Dentro
del conjunto de América Latina, hoy hay dos países que, a la manera de
estrellas circunstanciales, atraen inequívocamente a los inversores
locales y extranjeros por igual: Paraguay y Perú, dos naciones cuyas economías están ahora funcionando razonablemente bien y destruyendo constantemente pobreza.
Todo lo contrario de lo que sucede en cambio en Venezuela,
transformada hoy en un desastre de grandes proporciones que podría
cerrar el año con casi el 90% de su población sumida efectivamente en la
pobreza. Gracias al colectivismo, la corrupción y a la tremenda
incompetencia de sus autoridades bolivarianas.
Argentina y Brasil, luego de cerradas
sus respectivas etapas de populismo desenfrenado, están por su parte en
un camino lento, en dirección a la recuperación de la normalidad y del
buen juicio extraviados. Chile, con el lamentable fracaso de Michelle Bachelet,
ha perdido visiblemente confianza en sí misma. Para la economía más
moderna de la región, no es un buen momento. Hay sensación de
estancamiento. Uruguay sigue perversamente maniatado
por el Frente Amplio. Con un discurso distinto a sus hechos, pero sin
avanzar, lo que casi siempre supone retroceder, porque los demás
avanzan. Por esto las encuestas ya sugieren que si mañana hubiera
elecciones presidenciales en Uruguay, el Frente Amplio sería derrotado y
la izquierda desplazada del poder. Bolivia y Ecuador,
están sumidos en el autoritarismo y golpeados duramente por la
interrupción del “maná” de los altos precios de las materias primas del
que ambos gozaron, a la manera de regalo del resto del mundo, que ha
desaparecido y ya no está. Y Colombia, ordenada como casi siempre, está -paso a paso- en el difícil tránsito hacia una paz ya acordada con las FARC que el país no ha tenido nada menos que por espacio de medio siglo. En esa compleja transición, entonces.
Perú, es cierto, hoy “se roba el show”. De la mano de un experimentado y generoso Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que ha abierto -de par en par- la ventana de la esperanza y ha comenzado su gestión con un notable 61% de apoyo popular.
En lo que va del año, su Bolsa de Valores, que conforma
ciertamente un mercado pequeño, ha arrojado un fuerte rendimiento
promedio del orden del 58%. Increíble. El sol, su moneda, está
también muy sólido. Las autoridades siguen hablando de bajar ahora la
carga tributaria. Cuando lo hagan, el entusiasmo crecerá. Y la inversión
externa también.
Por el momento pareciera que, pese a no dominar el Congreso, PPK podrá
gobernar sin mayores “palos en la rueda”. Por consenso, presumiblemente.
Mientras tanto, con sólo señalar que la inflación peruana es de
menos del 3% anual, que su crecimiento estará, este año, en un orden del
4%; y que el desempleo se ubica en el 7%, uno advierte que las cosas
lucen muy prometedoras para un Perú que ha generado un milagro que
siempre paga bien: el de la coherencia en el andar, evitando
que, como ocurre en otras latitudes, cada cambio de gobierno suponga
necesariamente un cambio de rumbo, un mentiroso “rompimiento con el
pasado” y un presunto “nuevo despertar”. Mantener firmemente el rumbo
general ha sido su prioridad, más allá de la retórica y del populismo.
De allí su éxito renovado, que cabe aplaudir e imitar.
Lo de Paraguay es constitutivamente algo diferente. Pero es otro éxito
indiscutido, que parecería tener amargadas a las autoridades uruguayas,
que ven como sus empresarios privilegian a Paraguay por sobre su propia
patria. Con alguna razón. Porque nadie elige trabajar en un ambiente
estático con algún grado de anemia, si tiene una opción dinámica en la
cercanía.
Con menos “seguridad jurídica”, quizás, Paraguay tiene más
flexibilidad, menores costos, ausentismo (del 20% en Uruguay) y
conflictividad laboral que la Banda Oriental.
Lo cierto es que Paraguay también crece fuerte.
Particularmente en su sector rural y en el de la construcción. Los
uruguayos son directamente dueños de nada menos que dos millones de
hectáreas en Paraguay.
Los llamados “tres diez” paraguayos parecerían ser la clave
central de su éxito: 10% de IVA, 10% de Impuesto a la Renta (Ganancias)
de las empresas, y 10% de impuesto a los ingresos personales.
El país guaraní tiene asimismo un régimen de “maquila”, con condiciones
aún más atractivas. Y, esencialmente, goza de libertad cambiaria.
También incluye un costo de la energía comparativamente bajo, que para
algunos es clave.
A todo lo que se agrega una población joven, la tercera parte de la cual tiene menos de 29 años.
Los alemanes parecerían estar aprovechando la oportunidad como pocos. Además de los uruguayos, claro está. Por todo esto, Paraguay, como Perú, está “de moda” entre los inversores. Hay buenas razones para ello, queda visto.
Aunque lo más importante sea que Paraguay no está (como en otras
épocas) detenido, sino que crece fuertemente, al ritmo más alto de
América latina toda. Sin que se escuche la interesada y frustrante
retórica del populismo. Para aplaudir también. Con mucha fuerza.
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