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Friday, July 29, 2016

Ignorancia e irracionalidad

Javier Aparicio 
 
Esta semana se confirmó oficialmente la candidatura presidencial de Donald Trump. El ascenso de Trump en las encuestas, primero, y en las elecciones primarias del Partido Republicano, después, ha puesto de relieve qué tan lejos puede llegar —inclusive en una democracia consolidada— un candidato carismático con una campaña populista, demagoga, xenófoba y falaz.
En columnas anteriores he discutido la viabilidad de su candidatura presidencial (19-sep-15), y si su eventual triunfo implicaría una “falla democrática” (27-feb-16). En esta ocasión quiero concentrarme en otro tema traído a cuentas cada vez que un proceso democrático parece llevar a un resultado “indeseable”:  la posible ignorancia o irracionalidad del electorado.



Una caricatura simple del juego democrático implica aplaudir la “sabiduría de las masas” cuando gana una candidatura que nos gusta y, en caso contrario, lamentar su ignorancia o irracionalidad. La realidad, por supuesto, es más compleja. Veamos por qué.
¿Por qué tantas personas saben o se interesan poco en asuntos político-electorales? Si lo duda, tan sólo analice la oferta de cualquier expendio de periódicos o revistas, la radio o televisión abiertas: se discute más de espectáculos o deportes que de política.
Si las personas son más o menos racionales, contrastarán los costos y beneficios de invertir tiempo, dinero y esfuerzo en adquirir información política. Los costos son tangibles porque nuestro tiempo es valioso. ¿Pero qué hay de los beneficios?  ¿De verdad necesitamos consumir noticias políticas todos los días de un sexenio para, digamos, “informar nuestro voto” una vez cada tres años? ¿Vale la pena hacerlo cuando, en caso de votar, éste tiene un impacto infinitesimal en el resultado? Habiendo tantísimos usos alternativos de nuestro tiempo y dinero, escasos por definición, quizás lo racional sea, justamente, ignorar los endiablados detalles de la política. Ésta es la teoría de la ignorancia racional.
Por fortuna, dicen algunos estudiosos de la política, la ignorancia de unas y otras personas tiende a cancelarse mutuamente a la hora de acudir a las urnas: mientras las y los votantes ignorantes de izquierda y derecha sean más o menos de la misma proporción, los resultados electorales se decidirán por una juiciosa minoría de votantes sofisticados, informados y con suerte poco influidos por los sesgos partidistas. Así, la agregación de cuantiosas preferencias de una democracia es una especie de seguro contra votantes en extremo radicales y/o ignorantes.
Pero esto no es todo.  Si las preferencias del electorado están sistemáticamente sesgadas, es posible que el principio de agregación antes delineado no surta efecto en una democracia. Bryan Caplan, profesor de la Universidad George Mason, ha estudiado este fenómeno a profundidad en su libro The myth of the rational voter. Si los votantes típicos son irracionales, nos dice Caplan, poco podemos esperar de las elecciones democráticas.
¿Cómo es posible que personas que se comportan de manera racional al comprar un coche o despensa, por ejemplo, se comporten de manera irracional a la hora de votar, quizás guiados por las vísceras antes que por sus bolsillos? Simple, insiste Caplan: nuestras decisiones privadas tienen consecuencias claras y observables en nuestro bienestar, mientras que las decisiones colectivas como votar o elegir a un presidente tienen consecuencias más bien difusas. Bajo este enfoque, puede resultar bastante racional el anular tu voto, apoyar el Brexit o votar por Trump… y al día siguiente afirmar que tú no votaste por tal o cual consecuencia específica.

Ignorancia e irracionalidad

Javier Aparicio 
 
Esta semana se confirmó oficialmente la candidatura presidencial de Donald Trump. El ascenso de Trump en las encuestas, primero, y en las elecciones primarias del Partido Republicano, después, ha puesto de relieve qué tan lejos puede llegar —inclusive en una democracia consolidada— un candidato carismático con una campaña populista, demagoga, xenófoba y falaz.
En columnas anteriores he discutido la viabilidad de su candidatura presidencial (19-sep-15), y si su eventual triunfo implicaría una “falla democrática” (27-feb-16). En esta ocasión quiero concentrarme en otro tema traído a cuentas cada vez que un proceso democrático parece llevar a un resultado “indeseable”:  la posible ignorancia o irracionalidad del electorado.


Tuesday, July 12, 2016

México: Educación pública secuestrada

Luis Pazos dice que "La educación impartida por el gobierno, a pesar de que cada día se gasta más en ella, no alcanza mejores resultados a nivel básico ni universitario. México es un ejemplo de que un mayor gasto en educación estatal no es sinónimo de una mejor educación"

Luis Pazos es Profesor de Economía Política y autor de varios libros de temas económicos.
La educación impartida por el gobierno, a pesar de que cada día se gasta más en ella, no alcanza mejores resultados a nivel básico ni universitario. México es un ejemplo de que un mayor gasto en educación estatal no es sinónimo de una mejor educación.
La asociación Mexicanos Primero demuestra mediante varios estudios el desperdicio de los recursos educativos gastados por el gobierno. Su manipulación por sindicatos de maestros y grupos de radicales tienen secuestrada a la educación mal llamada pública, la que en realidad es estatal o gubernamental, pues la privada también es publica y ambas cuestan, ninguna es gratis para los mexicanos que pagan impuestos.



Al Sindicato de Maestros, dividido en dos vertientes, SNTE (Sistema Nacional de Trabajadores de la Educación) y CNTEG (Coordinadora Nacional de de la Educación de Guerrero) les interesa conservar su poder, manejar plazas y millones sin rendir cuentas, más que enseñar. El SNTE utiliza a miles de maestros en labores electorales permanentes y no en dar clases. La otra vertiente, CNTEG, en manos de radicales de izquierda, además de recibir, al igual que el SNTE, millones de pesos sin rendir cuentas a la SEP (Secretaría de Educación Pública), utiliza a sus maestros para protestas, actos violentos y difundir sus dogmas políticos. Su principal objetivo es seguir cobrando la nómina de miles de maestros que no dan clases.
La Universidad Nacional Autónoma de México con más de 330 mil alumnos, pierde terreno ante las universidades privadas en la calidad de su educación, pues a sus directivos les importa más su posición política y mantener su chamba, que “eficientar”, transparentar gastos y lograr una mejor educación. En el Instituto Politécnico Nacional perdieron un semestre porque una minoría de radicales, que busca el control total del Poli, impide que más de 160 mil alumnos asistan a clases cuando ellos quieren. Ahora buscan designar directivos y programas como en la normal (universidad) de Ayotzinapa.
No habrá avance educativo estructural mientras el gobierno no tenga la capacidad y decisión de rescatar la costosa educación gubernamental de manos de grupos sindicales y de activistas radicales que la tienen secuestrada.

México: Educación pública secuestrada

Luis Pazos dice que "La educación impartida por el gobierno, a pesar de que cada día se gasta más en ella, no alcanza mejores resultados a nivel básico ni universitario. México es un ejemplo de que un mayor gasto en educación estatal no es sinónimo de una mejor educación"

Luis Pazos es Profesor de Economía Política y autor de varios libros de temas económicos.
La educación impartida por el gobierno, a pesar de que cada día se gasta más en ella, no alcanza mejores resultados a nivel básico ni universitario. México es un ejemplo de que un mayor gasto en educación estatal no es sinónimo de una mejor educación.
La asociación Mexicanos Primero demuestra mediante varios estudios el desperdicio de los recursos educativos gastados por el gobierno. Su manipulación por sindicatos de maestros y grupos de radicales tienen secuestrada a la educación mal llamada pública, la que en realidad es estatal o gubernamental, pues la privada también es publica y ambas cuestan, ninguna es gratis para los mexicanos que pagan impuestos.