John Maynard Keynes creía que la solución a una desaceleración económica era aumentar el gasto estatal. Tenía tal fe en su receta que en su libro más famoso, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, llegó a afirmar que: “La construcción de pirámides, los terremotos e incluso la guerra pueden ayudar a incrementar la riqueza”. Más adelante complementó diciendo que “El antiguo Egipto fue doblemente afortunado…” porque construían pirámides y buscaban metales preciosos. Ésta es la receta del sorprendentemente más influyente economista del siglo XX. Con relación al hecho de que el despilfarro y el malgasto empobrezcan a la sociedad en el largo plazo, Keynes respondió “en el largo plazo todos estamos muertos”. Con ese simplismo Keynes resolvía las falencias de su teoría.
Si tomamos a Brasil como ejemplo, los despilfarros de los gobiernos de Lula y Dilma, con su corrupción rampante, con los estadios que se construyeron para el Mundial de fútbol, verdaderos elefantes blancos análogos a las pirámides que Keynes tanto admiraba, entonces, según el keynesianismo, este país no debería estar en la crisis en la que se encuentra. No ha pasado ni siquiera una generación desde que el despilfarro empezó con Lula, y la gente ha tenido la descortesía de seguir viva, invalidando el simplismo keynesiano. Por supuesto que hubo años en que el despilfarro alegró a muchos y redujo la pobreza, pero solo temporalmente. Siguiendo la receta keynesiana, y dado que ni el Mundial ni los Juegos Olímpicos los sacan de la crisis, los brasileros deberían esperar un terremoto, una inundación o mejor aun declarar la guerra a alguno de sus vecinos para recuperarse económicamente. Esto no es sarcasmo, es lo que Keynes afirma en el libro III, capítulo 10, sección VI de su Teoría General.
A Keynes parecía no importarle el futuro de nuestros hijos y nietos (el mismo no tuvo hijos) y propuso una teoría que propugnaba un Estado despilfarrador que contrate a gente para cavar huecos y luego rellenarlos. El problema es que la gente tiene hijos a los que quiere dejarles una sociedad mejor, y por otro lado, las consecuencias del despilfarro son sentidas antes de que la gente se muera. Brasil es todo un ejemplo de ello.