Saturday, June 25, 2016

¿MEXIT Y AMEREXIT?



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres


Finalmente sucedió, Britania abandona la Unión Europea iniciando lo que puede ser una tendencia mundial. Los países, las regiones, los estados han arribado al límite de su paciencia para, como sucediera durante el siglo 19, reclamar su independencia y soberanía. Los EU hicieron su primer intento al rebelarse contra la concentración de poder que estructuraba el Santana estadounidense, Lincoln. El resultado sería una guerra civil que costó casi un millón de vidas y ante la derrota de los confederados, nacía el proceso del estatismo americano.

La avenida de Trump ha sido pavimentada por los mismos sentimientos en contra de la clase política tradicional, adueñadas de la maquinaria del gobierno y atrincherados en Washington. Igualmente pavimenta la de candidatos independientes y no tan independientes (AMLO) en Mexico.

¿Cómo se ha desarrollado este movimiento?

 
A mediados de los años 70s los EU transitaban por una pesadilla. Los economistas se rascaban la cabeza al observar que las recetas tradicionales con las que habían “manejado” la avenida de los eventos económicos, no respondían.

Durante los primeros años de la administración Nixon, habían inyectado al paciente todos los antibióticos que los Doctores económicos tenían a su disposición, pero los signos vitales seguían deteriorándose. El FED emitía dinero de más y luego de menos. Nixon se confesaba Keynesiano y presentaba un presupuesto para arribar al “empleo total.” Los déficits del presupuesto se provocaban a propósito y también por accidente. La curva de Phillips era establecida en los libros de texto.

El dólar se devaluaba y se cerraba la ventana del oro. A los japoneses y alemanes se les consideraba tercos y, peor, demasiado eficientes. El dólar se echaba a flotar. Los precios y salarios se congelaban. Ante tales tratamientos muchos se preguntaban si la medicina aplicada estaba provocando que el paciente empeorara. Los Doctores económicos ahora argumentaban el que a su medicina no se la había dado tiempo suficiente para que hiciera efecto, además, el paciente ya estaba envenenado con tantas otras pociones.

En medio de ese desorden una publicación en 1975 reportaba: “Ante la confusión de nuestros Doctores económicos, sería saludable buscar una segunda opinión. Busquemos alguien cuyo diagnóstico no tenga implicaciones políticas. Hay dos verdaderos expertos; Robert Mundell, profesor en la Universidad de Columbia, y Arthur Laffer, profesor de la Universidad de Chicago. Estos dos economistas han iniciado una revolución copérnica en el mundo de la política económica”. Mundell ganaría el premio Nobel de economía en 1999.

La visión de ellos se iniciaba con una de sus afirmaciones favoritas: “La única economía cerrada hoy día, es la economía mundial.” La mayoría de economistas siempre han pensado que las economías nacionales pueden ser independientes del resto del mundo. Hoy día nos damos cuenta de que las economías son afectadas por los eventos internacionales; ej. Si devaluamos, vendemos nuestros productos más baratos y nuestra capacidad de compra (importaciones) se reduce dramáticamente.

Laffer y Mundell gritaban a los cuatro vientos lo diabólico de las devaluaciones y también afirmaban: “Se puede expandir el PIB dando incentivos a la oferta. El instrumento más efectivo que tienen los gobiernos para cambiar los incentivos de los actores económicos es el sistema impositivo”. Hay un intercambio macroeconómico entre trabajo y descanso. Una hora extra de trabajo es balanceada contra una hora de descanso; al margen, un impuesto al producto del trabajo cambia los precios en favor de la holganza. Así es que si se reducen los impuestos, se incrementará el trabajo productivo adicional, más producción, más demanda agregada y más prosperidad.

La teoría Supply—Side tiene su origen en la ley de Say: La oferta crea su propia demanda. Los fabricantes pagan a sus trabajadores para manufacturar sus productos, los trabajadores usan sus salarios para adquirir esos productos. Los ahorradores prestan su dinero a los inversionistas que construyen las fábricas, las utilidades que producen las fábricas van a pagar el capital e interés. Precios más altos demandarán más productos, salarios altos demandará más trabajadores, y altos rendimientos demandará más inversiones. A menos de que el gobierno intervenga, por ejemplo, fijando precios, los mercados aclararán los caminos y todo mundo estará feliz y satisfecho al lograr sus objetivos.  

Al reducir los impuestos hay más incentivos para trabajar y producir, el consumidor con más dinero en su bolsillo demanda más, las empresas con dicha reducción tendrán más dineros en sus tesorerías para contratar más gente, hacer las inversiones requeridas y enfrentar esa nueva demanda produciendo más, al haber más producción y más gente trabajando, la base impositiva es más alta, los gobiernos reciben más ingresos fiscales aun cuando sus tasas sean más bajas.

Laffer afirmaba; “un impuesto de cero obviamente no produce ingreso para el estado, mientras que un impuesto de 100% mataría las actividades económicas produciendo al igual cero ingresos para el estado. Él pensaba, debe haber una curva que conecte ambos extremos y la curva debe de tener su punto alto en alguna parte de su comportamiento. Es decir, llega un momento en el cual el incrementar las tasas impositivas reduce la actividad económica y, como es obvio, los ingresos del estado. Viceversa, el reducir impuestos aumenta la actividad económica y aumentan los ingresos del estado”.

De las ideas de esos dos hombres nació la teoría económica que rescatara a los EU. Las ideas de libre mercado combinadas con Supply –Side, dictarían la pauta a seguir de la nación más poderosa sobre la tierra en la década de los 80s, conocida como “los ocho años gordos”. Pero a partir de los años 90, los EU iniciaban un periodo de estatismo en esteroides que finalmente desembocara en las fatales guerras de Bush II, y el anticonstitucional ataque de un Obama ensoberbiado y resentido, a todas las libertades establecidas por los padres fundadores.

En ese mismo periodo México había sufrido las barrabasadas de Echeverría y López Portillo, la tibieza de Miguel de la Madrid, inflación de 250%, devaluaciones de más del 2000%, la economía no crecía o decrecía, tres bancarrotas, ante el incremento de la pobreza, expulsó más de 10 millones de sus ciudadanos a EU, la duda se ubicaría en más del 100% del PIB, se asesinó a un candidato a la presidencia, el narco establecía su infernal poder, los esfuerzos reformistas de Salinas serian saboteados y, como gritara López Portillo, el país fue saqueado.

Ante un panorama como este, tanto en EU como en México se respiran aires de hartazgo frente al aparato político, así como aires de libertad, soberanía, independencia que, si permanece sin respuesta, se puede revivir el espíritu confederado en EU, y los sueños separatistas de Pancho Villa en México de una Republica norteña. ¡Cuidado!

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