

Santos les hace trampa a los colombianos

Por Mary Anastasia O'Grady

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La paradoja de la política de relaciones exteriores del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es que sus compromisos con los enemigos de la libertad en busca de la paz están dejando al mundo más violento, polarizado y peligroso. Esto es especialmente cierto en América Latina.
El 2 de octubre, Colombia realizará una consulta popular en la que los ciudadanos tendrán la oportunidad de aprobar o rechazar un acuerdo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo designado por el Departamento de Estado de EE.UU. como una organización terrorista. El acuerdo, respaldado por el presidente Obama, les otorga amnistía a las FARC por sus crímenes de guerra, que incluyen el reclutamiento de miles de niños soldados, masacres de pueblos, asesinatos políticos, bombardeos y secuestros.

Monday, September 26, 2016

Santos les hace trampa a los colombianos

Mary Anastasia O'Grady estima que la consulta popular sobre el acuerdo de paz que Santos ha negociado con las FARC, está realizándose de manera inconstitucional y poco transparente.

Mary Anastasia O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
La paradoja de la política de relaciones exteriores del presidente de EE.UU., Barack Obama, es que sus compromisos con los enemigos de la libertad en busca de la paz están dejando al mundo más violento, polarizado y peligroso. Esto es especialmente cierto en América Latina.
El 2 de octubre, Colombia realizará un consulta popular en la que los ciudadanos tendrán la oportunidad de aprobar o rechazar un acuerdo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo designado por el Departamento de Estado de EE.UU. como una organización terrorista. El acuerdo, respaldado por el presidente Obama, les otorga amnistía a las FARC por sus crímenes de guerra, que incluyen el reclutamiento de miles de niños soldados, masacres de pueblos, asesinatos políticos, bombardeos y secuestros.



Bajo el pacto, negociado y firmado en La Habana, las FARC también recibirán escaños en el congreso sin necesidad de someterse a elecciones y beneficios sociales. El grupo recibirá también decenas de estaciones de radio con el fin de que pueda diseminar su propaganda, un privilegio que no tiene ningún otro partido político.
El acuerdo no requiere que las FARC paguen ninguna reparación financiera a sus víctimas, a pesar de que los capos narcoterroristas tienen un patrimonio estimado en los miles de millones de dólares. Las reparaciones serán pagadas por ciudadanos que respetan la ley a través de aumentos significativos de los impuestos. Las FARC han dicho que no entregaran sus armas hasta que todo esté listo. Entre tanto, recibirán armas y capacitación para hacer cumplir el acuerdo.
¿Qué podría salir mal?
Pregúntele a los cubanos que han tenido que aguantar las consecuencias de otro proyecto con el que Obama busca cimentar su legado: la decisión en 2014 de normalizar las relaciones con la dictadura militar y aumentar el intercambio económico de EE.UU. con la isla. Desde entonces, la represión en Cuba se ha disparado, y el gobierno se ha vuelto más audaz en sus actividades conjuntas con estados peligrosos como Corea del Norte.
Venezuela es también más brutal desde que Obama intentó mejorar las relaciones con Hugo Chávez en 2009. Recientemente, el Departamento de Estado ha pasado meses titubeando sobre “diálogos” entre la asediada oposición y el régimen militar del país respaldado por Cuba, cuando Washington pudo haber estado aumentando la presión internacional para un regreso a la democracia.
El apoyo de Obama al acuerdo entre Colombia y las FARC completa la trifecta latinoamericana. En 2009, Colombia estaba unida contra las FARC y celebrando su casi derrota en el campo de batalla liderada por el presidente Álvaro Uribe Vélez.
Ahora el país está siendo dividido por la firma del acuerdo, que es prácticamente una rendición, y por tácticas de intimidación maliciosas del gobierno diseñadas para silenciar a quienes disienten y obligar a los colombianos a tragarse el pacto. El presidente Santos está abiertamente comprando votos al prometer a poblaciones alrededor del país de que si votan por el “sí” canalizará fondos del gobierno a sus municipios. Puede que el mandatario tenga suficientes trucos electorales bajo la manga para producir una declaración de victoria oficial. Pero solo un tonto creería que producirá la paz.
Los colombianos no confían en Santos porque el presidente tiene problemas para cumplir su palabra, decir la verdad y ajustarse a la ley. He sido testigo de primera mano de esto.
Hablé por teléfono con él en septiembre de 2012, justo después de que filtraciones de prensa lo obligaron a admitir que había estado negociando con las FARC en Cuba por casi un año. Había promedio públicamente que nunca negociaría hasta que las FARC dejaran las armas.
En nuestra conversación telefónica, dijo que cualquier acuerdo con las FARC estaría sujeto a aprobación de los colombianos en un referendo. Este proceso, como se define en Colombia, consistiría de varias preguntas para permitir que el electorado rechazara aspectos del acuerdo.
Pero cuando el presidente se dio cuenta de que si los colombianos tenían el poder de decidir sobre su propio destino, no aceptarían las exigencias de las FARC, incumplió su promesa. El mandatario anunció que en su lugar realizaría un plebiscito con una sola pregunta a favor o en contra de la totalidad del acuerdo.
Dada su amplia impopularidad, era poco probable que el plebiscito de Santos obtuviera el 50% de participación necesario para ser válido. Así que realizó otro truco al lograr que el Congreso colombiano redujera el umbral de participación necesario a 13%.
La Corte Constitucional, que se inclina hacia la izquierda, permitió todo esto. Pero también dijo que la pregunta de la consulta no podía ser redactada en términos de votar a favor o en contra del acuerdo de paz. Santos respondió que podía hacer la pregunta como quisiera.
El acuerdo consta de 297 páginas y no es especulación sugerir que pocos colombianos lo leerán. En lugar de eso, tendrán que responder a la pregunta de “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. Como lo ha observado el ex viceministro de Justicia Rafael Nieto, la redacción viola directamente la orden de la Corte Constitucional. También evita mencionar tanto a las odiadas FARC como al poco popular Santos. Tal vez más indignante es el hecho de que engaña al púbico sobre las posibilidades de paz, porque los disidentes de las FARC, sus socios delincuentes en el negocio del narcotráfico y el otro grupo guerrillero, el ELN, seguirán activos.
La familia criminal de los Castro quiere a toda costa este acuerdo, lo cual puede ser la única forma de explicar por qué Obama quiere ponerle el sello de aprobación de EE.UU.

Santos les hace trampa a los colombianos

Mary Anastasia O'Grady estima que la consulta popular sobre el acuerdo de paz que Santos ha negociado con las FARC, está realizándose de manera inconstitucional y poco transparente.

Mary Anastasia O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
La paradoja de la política de relaciones exteriores del presidente de EE.UU., Barack Obama, es que sus compromisos con los enemigos de la libertad en busca de la paz están dejando al mundo más violento, polarizado y peligroso. Esto es especialmente cierto en América Latina.
El 2 de octubre, Colombia realizará un consulta popular en la que los ciudadanos tendrán la oportunidad de aprobar o rechazar un acuerdo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo designado por el Departamento de Estado de EE.UU. como una organización terrorista. El acuerdo, respaldado por el presidente Obama, les otorga amnistía a las FARC por sus crímenes de guerra, que incluyen el reclutamiento de miles de niños soldados, masacres de pueblos, asesinatos políticos, bombardeos y secuestros.


Monday, June 20, 2016

Santos juega peligrosamente con las FARC y el régimen de Maduro

¿Cómo ha influido Santos sobre el Presidente de Argentina, Mauricio Macri, cuyo papel es fundamental en el ajedrez político latinoamericano?

macri-santoscolombia
¿Qué papel jugó Santos en la pasajera posición de Macri en contra de Almagro en la OEA? (Diario Chaco)
¿De dónde surgió la declaración conjunta de Mauricio Macri, Presidente de Argentina, y su homólogo colombiano Juan Manuel Santos a favor del referendo revocatorio contra Nicolás Maduro en Venezuela?
Durante su campaña a la presidencia de Argentina en el 2015, Mauricio Macri pronunció duras palabras contra el Socialismo del Siglo XXI, declarando en octubre que, bajo los Kirchner, su país “caminó bordes peligrosos, chavistas, digamos…”
Macri también criticó directamente al régimen venezolano de Nicolás Maduro. Tras las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela, el entonces presidente electo Macri dijo que tenía “la esperanza de que pronto sean liberados los presos políticos y eso abra un camino prometedor para la democracia en Venezuela”.
Como presidente electo, Macri también declaró que impulsaría la suspensión de Venezuela de Mercosur al aplicar la Cláusula Democrática de ese organismo en contra del régimen de Maduro. El 22 de diciembre, en la cumbre de jefes de Estado de Mercosur en Paraguay, Macri dijo que “no puede haber lugar para la persecución política por razones ideológicas y la privación ilegítima de la libertad por pensar distinto”.



Para la oposición venezolana, de hecho, el triunfo definitivo de Macri el 22 de noviembre fue extremadamente alentador tan solo dos semanas antes de las elecciones parlamentarias en el país. Se podría argumentar, de hecho, que la derrota del kirchnerismo en Argentina les dio a las fuerzas opositoras el último impulso necesario para restarle el control de la Asamblea Nacional al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) por primera vez desde 1999, cuando Hugo Chávez subió al poder.
Al inicio del 2016, era evidente que, durante el año siguiente, Nicolás Maduro tendría que luchar por su sobrevivencia política. Mientras las encuestas mostraban – y muestran – un altísimo nivel de rechazo de los ciudadanos hacia Maduro, la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) movilizó a su nueva mayoría parlamentaria para lanzar un referendo revocatorio en contra del mandamás venezolano.
Cuando el régimen de Maduro intentó obstaculizar el proceso constitucional del referendo – inclusive patrocinando una brutal violencia paramilitar contra la ciudadanía y los políticos opositores – el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, empezó a tomar las medidas iniciales para invocar la Carta Democrática contra Venezuela, con lo cual el país sería suspendido de la OEA.
La postura contundente de Almagro en contra de Maduro – o más bien a favor de la democracia venezolana – fue sorprendente por dos razones. En primer lugar, el Secretario General no es un representante de “la derecha imperialista” que Hugo Chávez denunciaba en sus paranoicos discursos. Almagro, de hecho, fue el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de izquierda del ex-Presidente Pepe Mujica, la actual vedette de los socialistas latinoamericanos. El Frente Amplio de Uruguay, el partido al que pertenece Almagro, es, según Wikipedia, una “fuerza política uruguaya con definición democrática, artiguista, antioligárquica y antiimperialista ubicada a la izquierda del espectro político”.
Por otro lado, la OEA misma no se ha destacado por oponerse a los regímenes autoritarios de la región. Desde que existe, la OEA ha sido una entidad burocrática sin autoridad real, un club diseñado para que diplomáticos latinoamericanos – o políticos nombrados a dedo por el presidente de turno – puedan vivir cómodamente a costa del fisco en la parte rica de la capital del odiado imperio estadounidense. Como escribió el periodista colombiano Ramiro Andrade Teran en el 2010:
¿Para qué sirve la OEA? Para nada. Está quebrada y si se acaba los únicos damnificados serían los 34 embajadores y el ejército de burócratas de alto nivel que se desviven por permanecer en la bella Washington. Es un organismo inútil y costoso con 62 años de existencia que poco, o nada, ha dejado en su historia.
Dada la histórica irrelevancia de la OEA – Andrade Teran nota que ni siquiera fue capaz de prevenir la “Guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras – fue realmente asombroso presenciar la iniciativa de Almagro a favor de los derechos fundamentales de los venezolanos. Como escribió la analista uruguaya Hana Fischer en el PanAm Post:
Algunos mandatarios o expresidentes, para evitar condenar al chavismo -hacia el cual sentían una indisimulable admiración-, se escudaban en el ‘principio de no intervención’ ante los asuntos internos de otros países. Hipocresía que ha quedado reiteradamente de manifiesto, al constatar que esa postura es muy selectiva…
La decente actitud de Almagro dejó al descubierto la cobardía, hipocresía y falta de auténticas convicciones democráticas de la mayoría de las jerarquías nacionales e internacionales de Latinoamérica.
Como el niño de la fábula, con voz alta y clara, el Secretario General de la OEA gritó: ‘¡El rey está desnudo!’
Era de esperar que varios países miembros de la OEA resistieran la invocación de la Carta Democrática contra Venezuela. Después de todo, durante la década pasada, cuando el precio del petróleo superaba con creces los USD $100 por barril, Hugo Chávez prácticamente les regalaba 200 mil barriles de crudo a 13 países de la región diariamente, y su motivación era precisamente contar con el apoyo incondicional de sus nuevas colonias en organismos internacionales como la OEA.
No obstante, tanto la oposición venezolana como algunos analistas internacionales resultaron extrañados al enterarse que el país que realmente estaba frenando la aplicación de la Carta Democrática contra Venezuela en la OEA no era ni el Ecuador de Rafael Correa, ni la Bolivia de Evo Morales, ni la Nicaragua de Daniel Ortega, sino la Argentina de Mauricio Macri.
El primero de junio, la Ministra de Relaciones Exteriores de Argentina, Susana Malcorra, dijo que la aplicación de la Carta Democrática de la OEA para Venezuela no ayudaría al país a superar su crisis actual. Malcorra agregó que era necesario un “diálogo” entre las partes, oposición y gobierno, como si, desde el punto de vista de la oposición, fuera posible dialogar con los caimacanes de un régimen autoritario que envían a sus matones a agredir físicamente a parlamentarios que protestan pacíficamente, como ocurrió unos días después cuando Julio Borges fue víctima de los colectivos chavistas.
La repentina actitud pusilánime del gobierno argentino era especialmente preocupante porque su emajador ante la OEA, Juan José Arcuri, preside sobre el Consejo Permanente de la organización y, como tal, él debe convocar cualquier discusión oficial acerca de Venezuela. El 7 de junio, Almagro le dijo al diario británico The Guardian que Arcuri se resistía a “sostener esfuerzos para llamar a una Asamblea General para poder discutir la crisis humanitaria de Venezuela”. Almagro agregó que Arcuri
ha utilizado su cargo de presidente del Consejo Permanente del organismo regional para retrasar y desviar la decisión de invocar el artículo 20 de la Carta Democrática de la organización, lo que puede llevar a la suspensión (de Venezuela).
Como reportó el PanAm Post, la queja de Almagro coincidió con la sospecha de que Macri intentaba “llegar a un acuerdo con el régimen chavista en Caracas sobre el nombramiento del próximo secretario general de las Naciones Unidas (ONU). Algunos analistas han sugerido que Macri está en busca del apoyo para la canciller argentina, Susana Malcorra”, quien solía dirigir el gabinete de Ban Ki Moon, el actual Secretario General de la ONU. Malcorra se postuló oficialmente para el cargo el último 21 de mayo.
Con los procedimientos de la OEA estancados – el 15 de junio, 19 países apoyaron la petición de Venezuela ante la Asamblea General de evaluar la actuación de Almagro – el juego diplomático en Latinoamérica dio otro giro inesperado. El 16 de junio, Macri, quien se encontraba en una visita oficial en Bogotá, declaró junto al Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que debe llevarse a cabo un referendo revocatorio contra Maduro en Venezuela este mismo año. Este pronunciamiento vino tres días después de que Macri se reuniera con el líder opositor venezolano Henrique Capriles, tres veces candidato presidencial contra Chávez y Maduro.
Aunque la declaración conjunta de Macri y Santos aún contiene referencias a un intento de diálogo entre el régimen chavista y la oposición, es evidente que su apoyo a un referendo revocatorio contra Maduro en el 2016 deja al mandamás venezolano de nuevo contra las cuerdas, justo cuando parecía que podría respirar tranquilo.
Aparentemente, Macri percibió que estaba pagando un alto costo político — y que su misma reputación estaba en peligro —a raíz de las duras críticas que recibió a nivel internacional, en la prensa y en redes sociales por su política en la OEA. De hecho, la actitud tenue ante el régimen de Venezuela perdió toda credibilidad el 7 de junio, cuando el Parlamento Europeo pasó una resolución exigiendo la liberación inmediata de todos los presos políticos en Venezuela y el respeto tanto al Estado de derecho, como a la separación de poderes y a la constitución, la cual permite el referendo revocatorio. La medida fue aprobada por 501 eurodiputados, entre ellos los socialistas europeos. Entre los meros 94 votos en contra y 73 abstenciones estaba la facción de Podemos, el partido de izquierda español acusado de financiarse con fondos del chavismo. Como reportó el PanAm Post,
El texto redactado (en el Parlamento Europeo) menciona a más de dos mil personas encarceladas, con casa por cárcel o con investigaciones abiertas por razones políticas, entre ellas los líderes de oposición Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos. Los 501 parlamentarios también expresaron su ‘grave preocupación’ por el deterioro de la democracia, los derechos humanos y la economía en Venezuela, refiriéndose a la ‘seria crisis humanitaria’ que enfrenta el país.
Tan solo un día antes, Leopoldo López, el líder del partido Voluntad Popular que se encuentra preso desde el 2014, había rechazado la propuesta del ex-Presidente español José Luis Rodríguez Zapatero de que los presos políticos venezolanos podrían recuperar su libertad a cambio de que se cancele el referendo revocatorio contra Maduro. Rodríguez Zapatero se reunió con López en la prisión de Ramo Verde como enviado de Unasur, una burocracia suramericana creada por la iniciativa de Hugo Chávez y actualmente dirigida por Ernesto Samper, un ex-presidente de Colombia cuya campaña fue financiada por el narcotráfico y cuyas simpatías políticas son abiertamente chavistas.
Macri y sus asesores también han debido notar el hecho de que la crisis humanitaria en Venezuela se ha convertido en uno de los grandes temas de la prensa mundial. Inclusive medios poderosos de centro-izquierda como el New York Times, que en el 2007 publicaba editoriales con títulos como “Gracias al Señor Chávez“, ahora saca reportajes con titulares como “Mueren los recién nacidos y faltan las medicinas: el colapso del sistema de salud en Venezuela“. Esta es una buena señal de que los formadores de la opinión pública mundial han cambiado su tono ante el socialismo chavista, y lo hacen justo cuando es innegable la catástrofe social de proporciones colosales que la Revolución Bolivariana ha causado en Venezuela.
De aquí surge el cambio de rumbo de Macri. Aunque amplios sectores de la oposición venezolana desconfían de Capriles por su tradicional postura conciliatoria frente a Chávez y Maduro y su total falta de pensamiento estratégico, el actual gobernador del estado de Miranda sigue siendo la figura más visible de la oposición en el extranjero. Al invitar a Capriles a Buenos Aires y al publicitar su reunión con él en la Casa Rosada vía Twitter, Macri le anunció al mundo que, tras unos meses de titubeos, su defensa de la democracia en Venezuela sigue siendo sólida.
Por otro lado, el pronunciamiento de Santos a favor del referendo revocatorio contra Maduro es del todo imprevisto. Santos, de hecho, ha sido quizá el mejor ejemplo del presidente pusilánime que no se pronuncia acerca de la represión en Venezuela escudándose en el “principio de no intervención”, inclusive cuando colombianos – tanto estudiantes como residentes en el país vecino – han sufrido las agresiones del régimen de Maduro.
Como le dijo Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, al PanAm Post en Bogotá el 20 de mayo:
Necesitamos que el presidente Santos se pronuncie contundentemente… Ojalá lo haga en favor de todos los venezolanos porque de verdad que un pronunciamiento enfático de Colombia y de Brasil en este, el momento más oscuro que vive Venezuela en toda su historia, daría una luz de esperanza…
Mi mensaje al Presidente Santos y a los demás mandatarios del continente es que llegó la hora de alzar la voz. Es hora de pronunciarse de manera más fuerte y más contundente sobre la violación de derechos humanos en Venezuela… Necesitamos que se pronuncien en forma contundente y en bloque apoyando las declaraciones de Luis Almagro, secretario General de la OEA.
Santos ha sido excesivamente cauteloso frente a los asuntos venezolanos porque el gobierno de Nicolás Maduro es uno de los garantes de la negociación entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, las cuales se llevan a cabo desde el 2012 en La Habana, Cuba. Los vínculos entre las FARC y el gobierno chavista son históricos. Como escribe Insight Crime,
Venezuela es una base de operaciones vital para las FARC, y tres de sus bloques están presentes en ese país. Venezuela le brinda a la guerrilla importantes corredores para exportar drogas y un refugio de la presión de las fuerzas de seguridad colombianas, un lugar donde pueden llevar a cabo sus entrenamientos y rebastecerse con armas.
Venezuela también es un jugador clave en la mesa de negociación en La Habana, y Santos ha percibido muy bien que, si se cae Maduro, se cae su proceso de paz, la principal apuesta de su presidencia. ¿Por qué, entonces, ha decidido pronunciarse junto a Macri a favor del referendo revocatorio en Venezuela?
Sin duda, Santos sabe que, ante la gravedad de la crisis humanitaria en Venezuela, su postura tradicional de no interferencia es impresentable. Posiblemente percibe también que Maduro tiene los días en el poder contados. Por ende a Santos sobre todo le conviene buscar una salida temporal para el problema de Venezuela, blindando su proceso de paz al asegurarse de que las FARC cuenten con ciertas garantías y, sobre todo, que sus santuarios en Venezuela sigan siendo protegidos.
Como suele pasar en la OEA y en los asuntos diplomáticos latinoamericanos en general, el elefante en el salón es Estados Unidos y, en este caso, su Secretario de Estado, John Kerry, cuya administración ha implementado junto a Colombia una estrategia conjunta que consiste de tres elementos: lograr un acuerdo de paz con las FARC; reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba tras más de cinco décadas de embargo; apaciguar al régimen de Maduro en Venezuela para garantizar el éxito de las negociaciones con la guerrilla colombiana.
Desde el punto de vista tanto de la administración de Obama como de Juan Manuel Santos, un acuerdo provisional en Venezuela entre el chavismo y la oposición sería el mejor escenario posible para ganar tiempo mientras se concreta el ingreso de las Farc al Estado colombiano. Por ende, es de suponer que Kerry, Santos y la Cancillería colombiana —a través de su gran aliado Ernesto Samper—,  están realmente detrás del fallido intento de mediación de Rodríguez Zapatero y Unasur, el cual Leopoldo López rechazó valientemente. Esto también explicaría el temporal cambio de actitud de Macri frente a Venezuela y su pasajero apoyo a un imposible diálogo entre la oposición y Maduro.
En su ambición por hacer nombrar a Malcorra como secretaria general de la ONU, Macri necesita no solo el voto de Venezuela, sino también el de Colombia. Cabe recordar que la candidata con mayor posibilidad de derrotar a Malcorra en la ONU es la mexicana Alicia Bárcena, quien actualmente dirige la Cepal. Colombia, cuyos vínculos con México son fuertes, sobre todo después de la fundación de la Alianza del Pacífico en el 20111, podría fácilmente apoyar a Bárcena mas no a Malcorra. Por lo tanto es probable que la pasajera posición de Macri contra Almagro haya sido parte de una estrategia urdida en el Palacio de Nariño, donde Santos condicionaba su voto por Malcorra a la continuación del apaciguamiento de Maduro.
Cuando Macri reafirmó su posición original en contra del autoritarismo del régimen chavista, Santos no tuvo opción aparte de pronunciarse también a favor del referendo revocatorio en Venezuela. Sin embargo, sus intereses políticos inmediatos siguen vinculados a la permanencia de Maduro en el poder. Es decir, el repentino apoyo de Santos a la oposición venezolana no puede ser más que una fachada, una pose de cara al exterior precipitada por su creciente desesperación política.
El pasado jueves, 16 de junio, Santos declaró durante su discurso en el Foro Económico Mundial en Medellín que tenía
“información amplísima de que (los líderes de las FARC) están preparados para volver a la guerra y la guerra urbana, que es más demoledora que la guerra rural”.
Las declaraciones del presidente fueron interpretadas por gran parte de la opinión pública colombiana como una forma de amenaza o chantaje a la población, cuya mayoría piensa que el proceso de paz entre Santos y las FARC va por mal camino. Pero, más allá de su aprobación política, ¿pensó Santos cómo afectarían sus predicciones de cataclismo a la economía colombiana? ¿Pensó que puede haber un congelamiento total de las inversiones en el país mientras se define si hay acuerdo con la guerrilla, el cual puede ser derrotado en las urnas?  ¿Pensó que, en caso de que se caiga el acuerdo, sus palabras pueden causar un pánico financiero y una fuga masiva de capitales de Colombia?
El juego de Santos con las FARC, el régimen de los Castro en Cuba y la Venezuela chavista siempre ha sido peligroso, pero nunca tanto como ahora, cuando el mismo chavismo que las FARC quieren implementar en Colombia tiene al país vecino sometido al hambre, el tradicional método de control poblacional de los regímenes autoritarios de izquierda.

Santos juega peligrosamente con las FARC y el régimen de Maduro

¿Cómo ha influido Santos sobre el Presidente de Argentina, Mauricio Macri, cuyo papel es fundamental en el ajedrez político latinoamericano?

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¿Qué papel jugó Santos en la pasajera posición de Macri en contra de Almagro en la OEA? (Diario Chaco)
¿De dónde surgió la declaración conjunta de Mauricio Macri, Presidente de Argentina, y su homólogo colombiano Juan Manuel Santos a favor del referendo revocatorio contra Nicolás Maduro en Venezuela?
Durante su campaña a la presidencia de Argentina en el 2015, Mauricio Macri pronunció duras palabras contra el Socialismo del Siglo XXI, declarando en octubre que, bajo los Kirchner, su país “caminó bordes peligrosos, chavistas, digamos…”
Macri también criticó directamente al régimen venezolano de Nicolás Maduro. Tras las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela, el entonces presidente electo Macri dijo que tenía “la esperanza de que pronto sean liberados los presos políticos y eso abra un camino prometedor para la democracia en Venezuela”.
Como presidente electo, Macri también declaró que impulsaría la suspensión de Venezuela de Mercosur al aplicar la Cláusula Democrática de ese organismo en contra del régimen de Maduro. El 22 de diciembre, en la cumbre de jefes de Estado de Mercosur en Paraguay, Macri dijo que “no puede haber lugar para la persecución política por razones ideológicas y la privación ilegítima de la libertad por pensar distinto”.