El Estado de Bienestar, el Leviatán del siglo XXI
El Leviatán, del filósofo inglés Thomas Hobbes, es quizá una de las obras más importantes y que mayor influencia ha tenido en la historia occidental de la sociología y la ciencia política.Su obra es indiscriminadamente citada como una justificación del nacimiento del Estado y como validación del concepto del “contrato social”.
En esta, Hobbes afirma que los hombres somos por naturaleza iguales y tenemos las mismas necesidades, por lo que naturalmente vemos a nuestros semejantes como obstáculos para la consecución de nuestras metas.
Debido a esto, tendemos a recurrir al uso de la violencia y a la guerra para solucionar estos conflictos de interés. No es de sorprenderse entonces que “la guerra de todos contra todos” o “el hombre, lobo para el hombre”, sean dos de los conceptos más reconocidos contenidos en su obra.
Como solución, Hobbes propone la creación de un Estado omnipotente encargado de solucionar los conflictos entre sus ciudadanos y de esa manera erradicar la violencia y el caos en el que viviríamos en nuestro estado natural.
El acuerdo propuesto por Hobbes, es que cada uno de los gobernados ceda una parte importante de sus libertades a cambio de la seguridad que el Estado protector le brindará a través del uso de la fuerza legítima, estableciendo así la base fundamental de un “contrato social”.
La portada de dicho libro no podría ser más ilustrativa: un ser mitológico que asimila la figura de un rey gigante portando una corona, un cetro que representa su poder espiritual en la mano izquierda y una espada que representa su poder militar en la mano derecha. Sin embargo, el rasgo más notable es, sin duda, la composición del cuerpo: son miles de pequeños humanos los que al unirse forman al temible monstruo.
En la parte superior de la ilustración una leyenda resume toda la visión del Estado del autor a la perfección: “Non est protestas Super Terram quae Comparteur” (no existe ningún poder sobre la tierra que pueda comparársele).
El Leviatán de Hobbes es una de las primeras y más claras referencias al eterno dilema que se presenta en los diferentes contextos sociales y políticos alrededor del mundo hasta nuestros días: LIBERTAD vs SEGURIDAD.
Siempre que alguien alega por la pérdida de libertades a manos de políticas intervencionistas o proteccionistas del Estado, la contraparte la justificará diciendo que es necesario ceder algunas libertades para obtener ciertos beneficios, ya sean seguridad, educación o cualquier otro.
El ejemplo más común de este dilema son quizá los impuestos; para el individuo libre implican ceder obligatoriamente una parte importante de su riqueza, su trabajo y la libertad de decidir qué hacer con sus ingresos a cambio de no ser multado, señalado, encarcelado y obtener supuestos beneficios estatales, aunque no los haya pedido.
El tema del “contrato social” es un punto por demás controversial. A la fecha sigue siendo el argumento favorito de políticos y defensores de políticas estatistas que sostienen que dicho contrato es un acuerdo en el que todos estamos incluidos, aunque nunca hayamos sido siquiera consultados.
Como prueba irrefutable tenemos que no hay una sola persona en nuestras sociedades que voluntariamente haya firmado alguna cosa como un “contrato social”. Muchos pretenden disfrazarlo y encubrir esta falacia con los procesos democráticos, pero al final sigue habiendo muchas inconsistencias axiológicas. La democracia como la tiranía de las mayorías es quizá la mayor de ellas.
Otra realidad sobre la que vale la pena reflexionar es cómo los tiempos han cambiado. En los tiempos de Hobbes ciertamente la guerra, las epidemias y las hambrunas eran el pan de cada día, incluso en las sociedades más avanzadas de la época, como la suya.
Hoy en día gracias a la Revolución Industrial, las nuevas tecnologías y el mayor grado de libertad del que gozamos como humanidad en general, la riqueza y su creación es mucho más accesible para todos. Es decir, un ser humano catalogado como de clase media baja de hoy en día vive mucho mejor que el más poderoso de los reyes del siglo XVII.
Esta realidad hace que el Leviatán de nuestros días ya no se conforme con pedir y exigir tributo a cambio de seguridad. Al poder hacerlo, se alimenta más de sus gobernados y a cambio aumenta la oferta a un conjunto de beneficios que comúnmente se le conocen como Estado de Bienestar; seguridad, educación, salud, pensiones, apoyos a madres solteras, a ninis, becas a estudiantes, servicios públicos, etcétera.
Hobbes no pudo haber escogido un mejor nombre para su obra. Consciente o no de lo que hacía, escogió a una criatura mitológica fruto de lo más obscuro de la imaginación humana para representar su concepto de Estado. El Leviatán es una criatura imponente, gigante, aterradora, poderosa, cuya misión es brindar seguridad a través del monopolio de la fuerza, pero que no deja de ser imaginaria.
Apostarle a la “seguridad” en contra de la libertad es una apuesta perdida de antemano, ya que al final se ha demostrado que en las sociedades que así se hace no se obtienen ni la una ni la otra.
Desde los tiempos de Hobbes, en el campo sociopolítico ha habido avances innegables y el valor de las instituciones para garantizar un Estado de Derecho es incuestionable.
Una de las funciones legítimas de un Estado que respeta las libertades individuales es la seguridad, garantizando la vida y la propiedad de sus gobernados. Sin embargo, el Leviatán ha extendido sus tentáculos para hacernos creer que el concepto de “seguridad” ahora también implica muchos conceptos adicionales que no deberían ser responsabilidad de nadie más que de nosotros mismos.
En pleno siglo XXI, no estamos para fiarnos de estados omnipotentes, mesías políticos, contratos sociales, leviatanes ni ninguna otra clase de figura mitológica.
Garantizando un Estado de Derecho sólido, la Igualdad ante la Ley y los derechos de Vida, Propiedad y Libertad todo lo demás queda en manos del individuo, el verdadero responsable de su progreso y desarrollo.
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