Prédicas de odio y de muerte
Por Marcos Aguinis
Se atribuyó a Bertolt Brecht un poema
que en realidad compuso el pastor protestante Martin Niemöller:
"Vinieron por los judíos,/ pero como yo no lo era, no me importó./
Vinieron por los comunistas,/ pero como yo no lo era, no me importó./
Vinieron por los curas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Por
último vinieron por mí, y ya fue tarde".
En enero de 2011 publiqué en este diario
un texto titulado "El cristianismo, objeto de persecución", en el que
describí la agresión contra una iglesia copta de Alejandría que dejó
varias decenas de heridos y muertos. También denuncié las incontables
agresiones que se venían cometiendo contra instituciones y creyentes
cristianos desde el océano Índico hasta el Atlántico.
Mientras, las Naciones Unidas, donde
están representados los gobiernos que rigen países en los que gusta
hacer correr la sangre de los "infieles", nada decían ni hacían. En todo
el Medio Oriente disminuye de forma continua la cantidad de cristianos,
mientras aumenta en Occidente la de musulmanes, muchos de ellos
cargados de odio a la civilización occidental. En Arabia Saudita está
prohibido construir la más modesta de las iglesias o exhibir una cruz.
Tampoco se permite exhibir símbolos cristianos en la Franja de Gaza.
Mediante artilugios electorales, la Autoridad Palestina desplazó al
intendente cristiano de Belén. En Paquistán rige la ley contra el delito
de "blasfemia", un término vago que puede endilgarse por una mínima
reflexión sobre el Corán. Dos jóvenes cristianos de la ciudad de Ahwali
iban a ser quemados vivos por causa de semejante atrevimiento.
Los medios de comunicación comenzaron a
difundir imágenes de decapitaciones y crucifixiones realizadas por el
terrorismo islámico. Manifiesto mi tristeza por el largo tiempo que les
llevó animarse. Las desproporcionadas represalias inhibían a fotógrafos y
corresponsales. Incluso perdura el miedo a reconocer que estamos en
otra guerra mundial, como manifestó el papa Francisco. Este mismo papa,
hace pocos días, fue explícito durante su visita a la Sinagoga de Roma.
Dijo sin medias tintas que es inaceptable practicar la violencia en
nombre de la religión. Que lo haya manifestado en ese lugar era un claro
mensaje a la sistemática prédica del odio y de la muerte que se realiza
desde incontables instituciones y mezquitas.
Imanes y líderes islámicos llaman a la
"guerra santa contra judíos y cruzados". Lo hacen de forma abierta,
insistente. Empezaron con los judíos -como en las palabras de Martin
Niemöller-, ahora siguen con los cristianos. Su objetivo es una utopía
arcaica: islamizar el planeta. Su espíritu vive en el siglo VII, cuando
semejante delirio era creíble.
Un error difundido es que el único malo
de la película se llama ISIS o Estado Islámico. No es cierto. Su
inevitable derrota no significará el fin del terrorismo. El Medio
Oriente es un caos de enfrentamientos con muchos protagonistas. Liquidar
a uno de ellos no significará acceder a la paz.
Se pueden discutir de forma interminable
causas y efectos, antagonismos o armonías, pero el fuego que alimenta
el terrorismo actual se nutre de algo más profundo que una demanda de
territorio o la competencia por el poder. El alucinante terrorismo de
nuestro tiempo es producto de una educación fijada en los aspectos
belicosos del islam, no en sus mensajes llenos de amor y solidaridad.
Multitudes enormes se arrojan al abismo cuando son hipnotizadas con el
anzuelo tanático. Esto lo sabía muy bien Joseph Goebbels. Lo practicó el
nazifascismo. Lo practicaron el estalinismo y el maoísmo. Y ahora lo
practica el islamismo fundamentalista.
Durante mucho tiempo se toleró -y hasta
se celebró- la deslegitimación del Estado de Israel. En lugar de
reconocerse sus méritos extraordinarios por mantener incólume la
democracia y el pluralismo pese a ser hostigado y calumniado sin pausa
por un mar de países hostiles, se permitió que creciera una nueva forma
del milenario antisemitismo bajo el ropaje del antiisraelismo o
antisionismo. Muchos ingenuos caen en la trampa. Del mismo modo funcionó
la milenaria acusación de deicidio, el envenenamiento de los pozos de
agua, Los Protocolos de los Sabios de Sión, Mein Kampf y demás infundios machacados siglo tras siglo.
La lista de ataques contra la
civilización y los derechos humanos que realizan los terroristas
islámicos ingresa en el rubro de las pesadillas. No sólo mata, humilla y
oprime, sino que se deleita en destruir los monumentos históricos. Y la
mayor parte de la humanidad, en vez de combatir esta epidemia como se
debe -de modo franco, coherente, sistemático-, prefiere la negación, la
espera, la excusa. En vez de confiar en Churchill, nuestro mundo
prefiere a Chamberlain.
Es imposible condensar en un artículo
todo lo que ya se conoce sobre la prédica del odio y el elogio de la
muerte que fogonea al terrorismo islámico. Aleja las posibilidades de
negociaciones serias e impide la convivencia.
Citaré sólo algunos ejemplos vinculados
con el uso distorsionado de la llamada "causa palestina". Un entusiasta
video oficial de Al-Fatah, organización que sostiene a la Autoridad
Palestina, canta que a los israelíes "se los debe encerrar, hundirlos en
un mar de sangre y matarlos como sea". Palestinian Media Watch reporta
que en la educación palestina primaria se elogia la violencia y se
glorifica a los terroristas. Los niños participan en procesiones con
armas de juguete e imitación de cinturones suicidas, sin que el gobierno
palestino manifieste en ningún momento su desaprobación.
Rajoub, líder de Al-Fatah, afirmó que
los terroristas que asesinan civiles israelíes son héroes. Abbas Zaki,
por su parte, agrega que "Alá ama a los jóvenes palestinos que matan
israelíes; piedras y cuchillos son nuestra resistencia pasiva. Ellos
eligen el martirio, marchan por su propia voluntad en el iluminado
sendero que lleva al paraíso". En la TV palestina oficial se transmiten
narraciones que demonizan a los judíos. Una reciente se titula: "La
traición ha sido inherente a los judíos desde los tiempos de Moisés". La
custodia presidencial de Mahmoud Abbas emitió este comunicado: "Rieguen
el olivo con vuestra sangre". El secretario general de Al-Fatah añadió:
"Veneren la sangre de los mártires". Mártires son quienes asesinan,
para luego acceder al paraíso.
El resultado de la permanente enseñanza
en favor del odio y de la matanza de judíos puede verse en un informe de
Palestinian Media Watch, según el cual dos tercios de la población
están en favor de los asesinatos, el martirio y demás instrumentos del
terrorismo islámico. También estimula el rechazo a negociaciones de paz
con Israel y los encuentros entre ambas comunidades. Mientras, en el
mundo no se escuchan reproches contra la Autoridad Palestina por
semejante conducta.
El colmo ocurre cuando padres y madres
manifiestan su alegría porque su hijo muere tras asesinar judíos. Un
joven palestino de 16 años mató en la localidad de Otniel a una mujer
embarazada delante de sus hijos y luego se realizaron manifestaciones de
regocijo.
Basta con molestarse en investigar un
poco y aparecerán las fuentes del horror que ahora se expande. El odio y
el elogio de la muerte alimentan a las diversas organizaciones que
hacen pedazos a comunidades enteras. Los líderes políticos y religiosos
vinculados con el fundamentalismo islámico son responsables. Elogian el
martirio. Dicen que está bien matar y está bien hacerse matar. Su
alienación no les permite concentrarse en la frase que encabeza cada una
de las suras del Corán referidas a Alá como el clemente, el
misericordioso. No e
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