Wikipedia

Search results

Showing posts with label Anglo-Protestante. Show all posts
Showing posts with label Anglo-Protestante. Show all posts

Friday, December 9, 2016

Qué hace grande a Estados Unidos

Ricardo Hausmann, a former minister of planning of Venezuela and former Chief Economist of the Inter-American Development Bank, is Director of the Center for International Development at Harvard University and a professor of economics at the Harvard Kennedy School.Related image

Qué hace grande a Estados Unidos

CAMBRIDGE – Las investiduras presidenciales y las ceremonias de graduación suelen ser eventos muy emotivos. Son ritos de iniciación, que marcan tanto un fin como un nuevo comienzo en la vida de un país o de una persona.
Como profesor del KennedySchool of Government de la Universidad de Harvard, asisto a nuestra ceremonia de graduación todos los años. A pesar de esta regularidad, todavía me emociono al ver a mis estudiantes finalizando una etapa de sus vidas y contemplando sus futuros.


Uno de los momentos más destacados de nuestra ceremonia es un video en el que profesores y personalidades públicas leen, línea por línea, el discurso de investidura pronunciado por John F. Kennedy. Este texto fue escrito hace 56 años, en un mundo diferente, cuando la Guerra Fría, la amenaza del Armagedón nuclear y los desafíos que enfrentaban tantos estados pobres de reciente independencia, dominaban las inquietudes de los líderes internacionales. No obstante, este discurso de menos de 14 minutos de duración, nunca deja de emocionar e inspirar a todos los asistentes, incluso esa mitad de los graduandos y sus familiares que provienen de otras naciones, cercanas y lejanas.
Para comprender por qué ocurre esto, es útil recordar algunos de sus fragmentos más famosos. En primer lugar, figura la promesa que hace Kennedy de defender la libertad para los amigos y frente a los enemigos: "Que toda nación sepa, nos desee bien o mal, que pagaremos cualquier precio, cargaremos cualquier peso, enfrentaremos cualquier penuria, apoyaremos a todo amigo, nos opondremos a todo enemigo, para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad".
Además, Kennedy se compromete a luchar contra la pobreza: "A quienes en chozas y caseríos de la mitad del mundo que lucha por romper las ataduras de la miseria colectiva, prometemos hacer nuestros mejores esfuerzos por ayudarles a ayudarse a sí mismos, durante el tiempo que sea necesario ­–no porque puede que lo estén haciendo los comunistas, no porque busquemos sus votos, sino porque es lo correcto­–. Si una sociedad libre es incapaz de ayudar a los muchos que son pobres, no puede salvar a los pocos que son ricos".
Y este compromiso es parte integral de la solidaridad hemisférica: "A nuestras repúblicas hermanas del sur de la frontera, les hacemos una promesa especial ­–para convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos– la de una nueva alianza para el progreso, que ayudará a los hombres y gobiernos libres a dejar atrás las cadenas de la pobreza".
Finalmente, destaca la ética de Kennedy del servicio a favor del bien común: "Y, así, compatriotas estadounidenses: no pregunten qué es lo que su país puede hacer por ustedes, sino qué es lo que ustedes pueden hacer por su país. Conciudadanos del mundo: no pregunten qué es lo que Estados Unidos puede hacer por ustedes, sino qué podemos hacer todos juntos por la libertad del hombre".
El perdurable atractivo emocional de estas palabras radica en que abrazan un curso de acción potencialmente difícil, motivado por la promesa de defender valores que comparten por igual los ciudadanos estadounidenses y los de todo el mundo. Es este enfoque –que no se fundamenta en tratos sino en un sistema de reglas basadas en valores– el que ha permitido que Estados Unidos haya creado y sostenido una coalición de países capaz de mantener la paz y la cooperación internacional.
Adelantémonos al día de hoy. La narrativa de la campaña del presidente electo Donald Trump se basó en el supuesto de que Estados Unidos ha perdido su anterior grandeza. Los puestos de trabajo fueron trasladados a México y a China porque líderes débiles negociaron malos acuerdos. Los inmigrantes, en su mayoría ilegales, han ocupado los pocos puestos restantes, mientras asesinan y violan en su tiempo libre. En consecuencia, Estados Unidos necesita un presidente que ponga a su país por encima de todo, que en toda oportunidad sepa cómo conseguir los acuerdos que le sean más favorables, y que utilice el pleno poder del país para promover sus intereses.
Dudo que un discurso de investidura basado en estas ideas vaya a despertar admiración o inspiración en una ceremonia de graduación, especialmente cuando muchos de los asistentes son ciudadanos extranjeros. Un discurso semejante no impulsará a nadie a "cargar cualquier peso" en favor de un principio o desafío universal, ya sean los derechos humanos o el calentamiento global. No nos exhortará a concentrarnos en algo más grande que nosotros mismos.
A través de la historia, muy pocos estados poderosos han desarrollado un sentido de sí mismos que no se basa en la herencia étnica, sino en un conjunto de valores con el cual pueden vivir todos los ciudadanos del mundo. En el caso de Estados Unidos, se trata de "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". En la Unión Soviética, fue la solidaridad del proletariado internacional: "trabajadores del mundo, uníos". La Unión Europea se basa en valores y principios universales que son tan atractivos que 28 países optaron por unirse a ella, y a la que, a pesar del Brexit, todavía aspiran pertenecer alrededor de 6 países más. 
En contraste, es posible que hoy día una Rusia o una China grande y poderosa ­–o el Tercer Reich en su momento– logre el apoyo de sus ciudadanos; pero dichos estados no pueden constituir la base de un orden internacional que otros encuentren atractivo porque ellos se basan en una visión de sí mismos que no abarca a los demás.
La base de la grandeza de Estados Unidos y su capacidad de liderar al mundo proviene de valores universales que sustentan un conjunto de reglas que defienden los derechos de los demás, no de un Estados Unidos que trata de basar su grandeza en un conjunto de acuerdos cuyo fin es conseguir lo mejor de los demás. Un Estados Unidos así verá su capacidad de liderar al mundo comprometida por una falta de buena voluntad y una abundancia de desconfianza. Otros países se agruparán para protegerse del bravucón estadounidense.
Si Trump realmente quiere hacer a Estados Unidos grande de nuevo, debería preguntarse cómo sonaría su discurso de investidura ante una audiencia global dentro de 56 años. ¿Inspirará a la clase de 2073 de la misma forma en que el discurso de Kennedy todavía inspira a los graduandos de hoy?

Qué hace grande a Estados Unidos

Ricardo Hausmann, a former minister of planning of Venezuela and former Chief Economist of the Inter-American Development Bank, is Director of the Center for International Development at Harvard University and a professor of economics at the Harvard Kennedy School.Related image

Qué hace grande a Estados Unidos

CAMBRIDGE – Las investiduras presidenciales y las ceremonias de graduación suelen ser eventos muy emotivos. Son ritos de iniciación, que marcan tanto un fin como un nuevo comienzo en la vida de un país o de una persona.
Como profesor del KennedySchool of Government de la Universidad de Harvard, asisto a nuestra ceremonia de graduación todos los años. A pesar de esta regularidad, todavía me emociono al ver a mis estudiantes finalizando una etapa de sus vidas y contemplando sus futuros.

Tuesday, December 6, 2016

Cultura Anglo-Protestante e Ibero-Católica (II)




“HE AQUÍ NUESTRO TRISTE ESQUEMA MENTAL Y POR ELLO TODAVÍA COQUETEAMOS CON PAYASOS COMO ALMO, AÑORAMOS EL AGRARISMO, VENERAMOS A UN ZAPATA DEFORMADO QUIEN NUNCA CREYÓ EN EL EJIDO, PREFERIMOS MORIR DE SED ANTES QUE ALGUIEN MÁS NOS PERFORE UN POZO... Y QUE EL PETRÓLEO SIGA A 10,000 METROS DE PROFUNDIDAD.”


RICARDO VALENZUELA
Related image
Max Weber hacía una interesante diferenciación de las culturas de acuerdo a sus prácticas religiosas en la cual él ligaba el racionalismo, la ética, lo práctico del protestantismo Calvinista con el capitalismo, el desarrollo económico y prosperidad. Por otra parte él explicaba las condiciones mucho menos favorables de los países católicos como la consecuencia de una fatalista, irracional, forma de ver la vida como “solamente este valle de lagrimas. La verdadera recompensa la tendremos en el otro mundo.” Pero la mayor diferencia la hacía con dos afirmaciones: El católico; que se haga la voluntad de Dios. El protestante; que se haga mi voluntad, con la ayuda de Dios.



Alexis de Tocqueville en su libro “Democracia en América,” hace sabias observaciones en relación al efecto de la religión en el nuevo país. Afirmaba: “América Británica fue poblada por individuos quienes después de haberse sacudido la autoridad del Papa, arribaron al nuevo mundo con un tipo de cristianismo que solo puedo describir como una religión democrática y republicana.” Esto definitivamente facilitó el establecimiento de la república y la democracia en otros asuntos nacionales. El protestantismo, sobre todo el calvinista, fue sin duda la semilla que fecundó en el desarrollo democrático y capitalista de las colonias británicas. Después Max Weber reafirmó el concepto con su libro: “La ética del Protestantismo y el desarrollo del Capitalismo.”

Los forjadores de los EU como el nuevo país después de su independencia de Inglaterra en 1796, iniciaron su lucha enarbolando las ideas de Adam Smith en aspectos económicos y John Locke en aspectos políticos. En México, sin embargo, los forjadores del país, iniciaron la independencia enarbolando la imagen de la Virgen de Guadalupe que era el símbolo del catolicismo más importante de todas las colonias de España y Portugal.

En 1815 un poco antes de la independencia de la mayoría de las colonias españolas,Simon Bolívar escribió: “En tanto nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares lejos de servirnos favorablemente, temo que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente esas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere, y por el contrario, estamos dominados por los vicios que se contraen bajo la dominación de una nación como la española, que solo ha sobresalido en su fiereza, ambición, venganza y codicia.”

La historia del México moderno se inicia con la representación de las ideas de la medieval iglesia católica que en esa época se le observaba como el comunismo, antes de que éste existiera. Inmediatamente después de lograr nuestra independencia, importamos un Emperador, tal vez porque añorábamos al Virrey. Si nuestro estancamiento es cultural, tal vez se requiera de generaciones para lograr el cambio y las reformas tan urgentemente requeridas. Señores líderes políticos y religiosos, es hora de cambiar de hábitos. Aunque dicen que el hábito no hace al monje, pero es la hora del cambio.

Nuestra cultura heredada de la madre patria fue cincelada estableciendo un perfil muy especial y diferente, especialmente si lo comparamos con el nacido en las colonias de Inglaterra. Ese perfil se erige sobre cuatro premisas fundamentales de valor:

El fatalismo: La vida de los seres humanos se construye lejos de su control y el destino de cada quien es algo definido y sobre lo cual no tenemos absolutamente ningún tipo de control.

La herencia: Nuestras sociedades son hereditarias de forma natural y la posición de cada quien, depende fundamentalmente del seno de su nacimiento. Si has nacido en el seno de “las familias,” tienes boleto para entrar al juego. Si no, debes ser solamente espectador.

La dignidad: La persona tiene un valor intrínseco chapeado de integridad, pero nada tiene que ver con derechos, iniciativa, trabajo, toma de riesgos, o, igualdad de oportunidades

La superioridad del hombre: De este concepto nacen los feroces canceres que han azotado nuestra región: El machismo, el autoritarismo y el paternalismo.

Los valores como herencia, dignidad y superioridad del hombre, son las ligas que explican nuestra adicción a líderes autócratas y la aceptación de cierto grado de tiranía. Los herederos de España nunca hemos encontrado algún encanto en el concepto de democracia republicana porque siempre le hemos dado un pírrico valor a la posibilidad de compartir el poder.

José Ortega y Gasset señalaba todo este particular esquema cuando hablaba de particularismo definiéndolo como la característica más peligrosa de la cultura española y lo definía de la siguiente manera: “Es un estado mental que nos permite no prestar atención a los semejantes… El hacerlo implica un entendimiento de una mutua dependencia y cooperación en esta sociedad en que vivimos. Entre las naciones normales, aquellos que desean algo para ellos mismos tratan de conseguirlo acordando con otros miembros de la sociedad. Pero una sociedad sufriendo de particularismo se siente humillada cuando se da cuenta que, para lograr lo que desea, tiene que hacerlo a través de esas instituciones que representan el deseo común.”

En nuestras sociedades nació un deforme individualismo con un gran contenido de orgullo. Y así, el hombre incapaz de percibir la excelencia de su vecino, con ese orgullo enfermizo impide la perfección de lo individual y el refinamiento de su clase. Prosigue hacia ese deformado individualismo para arribar a otro fenómeno que impide el progreso:

Siente que no necesita nada, pero más importante, no necesita de nadie. Es por ello que nuestra raza odia la novedad e innovación. El aceptar algo nuevo especialmente del mundo exterior, nos humilla. Para el mexicano enano toda innovación es una ofensa personal. Todas las ocupaciones en las que nos involucramos, lo hacemos por necesidad y son dolorosas. Nos hacen sufrir, nos producen dolor y nos destrozan. Cuando trabajamos lo hacemos con la esperanza de que el trabajo nos liberara, lo hacemos con la ilusión de que algún día no tendremos que hacerlo y es cuando empezaremos a vivir.

Este es nuestro triste esquema mental y por ello todavía coqueteamos con payasos como ALMO, añoramos el agrarismo, veneramos a un Zapata deformado quien nunca creyó en el ejido, preferimos morir de sed antes que alguien más nos perfore un pozo… y que el petróleo siga a 10,000 metros de profundidad.

Estimados lectores, no se espanten, soy católico, pero soy liberal, republicano, y demócrata. Me gustaría ver una iglesia católica con esas características. Ya pasó la época de aceptar todo como dogma y memorizar el Padre Nuestro a base de los reglazos del cura.

Cultura Anglo-Protestante e Ibero-Católica (II)




“HE AQUÍ NUESTRO TRISTE ESQUEMA MENTAL Y POR ELLO TODAVÍA COQUETEAMOS CON PAYASOS COMO ALMO, AÑORAMOS EL AGRARISMO, VENERAMOS A UN ZAPATA DEFORMADO QUIEN NUNCA CREYÓ EN EL EJIDO, PREFERIMOS MORIR DE SED ANTES QUE ALGUIEN MÁS NOS PERFORE UN POZO... Y QUE EL PETRÓLEO SIGA A 10,000 METROS DE PROFUNDIDAD.”


RICARDO VALENZUELA
Related image
Max Weber hacía una interesante diferenciación de las culturas de acuerdo a sus prácticas religiosas en la cual él ligaba el racionalismo, la ética, lo práctico del protestantismo Calvinista con el capitalismo, el desarrollo económico y prosperidad. Por otra parte él explicaba las condiciones mucho menos favorables de los países católicos como la consecuencia de una fatalista, irracional, forma de ver la vida como “solamente este valle de lagrimas. La verdadera recompensa la tendremos en el otro mundo.” Pero la mayor diferencia la hacía con dos afirmaciones: El católico; que se haga la voluntad de Dios. El protestante; que se haga mi voluntad, con la ayuda de Dios.