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Sunday, June 19, 2016

Venezuela demuestra que no hay atajos para el crecimiento económico

grocery cart 
Venezuela se ha convertido en el último país en vías de desarrollo en caer en la ilusión de que el socialismo genera un crecimiento económico genuino y sostenible. Ha tenido que aprender a las duras que aunque el socialismo puede impulsar el crecimiento del PIB a corto plazo, a largo plazo siempre deja destrucción económica a su paso. Pero no hace mucho que el eminente economista de la corriente principal Joseph Stiglitz hablaba aprobadoramente del “muy impresionante crecimiento” disfrutado por el país. Esto recuerda algo a otro premio Nobel, Paul Samuelson, que acumulaba alabanzas sobre el impresionante crecimiento del PIB en la economía soviética en su popular libro de texto, prediciendo que acabaría superando a Estados Unidos.[1]


 

Ideas austriacas para la transformación del capital

Por desgracia, esta opinión es demasiado común entre los economistas dominantes que no tienen en cuenta la heterogeneidad del capital o estructura del capital. El crecimiento económico, tal y como lo entienden los economistas austriacos, es una transformación compleja de este grupo desagregado de bienes de capital, no un mero incremento de una magnitud homogénea.

Crecimiento en el mundo de Robinson Crusoe

Para ilustrar la importancia de la estructura del capital para el crecimiento económico, ayuda pensar en términos de una economía sencilla de Robinson Crusoe. Una mala estructura de capital de Robinson será muy distinta de la de un Robinson rico. Además, el crecimiento o extensión de esta estructura no tendrá lugar de una sola vez, sino que consistirá, por el contrario, en una serie de pasos, con cada paso reordenando los bienes de capital en la economía.
Así, desde un estado en el que no posee ningún bien de capital Robinson podría querer producir una balsa y una renta para convertirse en un pescador más productivo. O sea quiere carne tendrá que fabricar un arco y algunas flechas, mientras que necesitara producir todo un grupo de bienes de capital para construir con éxito una casa.
Todos los pasos del proceso requieren nuevas decisiones con respecto a la asignación de recursos. Por ejemplo, debe decidir si asignar una hora de trabajo de pescar con sus manos desnudas a la fabricación de una balsa y una recurso. Y luego debe tomar más decisiones acerca de reducir el tiempo dedicado a pescar con ellas para ser capaz de fabricar un arco y algunas flechas.
Cada decisión obliga a Robinson a realizar cálculos económicos: la comparación de los beneficios y costes marginales asociados. Como su economía, incluso en un estado de relativa prosperidad, se caracteriza por procesos de producción que son cortos y requieren pocos bienes de capital, Robinson no necesita precios monetarios para realizar dichos cálculos.
En cada paso es capaz de aislar la satisfacción adicional obtenida y la satisfacción adicional pérdida como resultado de la asignación de un tiempo de trabajo. La decisión de cambiar una hora de pesca con sus manos desnudas por la construcción de una balsa, por ejemplo, puede hacerse comparando directamente la satisfacción pérdida del futuro más cercano con la obtenida en un futuro más distante por el pescado adicional generado por la hora dedicada a la fabricación de la balsa.

El crecimiento en una economía de mercado

El proceso de crecimiento económico centro de la división del trabajo implica una transformación radical la estructura del capital. El tractor debe reemplazar al arado tirado por un caballo y la maquinaria moderna debe tomar el lugar de los bienes rudimentarios de capital utilizados en sectores rurales a pequeña escala. Tampoco esta transformación se produce de golpe sino que consta de innumerables pasos llevados a cabo a lo largo de un período significativo de tiempo.
El problema de la asignación de recursos en una economía así es complejo. En cualquier momento, incluso en una economía de mercado relativamente pobre, existe una cantidad sustancial de bienes de capital, así como recursos territoriales y laborales de diversas calidades. Cada paso en el proceso de crecimiento y la consiguiente transformación de la estructura del capital requiere tomar decisiones, no sólo a cerca de un recurso, como el caso de Robinson, sino acerca de toda una serie de recursos existentes.
Además, los procesos de producción de bienes de consumo ahora son sustancialmente largos y constan de muchas etapas. Así que en la mayoría de los casos hay ahora un largo periodo de tiempo y varios pasos sucesivos entre la dedicación de los recursos a la producción de un determinado bien de capital y los bienes de consumo que acabará generando.
Esta complejidad implica que las decisiones con respecto a la transformación de la estructura del capital ya no pueden realizarse comparando directamente la satisfacción obtenida con la perdida. Consideremos por ejemplo la decisión de asignar una unidad de carbón a la producción de acero o a la producción de electricidad. El número de pasos que hay entre la producción de cualquier bien y los bienes de consumo que puedan contribuir a generar en último término, hace humanamente imposible calcular los beneficios y costes marginales implicados para la satisfacción obtenida y la satisfacción pérdida.
De esto se deduce el cálculo económico en su expresión más compleja requiere reducir los costes y beneficios a un denominador común. Las únicas unidades que pueden servir para este propósito a los precios monetarios. Sin embargo, la generación de estos precios requiere la existencia de la propia privada de los medios de producción y la presencia de mercados para los factores de producción.
Dadas estas condiciones institucionales, el proceso de crecimiento estará determinado por empresarios privados tomando decisiones de asignación de recursos, guiados por sus estimaciones de ingresos y gastos. Esto se alía con el sistema de pérdidas y ganancias que recompensa a aquellos empresarios que tengamos juicio y penaliza a los que no aseguran la coordinación de actividades el producción y consumo a lo largo y ancho de la estructura del capital al irse transformando esta.

El fracaso inevitable de socialismo

Los teóricos de la corriente principal, al tratar los bienes de capital como una magnitud homogénea, ignoran el problema de la asignación exitosa de recursos que es imprescindible para lograr un crecimiento genuino y sostenible. Como consecuencia, están ciegos ante los sostenes institucionales necesarios para que tenga lugar un proceso así, especialmente el papel crucial que desempeña la propia privada para facilitarlos. Esto explica su opinión a menudo favorable de las cifras de crecimiento generadas en una economía socialista.
Utilizando el concepto de la estructura del capital, el economista austriaco se da cuenta de que la supresión de los mercados y precios de factores que caracterizan a una economía socialista hacen imposible el cálculo económico. Como consecuencia, la asignación de los recursos existentes y la consiguiente transformación de la estructura del capital existente están guiadas, no por las preferencias de los consumidores, sino por los caprichos y las modas de los que están en el poder.
Un sistema así puede generar crecimiento en el PIB, pero solo debido a unas malas inversiones desbocadas de bienes existentes de capital. Hereda una estructura del capital moldeada por las decisiones de empresarios privados, caracterizadas por bienes de capital de diversos órdenes que se “ajustan” entre sí, asegurando así el flujo continuo de los bienes de consumo, y transforma esta estructura en una en la que los bienes de capital ya no se “ajustan” entre sí de ninguna manera comprensible.
La nueva estructura no alcanza su objetivo principal: la producción de los bienes deseados por los consumidores. De ahí la destrucción económica que siempre trae el socialismo. El mayor crecimiento del PIB es el resultado del consumo de capital. Lo que queda es una estructura del capital desmadejada y diezmada, acompañada por una carestía de bienes de consumo.
Resulta trágico que esta lección vital que tiene la teoría austriaca del capital para el desarrollo económico sea ignorada a menudo. No hacerlo devastada las vidas de millones de personas, como ha pasado recientemente en Venezuela.

Venezuela demuestra que no hay atajos para el crecimiento económico

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Venezuela se ha convertido en el último país en vías de desarrollo en caer en la ilusión de que el socialismo genera un crecimiento económico genuino y sostenible. Ha tenido que aprender a las duras que aunque el socialismo puede impulsar el crecimiento del PIB a corto plazo, a largo plazo siempre deja destrucción económica a su paso. Pero no hace mucho que el eminente economista de la corriente principal Joseph Stiglitz hablaba aprobadoramente del “muy impresionante crecimiento” disfrutado por el país. Esto recuerda algo a otro premio Nobel, Paul Samuelson, que acumulaba alabanzas sobre el impresionante crecimiento del PIB en la economía soviética en su popular libro de texto, prediciendo que acabaría superando a Estados Unidos.[1]


Tuesday, June 14, 2016

Bernie frente a Ron Paul: No hay comparación

Ron Paul and Bernie Sanders
El supermartes puede haber sido el principio del fin de la campaña de Bernie Sanders, pero las ideas que propalaba es probable que permanezcan durante bastante tiempo. Con algunos escritores comparando a Bernie con Ron Paul (no en términos de economía y filosofía, por supuesto, sino como candidatos insurgentes), me parece un momento oportuno para examinar el mensaje y legado de Sanders y compararlo con el de Ron.
Como Ron, Bernie sorprendió a todos los expertos con su éxito en financiación, encuestas y votos. De hecho Sanders ha tenido tanto éxito que  la campaña Hillary Clinton se ha reducido a un patético y poco convincente “yo, también”: ¡puedo ser como Bernie si eso es lo que queréis, catetos!
Bernie ha ganado mucho impulso por sus quejas de que Hillary es el tanque de Wall Street y los grandes bancos. Igualmente ha señalado los honorarios de seis cifras que Hillary ha obtenido de discursos dados a los grandes bancos.



Lo más que pudo hacer el ahora desventurado Bill Clinton en respuesta fue señalar que también se había pagado a Bernie por realizar discursos. Técnicamente, Bill tenía razón. Bernie había ganado dinero por hablar en público: unos abrumadores 1.800$ a lo largo del año. El año anterior, Bernie había ganado 1.300$ por hablar en público. Todo este dinero fue donado a caridad, como es obligado para los senadores de EEUU.
Es verdad que Bernie es mejor que Hillary en política exterior, pero cumpliendo la Ley de Rothbard (todos sse concentran en el área en que son peores), Bernie habla poquísimo sobre temas de guerra y paz. E incluso ahí, la coherencia y los principios  le son esquivos: apoyó el bombardeo de Serbia sobre Kosovo de Bill Clinton, una acción e terrorismo basada en propagando que rivalizaría con cualquier cosa que haya apoyado George W. Bush. Sanders está también a favor de la actual campaña de drones e incluso apoyó el F-35, uno de los mayores despilfarros de la larga y lamentable historia del Pentágono.
El principal legado de Bernie será haber resucitado la idea del socialismo en las mentes de muchos estadounidenses. Es un socialismo muy confuso, realmente. Los jóvenes que siguen a Bernie no parecen siquiera poder definir el socialismo, según encuestas recientes. Y de hecho la economía de Bernie en realidad es solo un híper-keynesianismo en lugar de un socialismo integral. Pero sugiriendo que los países escandinavos constituyen un modelo que Estados Unidos debería emular, ha impulsado la idea de que solo un cambio sistémico a gran escala en la dirección de un poder público enormemente acrecentado puede producir el tipo de sociedad que quieren los estadounidenses.
El capitalismo tendría que ser nuestra postura por defecto, ya que conforma las ideas morales básicas que adquirimos en nuestra juventud: mantener la palabra dada, cumplir los acuerdos, no tomar lo que no es tuyo y no causar ningún daño físico.
Pero gracias a años de propaganda contraria, el socialismo ha llegado a parecer a mucha gente como no simplemente una posición moralmente aceptable, sino clara y evidentemente deseable y superior a la alternativa capitalista. El mercado libre, están convencidos por lo que recuerdan de sus libros de escuela primaria, lleva al “monopolio” y la opresión.
Bernie habla como si el sistema estuviera manipulado contra el pueblo debido a la influencia de las empresas en el gobierno (un punto bastante justo, hasta aquí), pero es difícil tomar en serio su crítica cuando la solución propuesta es extender la influencia de la política sobre cada vez más áreas de la vida y aumentar los poderes y el ámbito del mismo gobierno al que se supone que está criticando.
La explicación de Sanders se basa en dos grandes afirmaciones históricas, ambas completamente falsas.
Primero, Sanders cree que hay que culpar al “capitalismo”  por el crash de 2008. Pero como saben los lectores de mises.org, la recesión, como la Gran Depresión antes que ella, vino precedida por años de expansión del crédito de la Reserva Federal. Según la teoría austriaca del ciclo económico, la rebaja artificial de los tipos de interés por debajo de los niveles del mercado libre pone en marcha un auge económico insostenible. La economía se pone en una vía que solo podría sostenerse si la disponibilidad de recursos reales fuera mayor de la que es realmente. Cuando el ahorro real y los recursos acaben resultando no existir en la abundancia que las intervenciones de la Fed hicieron que creer la gente, han de abandonarse proyectos y la falsa prosperidad se convierte en una recesión real.
Los seguidores de Sanders sin duda señalarían el gran número de malas hipotecas originadas por prestamistas privados. ¿Pero se habrían extendido estas hipotecas en primer lugar si instituciones como Countrywide no hubieran podido venderlas a las privilegiadas públicas Fannie Mae y Freddie Mac? Fannie y Freddie disfrutaban de ventajas fiscales y regulatorias y tenían una línea especial de crédito del Tesoro de EEUU, una línea de crédito que todos sabían que sería esencialmente ilimitada si hiciera falta.
Fue la tormenta perfecta: la política monetaria de la enloquecida Fed inyectó enormes cantidades de crédito adicional circulando por toda la economía y los diversos decretos y regulaciones públicos federales hicieron de la propiedad inmobiliaria un baratillo artificialmente atractivo para todo ese nuevo dinero. Cuando toda esta estructura desvencijada se vino abajo, el capitalismo (que nunca se aplicó en medio de toda esta locura regulatoria y de creación de dinero) recibió las culpas.
De hecho, ¿qué podría ser intelectualmente más sencillo que culpar al “mercado libre” por un fenómeno que un crítico no entiende? Ron Paul, por el contrario, en sus campañas presidenciales nunca se cansó de ir más allá de explicaciones superficiales para explicar lo que pasó realmente en el desastre de 2008 e identificar quiénes eran los culpables reales.
La otra parte del relato de Sanders (Escandinavia) es también frívola y equívoca.
De hecho, el primer ministro de la propia Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, finalmente tuvo que corregir las referencias a su país como “socialista” del senador de Vermont. “Me gustaría dejar clara una cosa”, dijo Rasmussen, “Dinamarca está lejos de ser una economía planificada socialista. Dinamarca es una economía de mercado”.
Aun así, no cabe duda de que Dinamarca tiene un gran sector público. Y está empezando a absorber su vida. Las diversas prestaciones danesas subvencionan la indolencia hasta un nivel absurdo e inmanejable. En los 98 municipios del país, adivinad cuántos tienen trabajando una mayoría de residentes. Si respondisteis tres, sabéis mucho más de Dinamarca que Bernie y sus seguidores.
Pasa algo similar con el resto de Escandinavia. Por ejemplo, el estado del bienestar de Suecia solo pudo desarrollarse debido a la riqueza creada por décadas de una próspera economía de mercado. La creación de empleos en el sector privado fue de anémica a inexistente en las décadas que siguieron a la expansión radical del estado sueco del bienestar. Y con respecto a Noruega, hay allí un montón de cosas “gratis”, si estás dispuesto a pagar un tipo fiscal efectivo del 75%.
La comparación de Bernie con Ron es así: ambos lanzaron campañas presidenciales insurgentes y contra el establishment con más de 70 años, sacudieron a los establishments de sus respectivos partidos y atrajeron a muchos seguidores jóvenes. Pero Bernie no es Ron.
Solo en lo externo: Bernie es un gruñón y es difícil trabajar con él; Ron es un caballero amable que siempre demostró su aprecio por las personas de su oficina.
Lo que es más importante, Ron pedía a sus seguidores que leyeran y aprendieran. Multitud de estudiantes de instituto y universidad empezaron a leer tratados densos y difíciles de economía y filosofía política porque Ron les animó a hacerlo. A los seguidores de Bernie no se les anima a esto. ¿Para qué? El programa electoral de Bernie simplemente regurgita las mentiras y prejuicios de sus jóvenes seguidores ya asimilados en la escuela. ¿Qué más hay que leer?
Por el contrario, los seguidores de Ron eran lo suficientemente curiosos como para escarbar por debajo de la superficie. ¿Es el estado realmente una institución benigna que puede proporcionarnos gratis lo que podamos demandar? ¿O podría haber factores morales, económicos y políticos en el camino hacia estos sueños utópicos?
Los seguidores de Bernie reclaman cosas materiales para ellos, para que se las entreguen a costa de extraños a los que se les ha enseñado a despreciar. Pero como el propio Ron (que como médico obstetra se opuso a las restricciones a las comadronas aunque hacerlo no le interesara materialmente), sus jóvenes seguidores adoptaron el mensaje de la libertad sin pensar en ventajas materiales.
No es difícil trabajarte una banda delirante de gente reclamando cosas de otros. Esas apelaciones derivan de los aspectos más básicos de nuestra naturaleza y siempre atraen a una masa. Es muy difícil, por el contrario, construir un ejército de jóvenes lo suficientemente curiosos intelectualmente  como para leer libros serios y considerar ideas que van más allá de la sabiduría convencional que aprendieron en la escuela acerca del gobierno y el mercado. Es difícil levantar un movimiento de personas cuyo sentido moral esté lo suficientemente desarrollado como para entender que aullar demandas y obligar a que se impongan por medio del arma del estado es el comportamiento de un matón, no de una persona civilizada. Y es difícil convencer a la gente de la idea contraintuitiva de que la sociedad funciona mejor y las personas son más prósperas cuando nadie está “al mando” en absoluto.
Aun así, Ron logró todo esto. Y por eso, cuando contraponemos al senador de Vermont con el congresista de Texas, los logros de Ron son mucho mayores y más históricos.

Bernie frente a Ron Paul: No hay comparación

Ron Paul and Bernie Sanders
El supermartes puede haber sido el principio del fin de la campaña de Bernie Sanders, pero las ideas que propalaba es probable que permanezcan durante bastante tiempo. Con algunos escritores comparando a Bernie con Ron Paul (no en términos de economía y filosofía, por supuesto, sino como candidatos insurgentes), me parece un momento oportuno para examinar el mensaje y legado de Sanders y compararlo con el de Ron.
Como Ron, Bernie sorprendió a todos los expertos con su éxito en financiación, encuestas y votos. De hecho Sanders ha tenido tanto éxito que  la campaña Hillary Clinton se ha reducido a un patético y poco convincente “yo, también”: ¡puedo ser como Bernie si eso es lo que queréis, catetos!
Bernie ha ganado mucho impulso por sus quejas de que Hillary es el tanque de Wall Street y los grandes bancos. Igualmente ha señalado los honorarios de seis cifras que Hillary ha obtenido de discursos dados a los grandes bancos.


Venezuela demuestra que no hay atajos para el crecimiento económico


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Venezuela se ha convertido en el último país en vías de desarrollo en caer en la ilusión de que el socialismo genera un crecimiento económico genuino y sostenible. Ha tenido que aprender a las duras que aunque el socialismo puede impulsar el crecimiento del PIB a corto plazo, a largo plazo siempre deja destrucción económica a su paso.

Pero no hace mucho que el eminente economista de la corriente principal Joseph Stiglitz hablaba aprobadoramente del “muy impresionante crecimiento” disfrutado por el país. Esto recuerda algo a otro premio Nobel, Paul Samuelson, que acumulaba alabanzas sobre el impresionante crecimiento del PIB en la economía soviética en su popular libro de texto, prediciendo que acabaría superando a Estados Unidos.[1]


 

Ideas austriacas para la transformación del capital

Por desgracia, esta opinión es demasiado común entre los economistas dominantes que no tienen en cuenta la heterogeneidad del capital o estructura del capital. El crecimiento económico, tal y como lo entienden los economistas austriacos, es una transformación compleja de este grupo desagregado de bienes de capital, no un mero incremento de una magnitud homogénea.

Crecimiento en el mundo de Robinson Crusoe

Para ilustrar la importancia de la estructura del capital para el crecimiento económico, ayuda pensar en términos de una economía sencilla de Robinson Crusoe. Una mala estructura de capital de Robinson será muy distinta de la de un Robinson rico. Además, el crecimiento o extensión de esta estructura no tendrá lugar de una sola vez, sino que consistirá, por el contrario, en una serie de pasos, con cada paso reordenando los bienes de capital en la economía.
Así, desde un estado en el que no posee ningún bien de capital Robinson podría querer producir una balsa y una renta para convertirse en un pescador más productivo. O sea quiere carne tendrá que fabricar un arco y algunas flechas, mientras que necesitara producir todo un grupo de bienes de capital para construir con éxito una casa.
Todos los pasos del proceso requieren nuevas decisiones con respecto a la asignación de recursos. Por ejemplo, debe decidir si asignar una hora de trabajo de pescar con sus manos desnudas a la fabricación de una balsa y una recurso. Y luego debe tomar más decisiones acerca de reducir el tiempo dedicado a pescar con ellas para ser capaz de fabricar un arco y algunas flechas.
Cada decisión obliga a Robinson a realizar cálculos económicos: la comparación de los beneficios y costes marginales asociados. Como su economía, incluso en un estado de relativa prosperidad, se caracteriza por procesos de producción que son cortos y requieren pocos bienes de capital, Robinson no necesita precios monetarios para realizar dichos cálculos.
En cada paso es capaz de aislar la satisfacción adicional obtenida y la satisfacción adicional pérdida como resultado de la asignación de un tiempo de trabajo. La decisión de cambiar una hora de pesca con sus manos desnudas por la construcción de una balsa, por ejemplo, puede hacerse comparando directamente la satisfacción pérdida del futuro más cercano con la obtenida en un futuro más distante por el pescado adicional generado por la hora dedicada a la fabricación de la balsa.

El crecimiento en una economía de mercado

El proceso de crecimiento económico centro de la división del trabajo implica una transformación radical la estructura del capital. El tractor debe reemplazar al arado tirado por un caballo y la maquinaria moderna debe tomar el lugar de los bienes rudimentarios de capital utilizados en sectores rurales a pequeña escala. Tampoco esta transformación se produce de golpe sino que consta de innumerables pasos llevados a cabo a lo largo de un período significativo de tiempo.
El problema de la asignación de recursos en una economía así es complejo. En cualquier momento, incluso en una economía de mercado relativamente pobre, existe una cantidad sustancial de bienes de capital, así como recursos territoriales y laborales de diversas calidades. Cada paso en el proceso de crecimiento y la consiguiente transformación de la estructura del capital requiere tomar decisiones, no sólo a cerca de un recurso, como el caso de Robinson, sino acerca de toda una serie de recursos existentes.
Además, los procesos de producción de bienes de consumo ahora son sustancialmente largos y constan de muchas etapas. Así que en la mayoría de los casos hay ahora un largo periodo de tiempo y varios pasos sucesivos entre la dedicación de los recursos a la producción de un determinado bien de capital y los bienes de consumo que acabará generando.
Esta complejidad implica que las decisiones con respecto a la transformación de la estructura del capital ya no pueden realizarse comparando directamente la satisfacción obtenida con la perdida. Consideremos por ejemplo la decisión de asignar una unidad de carbón a la producción de acero o a la producción de electricidad. El número de pasos que hay entre la producción de cualquier bien y los bienes de consumo que puedan contribuir a generar en último término, hace humanamente imposible calcular los beneficios y costes marginales implicados para la satisfacción obtenida y la satisfacción pérdida.
De esto se deduce el cálculo económico en su expresión más compleja requiere reducir los costes y beneficios a un denominador común. Las únicas unidades que pueden servir para este propósito a los precios monetarios. Sin embargo, la generación de estos precios requiere la existencia de la propia privada de los medios de producción y la presencia de mercados para los factores de producción.
Dadas estas condiciones institucionales, el proceso de crecimiento estará determinado por empresarios privados tomando decisiones de asignación de recursos, guiados por sus estimaciones de ingresos y gastos. Esto se alía con el sistema de pérdidas y ganancias que recompensa a aquellos empresarios que tengamos juicio y penaliza a los que no aseguran la coordinación de actividades el producción y consumo a lo largo y ancho de la estructura del capital al irse transformando esta.

El fracaso inevitable de socialismo

Los teóricos de la corriente principal, al tratar los bienes de capital como una magnitud homogénea, ignoran el problema de la asignación exitosa de recursos que es imprescindible para lograr un crecimiento genuino y sostenible. Como consecuencia, están ciegos ante los sostenes institucionales necesarios para que tenga lugar un proceso así, especialmente el papel crucial que desempeña la propia privada para facilitarlos. Esto explica su opinión a menudo favorable de las cifras de crecimiento generadas en una economía socialista.
Utilizando el concepto de la estructura del capital, el economista austriaco se da cuenta de que la supresión de los mercados y precios de factores que caracterizan a una economía socialista hacen imposible el cálculo económico. Como consecuencia, la asignación de los recursos existentes y la consiguiente transformación de la estructura del capital existente están guiadas, no por las preferencias de los consumidores, sino por los caprichos y las modas de los que están en el poder.
Un sistema así puede generar crecimiento en el PIB, pero solo debido a unas malas inversiones desbocadas de bienes existentes de capital. Hereda una estructura del capital moldeada por las decisiones de empresarios privados, caracterizadas por bienes de capital de diversos órdenes que se “ajustan” entre sí, asegurando así el flujo continuo de los bienes de consumo, y transforma esta estructura en una en la que los bienes de capital ya no se “ajustan” entre sí de ninguna manera comprensible.
La nueva estructura no alcanza su objetivo principal: la producción de los bienes deseados por los consumidores. De ahí la destrucción económica que siempre trae el socialismo. El mayor crecimiento del PIB es el resultado del consumo de capital. Lo que queda es una estructura del capital desmadejada y diezmada, acompañada por una carestía de bienes de consumo.
Resulta trágico que esta lección vital que tiene la teoría austriaca del capital para el desarrollo económico sea ignorada a menudo. No hacerlo devastada las vidas de millones de personas, como ha pasado recientemente en Venezuela.

Venezuela demuestra que no hay atajos para el crecimiento económico


grocery cart 
Venezuela se ha convertido en el último país en vías de desarrollo en caer en la ilusión de que el socialismo genera un crecimiento económico genuino y sostenible. Ha tenido que aprender a las duras que aunque el socialismo puede impulsar el crecimiento del PIB a corto plazo, a largo plazo siempre deja destrucción económica a su paso.

Pero no hace mucho que el eminente economista de la corriente principal Joseph Stiglitz hablaba aprobadoramente del “muy impresionante crecimiento” disfrutado por el país. Esto recuerda algo a otro premio Nobel, Paul Samuelson, que acumulaba alabanzas sobre el impresionante crecimiento del PIB en la economía soviética en su popular libro de texto, prediciendo que acabaría superando a Estados Unidos.[1]