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Saturday, December 24, 2016

Venezuela, el mejor ejemplo de la fatal arrogancia

Andrea Rondón Garcíay Gerardo Caprav explican por qué los disturbios y saqueos en el estado de Bolívar no pueden ser considerados como el resultado de un orden espontáneo en ausencia del Estado, sino todo lo contrario.

Recientemente se produjeron disturbiossaqueos, incluso muertos en el estado Bolívar (el estado más grande del país). Algunos consideraron que este era el momento para que los anarcocapitalistas reflexionarán ante la ausencia del Estado que estábamos presenciando con los disturbios del estado Bolívar. Otros incluso consideraron que estábamos viendo a la masa actuando en el puro estado de espontaneidad. Con los dos hijos intelectuales de Ludwig von MisesMurray Rothbard y Friedrich A. Hayek, damos respuesta a ambas falacias (errores de razonamiento).

Friday, December 9, 2016

La oposición venezolana y la propiedad privada

Luis Alfonso Herrera cuestiona la Ley para la Activación y Fortalecimiento de la Producción Nacional aprobada recientemente por la oposición venezolana.


Luis Alfonso Herrera
 
es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
No es de sorprender que quien no tiene los talentos naturales para producir riqueza, ni el ingenio y tenacidad para innovar y emprender en materia económica, ni se ha dedicado a producir bienes y prestar servicios para satisfacer necesidades humanas, no manifieste respeto y valoración alguna por la propiedad privada, e incluso hasta sienta molestia y un oculto repudio a esta institución clave de la historia de la civilización.
Lo anterior explica por qué para políticos, gobernantes y burócratas, en cualquier parte del mundo, disponer y violentar la propiedad de otros, o menospreciar su protección y garantía, es tan sencillo, pues por lo general se trata de individuos que no tienen idea, ni mayor interés, de lo esencial que resulta la propiedad privada, en especial sobre los bienes para la producción de otros bienes, para garantizar la libertad individual y la calidad de vida de las personas, tanto de las que son propietarias directas de esos bienes, como de las de otras millones que no lo son pero que también se benefician en forma directa (como consumidores o trabajadores) o indirecta (como beneficiarios de servicios que se pagan con impuestos) del aprovechamiento privado de esos bienes.


Para ilustrar mejor el punto, es de utilidad tener en cuenta la explicación del economista Martín Krause en su ensayo "El derecho de propiedad, su origen y la tragedia de su ausencia", acerca del papel de la propiedad en una sociedad libre y como pilar mismo de la civilización: “Cuidamos la propiedad, porque significa riqueza. Nos permite disfrutar los ingresos o beneficios que sean provenientes de ella. Propiedad es todo tipo de posesión personal: nuestros animales, libros, relojes, autos, ropa, dinero. Es decir, pueden ser sujetos de propiedad todos los recursos naturales de la tierra (minerales, ríos, etc.), herramientas, máquinas, fábricas, escuelas, casas, calles, mercaderías y más aún, hasta nuestras habilidades y talentos: nuestra habilidad para producir, nuestra capacidad para trabajar o crear son nuestra propiedad”.
Según el mismo autor “…la propiedad, en realidad, no significa que el propietario disfrute solamente de los beneficios que esta pueda darle, debe también soportar todas las cargas y responsabilidades de lo que haga con ella. Le toca asumir los costos de su mantenimiento o mejora y hacerse cargo de las pérdidas que generen sus equivocadas decisiones. La creciente extensión de la propiedad privada favoreció e impulsó el avance de la civilización en dos sentidos. El primero de ellos es el incentivo al progreso: está claro que pondré mis mayores esfuerzos en cualquier tipo de actividad en la medida que pueda gozar plenamente de los frutos del esfuerzo realizado en el aprovechamiento de mis recursos (…) El segundo aspecto por el cual la extensión de la propiedad privada favoreció el avance de la civilización se refiere a la protección de los recursos, es decir, de las cosas que son objeto de propiedad. El ‘propietario’ es un ‘protector’ ya que recaen sobre él los efectos de sus acciones: si cuida el recurso y lo multiplica se enriquece; si es negligente y permite su deterioro se empobrece”.
Es por todo lo anterior que si proteger la propiedad privada ha de ser una finalidad de toda autoridad respetuosa de la libertad de las personas e interesados en su prosperidad en condiciones normales, entonces esa protección ha de fortalecerse con mayor razón y ahínco ante situaciones anormales, extraordinarias, en las que, por ejemplo, la propiedad privada haya sido atacada, desconocida sistemáticamente y pretendido abolir, como ha ocurrido en Venezuela durante los primeros años del siglo XXI.
Tal y como lo han documentado el Observatorio de la Propiedad de Cedice y Liderazgo y Visión y la organización Un Estado de Derecho, el gobierno de Venezuela ha ejecutado con base en una legislación contraria a la Constitución de 1999 y el Plan de la Patria 2013-2019 una política de desconocimiento y violación generalizada de la propiedad privada de millones de venezolanos, con el apoyo abierto de otros poderes públicos, en especial del Tribunal Supremo de Justicia, lo que se traduce en millares de violaciones de derechos humanosfundamentales que deben ser reconocidos y reparados por el Estado venezolano, y concretamente por actuales o futuras autoridades que pretendan devolver un sistema democrático y el Estado de Derecho al país.
Tan grave es lo sucedido, en términos de violencia contra las personas en todo el territorio nacional y destrucción de la economía nacional, a través de expoliaciones, ocupaciones, intervenciones, rescates, comisos, etc., que una promesa electoral de la oposición durante la campaña por la Asamblea Nacional en 2015 fue aprobar una ley especial de reversión de las expropiaciones, que estableciera medidas extraordinarias y apropiadas para hacer justicia a las víctimas e impedir que se cometieran nuevas violaciones de los derechos de propiedad en Venezuela.
En apoyo de esta oferta, Cedice y Un Estado de Derecho prepararon y consignaron en la Asamblea Nacional un anteproyecto de Ley de Restitución y Garantía de la Propiedad Privada, con medidas extraordinarias y especiales, enmarcadas en las prácticas de la llamada justicia transicional, para hacer justicia y para brindar seguridad jurídica en materia económica, de modo que las inversiones privadas vuelvan al país y hagan posible su reconstrucción.
Por ello sorprende y decepciona encontrar que el Capítulo VI de la Ley para la Activación y Fortalecimiento de la Producción Nacional, aprobada en segunda discusión por la oposición el 30 de noviembre de 2016, incluya una cantidad de artículos sobre la restitución de la propiedad privada en Venezuela que no solo reflejan el desprecio y la ignorancia de los políticos opositores sobre la institución de la propiedad, sino su falta de solidaridad y de respeto hacia las miles de víctimas de graves y crueles violaciones de la propiedad privada, ejecutadas por el régimen socialista que aún detenta el poder.
En efecto, en dicho Capítulo VI se plantean medidas ordinarias para reparar violaciones extraordinarias del derecho humano a la propiedad privada, lo que supone cumplir con exigencias procesales y vías judiciales perniciosas para las víctimas, con muchos privilegios para el Estado, y que no permitirán a estas obtener justicia en un tiempo razonable y con efectividad. Además, nunca habla de violaciones de la propiedad privada, sino de responsabilidad patrimonial y de “ocupación o expropiación de hecho o irregular”, cuando lo que se ha aplicado es una política de Estado de desconocimiento de la propiedad privada. Se pretende, pues, ocultar la gravedad de lo ocurrido, haciéndose cómplice sin más de los autores de las graves violaciones, que quedarán impunes por esta vía.
Además, se pretende limitar —artículos 53 y 54— a solo algunos supuestos de violaciones de la propiedad privada, el derecho a la reparación, lo que es contrario al artículo 140 constitucional y puede dar lugar a discriminaciones inaceptables. Si bien la remisión de los artículos 55 y 57 es positiva en cuanto brinda objetividad a la determinación del monto a reparar por los daños ocasionados por las violaciones de la propiedad privada, es negativo al proponer un mecanismo para determinar ese monto que hará en exceso oneroso y complejo la reparación efectiva para todas las víctimas. Además, el origen no es una actuación lícita, como la expropiación, sino una ilícita, como es una vía de hecho, y más en concreto delitos contra las personas y la propiedad, es decir, robos.
Un aspecto especialmente criticable es la dificultad que se aprecia para la devolución a sus dueños de bienes en posesión del Estado tomados por la fuerza sin indemnización por la actividad a la que estén destinados (servicio público, uso público, etc.), pues esos bienes los posee y usa el Estado ilícitamente, tal y como si fuera un delincuente utilizando bienes que robó. Por otro lado, la referencia al Banco Central sin que antes se haya despolitizado causa preocupación también, ya que hasta tanto ello no ocurra los indicadores de ese ente no generan confianza ni certidumbre.
Tal vez lo peor de esta parte de la ley es atribuir la competencia para conocer de los reclamos por violaciones de la propiedad privada a jueces civiles de primera instancia como lo plantea el artículo 61. Estos jueces no tienen formación para juzgar al Estado, y menos aún para aplicar normas especiales en favor de la propiedad. Esta atribución de competencia a estos jueces puede tomarse como una deliberada decisión política de la oposición para desincentivar futuras demandas contra el Estado por lo cuesta arriba que será ganar esos juicios y superar todas las barreras procesales. Es una hipocresía hacer esto frente a la tragedia de las víctimas. La competencia debe ser de instancias, judiciales o no, creadas especialmente para este tema, bajo la dirección de personas formadas para ello y mediante procedimientos simples, no onerosos, sin privilegios procesales para el Estado y con garantía de ejecución efectiva de las decisiones que ordenen reparaciones. La opción elegida, deliberadamente, liquida toda posibilidad de tutela judicial efectiva para las víctimas de violaciones de los derechos de propiedad privada.
Otras críticas cabe formular a esta ley sancionada por la oposición, debido a la cantidad de controles y mecanismos contrarios a una economía abierta y competitiva que deja en pie, aplicados por el actual régimen estatista y de planificación central, que entre otras han sido formuladas por expertos como el profesor Vicente González de la Vega y el economista Enrique González Porras, todas las cuales llevan a preguntarse en qué medida los políticos que dicen adversar el autoritarismo político y económico actual en realidad tienen principios e ideas diferentes al oficialismo, si en lugar de actuar con la verdad y adoptar medidas que hagan justicia efectiva y reconozcan la gravedad de lo ocurrido, optan por ocultar tanto dolor, tanta arbitrariedad y mediante tecnicismos legales y vías que no son idóneas para reparar los daños e impedir nuevas violaciones, pretenden dar respuesta de forma inapropiada, incurriendo así en una suerte de convalidación de las violaciones graves de este y otros derechos humanos.
Ante tal proceder, a las víctimas, a los medios de comunicación, a la sociedad civil y a quienes valoran la libertad y la propiedad privada como condiciones para la civilización en toda sociedad, toca actuar, alzar la voz y rechazar este intento de la oposición, contrario a lo prometido en la oferta electoral de 2015, de no reparar los daños y no sancionar a los responsables de las cientos de miles de violaciones de la propiedad privada cometidas por el régimen socialista entre al menos 2005 hasta el trágico presente de este 2016.

La oposición venezolana y la propiedad privada

Luis Alfonso Herrera cuestiona la Ley para la Activación y Fortalecimiento de la Producción Nacional aprobada recientemente por la oposición venezolana.


Luis Alfonso Herrera
 
es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
No es de sorprender que quien no tiene los talentos naturales para producir riqueza, ni el ingenio y tenacidad para innovar y emprender en materia económica, ni se ha dedicado a producir bienes y prestar servicios para satisfacer necesidades humanas, no manifieste respeto y valoración alguna por la propiedad privada, e incluso hasta sienta molestia y un oculto repudio a esta institución clave de la historia de la civilización.
Lo anterior explica por qué para políticos, gobernantes y burócratas, en cualquier parte del mundo, disponer y violentar la propiedad de otros, o menospreciar su protección y garantía, es tan sencillo, pues por lo general se trata de individuos que no tienen idea, ni mayor interés, de lo esencial que resulta la propiedad privada, en especial sobre los bienes para la producción de otros bienes, para garantizar la libertad individual y la calidad de vida de las personas, tanto de las que son propietarias directas de esos bienes, como de las de otras millones que no lo son pero que también se benefician en forma directa (como consumidores o trabajadores) o indirecta (como beneficiarios de servicios que se pagan con impuestos) del aprovechamiento privado de esos bienes.

Monday, October 17, 2016

LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO



Alberto Mansueti

Lewis Henry Morgan (1818–81) fue un abogado y escritor estadounidense, considerado por Marx y Engels como uno de los padres de la Antropología. En su libro “Sistemas de consanguinidad y afinidad en la familia humana” (1871), Morgan dice haber comparado 139 sociedades. Y que el tipo de familia monogámica es apenas uno entre muchos, quizá no el mejor.

En “La Sociedad Primitiva” (1877) dice Morgan que los pueblos primitivos eran superiores a los civilizados en la propiedad colectiva, “y consiguiente hermandad, sentido de comunidad y de cooperación”. El estado surge cuando las tribus se establecen en sus territorios, y delimitan las propiedades para las familias. Concluye Morgan que “a futuro, la humanidad podría pasar a un nivel superior de civilización”, restableciendo la propiedad colectiva, y tal vez familias no monogámicas, o al menos no "patriarcalistas".
 
¿Suena actual? ¡Claro que sí! Marx y Engels admiraron a Morgan, casi tanto como a Darwin, en cuyo evolucionismo vieron sólida base para sus tesis económicas. En el Prefacio a la primera edición de “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado” (1884), Engels dice que escribirlo fue como “cumplir un testamento”, ya que Marx (fallecido en 1883) quiso hacerlo, siguiendo a Morgan en su “análisis materialista de la historia”.

Enemigos declarados los tres del capitalismo, coincidían, y con razón, en verlo inseparable de la familia, de la propiedad privada, y del estado, “arma de explotación” del proletariado por la burguesía, cuya extinción debía ser acompañada por la abolición de las otras tres instituciones. ¡Y del cristianismo, por supuesto!

Sobre la disolución del estado, la discrepancia entre marxistas y anarquistas fue siempre que los primeros abogaban por una fase previa y transitoria: “la dictadura del proletariado”; nada más. Y entre comunistas y socialdemócratas, la divergencia fue que los segundos pensaron que la fulana dictadura podía darse evolutivamente, sin mediar una revolución sangrienta; el siglo XX les dio unas veces la razón a los unos, p. ej. en Rusia, y otras veces a los otros, p. ej. en EE.UU.

Por todo esto, el marxismo es coherente sobre “la familia, la propiedad privada y el estado”. Y el marxismo cultural no es “Neo” marxismo: es el mismo de siempre. A lo largo del siglo XX, con y sin violencia, se adoptaron los 9 primeros puntos del Manifiesto Comunista en casi todo el planeta; así se minó la propiedad privada, se arruinó la economía, y se hirió de muerte a la familia. Y se adoctrinó a niños y jóvenes con el punto 10, “educación pública”. Hoy el marxismo cultural sólo quiere “rematar” a la familia con el tiro en la nuca; y matar de paso a la religión cristiana.

Hasta aquí, todo es bastante coherente. Incoherentes son las mezclas “libertarias”: capitalismo y propiedad privada con anarquismo algunos, otros con marxismo cultural, y todos con antipolítica.

(1) A los anarquistas Proudhon y Bakunin ya Marx les desnudó contradicciones, a decir verdad; y Lenin, quien además acusó a los socialdemócratas de revisionistas y antimarxistas. Esto es discutible: quizá “revisionista” fuera Lenin, revolucionario y anti-evolutivo. Pero en “Marxismo y Revisionismo” (1908), Lenin afirmó que Marx y Engels son incompatibles con Bohm-Bawerk, en lo cierto también.

Lenin y Bohm-Bawerk, en sus respectivas y antagónicas posiciones, fueron coherentes, y es bueno leerles a ambos. Incoherentes son los “libertarios austro-anarquistas”, con Rothbard a la cabeza.

(2) ¿Y los ateos? Depende. Se puede ser ateo sin ser marxista cultural. Muchos autores ateos como Ayn Rand, saben que Morgan, Marx, Engels y Lenin tenían razón, y el capitalismo se liga a la familia, a la propiedad privada y al estado. Algunos como el filósofo y escritor chino Liu-Xiao-Feng, se definen “cristianos culturales”: no creyentes, admiten que el cristianismo, con su firme defensa de la familia, y de la propiedad privada, pilar y sostén de la institución familiar, ha hecho y sigue haciendo aportes fundamentales al real progreso civilizatorio.

Los “cristianos culturales” no son enemigos de la religión, pero no fingen ser religiosos. Por eso no deben ser confundidos con los “cristianos nominales” (o estadísticos), no creyentes tampoco, pero que no lo dicen, pues no les importa realmente: van a la Iglesia a “sentirse bien”, o con fines oportunistas.

Los cristianos deberían conocer estas cruciales distinciones, pero muchos lamentablemente desprecian el conocimiento, que creen incompatible con la fe cristiana, y en eso coinciden con los ateos más beligerantes.

(3) En su mayoría los “libertarios” son enemigos de la política, los partidos y la democracia, y nada práctico hacen por impulsar el capitalismo liberal, que dicen defender. Salvo pocas pero honrosas excepciones, se dedican sólo a conferencias eruditas y fiestas elegantes. Casi todos sus “tanques de pensamiento” son clubes sociales; no piensan, repiten los pensamientos de los célebres, y no mucho más. “Dolce far niente”.

¿Por qué? Ayn Rand tiene la respuesta, siguiendo a Aristóteles: los incoherentes se incapacitan para la acción eficaz, por sus ideas contradictorias y conceptos que no congenian; sean conscientes o no.

Pero a los líderes “libertarios” parece que poco les incomodan las inconsistencias, o las mezclas con corrientes ideológicas ajenas y opuestas a la tradición del Liberalismo Clásico, del que se declaran enemigos, y de las Cinco Reformas. Tal vez no les interese la suerte futura de nuestras patrias: sus “ideas de la libertad” son para algunos de sus dirigentes (no todos) un “modus comendi”, un negocio, para el que manipulan a los adolescentes y jóvenes con mínimo conocimiento y ninguna experiencia.

A nosotros liberales clásicos sí nos inquieta nuestra América, y mucho. Nos preocupa y angustia tanto el presente como el destino de nuestros países; por eso actuamos, o nos preparamos para actuar, en la política y los partidos. Y en la democracia, que con todos sus defectos, es la política vigente, y no menos legítima que las alternativas del pasado. Somos muy diferentes a ellos. Por eso nos atacan. Gracias por tu atención, ¡y hasta la próxima si Dios quiere!

LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO



Alberto Mansueti

Lewis Henry Morgan (1818–81) fue un abogado y escritor estadounidense, considerado por Marx y Engels como uno de los padres de la Antropología. En su libro “Sistemas de consanguinidad y afinidad en la familia humana” (1871), Morgan dice haber comparado 139 sociedades. Y que el tipo de familia monogámica es apenas uno entre muchos, quizá no el mejor.

En “La Sociedad Primitiva” (1877) dice Morgan que los pueblos primitivos eran superiores a los civilizados en la propiedad colectiva, “y consiguiente hermandad, sentido de comunidad y de cooperación”. El estado surge cuando las tribus se establecen en sus territorios, y delimitan las propiedades para las familias. Concluye Morgan que “a futuro, la humanidad podría pasar a un nivel superior de civilización”, restableciendo la propiedad colectiva, y tal vez familias no monogámicas, o al menos no "patriarcalistas".

Tuesday, October 4, 2016

En el socialismo, la propiedad privada deja de ser un legado familiar

Andrea Rondón García indica que la propiedad privada no es solamente un tema económico, sino principalmente ético ya que con ella se reafirma el individuo por encima de un Estado omnipresente.

Andrea Rondón García es Doctora en Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Directora del Comité de Derechos de Propiedad del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad), Directora Académica del Instituto Ludwig von Mises Venezuela, miembro de la Cátedra Carlos Rangel de la UCV y Profesora de la Escuela de Derecho y de la Maestría de Filosofía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). 
Me tomaré la libertad de relatar una experiencia personal para iniciar este artículo cuyo propósito es denunciar lo que nos hacen como seres humanos las violaciones de la propiedad privada que son una constante de los regímenes socialistas.
Mi papá era así para mí:



Además de los recuerdos y enseñanzas, uno esperaría conservar su biblioteca tal como la dejó; su escritorio con los escritos que dejó a medio hacer un sábado; y si te entra nostalgia ir a su oficina a la que iba todos los días, incluidos los sábados, y cuando más joven hasta los 24 y 31 de diciembre.
Pero como en Venezuela cualquier propiedad está en riesgo de expropiación o expoliación (esto último lo más común), corres a vender y te olvidas de lo anterior, justo lo que es parte de tu condición humana, con tus virtudes y errores, muy probablemente con más errores.
Más allá de lo que está documentado en libros, estos dos últimos años con la querida profesora Isabel Pereira en el Observatorio de Propiedad de programa País de propietarios he aprendido a nunca dejar por fuera de mis artículos y mis análisis los efectos de las violaciones de la propiedad privada, aquellos efectos que llegan al alma de cada individuo y posiblemente pasen de forma desapercibida. Veamos a que me refiero con esto.
En A theory of Socialism and Capitalism, Hans-Hermann Hoppe señala que en el socialismo la propiedad: (i) es nominal, porque se respeta y reconoce solo en el papel, pero en los hechos se desconocen los atributos de disposición, uso y goce (el mejor ejemplo de esto es el control de precios, la regulación de los cánones de arrendamiento, el salario mínimo); (ii) la redistribución es la regla porque ningún propietario es libre de disponer a cabalidad de los ingresos resultado de su esfuerzo (el mejor ejemplo de redistribución y que goza de la mayor de las aquiescencias son los impuestos); y (iii) se produce un cambio en la estructura social-moral de la sociedad porque se favorecen roles no productivos, convirtiéndose la sociedad en cómplice.
En este último sentido, Hoppe afirma que «Dado que el socialismo socialdemócrata favorece roles no-productivos tanto como los productivos que escapan el escrutinio público y por tanto no pueden ser alcanzados por los impuestos, el carácter de la población cambiará en concordancia con ello.» (Hoppe, Hans Hermann: A theory of Socialism and Capitalism. En: Libertad o Socialismo, Universidad San Francisco de Quito, Quito, 2009, p. 77).
Este esquema de redistribución no sólo tiene efectos económicos, sino también en la sociedad misma, porque estás recibiendo algo por lo que no has trabajado y es algo que otro ha ganado. Esa sociedad se convierte en cómplice de esta especie de robo.
Si esto ocurre en la socialdemocracia, en regímenes como el venezolano la situación es peor. Definitivamente la destrucción de valores es resultado de recibir algo por lo que no has trabajo, y en ello también contribuye la precariedad de la propiedad privada que te obliga a desprenderte de tus afectos y recuerdos. El temor a la expropiación, expoliación o invasión es mayor que el deseo de preservar el recuerdo familiar.
Desde el pensamiento liberal defendemos que a partir de la propiedad privada se pueden ejercer otros derechos y libertades y puedes hacer tu proyecto de vida. Pero además, forma parte de lo que eres como persona —cuerpo y alma—, porque es la que te permite elegir libremente, sin depender de los designios de un tercero, y también son parte de tus vínculos con los seres queridos que ya no están.
Cuando no tienes propiedad o libre disposición sobre ella o goce y uso de ella; cuando debes actuar en contra de tus verdaderos deseos (más por necesidad); cuando solo puedes transitar un único camino (el de la servidumbre como diría Hayek); poco a poco van aniquilando tu alma, la forma más vil de ataque, porque de él el retorno no existe o es casi imposible.
En regímenes como el venezolano, no escoges vender porque consideras que es la mejor opción; no escoges libremente los términos y condiciones de venta al existir un control de cambio; simplemente no escoges, porque ya se eliminaron las opciones en un mercado inmobiliario deprimido; en un país en el que no existe economía libre de mercado ni se respeta la propiedad privada.
En estas líneas mi intención es destacar que la propiedad privada no es solamente un tema económico o patrimonial, es principalmente ético, porque es la base y es lo que permite que tenga efectiva vigencia un código de valores en el que la libertad se erige como un valor por encima de los demás valores; se reafirma al individuo —en toda su dimensión—; se rechaza la democracia ilimitada y al Estado omnipresente.
Solo me queda decirte papá que tu recuerdo se preservará. Tu ne cede malis, sed contra audentior ito.