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Monday, November 28, 2016

Como el agua, la política económica

Mauricio Ríos García considera que la crisis del agua, al igual que la potencial crisis por causa de la política económica del gobierno de Evo Morales, se debe a que el sector público se niega a ajustarse.


Mauricio Ríos García
 
es economista y autor de La década perdida de Occidente (Unión Editorial, Madrid 2015).
Así como con la crisis del agua, sobre la que presuponen que el problema se solucione solo esperando que llueva, la política económica ha sido diseñada con el mismo criterio al menos desde el inicio de la desaceleración a mediados de 2013. No se puede decir cuándo ni dónde la economía terminará haciendo “crack” como el agua, donde el detonante fue la sequía, por eso estos fenómenos se los interpreta recurriendo a la metáfora de una burbuja, pero vamos rápido en ese camino, esperando que los precios del gas simplemente reboten en cualquier momento y se mantengan altos.


Veamos: la economía ha entrado en una etapa en la que el ajuste es inevitable, pero de un tiempo a esta parte no puede ser que sea solamente el sector doméstico de la economía el que asuma el ajuste, no puede ser que quien asuma el esfuerzo y sacrificio por cambiar los hábitos de consumo, gasto y endeudamiento sean quienes menos posibilidades tienen de hacerlo. La gravísima crisis del agua que enfrentan cinco de los nueves departamentos del país, es solamente una ilustración más de un problema mucho más grande.
Por ejemplo, en la formulación del Presupuesto General del Estado 2017, por un lado se asigna menos del 1% al problema de infraestructura, abastecimiento y redes de distribución de agua potable en el país; y por el otro, se observa un muy pequeño ajuste del gasto, apenas representativo; si los ingresos cayeron a niveles de 2006, el Estado, incluyendo autonomías departamentales, municipales y universitarias, debe ajustarse en la misma medida.
Es pues el Estado el que debería ajustarse primero; la burocracia, que por definición no genera valor en la economía, debe abandonar el sector público para buscar trabajo en el sector privado y generar valor identificando y solucionando antes que nadie, problemas de gente que ni siquiera conoce a cambio de un legítimo beneficio, pero, además, no sin que antes al menos se establezcan impuestos bajos como incentivos para el libre ejercicio de la función empresarial.
Ayer fueron las universidades públicas, hoy es el agua, y mañana será cualquier otra cosa, pero es necesario anticipar que la manera en que tratan graves problemas generalizados es cuanto menos preocupante hacia futuro: primero elaboran grandes discursos que consideran al país como la próxima gran potencia continental, luego los niegan, después responsabilizan a terceros y más tarde y mal, improvisan agravando el problema que pretenden solucionar. Ellos mismos lo han dicho, “la única solución al problema del agua son las lluvias". Ojalá no fuera que para los problemas económicos generalizados del país haya que solamente esperar a que los pecios del gas reboten y se mantengan extraordinariamente altos como la única solución.
Son tiempos muy complicados, los problemas no son coyunturales, anecdóticos, pasajeros y sectoriales, sino estructurales, sistémicos, generalizados y profundos. Parafraseando al mismo Morales, tal vez sí sea cierto que hay que prepararse para lo inevitable.

Como el agua, la política económica

Mauricio Ríos García considera que la crisis del agua, al igual que la potencial crisis por causa de la política económica del gobierno de Evo Morales, se debe a que el sector público se niega a ajustarse.


Mauricio Ríos García
 
es economista y autor de La década perdida de Occidente (Unión Editorial, Madrid 2015).
Así como con la crisis del agua, sobre la que presuponen que el problema se solucione solo esperando que llueva, la política económica ha sido diseñada con el mismo criterio al menos desde el inicio de la desaceleración a mediados de 2013. No se puede decir cuándo ni dónde la economía terminará haciendo “crack” como el agua, donde el detonante fue la sequía, por eso estos fenómenos se los interpreta recurriendo a la metáfora de una burbuja, pero vamos rápido en ese camino, esperando que los precios del gas simplemente reboten en cualquier momento y se mantengan altos.

Tuesday, October 4, 2016

Calificando la política económica de Trump

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eraser 
[Extraído del número de septiembre-octubre de 2016 de The Austrian]
Donald Trump ha presentado su equipo de asesores económicos y desvelado un programa económico preliminar a grandes rasgos que implantaría su posible administración. Ha prometido entrar en detalles de su Plan Económico America First a medida que se acerquen las elecciones. ¿Cómo calificaríamos su elección de asesores su plan económico en este momento?
El equipo de asesores económicos de trece hombres de Trump tiene más CEO actuales o pasados (4), más milmillonarios (5) y más personas llamadas Steve (6) que economistas exacadémicos con un doctorado (1). Y el único economista académico, Peter Navarro, aunque doctor en Harvard, es miembro de la facultad en la Universidad de California en Irvine, que no es precisamente una institución de élite. Como expresaba con indignación un artículo:



“El equipo económico de Trump tienen muchos milmillonarios y pocos expertos económicos”. Pero esto, por supuesto, es para bien.
Aunque el economista Navarro es bastante conocido, sus diez libros están escritos principalmente para audiencias populares e inversores y la mayoría de sus artículos especializados se publicaron en revistas de negocios y política dirigidas a profesionales de la empresa y políticos, en lugar de a sus compañeros economistas académicos. Nunca ha publicado un artículo en una revista económica importante, aunque ha sido coautor de un libro acerca de la política económica de EEUU con R. Glenn Hubbard, el eminente economista de Columbia y exjefe del Consejo de Asesores Económicos bajo George W. Bush. Recientemente, Navarro ha sido un economista de perfil único que defiende una postura proteccionista pasada de moda en el comercio internacional, especialmente con respecto a China. Está a favor de que el gobierno de EEUU adopte medidas duras contra las “prácticas comerciales injustas” de China, como las subvenciones a la exportación, la manipulación de la divisa y el robo de propiedad intelectual. Entre 2008 y 2015, Navarro escribió tres libros con títulos llamativos y produjo un documental de bajo presupuesto de Netflix acerca de los riesgos económicos y geopolíticos planteados por China.
Pero el absurdo y contraproducente ataque a China y el burdo proteccionismo de Trump, Navarro y algunos otros en el equipo de Trump deberían condenarse rotundamente. Sin embargo, hay dos cosas buenas en los proteccionistas pasados de moda. Primero, sus ingenuas falacias son fáciles de refutar, y segundo (y tal vez más importante), tienden a ser antiglobalistas que rechazan falsos acuerdos multilaterales de “libre comercio”. Estos acuerdos se diseñan para ser opacos, ocupan miles de páginas y benefician principalmente a los políticos y burócratas de EEUU y a sus aliados: banqueros y capitalistas compinches. Y es verdad que Navarro y Trump se oponen vigorosamente al acuerdo de colaboración transpacífica, el NAFTA, el CAFTA y el acuerdo de libre comercio con Corea del Sur.
Ahora bien, el simple libre comercio bilateral (garantizar legalmente el derecho de los residentes internos a comerciar libremente con un residente de cualquier nación extranjera independientemente de su régimen comercial) es siempre la política ideal para una nación desde el punto de vista de la justicia y la prosperidad. Sin embargo, los “acuerdos” comerciales bilaterales al estilo del siglo XIX que una administración Trump promete negociar con otras naciones son mucho más transparentes y es mucho más probable que produzcan un movimiento hacia un verdadero libre comercio que la realización secreta y laberíntica de acuerdos que caracteriza a los modernos acuerdos comerciales multilaterales. Basta con pensar en el gran tratado anglo-francés de 1860 negociado por los librecambistas liberales clásicos Michel Chevalier de Francia y Richard Cobden de Gran Bretaña.
El Plan Económico America First de Trump también merece algún aplauso. Es verdad que su plan parece dar solo un pequeño paso hacia el aligeramiento de la carga de impuestos que lleva tanto tiempo sufriendo la clase media estadounidense y hacia la liberación de las empresas de EEUU frente a impuestos y regulaciones cada vez más onerosos y que están ahogando la acumulación de capital y el crecimiento de la productividad laboral, pero es un movimiento en la dirección correcta. Más importante es el tema populista antiglobalista que aparece en todo el documento, porque aclara y cambia todo el tenor del debate sobre la política económica internacional de EEUU. Pues al igual que proteccionismo pasado de moda, el verdadero libre comercio es también una política populista, antiglobalista y de America First.
Ambos políticas son presentadas por sus defensores como el medio apropiado para promover el bienestar y la prosperidad de consumidores y trabajadores estadounidenses. Por desgracia, desde la conferencia de Bretton Woods en 1944, la genuina postura librecambista no se ha podido oír entre el público estadounidense. La razón es que el término “libre comercio” ha sido cooptado por los defensores de una doctrina extraña y globalista que tiene muy poco que ver con promover el bienestar económico de los estadounidenses normales y todo que ver con centralizar el control del comercio internacional, la inversión y los asuntos monetarios en manos de las élites políticas de EEUU y extranjeras.
Tengamos en cuenta que tras la Segunda Guerra Mundial los acuerdos económicos multilaterales y las organizaciones supranacionales (GATT, OMC, FMI, banco Mundial, NAFTA, UE, TPP) pretenden todos específicamente “coordinar” y “dirigir” colectivamente actividades económicas entre estados-nación. Como escribía mordazmente Murray Rothbard acerca del NAFTA: “Lo que quiere el establishment es un acuerdo dirigido por el gobierno y negociado por el gobierno, lo que es mercantilismo y no libre comercio. Lo que también quiere son instituciones de supergobierno internacionalista para quitar de manos estadounidenses la toma de decisiones y ponerla en manos de supergobiernos, que gobernarían a los estadounidenses y no serían responsables ante el pueblo estadounidense. (…) [El NAFTA] es peor que el socialismo abierto, pues es socialismo internacional camuflado bajo los vulgares ropajes de la libertad y los mercados libres. Los populistas, incluso los populistas proteccionistas, tienen razón en verlo con profunda suspicacia”.
El equipo económico y el plan económico de Trump también merecen ser alabados por a quiénes y a qué excluyen: a los macro economistas ortodoxos y su incansable y profundamente mentirosa promoción de la Reserva Federal y sus políticas ultrakeynesianas dirigidas a estimular el gasto, como panacea de los graves problemas que afligen a la economía de EEUU. Como se ha señalado antes, el equipo de Trump incluye solo un economista académico, y este es un heterodoxo. Aparte de su defectuosa política comercial, el plan de Trump es en general coherente con una sólida economía austriaca clásica y se centra en recortar impuestos, gastos y regulaciones y equilibrar el presupuesto. Aunque el plan desgraciadamente silencia cómo trataría a la Fed una administración Trump y qué régimen monetario adoptaría, es estupendo que no haya ningún apoyo a las actuales técnicas poco convencionales de la Fed de creación eterna de dinero, que redistribuyen riqueza real y recursos de los estadounidenses productivos a empresas financieras parasitarias y otros compinches capitalistas.
En resumen, a falta de más detalles, le doy una calificación provisional de aprobado alto al desempeño de Mr. Trump en política económica. Pero es sabido que soy una persona generosa con las notas y que doy a los estudiantes múltiples oportunidades para obtener puntos adicionales y aumentar sus calificaciones, así que si Mr. Trump añade temas a su plan que traten sobre “auditar la Fed” o “someter el presupuesto de la Fed a las asignaciones del Congreso” o “considerar el patrón oro como una alternativa monetaria”, estaré encantado de aumentar su calificación a notable.

Calificando la política económica de Trump

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eraser 
[Extraído del número de septiembre-octubre de 2016 de The Austrian]
Donald Trump ha presentado su equipo de asesores económicos y desvelado un programa económico preliminar a grandes rasgos que implantaría su posible administración. Ha prometido entrar en detalles de su Plan Económico America First a medida que se acerquen las elecciones. ¿Cómo calificaríamos su elección de asesores su plan económico en este momento?
El equipo de asesores económicos de trece hombres de Trump tiene más CEO actuales o pasados (4), más milmillonarios (5) y más personas llamadas Steve (6) que economistas exacadémicos con un doctorado (1). Y el único economista académico, Peter Navarro, aunque doctor en Harvard, es miembro de la facultad en la Universidad de California en Irvine, que no es precisamente una institución de élite. Como expresaba con indignación un artículo: