REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo
Valenzuela
Habían
cabalgado varias leguas y envueltos en la exposición de don Julián, Soledad y
Vallian no se habían dado cuenta del tiempo transcurrido pero sentían que estaban algo cansados. Llegaban a las
orillas de una cristalina cañada de las muchas que escurrían las aguas de las
sierras a los valles del Paredón Vallo. Uno de los vaqueros se dirige al
hacendado y le dice; creo este es un buen lugar para acampar don Julián.
Desensillan los caballos y el cocinero empieza a preparar sus utensilios,
mientras los vaqueros inician la enorme fogata. Media hora después se ubicaban
todos alrededor del fuego mientras el cocinero les servía trucha asada recién
pescada, frijoles estilo mexicano, rozos de papas fritas, acompañados con las
clásicas tortillas sobaqueras.
Devoran lo
servido pues después de esa larga cabalgata estaban hambrientos. Era la hora
del café y don Julián desenfunda una cantimplora rebosante del ya conocido
brandy español, que vierte en las tasas de aluminio de todos los comensales. El
brandy les reconforta en una noche de otoño cuando el frio ya calaba,
acompañado de un ligero viento que soplaba entre las arboledas de sauces,
álamos y Tepehuajes, que se elevaban en las dos orillas de la cañada como
serios vigilantes. Era una hermosa noche adornada por una luna muy brillante.
El final de la cena Vallian exclama; felicitaciones para el chef pues la cena
estuvo exquisita, el cocinero sonríe y da las gracias.
Don Julián
entonces invita. Este ha sido un día largo y mañana será igual, yo propongo
vallamos a dormir para estar listos muy temprano. Soledad con toda naturaleza establecía
su lugar entre los de Vallian y don Julián, tiraba una gruesa cobija, otra aun más
gruesa para taparse, para luego recostarse usando como almohada su silla de
montar, la cual acondicionaba con un pequeño cojín para que no fuera tan dura.
Vallian hacia lo mismo pero como el frio apretaba, en lugar de una colcha, se
tapa con una impresionante piel de oso ya tratada por un buen talabartero que
la hacía sentir suave y confortable. Soledad se sorprende y le dice, oye tío,
parece que vas al polo norte, te vas a rostizar esta noche. Espera que el
sereno empiece a caer gachupinsita, vas a estar temblando de frio, tanto que
hasta ganas te van a dar de meterte a mi cobija. Soledad emite una sonora
carcajada y le revira, brincos dieras mata sietes, mientras cierra los ojos
para caer en un profundo sueño.
A los
primeros rayos de la aurora, el popular cocinero empieza a alimentar la fogata
para preparar el café. Era una mañana fría y se veía la escarcha sobre la
hierba y los arboles. Soledad se levanta como empujada por un resorte, se
envuelve en su cobija, toma un pequeño maletín y se dirige a la orilla de la
cañada lejos de la vista de los demás. Se desnuda y con los labios casi
morados, se zambulle en las frías aguas del arroyuelo y procede a lavar su
bello cuerpo. Vallian hacia lo mismo pero en el otro extremo de la cañada.
Regresan casi al mismo tiempo para encontrar a don Julián saboreando una taza
del cargado café y les dice; chamacos, ustedes están locos, a quien se le
ocurre meterse al agua con este frio que cala los huesos. Soledad responde;
pero tío, si es lo mejor para la salud, un diario baño de agua fría. Cierra don
Julián, si, tal vez para los jóvenes como ustedes, pero yo prefiero oler un
poco a pescar una pulmonía.
El
cocinero empieza a servir el desayuno de huevos revueltos con chorizo—elementos
que nadie se explicaba cómo era que los transportaba sin que los huevos se
quebraran—sirve el plato acompañado de unos panecillos de maíz recalentados,
para luego pasar al café aun más cargado que el anterior. Devoran el desayuno
para luego encontrar sus caballos ya ensillados, y luego de levantar
campamento, inician la cabalgata del segundo día. Al emerger del bajío en donde
habían pasado la noche, encuentran un interminable mar de pastizales color oro
que, montados sobre los lomos de unas interminables lomas, ofrecían un paisaje
indescriptible de belleza natural cuando el sol ya se asomaba sobe las sierras
del este. Soledad exclama, que belleza, que belleza.
Apuntan
sus caballos hacia el rumbo perseguido y de inmediato don Julián se dirige a
Soledad para decirle. A ver mijita, porque no nos explicas un poco la
estrategia legal que tienes en mente para el establecimiento de una zona libre
en estos ranchos. Responde Soledad. Pues mire tío, en primer lugar lo que yo
propongo, es llevar a cabo un experimento con solo un 5% del terreno de Los
Sicomoros, es decir, unos 40,00 acres. ¿Qué tal si usted vendiera esos miles de
acres a familias que realmente lo merecieran? Como serían gentes que no tienen
capital, se fijaría un precio de los terrenos, se les vendería también ganado y
se les proporcionaría el capital de trabajo necesario. Se podría formar un
Trust en cual se aportaran todos los activos del proyecto. Entonces los
propietarios serian accionistas en proporciones iguales. Ellos, los propietarios,
además de ser accionistas, trabajarían en el proyecto recibiendo, en vez de
sueldo, un anticipo a sus ganancias que tuvieran con la venta de ganado.
Interrumpe,
todo suena bien, pero ¿Cómo es que pagarían estos nuevos propietarios por lo
que estarían recibiendo? Responde Soledad, mire tío, el Trust propietario de
todos los activos, podría emitir bonos que ya llevarían como garantía esos
mismos activos. Se podría hacer unas proyecciones de lo que el Trust estaría
generando como ganancias y con ese tipo de información, un banco como el
Cattlemen’s Bank podría llevar a cabo la venta de esos bonos si es que usted
quisiera como dicen los americanos, cash out, para recibir los montos de la
venta de bonos. Ahora, yo pienso que ese proyecto de manejo intensivo de
ganado, con un mercado creciente, y una buena asesoría, puede generar muy
buenas utilidades que provoquen el aumento de valor de los bonos emitidos.
Ahora,
continua Soledad, al mismo tiempo que se estructurara este proyecto, se podría
iniciar el proceso que convirtiera a Los Sicomoros como una verdadera zona
libre y autónoma, aprovechando el esquema que ya el gobierno de los EEUU está
por implantar en las reservaciones indias que, como se ve venir, las
convertirían en casi países autónomos, con su propio gobierno, sus propias
reglas y hasta su propia constitución. Tengo la sospecha, pero lo tengo también
que verificar, que los “grants” otorgados por los monarcas de España en tiempos
de la colonia, pueden tener ese tratamiento. Basados en la Common Law de Inglaterra,
Los Sicomoros podrían ser tratados como un Trust o Corporación—y creo que sin
tener que formar esa figura—para tener sus propias reglas como las llegaron a
tener las ciudades—estados de la edad media.
Es decir,
todo tipo de operaciones que se llevaran a cabo en la jurisdicción de Los
Sicomoros, serian regidas por esas reglas, incluyendo el instrumento de
arbitraje ejercido por jueces que operarían con fuerza de decisión, dentro de
esta jurisdicción. Los Sicomoros, como de hecho ya lo hace, para ofrecer
servicios que requiere una población, tendrían sus empresas particulares de
policía, servicios de salud, servicios de educación y otros que tal vez en
estos momentos no se requieran, pero, dependiendo del sesgo que se le de a esta
nueva ciudad privada, a futuro se podrían requerir muchos más. Incluyendo en
esos futuros servicios, la edificación de juzgados para resolver conflictos
entre los habitantes, e, inclusive, otros que se presentaran fuera de esta
jurisdicción pero que en sus contratos originales ubicaran para la solución de
conflictos, los juzgados de Los Sicomoros.
Usted tío
sería presidente del consejo del organismo que se decida y que ampare los
activos de Los Sicomoros, y usted mismo nombraría a los otros miembros del
consejo al cual se le adjudicarían responsabilidades muy claras, para la
dirección del proyecto y las estrategias para alcanzar los objetivos que se
definan, así como los tipos de controles para corregir posibles desviaciones
del plan original.
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