Tuesday, August 22, 2017

El vaquero libertario poeta IV



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Establecido Vallian en el pueblo, durante  las siguientes semanas se dedicaría a conocer gentes claves, siendo uno de ellos el sheriff, Manuel Santos, quien, al estrechar la mano y dar inicio a la conversación, de inmediato lo ubicó como uno de los Rangers de Texas quien se hubiera construido una reputación de hombre valiente, honesto, de una sagaz inteligencia y, sobre todo, muy diestro en combate ya fuera con sus manos, su cuchillo Bowie y, especialmente con las armas de fuego. Esa reputación llegaba a oídos de un importante hacendado, no vía el sheriff, de boca de otro vaquero texano que conociera a Vallian, desde que ambos formaran parte de una arriada de ganado de Texas hasta Dodge City en Kansas.

 
El poderoso ganadero era un mexicano criollo, descendiente de españoles y de nombre Julián de Zamora, hombre ya en sus 70s y propietario de uno de los ranchos más grandes de Nuevo Mexico. Un buen día, Vallian recibe una invitación del hacendado para visitarlo en su rancho. Luego de enterarse de quien era Julián de Zamora, acepta la invitación y arribaba a la famosa hacienda al sur de Socorro, después de un recorrido de esas interminables lomas de pastizales, en una sucesión de valles, sierras y arroyos en donde pastaban miles de reses. Ese era el famoso rancho, Los Sicomoros. En lo que el vaquero pensó era un pequeño pueblo, el rancho aparecía en medio de un hermoso valle con una casa estilo colonial español, al fondo unos corrales para manejo del ganado, caballerizas, almacenes, casas para los vaqueros y sus familias, y una majestuosa iglesia.

Minutos después, uno de los empleados lo instalaba en una enorme biblioteca, y dos muchachas le servían café con unos panecillos. Impresionado se pone de pie para mirar la cantidad de libros en los estantes. Se sorprende al identificar todos los libros de los grandes liberales como; Adam Smith, John Locke, Tocqueville, pero también obras clásicas como Don Quijote de la Mancha, libros de historia. Lo rescata de su asombro la entrada al recinto de un hombre maduro, alto, de apariencia distinguida, y en perfecto inglés le dice, Sr Vallian, gracias por aceptar mi invitación, cuando le tiende la mano. El vaquero responde, gracias por invitarme don Julián. El hacendado después de los clásicos inicios de una conversación entre dos desconocidos, sin perder tiempo le dice; mire Sr Vallian, espero que no le moleste, pero le confieso que antes de extender esta invitación, recabé toda la información disponible de su persona, y realmente su currículo es impresionante.

Pero antes de iniciar nuestra conversación, yo quiero que usted conozca mi historia. Continúa don Julián; yo soy cuarta generación de españoles que arribaron a esta región hace casi 200 años. Los terrenos que configuran este rancho, le fueron concesionados a mi bisabuelo a través de un decreto real emitido por el rey de España. Tengo, tal vez, la operación ganadera más grande de Nuevo Mexico, pero como están las cosas después de la guerra con Mexico, la guerra civil, y los apaches en pie de guerra, la emergencia de una gran ola de incertidumbre me ha hecho pensar que necesito un anillo profesional de seguridad y gestión y, en estos momentos, creo que usted puede ser el hombre para esta misión. Pero además, lo que ha estado sucediendo en Mexico desde su independencia. Golpes de estado, guerras, proclamas, invasiones de parte de países extranjeros, importación de emperador porque consideran ellos no se pueden gobernar, varias constituciones, yo pienso se va convertir en un conflicto mucho más serio que también nos afecte a nosotros tan cerca de la frontera.

El vaquero quiso hablar pero el hacendado prosigue, no me diga nada todavía, solo escúcheme. Yo se que usted, como yo, ama la paz, la libertad, la independencia. Y también, como yo, se siente mal por el rumbo que está tomando este país bajo el control de malos políticos. Igualmente sé que su sueño es llegar a ser propietario de un rancho ganadero, sin gobiernos, ni parásitos que no le permitan vivir en paz dictándole lo que puede, o no puede hacer. Pues yo estoy seguro que aquí, en Los Sicomoros, puede encontrar todo eso. Sin salir de su sorpresa Vallian pregunta ¿Qué es lo que me está dibujando que puede ser una propuesta? Responde don Julián, no le estoy ofreciendo un trabajo, le ofrezco que ambos nos embarquemos en una aventura. Una aventura para restaurar los derechos más sagrados del hombre; a la vida, a la libertad y la propiedad, en un país que los ha empezado a olvidar y abandonar.     

Lo que yo le propongo es una sociedad para eso. Yo estoy dispuesto a venderle uno de mis ranchos para que me lo pague con su trabajo—trabajo que estoy seguro se podrá medir con gran precisión en dólares, cabezas de ganado, en oro o plata—Este será un trabajo duro, una proposición muy ambiciosa, y una responsabilidad muy grande. Yo tengo otros intereses fuera de la ganadería, y también intereses en Mexico que hay que atender, tengo algunos enemigos a los que hay que confrontar, políticos con los que desgraciadamente hay que lidiar, cuatreros y abigeos a los que hay que colgar, apaches a los que hay que repeler. Pero, sobre todo, quiero que me ayude a crear, en estos 800,000 acres que representa Los Sicomoros, un paraíso de libertad que sea inmune a todas esas amenazas que ambos vemos, mas no así la mayoría de la gente que permanece ciega ante esta realidad.

Nuevo Mexico, durante casi tres siglos, fue la zona más libre del mundo porque a los políticos, españoles, mexicanos o americanos, no les interesaba. Pero a medida que su interés empezó a crecer, nuestras libertades, nuestra seguridad y nuestra paz, empezaron a disminuir. Ahora con la derrota de los confederados, yo temo que el proceso se acelere, pues los libertarios del sur, vamos a estar hostigados por los estatistas del norte. Y si para detenerlo tengo que edificar un país libre dentro de Nuevo Mexico, lo voy hacer y que no se atreva el rey, los políticos, los apaches o los bandidos, a penetrarlo porque esta será tierra de libertad para esos hombres que no quieren ser oprimidos, y que la defenderán con su vida.

Vallien escuchaba con una gran sorpresa dibujada en su cara. No podía creer lo que estaba escuchando. Un hombre que amaba la libertad tanto como él. Un idealista como él. Un hombre que pareciera haber salido de alguna de las obras clásicas.

Continuaba el hacendado. Acuérdese del gran pensamiento de Jefferson: “El árbol de la libertad debe ser regado de vez en cuando, con la sangre de los mártires y los tiranos”. Y este árbol, mi estimado Sr Vallian, se está secando. No estoy hablando de guerra ni violencia, estoy hablando de preservar la libertad, no dejándola morir y continuar creándola en esta región.  

Porque yo pienso que cuando los hombres son libres, bien nacidos, bien formados y mantienen buenas compañías, nace en ellos el instinto natural que los mueve siempre actuar virtuosamente, con integridad, y mantenerse lejos de los vicios y de las malas pasiones como el odio, la envidia, resentimientos. Pero esos mismos hombres, cuando a base de opresión, abuso, y falta de libertad, los mantienen en el mundo de las tinieblas que los tiranos siempre construyen, igualmente, de forma natural, abandonan su noble disposición que antes los inclinaba a la virtud, y nace en ellos lo diabólico para convertirse en criminales y amenazas para la sociedad. Y producir miembros positivos para la sociedad, no debe ser labor de los gobiernos, debe ser el más sagrado deber de esa sociedad civil.

Por eso, si yo veo que el gobierno estará coartando la libertad, me dedicaré a crearla a la misma velocidad que el gobierno la destruye. Al mismo tiempo que el gobierno tienda una trampa, yo le daré al hombre una ruta diferente para no caer en ella. Aunque tenga que destinar el resto de mi vida para ello. Y no quiero sonar arrogante enfrentando al estado, pero repito a Jefferson; “el árbol de la libertad debe ser regado de vez en cuando, con la sangre de los mártires, y los tiranos”.



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