Por: David Muñoz Lagarejos.
El vínculo afectivo que una persona secuestrada presenta ante sus captores es lo que se conoce como síndrome de Estocolmo.
Las víctimas que experimentan este síndrome muestran típicamente dos
tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos
positivos hacia sus secuestradores; y por otra parte, muestran miedo e
ira contra las autoridades policiales, aquellos que quieren liberarles.
Las políticas del bienestar, lo que conocemos como Estado del Bienestar, nacido a partir de la esencia del Estado-Provisor que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una amplia relación con el Síndrome de Estocolmo.
Por una parte, aquellos que defienden dicho Estado del Bienestar no
suelen reconocer que fuera de él también sería posible recibir los
servicios básicos que toda persona quisiera. Es lo que se conoce como falacia del Proveedor Único,
por el cual solo el Estado es capaz de proveer a los ciudadanos de
sanidad, educación, pensiones, etc. Dicha falacia consiste en creer que un
determinado sector solo puede ser ofrecido por empresas públicas o la
propia administración pública, es decir, por el sector público.
Los defensores del Estado del Bienestar aceptan ser expoliados con
unos impuestos cada vez más altos y endeudados por la clase política con
la excusa de que si no fuera por el Estado no sería posible recibir
educación, sanidad y demás servicios. La noción de Estado benefactor
cuando no existe tal. El Estado del Bienestar utiliza como una
de sus armas fundamentales la violencia psicológica, de forma intensa y
constante. Necesita convencer a la mayor parte de los ciudadanos de que
por sí mismos son seres inútiles, incapaces de cubrirse las necesidades
más básicas. El miedo es un arma muy poderosa. El objetivo de
toda esta violencia psicológica tan intensa y constante es hundir la
autoestima de tantas personas como sea posible, para que la mayor parte de la población acepte el saqueo permanente como su única posibilidad de supervivencia, para que caigan en la falacia del Proveedor Único y lo acepten sin rechistar.
Muchos de los “secuestrados” por el Estado del Bienestar contra su voluntad también desarrollan el síndrome de Estocolmo. Pese a que el Estado del Bienestar no cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal, como los secuestrados hacia sus captores. Y como ocurre en el citado síndrome, los
defensores del Estado del Bienestar también muestran miedo e ira hacia
aquellos que quieran liberarles de la carga del secuestro: en este caso,
las políticas liberales, la reducción de impuestos,
reducción de regulaciones y libertad para elegir los servicios que cada
persona quiera, y no los que el político y burócrata de turno quieran,
en definitiva la reducción drástica de los ámbitos de actuación del Estado, justo lo contrario de lo que viene ocurriendo últimamente, donde no hay ámbito que no esté regulado por políticos y burócratas, haciendo más difícil la vida de las personas.
Los cuatro pilares del Estado del Bienestar español son la sanidad,
la educación (que debería ser únicamente enseñanza, ya que la educación
de valores y moral debe ser enseñada en casa), las pensiones y las
prestaciones por desempleo. Son aspectos fundamentales en la vida de
cada persona, y por ello no debieran estar en manos del Estado, sino en
manos de la sociedad civil. Para ello deberíamos pasar del Estado del Bienestar actual a una Sociedad del Bienestar.
LOS CIUDADANOS ANTE EL ESTADO DEL BIENESTAR
Se ha expandido en los últimos años la idea del Estado
intervencionista y responsable del bienestar de los ciudadanos dentro de
la concepción que los ciudadanos tienen del papel del Estado en las
democracias.
Como prueba de lo anterior tenemos el siguiente gráfico, que nos
muestra el porcentaje de apoyo de los ciudadanos hacia la
responsabilidad del Estado en diferentes ámbitos de actuación de éste:
Los porcentajes de ciudadanos que piensan que el Estado tiene una
responsabilidad esencial son muy altos, en algunos casos se acercan al
cien por cien de los encuestados, sobre todo en lo relativo a lo que
conocemos como pilares básicos del Estado del Bienestar, como educación y
sanidad, o también ancianos y empleo. Hay un altísimo consenso en torno a la idea de la responsabilidad del Estado en el bienestar social. En este sentido se constata un cambio de enorme trascendencia respecto a la filosofía del Estado Liberal no intervencionista.
Por tanto, nos damos cuenta de que son muchos los “secuestrados” por
el Estado del Bienestar que dan su apoyo a éste. El síndrome de
Estocolmo también aparece en el Estado del Bienestar.
Un Estado del Bienestar que cada vez lo es menos, se ha ido transformando en el Bienestar del Estado y de los que viven de él. La
dictadura de los impuestos en la que nos encontramos actualmente hace
imposible que se pueda buscar una vida digna fuera de los mandatos
políticos del Estado del Bienestar. Nos controlan y nos imponen todo,
como dice Gregorio Hernández Jiménez: “El Estado del Bienestar es el totalitarismo que nos ha tocado padecer y vencer en este punto de la historia”.
Una de las mayores mentiras del Estado del Bienestar es que su función es “ayudar a los más desfavorecidos”.
El Estado del Bienestar no ayuda a los más desfavorecidos, lo que hace
es generar cada vez más desfavorecidos, a través del proceso de
empobrecimiento masivo de la población. El sistema económico
actual no es el capitalismo, como habitualmente se suele decir de forma
equivocada, sino el Estado del Bienestar y la “dictadura de los
impuestos”: la mayor parte de la riqueza generada en el mundo
por personas y empresa va directa al Estado del Bienestar, a través de
los impuestos.
Llamando capitalismo a lo que en realidad es el Estado del
Bienestar han conseguido que mucha gente crea que todos los problemas
creados por el Estado del Bienestar han sido creados por el capitalismo (y por una excesiva libertad, cuando ha sido lo contrario), y
que de esa forma crean que la solución es menos capitalismo y más
Estado del Bienestar, justo lo contrario de lo que realmente se
necesita. Llamar capitalismo, o liberalismo, al Estado del Bienestar es una de las falacias más repetidas,
y también una de las más rentables para la clase política y los grandes
medios de comunicación. Por eso los grandes medios de comunicación son
parte indisoluble de la clase política (la casta), porque son los que
realmente cambian el significado de las palabras, y los que con ello dan
la vuelta a la realidad, creando una imagen falsa sobre aquello que les
interese. La forma de cambiar el significado de una palabra para
cambiar el mundo es, en este caso concreto, repetir millones y millones
de veces capitalismo cuando en realidad se están refiriendo al Estado
del Bienestar. Como sucede con un secuestro, decir a la víctima que si
no fuera por la “bondad” del captor, estaría muerto. Te
secuestro, pero gracias a mí no mueres. Te obligo a contribuir al Estado
del Bienestar, aunque no quieras, pero gracias a mí tienes sanidad,
educación, pensiones, etc. Y muchos pican. La propaganda estatista de la
gran mayoría de partidos políticos y agentes sociales conlleva la
falacia del Proveedor Único de la que hablaba antes, y esta falacia hace
que algunos den gracias al Estado del Bienestar por no dejarles
progresar por ellos mismos. Síndrome de Estocolmo y Estado del Bienestar.
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