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Monday, August 29, 2016

Se acentúa el peligro nacionalista

Alberto Benegas Lynch (h) indica que las fronteras son percibidas como "diques infranqueables" por los nacionalistas, pero que estas solo tienen sentido como un límite a la concentración de poder que implicaría un gobierno universal.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
El caso de Austria vuelve a poner sobre el tapete el tremendo avance nacionalista, es decir, la xenofobia, la cultura alambrada, la obtusa y retrógrada desconfianza en el comercio internacional libre, el ataque a los inmigrantes y, en definitiva, la vuelta a los instintos más oscuros del hombre primitivo.
En este caso pongo de relieve el peligro del candidato presidencial austríaco Norbert G. Hofer que acaba de perder en la segunda vuelta por escasísimo margen (49,7 % frente a 50,3% de los sufragios del ganador en la contienda electoral). La primera vuelta en abril del corriente año la ganó Hofer por el mayor caudal de votos de un presidente desde 1945, momento en que fue efusivamente felicitado por los otros candidatos nacionalistas de Europa: Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional francés, Frauke Pety de Alternativa para Alemania y Greet Wilders del Partido Holandés para la Libertad.



En este panorama siniestro de los cuasi-nazis europeos no hay que dejar de lado al candidato Donald Trump con el discurso por todos conocido del otro lado del Atlántico, para no mencionar a megalómanos como el venezolano del chavismo y sus imitadores (entre muchos otros autores, J.F. Revel nos muestra en detalle en La gran mascarada el íntimo parentesco y la comunión de ideales entre el nacionalismo y el comunismo).
Es en verdad muy triste que nada menos que en Austria sucedan estas cosas, la tierra del cosmpolitismo antes del advenimiento del asesino serial: Hitler. Stefan Zweig nos cuenta es su magnífica autobiografía —El mundo de ayer— de los célebres cafés vieneses visitados permanentemente por contertulios de todas partes del mundo, donde se exhibían los periódicos más destacados de todos los puntos del planeta. Nos detalla las enormes ventajas del cosmopolitismo que permitieron a los austríacos gozar de progresos culturales notables en la literatura, la música, la economía, el derecho y el psicoanálisis. Nos muestra el clima en los colegios y en la universidad de Viena por el empeño por estudiar todo lo que se pudiera sin ni siquiera percatarse cual era el lugar de origen de tal o cual contribución que tomaban como patrimonio de la humanidad. Nos relata el valor de establecer marcos institucionales civilizados y de respeto recíproco en el contexto de la propiedad privada y la santidad de los contratos, así como también la importancia de contar con una moneda estable y segura.
El nacionalismo toma las fronteras como diques infranqueables en lugar de percibir que solo tienen sentido para evitar los enormes peligros de concentración de poder que significaría un gobierno universal. El fraccionamiento en estados y éstos en provincias que a su vez se subdividen en municipios fueron originalmente establecidos para minimizar el abuso de poder político y no para crear tensiones y actitudes confrontativas cuando no abiertamente bélicas entre si. En una sociedad abierta, el uso de la fuerza solo está permitida como recurso defensivo pero nunca ofensivo contra los propios ciudadanos o contra los que han nacido en otros lugares. Como es sabido, las fronteras nada tienen de natural, son fruto de trifulcas bélicas y de la geología.
La cultura y el progreso están ubicados en un proceso evolutivo de entregas y recibos recíprocos. En este sentido, los libros, las músicas, las arquitecturas y los estilos, el descubrimiento del derecho, los procesos económicos, la gastronomía, la medicina, la religión, los método agrícolas y tantas otra manifestaciones culturales no tienen patria, son fruto de los referidos procesos de donativos y de recepciones que no se extinguen en el tiempo. Solo debe bloquearse la lesión a derechos de terceros.
Mario Vargas Llosa nos dice en “Elefante y la cultura” que “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, es algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país. Aunque semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos, y la irrealidad de sus pretensión —la autarquía cultural—, la historia nos muestra que se arraiga con facilidad”.
Los nacionalistas apuntan principal aunque no exclusivamente a dos planos de análisis: a interferir con el movimiento de bienes y servicios con otros territorios y a intervenir en los movimientos migratorios, en cualquier caso recurriendo a léxicos horrendos como “el ser nacional” y otras sandeces equivalentes y con lenguaje siempre patriotero e incendiario. Veamos entonces aquellos dos aspectos cruciales por lo menos sumariamente en sus aspectos fundamentales.
En lo referente al primer punto, resulta clave comprender algo elemental y es que es mejor comprar barato y de alta calidad que comprar caro y de mala calidad. Esto que parece tan simple es negado por aranceles aduaneros, tarifas y manipulaciones del tipo de cambio en prácticamente todas partes.
Todo arancel inexorablemente significa mayor inversión por unidad de producto, a saber, obliga a destinar una suma mayor de dinero por cada producto ingresado al país en cuestión. Y, a su vez, dicha mayor inversión por unidad de producto naturalmente  hace que hayan menos productos, lo cual se traduce en un nivel de vida más bajo. Ergo, todo arancel siempre y bajo toda circunstancia empobrece.
Ahora bien, especialmente desde el decimonónico Friedrich List se ha difundido la peregrina teoría de “la industria incipiente” que reza más o menos así: estamos de acuerdo con el librecambio pero es necesario darle tiempo a las industrias recién instaladas (industrias incipientes) para que puedan ponerse a tono con la tecnología desarrollada por empresas extranjeras con mayor experiencia y tiempo en el mercado, de lo contrario, se sigue diciendo, sería injusto para la “industria nacional”.
Este pretendido argumento es falaz por donde se lo mire. Es correcto que la gran mayoría de las empresas no muestran ganancias en los primeros períodos, pero si la evaluación de proyectos está bien realizada, se supone que el retorno sobre la inversión más que compensará los quebrantos iniciales.
En el caso de la “industria incipiente” son los propios empresarios los que deben cubrir los primeros períodos de pérdidas y no pretender endosarle la carga sobre las espaldas de los consumidores. Si los empresarios del caso no tuvieran los suficientes fondos para encarar la situación de su negocio, pues venden la idea en el mercado local o internacional para obtener los recursos faltantes.
Si nadie en el mercado local o internacional se interesa por comprar el proyecto, es solo por uno de dos motivos. O se trata de un “cuento chino”, que es lo que muchos veces sucede cuando se eterniza la condición de industria incipiente, o si bien es un proyecto rentable se estima que hay otros que son prioritarios y como los recursos son limitados no puede encararse todo al mismo tiempo por lo que el proyecto debe esperar.
Respecto a las fuentes de trabajo debe enfatizarse que la mayor productividad libera recursos humanos y materiales para encarar otras faenas que al momento no se podían hacer debido a que los recursos en cuestión estaban esterilizados en las tareas anteriores. Como he dicho muchas veces, este fue el destino del hombre de la barra de hielo antes del refrigerador o del fogonero antes de la aparición del los motores Diesel. Si se forzara a retrotraerse a las condiciones anteriores eliminando la consiguiente productividad, los salarios en términos reales se reducirán.
Hay otras muchas falacias tejidas en torno al comercio exterior (que en su esencia no se diferencian del comercio interior) pero que en una nota periodística no cabe su análisis.
En cuanto al segundo punto de los movimientos migratorios, es pertinente subrayar que en una sociedad libre la expresión “inmigración ilegal” es del todo impertinente. Todos deberían tener la posibilidad de ubicarse donde lo estimen conveniente sin pedir permiso de ninguna naturaleza.
Solo los delincuentes deben ser bloqueados, pero eso no diferencia los nativos de los extranjeros. Todos los que no nos hemos mantenido en el continente africano somos inmigrantes dado que el origen del hombre es ese continente.
Por supuesto que, igual que en el librecambio de bienes, puede circunstancialmente disminuirse algún salario debido a la competencia, pero el mejor aprovechamiento del capital y la mayor productividad elevan las tasas de capitalización conjuntas lo que empuja todos los salarios e ingresos al alza. Lo que resulta indispensable para evitar la tragedia del desempleo es dejar de lado la peregrina idea de que los salarios pueden decidirse por decreto en lugar de comprender que se establecen según sea la inversión per capita fruto del ahorro interno y externo.
Se ha dicho que los inmigrantes significan un costo adicional al fisco (es decir, al contribuyente) debido a que recurren a servicios del llamado “estado benefactor”. En realidad este es un problema del “estado benefactor” y no un problema que presenta la inmigración. De todos modos, para que esto no sirva de pantalla al efecto de eliminar o limitar la inmigración, debe subrayarse que a los inmigrantes les debería estar vedado el uso de ese tipo de servicios pero, naturalmente, tampoco deberían estar obligados a aportar para mantenerlos con lo que serían personas libres tal como a muchos ciudadanos les gustaría ser y no verse compelidos a financiar servicios caros, deficitarios y de mala calidad.
En sus estudios Julian Simon alude a las motivaciones de los inmigrantes para dejar sus tierras y a los consiguientes comportamientos en sus nuevos destinos. En ese sentido, ha presentado trabajos sumamente medulosos sobre la inmigración, por ejemplo, su libro The Economic Consequences of Immigration y su ensayo “Are there Grounds for Limiting Immigration?” donde señala: a) los inmigrantes están más dispuestos a trabajar en tareas que los nativos no aceptan, b) son más flexibles en el traslado a distintos lugares, c) tienen menos hijos debido a la inseguridad y a las situaciones apremiantes por las que han debido pasar en sus países de origen, d) muestran mayor propensión al ahorro, d) revelan buen desempeño no solo en sus trabajos sino en sus estudios, e) debido a sus edades muestran estados de salud sumamente satisfactorios, y f) ponen de manifiesto su capacidad para encarar nuevos emprendimientos.
Estos dos capítulos revelan los dardos venenosos de los nacionalismos, es de esperar que con los suficientes esfuerzos educativos puedan prevalecer los valores y principios de una sociedad abierta para bien de todos, muy especialmente para los más necesitados.

Se acentúa el peligro nacionalista

Alberto Benegas Lynch (h) indica que las fronteras son percibidas como "diques infranqueables" por los nacionalistas, pero que estas solo tienen sentido como un límite a la concentración de poder que implicaría un gobierno universal.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
El caso de Austria vuelve a poner sobre el tapete el tremendo avance nacionalista, es decir, la xenofobia, la cultura alambrada, la obtusa y retrógrada desconfianza en el comercio internacional libre, el ataque a los inmigrantes y, en definitiva, la vuelta a los instintos más oscuros del hombre primitivo.
En este caso pongo de relieve el peligro del candidato presidencial austríaco Norbert G. Hofer que acaba de perder en la segunda vuelta por escasísimo margen (49,7 % frente a 50,3% de los sufragios del ganador en la contienda electoral). La primera vuelta en abril del corriente año la ganó Hofer por el mayor caudal de votos de un presidente desde 1945, momento en que fue efusivamente felicitado por los otros candidatos nacionalistas de Europa: Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional francés, Frauke Pety de Alternativa para Alemania y Greet Wilders del Partido Holandés para la Libertad.


Tuesday, June 21, 2016

Una buena economía para China

Edmund S. Phelps, the 2006 Nobel laureate in economics, is Director of the Center on Capitalism and Society at Columbia University and author of Mass Flourishing.
NUEVA YORK – Las décadas de arduo crecimiento junto con la crisis financiera del año 2008 han provocado un cambio sísmico en el pensamiento económico en gran parte del mundo. Se habla de desplazar recursos desde el ámbito de la inversión hacia el del consumo, de la industria pesada hacia los “servicios”, y del sector privado al sector público. Sin embargo, lo que me llama la atención es que estos argumentos se centran sólo en la mejora de la mezcla de los productos dentro de una economía, sin prestar atención a la mano de obra.


Esto es obvio en el caso de China, ahora la mayor economía del mundo según algunas mediciones. Sin duda, China debe rechazar nuevas inversiones en gigantescas fábricas de acero y edificios de apartamentos vacíos. De manera simultánea, sin embargo, debe centrarse en los trabajadores y elevar la vivencia en el trabajo que ellos tienen, aspecto que los economistas desde Adam Smith a Karl Marx y Alfred Marshall colocaron en el centro de sus preocupaciones.
No todo el mundo está de acuerdo. Cuando se trata de vivencias en el trabajo, muchos – sobre todo en Europa continental – creen que la asignación óptima (lo que implica tener instituciones que funcionen bien), en el caso que esté acompañada de inversión en educación, es todo lo que se necesita. Al fin y al cabo, los italianos, alemanes, franceses trabajan duro y bien durante un número relativamente pequeño de horas, lo que resulta en una alta productividad y altos salarios por hora – más altos que en Estados Unidos y el Reino Unido.
No obstante, los europeos continentales no parecen estar especialmente contentos con su trabajo. La evidencia circunstancial es su preferencia, que marca récords, por tomar vacaciones– y su participación relativamente baja en la fuerza de trabajo. Además, los datos sobre satisfacción en el trabajo proporcionan una evidencia directa: entre los grandes países occidentales, los trabajadores de la Europa continental reportan los niveles más bajos.
Eso no es sorprendente. Las empresas de Europa, por lo general, ya no son lugares donde se tienen nuevos estímulos y nuevos retos que ocupen las mentes de los trabajadores. Sin embargo, si el caso es que China debe evitar el modelo europeo de búsqueda de eficiencia, ¿cuál es el modelo que debe adoptar?
En mi libro Mass Flourishingargumento que el modelo correcto es el modelo de la buena economía, que es una economía que ofrece una buena vida. La asignación óptima de recursos (de la que forma parte la eficiencia) es una característica necesaria, pero no suficiente, de una buena economía. De hecho, es probable que el enfoque testarudo sobre elevar el consumo doméstico distraiga a los líderes de China, alejándoles de otras políticas necesarias para la buena economía.
En este punto, entro en desacuerdo con muchos economistas – incluyendo con mis queridos amigos Joseph Stiglitz, Jean-Paul Fitoussi y Vladimir Kvint – cuyo estándar preferido es la calidad de vida. Con esto se refieren principalmente el un vasto consumo y a un vasto tiempo de recreación, junto con bienes públicos – por ejemplo, aire limpio, alimentos seguros y seguridad en las calles – e instalaciones comunitarias, tales como parques municipales y estadios deportivos.
Esta es una versión más detallada de un ideal al cual se le puede seguir el rastro hasta la antigüedad. No me opongo a  los servicios mencionados o a su aprovisionamiento por parte del Estado; pero, no son congruentes con el concepto que tienen los filósofos sobre la “buena vida”. (Aristóteles dijo en broma que necesitamos esos servicios para recuperarnos con el fin de estar listos para el trabajo del día siguiente).
Otro querido amigo, Amartya Sen, señala que el enfoque de los economistas en el consumo deja de lado a la necesidad que tienen las personas de “hacer cosas”. Pero, él no va lo suficientemente lejos. Las personas quieren salirse de programas de trabajo en los que ellas no tienen autonomía.
Para una buena vida, las personas necesitan un grado de decisión propia en su trabajo. Ellos quieren ser capaces de tomar la iniciativa y realizar labores que sean atractivas. Las personas valoran tener un espacio para expresarse – para articular sus pensamientos o mostrar sus talentos.
En otras palabras, las personas valoran el logro a través de sus propios esfuerzos. He utilizado la palabra “prosperar” (del latín antiguo prospere, que significa “como se tenía la esperanza que ocurra, o como se esperaba que ocurra”) para referirse a la experiencia de tener éxito en el trabajo: la gratificación de un artesano cuando ve sus habilidades valoradas por los demás, la satisfacción de un comerciante cuando ve a los “barcos llegar”, o el sentimiento de validación que experimenta un académico cuando se le otorga el título de catedrático distinguido.
Las personas también valoran el crecimiento personal que puede provenir de su carrera. Yo uso la palabra “florecer” para hacer referencia a la satisfacción de un viaje hacia lo desconocido – la emoción de los retos y el atractivo de la superación de obstáculos. De hecho, todos estos aspectos, es decir alcanzar logros, prosperar y florecer, hacen referencia a recompensas vivenciales, no a dinero.
¿Qué tipo de economía podría ofrecer esta buena vida? La historia sugiere que sería una economía de personas emprendedoras (personas que están alertas frente a oportunidades inadvertidas y que ponen en acción su iniciativa para probar cosas nuevas) y de personas innovadoras (personas que imaginan cosas nuevas, desarrollan nuevos conceptos convirtiéndolos en métodos y productos comerciales, y los comercializan para que alcancen su potencial). Los participantes en una buena economía como la que se describe recaerían dentro de un rango de personas que  incluye desde ciudadanos que forman parte de los grupos de base de las sociedades hasta personas que se encuentran en los grupos más favorecidos.
Tengo la esperanza que sea este el tipo de economía que China vaya a desarrollar. Por supuesto, en un momento de dificultades, puede que un país no sea capaz de darse el lujo de adscribirse a una buena economía, su población primero demandará que se le proporcione aire limpio y alimentos seguros. El riesgo es que satisfacer plenamente todas las miles de demandas de servicios públicos requeriría de un sector público tan grande que bien podría desplazar y sacar del escenario a las actividades innovadoras en el sector privado.
China debe tener en mente que el sector privado puede igualar – o superar – al sector público en el suministro de muchos servicios que hasta ahora los presta el sector público. Los ferrocarriles subterráneos fueron, en algún momento, producto de la creatividad de los empresarios privados. Hoy en día, el paso más radical en el transporte urbano es Uber, y el cambio más radical en un futuro próximo probablemente llegue a ser el automóvil que se auto-conduce –ambos cambios surgen como resultado de la creatividad del sector privado.
Por supuesto, algunos cínicos dicen que los chinos no poseen ni la sofisticación ni el temperamento para ser innovadores. Sin embargo, las estimaciones preparadas por China y los países del G-7 sobre innovación que se forja localmente muestran que China ya ocupaba el cuarto lugar en la década de 1990; y, que en la siguiente década, cuando el Reino Unido y Canadá retrocedieron en su clasificación, China avanzó hacia el segundo lugar – ubicándose no muy por detrás de  EE.UU.
El hecho es que hay mucha menos innovación que surge de Estados Unidos de la que en algún momento surgió en el pasado – y casi no hay ninguna innovación que proviene de Europa. Por lo tanto, China podría convertirse en una importante fuente de innovación para la economía mundial, igualando o superando a EE.UU. A mi entender, esta es una oportunidad muy valiosa para China – y es un evolución de la situación que debe ser bienvenida por el resto del mundo.

Una buena economía para China

Edmund S. Phelps, the 2006 Nobel laureate in economics, is Director of the Center on Capitalism and Society at Columbia University and author of Mass Flourishing.
NUEVA YORK – Las décadas de arduo crecimiento junto con la crisis financiera del año 2008 han provocado un cambio sísmico en el pensamiento económico en gran parte del mundo. Se habla de desplazar recursos desde el ámbito de la inversión hacia el del consumo, de la industria pesada hacia los “servicios”, y del sector privado al sector público. Sin embargo, lo que me llama la atención es que estos argumentos se centran sólo en la mejora de la mezcla de los productos dentro de una economía, sin prestar atención a la mano de obra.

Sunday, June 19, 2016

El gobierno destroza la economía

 
[Publicado en Mises Daily el 15 de junio de 2008]
En este momento solo se trata de esperar a que la Oficina Nacional de Investigación Económica declare que hemos entrado en recesión. Por supuesto, trabajan con datos pasados, todos lo hacemos. Pero los datos demostrarán lo que ha sido verdad durante meses. Las tendencias son coherentes con toda recesión individual registrada. Miradlo vosotros mismos.
Todo esto es bastante malo. Tal vez tengas asegurado tu trabajo. Tal vez estés fuera de la bolsa. Tal vez no esté esperando un beneficio de alguna inversión inmobiliaria. El problema que golpea a todos es la inflación, que está rugiendo fuera de control en todos los sectores que nos importan. Hemos entrado en dobles dígitos y si los precios del productor anuncian los precios del consumidor, tenemos malos tiempos a la vista.



¿Qué hace entonces Washington? En una acción de increíble estupidez, el Congreso ha aprobado una extensión de las prestaciones de desempleo. Sigue siendo verdad la vieja regla: si subvencionas algo, conseguirás más. Así que esto nos dará más desempleo. No cabe ninguna duda. Por tanto empeorará y prolongará el problema.
Solo hace falta un segundo de lógica económica para ver por qué. En un entorno recesionista, necesitamos mercados laborales más libres, no más socializados. Las empresas tiene que ser capaces de contratar trabajadores a precios inferiores. No queremos aumentar el coste de contratar, queremos reducirlo, especialmente con el desempleo en aumento. Por el contrario, el Congreso saquea a los trabajadores de este país para impedir que la gente entre en el mercado laboral.
No solo es estúpido: es altamente peligroso. Los británicos intentaron esto en la década de 1930 y, más que ninguna otra acción, esta contribuyó a las altas tasas de desempleo que alimentaron movimientos políticos socialistas, que llevaron a la destrucción de la economía. Podrían hacer lo mismo aquí, en Estados Unidos.
Pasando a la Fed, aquí vemos una camarilla de obsesos que cree que la mayor amenaza para el país ahora mismo son los precios a la baja. Y están completamente decididos a impedir que ocurra esto, precisamente en el momento en que los precios a la baja sería lo mejor que le podría pasar al país.
¿Y qué genera esta obsesión? Una compresión defectuosa de la Gran Depresión. Como FDR y sus asesores, este grupo está convencido de que lo que causó la depresión fue la caída en los precios de todo. Esto es lo que genera un mal pensamiento económico. Los precios bajos fueron lo mejor que tuvo para ofrecer la década de 1930. ¡Imaginemos la misma depresión entre el rugido de la inflación! Los sufrimientos de la gente habrían sido inconmensurablemente peores.
Así que dejad a Washington que se asegure de que la próxima experiencia con cualquier fenómeno económico será siempre peor que la última. Están tratando de darnos la Gran Depresión con una tendencia aún peor: ¡caída de la producción, aumento del desempleo, más precios al alza! (Si no lo habéis leído, por favor, conseguid una copia de America’s Great Depression, de Rothbard. De paso mandad unas pocas copias a la Fed).
La visión de Bernanke de la Gran Depresión por supuesto no tiene ningún sentido. Pero es la única explicación que puedo imaginar para explicar por qué la Fed está haciendo todo lo posible para hinchar la economía inventando formas cada vez más tramposas de hacer que los bancos presten dinero, como si el dinero y el crédito fueran as salvar al mundo. Podríais pensar que observarían las penalidades económicas de muchas naciones africanas con inflación desbocada en los muchos miles por ciento. Sus economías no van bien. ¡Pero una persona como Bernanke es capaz de mirar a un lugar como Zimbabue y apuntar que al menos no está sufriendo deflación!
En esta etapa del debate sobre qué hacer con la recesión, la administración Bush y los republicanos parecen bastante buenos en comparación con los demócratas. Es fácil olvidar que Bush ostenta la mayoría de la responsabilidad directa de este desastre. Su guerra ha drenado las existencias de capital, disminuidos los suministros de petróleo y desplazada la inversión privada. No ha hecho nada para mantener bajos los precios de la gasolina y ha rechazado específicamente propuestas iniciales para tratar de reducir los precios.
Ha alentado a la Fed con su inflación, al poner prioridad en sus aventuras militares por encima de políticas económicas sólidas. Es una burda simplificación, pero sigue conteniendo verdad: el estado de guerra de Bush  es la causa de esta recesión. Es una simplificación en el sentido de que no habría ocurrido sin la máquina de dinero de la esquina  de la Casa Blanca que ha reclamado que pusiera la directa.
¿Cuál es la respuesta correcta a una recesión? La primera regla debe ser no hacer daño. En lo que se refiere al gobierno, es pedir mucho y bastante. Más allá de eso, en un mundo ideal, deberíamos cerrar la Fed, reducir el coste del empleo, reducir impuestos, liquidar los controles medioambientales a la exploración y refinado de petróleo: eso sería un buen principio. Podríamos esperar que la recesión durara menos de un año bajo estas políticas. Tal y como está, podríamos estar una larga y profunda recesión.

El gobierno destroza la economía

 
[Publicado en Mises Daily el 15 de junio de 2008]
En este momento solo se trata de esperar a que la Oficina Nacional de Investigación Económica declare que hemos entrado en recesión. Por supuesto, trabajan con datos pasados, todos lo hacemos. Pero los datos demostrarán lo que ha sido verdad durante meses. Las tendencias son coherentes con toda recesión individual registrada. Miradlo vosotros mismos.
Todo esto es bastante malo. Tal vez tengas asegurado tu trabajo. Tal vez estés fuera de la bolsa. Tal vez no esté esperando un beneficio de alguna inversión inmobiliaria. El problema que golpea a todos es la inflación, que está rugiendo fuera de control en todos los sectores que nos importan. Hemos entrado en dobles dígitos y si los precios del productor anuncian los precios del consumidor, tenemos malos tiempos a la vista.


Monday, June 13, 2016

Se acentúa el peligro nacionalista

Alberto Benegas Lynch (h) indica que las fronteras son percibidas como "diques infranqueables" por los nacionalistas, pero que estas solo tienen sentido como un límite a la concentración de poder que implicaría un gobierno universal.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
El caso de Austria vuelve a poner sobre el tapete el tremendo avance nacionalista, es decir, la xenofobia, la cultura alambrada, la obtusa y retrógrada desconfianza en el comercio internacional libre, el ataque a los inmigrantes y, en definitiva, la vuelta a los instintos más oscuros del hombre primitivo.
En este caso pongo de relieve el peligro del candidato presidencial austríaco Norbert G. Hofer que acaba de perder en la segunda vuelta por escasísimo margen (49,7 % frente a 50,3% de los sufragios del ganador en la contienda electoral). La primera vuelta en abril del corriente año la ganó Hofer por el mayor caudal de votos de un presidente desde 1945, momento en que fue efusivamente felicitado por los otros candidatos nacionalistas de Europa: Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional francés, Frauke Pety de Alternativa para Alemania y Greet Wilders del Partido Holandés para la Libertad.



En este panorama siniestro de los cuasi-nazis europeos no hay que dejar de lado al candidato Donald Trump con el discurso por todos conocido del otro lado del Atlántico, para no mencionar a megalómanos como el venezolano del chavismo y sus imitadores (entre muchos otros autores, J.F. Revel nos muestra en detalle en La gran mascarada el íntimo parentesco y la comunión de ideales entre el nacionalismo y el comunismo).
Es en verdad muy triste que nada menos que en Austria sucedan estas cosas, la tierra del cosmpolitismo antes del advenimiento del asesino serial: Hitler. Stefan Zweig nos cuenta es su magnífica autobiografía —El mundo de ayer— de los célebres cafés vieneses visitados permanentemente por contertulios de todas partes del mundo, donde se exhibían los periódicos más destacados de todos los puntos del planeta. Nos detalla las enormes ventajas del cosmopolitismo que permitieron a los austríacos gozar de progresos culturales notables en la literatura, la música, la economía, el derecho y el psicoanálisis. Nos muestra el clima en los colegios y en la universidad de Viena por el empeño por estudiar todo lo que se pudiera sin ni siquiera percatarse cual era el lugar de origen de tal o cual contribución que tomaban como patrimonio de la humanidad. Nos relata el valor de establecer marcos institucionales civilizados y de respeto recíproco en el contexto de la propiedad privada y la santidad de los contratos, así como también la importancia de contar con una moneda estable y segura.
El nacionalismo toma las fronteras como diques infranqueables en lugar de percibir que solo tienen sentido para evitar los enormes peligros de concentración de poder que significaría un gobierno universal. El fraccionamiento en estados y éstos en provincias que a su vez se subdividen en municipios fueron originalmente establecidos para minimizar el abuso de poder político y no para crear tensiones y actitudes confrontativas cuando no abiertamente bélicas entre si. En una sociedad abierta, el uso de la fuerza solo está permitida como recurso defensivo pero nunca ofensivo contra los propios ciudadanos o contra los que han nacido en otros lugares. Como es sabido, las fronteras nada tienen de natural, son fruto de trifulcas bélicas y de la geología.
La cultura y el progreso están ubicados en un proceso evolutivo de entregas y recibos recíprocos. En este sentido, los libros, las músicas, las arquitecturas y los estilos, el descubrimiento del derecho, los procesos económicos, la gastronomía, la medicina, la religión, los método agrícolas y tantas otra manifestaciones culturales no tienen patria, son fruto de los referidos procesos de donativos y de recepciones que no se extinguen en el tiempo. Solo debe bloquearse la lesión a derechos de terceros.
Mario Vargas Llosa nos dice en “Elefante y la cultura” que “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, es algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país. Aunque semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos, y la irrealidad de sus pretensión —la autarquía cultural—, la historia nos muestra que se arraiga con facilidad”.
Los nacionalistas apuntan principal aunque no exclusivamente a dos planos de análisis: a interferir con el movimiento de bienes y servicios con otros territorios y a intervenir en los movimientos migratorios, en cualquier caso recurriendo a léxicos horrendos como “el ser nacional” y otras sandeces equivalentes y con lenguaje siempre patriotero e incendiario. Veamos entonces aquellos dos aspectos cruciales por lo menos sumariamente en sus aspectos fundamentales.
En lo referente al primer punto, resulta clave comprender algo elemental y es que es mejor comprar barato y de alta calidad que comprar caro y de mala calidad. Esto que parece tan simple es negado por aranceles aduaneros, tarifas y manipulaciones del tipo de cambio en prácticamente todas partes.
Todo arancel inexorablemente significa mayor inversión por unidad de producto, a saber, obliga a destinar una suma mayor de dinero por cada producto ingresado al país en cuestión. Y, a su vez, dicha mayor inversión por unidad de producto naturalmente  hace que hayan menos productos, lo cual se traduce en un nivel de vida más bajo. Ergo, todo arancel siempre y bajo toda circunstancia empobrece.
Ahora bien, especialmente desde el decimonónico Friedrich List se ha difundido la peregrina teoría de “la industria incipiente” que reza más o menos así: estamos de acuerdo con el librecambio pero es necesario darle tiempo a las industrias recién instaladas (industrias incipientes) para que puedan ponerse a tono con la tecnología desarrollada por empresas extranjeras con mayor experiencia y tiempo en el mercado, de lo contrario, se sigue diciendo, sería injusto para la “industria nacional”.
Este pretendido argumento es falaz por donde se lo mire. Es correcto que la gran mayoría de las empresas no muestran ganancias en los primeros períodos, pero si la evaluación de proyectos está bien realizada, se supone que el retorno sobre la inversión más que compensará los quebrantos iniciales.
En el caso de la “industria incipiente” son los propios empresarios los que deben cubrir los primeros períodos de pérdidas y no pretender endosarle la carga sobre las espaldas de los consumidores. Si los empresarios del caso no tuvieran los suficientes fondos para encarar la situación de su negocio, pues venden la idea en el mercado local o internacional para obtener los recursos faltantes.
Si nadie en el mercado local o internacional se interesa por comprar el proyecto, es solo por uno de dos motivos. O se trata de un “cuento chino”, que es lo que muchos veces sucede cuando se eterniza la condición de industria incipiente, o si bien es un proyecto rentable se estima que hay otros que son prioritarios y como los recursos son limitados no puede encararse todo al mismo tiempo por lo que el proyecto debe esperar.
Respecto a las fuentes de trabajo debe enfatizarse que la mayor productividad libera recursos humanos y materiales para encarar otras faenas que al momento no se podían hacer debido a que los recursos en cuestión estaban esterilizados en las tareas anteriores. Como he dicho muchas veces, este fue el destino del hombre de la barra de hielo antes del refrigerador o del fogonero antes de la aparición del los motores Diesel. Si se forzara a retrotraerse a las condiciones anteriores eliminando la consiguiente productividad, los salarios en términos reales se reducirán.
Hay otras muchas falacias tejidas en torno al comercio exterior (que en su esencia no se diferencian del comercio interior) pero que en una nota periodística no cabe su análisis.
En cuanto al segundo punto de los movimientos migratorios, es pertinente subrayar que en una sociedad libre la expresión “inmigración ilegal” es del todo impertinente. Todos deberían tener la posibilidad de ubicarse donde lo estimen conveniente sin pedir permiso de ninguna naturaleza.
Solo los delincuentes deben ser bloqueados, pero eso no diferencia los nativos de los extranjeros. Todos los que no nos hemos mantenido en el continente africano somos inmigrantes dado que el origen del hombre es ese continente.
Por supuesto que, igual que en el librecambio de bienes, puede circunstancialmente disminuirse algún salario debido a la competencia, pero el mejor aprovechamiento del capital y la mayor productividad elevan las tasas de capitalización conjuntas lo que empuja todos los salarios e ingresos al alza. Lo que resulta indispensable para evitar la tragedia del desempleo es dejar de lado la peregrina idea de que los salarios pueden decidirse por decreto en lugar de comprender que se establecen según sea la inversión per capita fruto del ahorro interno y externo.
Se ha dicho que los inmigrantes significan un costo adicional al fisco (es decir, al contribuyente) debido a que recurren a servicios del llamado “estado benefactor”. En realidad este es un problema del “estado benefactor” y no un problema que presenta la inmigración. De todos modos, para que esto no sirva de pantalla al efecto de eliminar o limitar la inmigración, debe subrayarse que a los inmigrantes les debería estar vedado el uso de ese tipo de servicios pero, naturalmente, tampoco deberían estar obligados a aportar para mantenerlos con lo que serían personas libres tal como a muchos ciudadanos les gustaría ser y no verse compelidos a financiar servicios caros, deficitarios y de mala calidad.
En sus estudios Julian Simon alude a las motivaciones de los inmigrantes para dejar sus tierras y a los consiguientes comportamientos en sus nuevos destinos. En ese sentido, ha presentado trabajos sumamente medulosos sobre la inmigración, por ejemplo, su libro The Economic Consequences of Immigration y su ensayo “Are there Grounds for Limiting Immigration?” donde señala: a) los inmigrantes están más dispuestos a trabajar en tareas que los nativos no aceptan, b) son más flexibles en el traslado a distintos lugares, c) tienen menos hijos debido a la inseguridad y a las situaciones apremiantes por las que han debido pasar en sus países de origen, d) muestran mayor propensión al ahorro, d) revelan buen desempeño no solo en sus trabajos sino en sus estudios, e) debido a sus edades muestran estados de salud sumamente satisfactorios, y f) ponen de manifiesto su capacidad para encarar nuevos emprendimientos.
Estos dos capítulos revelan los dardos venenosos de los nacionalismos, es de esperar que con los suficientes esfuerzos educativos puedan prevalecer los valores y principios de una sociedad abierta para bien de todos, muy especialmente para los más necesitados.

Se acentúa el peligro nacionalista

Alberto Benegas Lynch (h) indica que las fronteras son percibidas como "diques infranqueables" por los nacionalistas, pero que estas solo tienen sentido como un límite a la concentración de poder que implicaría un gobierno universal.

Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
El caso de Austria vuelve a poner sobre el tapete el tremendo avance nacionalista, es decir, la xenofobia, la cultura alambrada, la obtusa y retrógrada desconfianza en el comercio internacional libre, el ataque a los inmigrantes y, en definitiva, la vuelta a los instintos más oscuros del hombre primitivo.
En este caso pongo de relieve el peligro del candidato presidencial austríaco Norbert G. Hofer que acaba de perder en la segunda vuelta por escasísimo margen (49,7 % frente a 50,3% de los sufragios del ganador en la contienda electoral). La primera vuelta en abril del corriente año la ganó Hofer por el mayor caudal de votos de un presidente desde 1945, momento en que fue efusivamente felicitado por los otros candidatos nacionalistas de Europa: Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional francés, Frauke Pety de Alternativa para Alemania y Greet Wilders del Partido Holandés para la Libertad.