REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Establecido Vallian
en el pueblo, durante las siguientes
semanas se dedicaría a conocer gentes claves, siendo uno de ellos el sheriff,
Manuel Santos, quien, al estrechar la mano y dar inicio a la conversación, de
inmediato lo ubicó como uno de los Rangers de Texas quien se hubiera construido
una reputación de hombre valiente, honesto, de una sagaz inteligencia y, sobre
todo, muy diestro en combate ya fuera con sus manos, su cuchillo Bowie y,
especialmente con las armas de fuego. Esa reputación llegaba a oídos de un
importante hacendado, no vía el sheriff, de boca de otro vaquero texano que
conociera a Vallian, desde que ambos formaran parte de una arriada de ganado de
Texas hasta Dodge City en Kansas.
El poderoso ganadero
era un mexicano criollo, descendiente de españoles y de nombre Julián de
Zamora, hombre ya en sus 70s y propietario de uno de los ranchos más grandes de
Nuevo Mexico. Un buen día, Vallian recibe una invitación del hacendado para
visitarlo en su rancho. Luego de enterarse de quien era Julián de Zamora, acepta
la invitación y arribaba a la famosa hacienda al sur de Socorro, después de un
recorrido de esas interminables lomas de pastizales, en una sucesión de valles,
sierras y arroyos en donde pastaban miles de reses. Ese era el famoso rancho,
Los Sicomoros. En lo que el vaquero pensó era un pequeño pueblo, el rancho aparecía
en medio de un hermoso valle con una casa estilo colonial español, al fondo
unos corrales para manejo del ganado, caballerizas, almacenes, casas para los
vaqueros y sus familias, y una majestuosa iglesia.
Minutos después, uno
de los empleados lo instalaba en una enorme biblioteca, y dos muchachas le
servían café con unos panecillos. Impresionado se pone de pie para mirar la
cantidad de libros en los estantes. Se sorprende al identificar todos los
libros de los grandes liberales como; Adam Smith, John Locke, Tocqueville, pero
también obras clásicas como Don Quijote de la Mancha, libros de historia. Lo
rescata de su asombro la entrada al recinto de un hombre maduro, alto, de
apariencia distinguida, y en perfecto inglés le dice, Sr Vallian, gracias por
aceptar mi invitación, cuando le tiende la mano. El vaquero responde, gracias
por invitarme don Julián. El hacendado después de los clásicos inicios de una
conversación entre dos desconocidos, sin perder tiempo le dice; mire Sr
Vallian, espero que no le moleste, pero le confieso que antes de extender esta
invitación, recabé toda la información disponible de su persona, y realmente su
currículo es impresionante.
Pero antes de iniciar
nuestra conversación, yo quiero que usted conozca mi historia. Continúa don Julián;
yo soy cuarta generación de españoles que arribaron a esta región hace casi 200
años. Los terrenos que configuran este rancho, le fueron concesionados a mi
bisabuelo a través de un decreto real emitido por el rey de España. Tengo, tal
vez, la operación ganadera más grande de Nuevo Mexico, pero como están las
cosas después de la guerra con Mexico, la guerra civil, y los apaches en pie de
guerra, la emergencia de una gran ola de incertidumbre me ha hecho pensar que
necesito un anillo profesional de seguridad y gestión y, en estos momentos,
creo que usted puede ser el hombre para esta misión. Pero además, lo que ha
estado sucediendo en Mexico desde su independencia. Golpes de estado, guerras, proclamas,
invasiones de parte de países extranjeros, importación de emperador porque
consideran ellos no se pueden gobernar, varias constituciones, yo pienso se va
convertir en un conflicto mucho más serio que también nos afecte a nosotros tan
cerca de la frontera.
El vaquero quiso
hablar pero el hacendado prosigue, no me diga nada todavía, solo escúcheme. Yo
se que usted, como yo, ama la paz, la libertad, la independencia. Y también,
como yo, se siente mal por el rumbo que está tomando este país bajo el control
de malos políticos. Igualmente sé que su sueño es llegar a ser propietario de
un rancho ganadero, sin gobiernos, ni parásitos que no le permitan vivir en paz
dictándole lo que puede, o no puede hacer. Pues yo estoy seguro que aquí, en
Los Sicomoros, puede encontrar todo eso. Sin salir de su sorpresa Vallian
pregunta ¿Qué es lo que me está dibujando que puede ser una propuesta? Responde
don Julián, no le estoy ofreciendo un trabajo, le ofrezco que ambos nos
embarquemos en una aventura. Una aventura para restaurar los derechos más
sagrados del hombre; a la vida, a la libertad y la propiedad, en un país que
los ha empezado a olvidar y abandonar.
Lo que yo le propongo
es una sociedad para eso. Yo estoy dispuesto a venderle uno de mis ranchos para
que me lo pague con su trabajo—trabajo que estoy seguro se podrá medir con gran
precisión en dólares, cabezas de ganado, en oro o plata—Este será un trabajo
duro, una proposición muy ambiciosa, y una responsabilidad muy grande. Yo tengo
otros intereses fuera de la ganadería, y también intereses en Mexico que hay
que atender, tengo algunos enemigos a los que hay que confrontar, políticos con
los que desgraciadamente hay que lidiar, cuatreros y abigeos a los que hay que
colgar, apaches a los que hay que repeler. Pero, sobre todo, quiero que me ayude
a crear, en estos 800,000 acres que representa Los Sicomoros, un paraíso de
libertad que sea inmune a todas esas amenazas que ambos vemos, mas no así la
mayoría de la gente que permanece ciega ante esta realidad.
Nuevo Mexico, durante
casi tres siglos, fue la zona más libre del mundo porque a los políticos,
españoles, mexicanos o americanos, no les interesaba. Pero a medida que su
interés empezó a crecer, nuestras libertades, nuestra seguridad y nuestra paz,
empezaron a disminuir. Ahora con la derrota de los confederados, yo temo que el
proceso se acelere, pues los libertarios del sur, vamos a estar hostigados por
los estatistas del norte. Y si para detenerlo tengo que edificar un país libre
dentro de Nuevo Mexico, lo voy hacer y que no se atreva el rey, los políticos,
los apaches o los bandidos, a penetrarlo porque esta será tierra de libertad
para esos hombres que no quieren ser oprimidos, y que la defenderán con su vida.
Vallien escuchaba con
una gran sorpresa dibujada en su cara. No podía creer lo que estaba escuchando.
Un hombre que amaba la libertad tanto como él. Un idealista como él. Un hombre
que pareciera haber salido de alguna de las obras clásicas.
Continuaba el
hacendado. Acuérdese del gran pensamiento de Jefferson: “El árbol de la libertad
debe ser regado de vez en cuando, con la sangre de los mártires y los tiranos”.
Y este árbol, mi estimado Sr Vallian, se está secando. No estoy hablando de
guerra ni violencia, estoy hablando de preservar la libertad, no dejándola
morir y continuar creándola en esta región.
Porque yo pienso que
cuando los hombres son libres, bien nacidos, bien formados y mantienen buenas
compañías, nace en ellos el instinto natural que los mueve siempre actuar virtuosamente,
con integridad, y mantenerse lejos de los vicios y de las malas pasiones como
el odio, la envidia, resentimientos. Pero esos mismos hombres, cuando a base de
opresión, abuso, y falta de libertad, los mantienen en el mundo de las
tinieblas que los tiranos siempre construyen, igualmente, de forma natural, abandonan
su noble disposición que antes los inclinaba a la virtud, y nace en ellos lo
diabólico para convertirse en criminales y amenazas para la sociedad. Y producir
miembros positivos para la sociedad, no debe ser labor de los gobiernos, debe
ser el más sagrado deber de esa sociedad civil.
Por eso, si yo veo
que el gobierno estará coartando la libertad, me dedicaré a crearla a la misma
velocidad que el gobierno la destruye. Al mismo tiempo que el gobierno tienda
una trampa, yo le daré al hombre una ruta diferente para no caer en ella. Aunque
tenga que destinar el resto de mi vida para ello. Y no quiero sonar arrogante
enfrentando al estado, pero repito a Jefferson; “el árbol de la libertad debe
ser regado de vez en cuando, con la sangre de los mártires, y los tiranos”.
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