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Tuesday, November 8, 2016

¿Nueva victoria populista?

Manuel Suárez-Mier considera que la victoria de quienes se oponen al Tratado de Libre Comercio Canadá-Unión Europea (CETA) confirma el vigor de la ola populista anti-globalización.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
Como prueba del vigor de la ola populista anti-globalización que amenaza la economía mundial y su crecimiento económico, el parlamento de Valonia, región al sur de Bélgica con sólo 3,5 millones de habitantes, votó contra el Tratado de Libre Comercio Canadá-Unión Europea (CETA), aunque ayer había visos de un arreglo.
Este proyecto de liberalización del comercio en bienes, servicios, inversión, compras de gobierno y cooperación regulatoria entre Canadá, con 35 millones de habitantes, y los 28 países y 500 millones de pobladores de la UE, negociado a lo largo de 7 años y que incorpora todos los elementos de modernidad deseables, fue puesto en entredicho por un parlamento provinciano en el pintoresco pueblo de Namur.



Tal contrariedad fue posible debido a que conforme los tratados comerciales se vuelven más complejos incorporando nuevos protocolos, como mecanismos supra-nacionales para la solución de controversias, por ejemplo, requieren no sólo de la aprobación de las instancias apropiadas de la UE sino de las legislaturas nacionales y, en casos como el de Bélgica, también de las provinciales.
Los enemigos del libre comercio eligieron las cláusulas que protegen a inversionistas en disputas con los gobiernos nacionales o locales, imputando que les otorgan un poder excesivo a las empresas transnacionales que ahora pueden demandar a los gobiernos cuando las regulaciones tengan un impacto negativo sobre sus utilidades.
Afirman que tales cláusulas son antidemocráticas al crear un sistema paralelo de solución de disputas en manos de expertos independientes y no en los tribunales nacionales o locales, y quieren impedir que empresas de EE.UU. que operen en Canadá como entidades locales, puedan demandar a gobiernos europeos.
De esta manera la Unión Europea pasó de mecanismos de decisión comunitarios que le permitían avanzar en complejas negociaciones comerciales como el TLC con México hace tres lustros, a obligarse, para “ser más democrática”, a obtener la ratificación de las legislaturas de 38 entidades nacionales y sub-nacionales, como en el caso de Valonia.
Este negativo precedente parece se superó con nuevos compromisos entre el gobierno federal y los parlamentos provinciales en Bélgica, que alteran el Tratado para atender las quejas de Valonia, lo que abre una caja de Pandora que usarán otras legislaturas para incorporar sus propias objeciones. Disminuirá también la ya de por sí remota posibilidad de aprobación del Acuerdo Transpacífico (TPP) que el Presidente Obama planeaba enviar al Congreso después de la elección de noviembre 8.
Ante el desplome de Donald Trump en las encuestas, lo que nos permite predecir su colosal derrota, podemos ignorar sus esquizofrénicas propuestas económicas, pero hay que tener presente que Hillary Clinton reiteró en el último debate su oposición al TPP “antes, ahora y después” de su inminente elección.
La Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (T-TIP), que negocia EE.UU. con la Unión Europea, enfrenta una oposición aún mayor que el CETA, mientras que la Organización Mundial de Comercio, en las proteccionistas manos de un brasileño, se ha vuelto irrelevante.
Esto es un mal augurio para el crecimiento de la economía mundial, uno de cuyos principales motores es la rápida expansión del comercio que ya ha empezado a estancarse. El World Economic Outlook 2016 del FMI registra que entre 1960 y 2015 el comercio mundial creció a una tasa anual promedio de 6,6% y la economía en 3,5%, y en el lapso 2008-2015 lo hicieron a tasas de 3,4% y 2,4%, respectivamente.
Según el FMI esto se debe a la mayor parsimonia con la que simultáneamente han crecido países desarrollados y emergentes debido, en gran parte, al colapso de la inversión a nivel mundial, renglón intensivo en el uso de importaciones.
¿Cómo puede México enfrentar este reto global para minimizar el daño a su economía? En próximas entregas discutiremos algunas opciones

¿Nueva victoria populista?

Manuel Suárez-Mier considera que la victoria de quienes se oponen al Tratado de Libre Comercio Canadá-Unión Europea (CETA) confirma el vigor de la ola populista anti-globalización.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
Como prueba del vigor de la ola populista anti-globalización que amenaza la economía mundial y su crecimiento económico, el parlamento de Valonia, región al sur de Bélgica con sólo 3,5 millones de habitantes, votó contra el Tratado de Libre Comercio Canadá-Unión Europea (CETA), aunque ayer había visos de un arreglo.
Este proyecto de liberalización del comercio en bienes, servicios, inversión, compras de gobierno y cooperación regulatoria entre Canadá, con 35 millones de habitantes, y los 28 países y 500 millones de pobladores de la UE, negociado a lo largo de 7 años y que incorpora todos los elementos de modernidad deseables, fue puesto en entredicho por un parlamento provinciano en el pintoresco pueblo de Namur.


Thursday, October 20, 2016

‘La arquitectura del colapso’ y la creciente inestabilidad del sistema global

‘La arquitectura del colapso’ y la creciente inestabilidad del sistema global

mauro No es fruto de su imaginación: hay más crisis hoy en día que en décadas pasadas. En lo económico, político y social, es como si las fracturas de los sistemas mundiales sólo estuvieran empeorando. A medida que se multiplican las crisis, dos preguntas parecen cruciales: en primer lugar, ¿el sistema global será capaz de resistir y mitigar el impacto de estas crisis? Y, en segundo lugar, ¿por qué sucede todo esto ahora?
Mauro Guillén, profesor de Wharton, responde a estas dos preguntas y muchas otras en su nuevo libro, “La arquitectura del colapso: el sistema global en el siglo XXI“. Guillén, quien también es director del Instituto Lauder de Wharton, participó en el programa de Knowledge@Wharton en Sirius XM, canal 111, y habló de lo que está causando la aparición de problemas complejos y lo que realmente se puede hacer para mejorar la situación.
A continuación, la versión editada de la entrevista.



Knowledge@Wharton: ¿Hasta qué punto el sistema global es fuerte o débil hoy en día?
Mauro Guillén: En cuanto a la estructura de la economía mundial —y las instituciones políticas y económicas que hoy tenemos para que las cosas sucedan de una manera ordenada— en la actualidad hay una gran cantidad de presión. Un síntoma muy claro es que desde 1982 ó 1983, durante 25 años más o menos, tuvimos otras varias crisis — crisis bancarias, cambiarias, de deuda— en diversas partes del mundo, más que en décadas anteriores. Ya nos acostumbramos a leer en los periódicos acerca de una nueva crisis casi cada dos semanas. Es un gran cambio en comparación con lo ocurrido en otras décadas, lo que tiene como resultado un estrés muy grande en todos esos fundamentos que tanto apreciamos y que son esenciales para que las cosas sucedan en la economía global.
Knowledge@Wharton: ¿Cuál fue el punto de inflexión que nos ha llevado a la situación actual?
Guillén: La década de 1970 nos dio la respuesta a eso, así que aquí estoy centrándome más en lo que sucedió después de los años 70.
Los 70, como saben, fueron en gran parte años de convulsiones en el mundo causados por dos cosas: la crisis del petróleo de 1973 y 1979; la otra fue el fin del sistema mundial creado por el Reino Unido, esto es, de aquella arquitectura financiera que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y, en particular, la decisión de 1971 del presidente Nixon de abandonar el patrón oro y poner fin a la convertibilidad del dólar en oro. A partir de entonces, tenemos a las monedas flotando y mucha volatilidad en los mercados.
La situación empeoró aún más, creo que, en los años 1980 y 1990, ya que introdujo una serie de otras políticas en todo el mundo, especialmente las políticas relacionadas con la liberalización de los flujos de capital de una manera que, en mi opinión, no fue constructiva.
Knowledge@Wharton: En el libro, se utiliza el término “complejidad” para referirse a lo que está sucediendo actualmente en Europa, en la zona euro, con tanta gente tomando decisiones impulsadas por tantas filosofías diferentes. Sin embargo, han sido capaces de manejar la situación en los últimos 30 años y hacer que funcione. ¿Por qué hemos llegado a este punto de inflexión? ¿Cómo surgió la “complejidad” de nuevo?
Guillén: Veo la complejidad como algo que no es necesariamente malo, en el sentido de que —no hace falta decirlo— todo en el mundo se ha vuelto más complejo. Hay más países en el mundo hoy en día que antes, alrededor de 200. Hay más relaciones entre ellos. Algunas de estas relaciones giran en torno al comercio o la actividad de las empresas multinacionales que invierten en diferentes mercados, todos estos vínculos funcionan en realidad como un sistema de seguridad o como amortiguadores. Tenemos más recursos para hacer frente a los trastornos, shocks, o una pequeña crisis en una parte del sistema global, de manera que no se irradie por todas partes.
Para mí, el problema es un concepto relacionado, que es el concepto de acoplamiento. Explico esto en detalle en el libro. En otras palabras, hasta qué punto los diferentes componentes del sistema global y la economía global están de tal manera unidos entre sí que hay poco espacio para el error. Si hay un fallo en algún lugar y las partes están fuertemente acopladas, este trastorno, este choque reverbera en todo el sistema y se extiende de forma muy rápida.
Recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reconocido por fin que hay tres cosas principales detrás de esta actitud. Una de ellas es el crecimiento sustancial de la cartera de inversión de los flujos de capital a corto plazo, por ejemplo. Luego tenemos el crecimiento de los bancos internacionales. Por último, está el enorme crecimiento del mercado de divisas que ha creado la siguiente situación: cada vez que hay una desviación de la situación normal de los mercados de cualquier parte del mundo, rápidamente, se extiende por todo el sistema.
Un artículo publicado por tres economistas del FMI a principios de junio ocupó los titulares del mundo porque era la primera vez que el FMI reconocía que la liberalización de capitales a corto plazo, que la institución había impuesto a los países durante los años 1980 y 1990, había aumentado la probabilidad de crisis. Los autores presentan algunas estimaciones, según las cuales la posibilidad de una crisis hoy en día —especialmente en los mercados emergentes— es tres veces mayor en las situaciones en las que hay niveles muy altos de flujos de capital a corto plazo.
Fue la primera vez que el FMI ha reconocido esto, y es notable que la comunidad financiera global tardara 20 años en entender que algunos de los pasos dados hacia la liberalización en los años 80 y 90 tuvieron como resultado el efecto contrario.
El objetivo era hacer reformas para estabilizar la situación, lo que ayudó a asignar el capital de manera más eficiente en el mundo. Lo que estamos viendo es que los efectos eran, en la mayoría de los casos, bastante negativos.
Knowledge@Wharton: También habla del impacto de la inversión extranjera directa sobre la complejidad.
Guillén: Por supuesto. La inversión extranjera directa, a diferencia de la inversión de cartera, se produce cuando las empresas montan una fábrica en un país extranjero. O hacen una adquisición. Lo hacen no como inversión financiera; sino porque quieren hacer negocios en esa parte del mundo. En muchas formas diferentes, esto es algo en lo que creo firmemente, ha contribuido en las últimas décadas a estabilizar el sistema global.
Un ejemplo sencillo: vamos a analizar una empresa japonesa en los años 60, que estuviese produciendo en Japón —electrónica, automóviles— y que exporta a todo el mundo. Esta empresa y la propia economía japonesa, como resultado, estuvieron más expuestas a los choques. Por ejemplo, era más sensible a las cosas que afectan a la tasa de cambio, ya que produce en un solo lugar y se vende en todo el mundo.
Tomemos ahora la misma empresa 20 ó 30 años más tarde —digamos que una compañía como Toyota, Hitachi y Sony— una empresa que actualmente tiene fábricas en 50 países diferentes. Esta red de producción se construye a través de la inversión extranjera directa que les permite hacer frente mucho mejor a los desórdenes y las turbulencias en diferentes partes del mundo. No están muy expuestos. En cierto modo, se encuentran de forma natural protegidos contra perturbaciones debido a que tienen una red estructural de fábricas en todo el mundo. Por lo tanto, considero personalmente la inversión extranjera directa, a diferencia de las inversiones de cartera, un factor de estabilización como algo que contribuye, a través de la complejidad, a la estabilidad de la economía mundial.
Knowledge@Wharton: La posibilidad de que las empresas tengan varias unidades en todo el mundo produce el resultado opuesto al acoplamiento.
Guillén: Exactamente. Y ellas pueden poner en práctica sus opciones. Pueden reorganizar sus operaciones en respuesta a los cambios bruscos e impredecibles de escenario. Sin embargo, otra cosa que es importante tener en cuenta es que, si bien se observa la proliferación de crisis en todo el mundo, también estamos viendo un debilitamiento del Estado, de los gobiernos. Los gobiernos, en otras palabras, con un menor número de herramientas. Esto lo vemos, por ejemplo, cuando los gobiernos se sienten incapaces, en gran medida, de recurrir a la política fiscal, ya que están endeudados hasta el cuello. Sólo les resta la política monetaria.
Vemos que esto sucede en muchas otras áreas. Esto es lo que sucede en el mundo en desarrollo con los Estados fallidos. Tenemos alrededor de 50 países en el mundo en la categoría de Estados fallidos. Un caso extremo, por supuesto, es Libia hoy en día. O Afganistán. Sin embargo, hay muchos otros con diversos grados de fracaso y por lo tanto tienen grandes dificultades para hacer frente a los choques cuando se producen. En otras palabras, hemos visto un debilitamiento, un deterioro de las estructuras de los estados de todo el mundo.
Hay algunas otras cosas que están tornando la situación muy difícil. Una de ellas es el aumento de la desigualdad de renta y riqueza, ya que esto ejerce un montón de presión sobre el sistema político. Causa fricción. Aumenta los riesgos cada vez que hay unos comicios. Eso mismo ocurre en los países ricos de Europa y los EE.UU.. Esta división de la desigualdad está transformando el panorama político. Esto lo vemos también en los mercados emergentes, donde la desigualdad está creciendo rápidamente. Todos estos cambios conspiran para producir una situación en la que las crisis no sólo aumentan, también hay un menor número de herramientas a nuestra disposición para tratar con ellas cuando se presenten.
Knowledge@Wharton: Hemos hablado bastante de la desigualdad de ingresos aquí, sin embargo, no necesariamente pensamos en ello como un problema global. Estoy seguro de que en muchos de los países más pequeños y las economías emergentes, el efecto de la desigualdad puede ser más pronunciado que en algunos países más grandes debido a la forma en que los sistemas políticos se organizan.
Guillén: Como usted ha señalado, la desigualdad de ingresos ha aumentado en muchas partes del mundo. Está aumentando en Europa del Este después de la apertura de la economía de esos países. Está creciendo en China como consecuencia de este crecimiento. China es un país en mejor situación, después de todo el crecimiento que ha experimentado. Sin embargo, hubo tensiones y desigualdades, sobre todo en las zonas rurales y urbanas. Vemos que esto también sucede en otros países de Asia meridional y oriental. En algunas partes de África. En todo el mundo. Y, por supuesto, en la mayoría de Europa Occidental y los EE.UU..
Esto, de nuevo, es una enorme presión sobre el sistema político. El sistema político es una de nuestras líneas de defensa contra la crisis. Queremos políticos y responsables de las políticas que tengan herramientas a su disposición para hacer frente a estas situaciones complejas, siempre que haya una crisis bancaria o una crisis de deuda o una crisis monetaria. En este momento, sin embargo, la creciente desigualdad como telón de fondo está socavando la capacidad de los políticos para hacer realidad lo que tienen que hacer. También dio lugar a que partidos extremistas y populistas crecieran, lo que, de nuevo, está contribuyendo a la falta de estabilidad.
Knowledge@Wharton: Usted menciona en el libro la relación entre los EE.UU. y China, un tema que está saliendo en las noticias desde hace bastante tiempo. ¿Cuál es su principal preocupación, primero con China y, en segundo lugar, con la relación entre los EE.UU. y China?
Guillén: Es una relación que me preocupa mucho. Es de lejos la relación bilateral más importante en la economía mundial. Son dos economías que han evolucionado de manera muy significativa en los últimos 30 años. China era una presencia sin importancia, ahora es una potencia mundial, financiera y económicamente hablando, y también en el plano comercial. Los EE.UU. son una sociedad impulsada por la tecnología y la economía, lo cual no era cierto hace 30 años.
Mi preocupación es que los términos de esta relación, la forma en que está estructurada, no haya evolucionado. Estamos todavía en el viejo sistema en el que EE.UU. es el consumidor de última instancia, y China el proveedor de fondos para todo nuestro consumo. China tiene un superávit de ahorros, los EE.UU. tiene un exceso de consumo y la relación entre ellos está impulsada por estos dos supuestos. Hay un límite, que no se sabe cuál es, para la duración de esa relación.
Bueno, por supuesto que estas economías son muy importantes, esenciales para el mundo. Parte del problema es que China —que ahora se enfrenta a algunas dificultades internas en su economía— está todavía muy lejos del momento en que desempeñe un papel importante y constructivo a nivel mundial, en parte porque no tiene los mecanismos para eso a su disposición. El país no tiene una moneda en que la gente confíe. No tiene las instituciones con que la gente pueda relacionarse.
Así que tenemos una economía fabulosa, casi tan grande como EE.UU., que se está consolidando cada vez más, especialmente en su región, política y militarmente, y así en adelante. Sin embargo, no tenemos buenos canales establecidos para consolidarla. China se ha convertido en la mayor potencia comercial del mundo. Asimismo, está cerca de convertirse también en la mayor economía, pero no tiene las estructuras que permitan al mundo aceptarla como una gran potencia capaz de tomar decisiones junto con Europa, EE.UU., India, etc.
Knowledge@Wharton: ¿Cuál es su expectativa para el sistema global durante los próximos 20 años?
Guillén: Depende de una serie de factores. Cuando pensamos en cinco o diez años en el futuro, muchas personas piensan que las afectará. Si decimos 20, algunos dirán: “Está bien, alguien más tendrá que lidiar con eso”.
Existen riesgos específicos aquí en el sentido de que podemos entrar en otra serie de crisis. Este es un riesgo particular que tenemos ante nosotros. El otro, sin embargo, no es más que la anomia. Nos volvemos muy indiferentes al hecho de que hay un crecimiento muy lento en varias partes de la economía mundial; o que la tasa de desempleo es alta, lo que, por cierto, es lo que está sucediendo no sólo en Europa. También está sucediendo en algunos mercados emergentes, o en los mercados que se encuentran en la base de la pirámide, donde hay muchos jóvenes desempleados.
Existe la impresión de que será difícil introducir un elemento dinámico. Nuestra única esperanza es que no todas las economías se metan al mismo tiempo en este tipo de situación. Actualmente, por ejemplo, la India está haciéndolo muy bien, y algunos países de África subsahariana siguen mostrando una situación relativamente próspera, por ejemplo, Etiopía. El problema es que si las cosas en las economías más interconectadas con el resto del mundo, como Europa, los EE.UU. y China, no fueran realmente bien, los efectos beneficiosos de esta unión no se propagarán rápidamente. Como la economía de la India no está orientada hacia la exportación, su contribución al comercio mundial es modesta. Así que no ayuda mucho al resto del mundo.
Por eso, en mi opinión, hay que seguir prestando mucha atención a lo que está sucediendo en China, Europa y EE.UU., ya que son, con mucho, las tres regiones del mundo con la mayor repercusión en la economía global, en términos de comercio, inversión, mercados financieros, todo. La falta de dinamismo —o, tal y como sucede en China, la desaceleración de la economía— es básicamente una señal de que hay un problema en este mundo interconectado. Esto se debe a que la tentación, como usted sabe, es razonar de la siguiente manera: “Es un mundo interconectado, no estoy teniendo buenos resultados, déjenme desconectarme”.
Fue lo que sucedió en los años 30, no sé si usted lo recuerda. En la década de 1930, sucedió en forma de proteccionismo. Hoy en día, tenemos tratados internacionales que impiden a los países las prácticas proteccionistas al estilo antiguo, es decir, a través de la creación de los aranceles y las restricciones. Sin embargo, hay otras maneras posibles de hacerlo. Y, por desgracia, en los últimos seis o siete años, hemos visto muchos países que ponen en práctica otra proteccionismo igualmente perjudicial: la manipulación de la moneda.
Muchos titulares nos llaman la atención sobre el hecho de que países tan improbables como Japón, China, Suiza y los EE.UU., etc. manipularon en varias ocasiones sus monedas desde la crisis de 2008. Esto es muy peligroso.

‘La arquitectura del colapso’ y la creciente inestabilidad del sistema global

‘La arquitectura del colapso’ y la creciente inestabilidad del sistema global

mauro No es fruto de su imaginación: hay más crisis hoy en día que en décadas pasadas. En lo económico, político y social, es como si las fracturas de los sistemas mundiales sólo estuvieran empeorando. A medida que se multiplican las crisis, dos preguntas parecen cruciales: en primer lugar, ¿el sistema global será capaz de resistir y mitigar el impacto de estas crisis? Y, en segundo lugar, ¿por qué sucede todo esto ahora?
Mauro Guillén, profesor de Wharton, responde a estas dos preguntas y muchas otras en su nuevo libro, “La arquitectura del colapso: el sistema global en el siglo XXI“. Guillén, quien también es director del Instituto Lauder de Wharton, participó en el programa de Knowledge@Wharton en Sirius XM, canal 111, y habló de lo que está causando la aparición de problemas complejos y lo que realmente se puede hacer para mejorar la situación.
A continuación, la versión editada de la entrevista.