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Monday, December 5, 2016

¡No es Salinas ni Aspe, estúpido!




“NO SE HAGAN BOLAS SEÑORES, NO HAY RELACIÓN NI PUNTOS DE REFERENCIA ENTRE SALINAS Y PEÑA NIETO. MUCHO MENOS ENTRE ASPE Y VIDEGARAY. A SALINAS Y ASPE SE LES ADMIRABA EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES ETIQUETÁNDOLOS DE SUPPLY-SIDERS. PEÑA NIETO Y VIDEGARAY PROVOCAN PÁNICO.”

RICARDO VALENZUELA
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No cabe duda que la economía mexicana durante el último año, se ha venido deteriorando de forma alarmante. Pero más alarma no debe de causar el ambiente general que se respira cuando las fragancias del viejo estilo priista se expanden arropando a todos los mexicanos preocupados con los jeroglíficos emanando de Los Pinos y, cuidado, luego nacen las expectativas racionales.




Ante tan escarpado ambiente, como siempre surgen los economistas de peluquería esgrimiendo sus cantinflescos análisis de un panorama que, para los observadores bien informados, las causas que lo originan deben ser muy claras. En el infinito mar de verborrea irresponsable con la que dibujan sus obras de arte estos pitonisos, está la de colgar culpas de los pecados de Peña a ese popular “punching bag” tan odiado por todos los mexicanos; Salinas.
Nos gritan que Salinas es el ventrílocuo que habla a través de Peña, es el titiritero que acciona las cuerdas para que el monito baile al ritmo de la Salinostroika. Pasan a destapar una negra conspiración mediante la cual, Pedro Aspe ha incrustado en la Secretaría de Hacienda a uno de sus zombis el cual, después de un científico lavado de cerebro ejecutado a su paso por Protego, como el candidato de Manchuria se apresta a detonar la bomba destruyendo la economía del país.
Pero analicemos las gestiones de estos dos prominentes priistas en sus diferentes tiempos; Salinas de Gortari y Peña Nieto.
Cuando Salinas asumía la presidencia en Diciembre de 1988, la economía mexicana se encontraba agonizando. La inflación superaba el 200% y, por lo mismo, los intereses bancarios se ubicaban por encima del 200%. El peso sufría devaluaciones diarias que, en los últimos seis años, superaba el 2,500%. El déficit del presupuesto federal alcanzaba el 20% del PIB. El desempleo superaba el 15%. La economía decrecía. Las reservas del Banco de México se habían agotado. El Estado controlaba el 80% de la economía, la deuda externa e interna era impagable y el prestigio del país estaba por los suelos.
En Diciembre del año pasado, Peña Nieto se colgaba la banda presidencial ante las expectativas por conocer el nuevo PRI. La inflación controlada a niveles históricos. El presupuesto federal prácticamente nivelado. A pesar de la confusión internacional, la economía creciendo a niveles del 3 al 4%. El peso navegando con gran estabilidad. El desempleo más bajo que en los EEUU. Las reservas del Banco de México a niveles record. La deuda externa finalmente a niveles razonables y se hablaba ya del nuevo Mexican Miracle.
¿Qué fue lo que hicieron estos dos hombres ante panoramas tan distintos y, más importante, qué resultados obtuvieron?
Durante el verano de 1989, en uno de mis viajes a Nueva York fui invitado a una cena que ofrecía la prestigiada firma de consultoría económica, Polyconomics. La invitación me la hacía su presidente, Jude Wanninsky, uno de los tres testigos de la reunión en los años 70 en el restaurante Michael’s en Manhattan, en la cual naciera la famosa curva de Laffer dando vida al Supply-Side economics. Al día siguiente Jude y yo nos reuníamos para un interesante almuerzo.
Arribaba Jude acompañado de otro de esos testigos y padrino del nuevo Supply-Side, el legendario Bob Bartley, editor y economista del Wall Street Journal. De inmediato la plática se encamina hacia México y su nueva administración. De repente Jude desenfunda un luminoso paquete con el título: “México 2000”. ¿Qué es esto? le pregunto. “Es el plan de vuelo de Salinas y su copiloto, Pedro Aspe”, me responde con asertividad. Me impresiona la forma en que estos dos hombres expresan su admiración por Pedro Aspe y, en especial, por su biblioteca personal cuajado de volúmenes de economía.
El documento era, primero, una profunda auscultación y el diagnostico de esa grave enfermedad sufrida por el paciente llamado México y, segundo, una clara receta del tratamiento recomendado para lograr la recuperación de su salud, atrofiada por esa plaga de nacionalismo revolucionario que lo postrara ya durante 18 años. Además de una agresiva liberalización de la economía, la parte medular del tratamiento debía ser una drástica reducción de impuestos.
¿Qué fue lo que produjo ese tratamiento?
El día 31 de Diciembre de 1993, Salinas se disponía a celebrar el arribo del nuevo año y los motivos para tal celebración eran visibles. La inflación había sido domada y se ubicaba en 10%. La hemorragia que producía la devaluación diaria del peso, se controlaba y se anclaba en $3.50 por dólar. La economía de nuevo crecía. El desempleo se ubicaba en un 4%. La duda había sido negociada y reestructurada. El presupuesto federal producía superávit. Las reservas del Banco de México surgían cual brava corriente de los arroyos en verano. El TLC ya aprobado iniciaría su aplicación al día siguiente. Surgía el primer Mexican Miracle.
Salinas estaba eufórico y cuando se disponía a elevar su copa para el brindis, lo aborda uno de los miembros del Estado Mayor Presidencial quien le susurra al oído; “Sr Presidente, ha estallado una guerrilla en el estado de Chiapas.” Se iniciaba el plan de sabotaje que conduciría a la devaluación en aquel fatídico Diciembre de 1994 y a la gran debacle.
En Diciembre del 2012, Peña Nieto tomaba el timón del barco pero, como la canción, La Barca de Guaymas, sin ruta, sin mapa, sin vela y sin ancla. Después de 12 meses navegando las tormentosas aguas del populismo y la demagogia, de nuevo como al barquero de Guaymas, los mexicanos preguntan: “De que región vienes que has hecho pedazos tus velas tan blancas. Te fuiste cantando y hoy vuelves cargando la muerte en el alma.”
Peña Nieto ha declarado la guerra al pueblo mexicano y lo aprisiona ya con un arnés impositivo insultante, un presupuesto buscando déficits, presagios de endeudamiento que, además de hacer pedazos sus velas tan blancas, apunta el barco hacia los mismos arrecifes que antaño casi provocan su naufragio.
No se hagan bolas señores, no hay relación ni puntos de referencia entre Salinas y Peña Nieto. Mucho menos entre Aspe y Videgaray. A Salinas y Aspe se les admiraba en los mercados internacionales etiquetándolos de Supply-Siders. Peña Nieto y Videgaray provocan pánico.
El documento, México 2000, cerraba afirmando: “Una vez equipado con un sistema impositivo de bajo costo y competitivo, el peso estable, precios desregulados y el TLC con EEUU y Canadá, México ofrecerá innumerables ventajas que lo convertirán en una de las áreas más promisorias del mundo para un rápido crecimiento. No es tiempo de fijar objetivos modestos que producen flacos resultados. Es hora de tirar las viejas barreras mercantilistas que aprisionan a México por abajo de su potencial. Es la hora de catapultar a México hacia la grandeza entre los países más desarrollados del mundo en el siglo XXI.”
Sí, pero primero hay que aplicar la receta original.

¡No es Salinas ni Aspe, estúpido!




“NO SE HAGAN BOLAS SEÑORES, NO HAY RELACIÓN NI PUNTOS DE REFERENCIA ENTRE SALINAS Y PEÑA NIETO. MUCHO MENOS ENTRE ASPE Y VIDEGARAY. A SALINAS Y ASPE SE LES ADMIRABA EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES ETIQUETÁNDOLOS DE SUPPLY-SIDERS. PEÑA NIETO Y VIDEGARAY PROVOCAN PÁNICO.”

RICARDO VALENZUELA
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No cabe duda que la economía mexicana durante el último año, se ha venido deteriorando de forma alarmante. Pero más alarma no debe de causar el ambiente general que se respira cuando las fragancias del viejo estilo priista se expanden arropando a todos los mexicanos preocupados con los jeroglíficos emanando de Los Pinos y, cuidado, luego nacen las expectativas racionales.


Thursday, September 8, 2016

El Brexit no es una catástrofe

Pedro Schwartz estima que el Brexit no es una catástrofe para el Reino Unido y esboza las oportunidades que presenta tanto para este país como para la Unión Europea.

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
España ha tomado la separación del Reino Unido y la Unión Europea con gran dramatismo. Las opiniones reflejadas en diversas encuestas y expresadas en tertulias de radio coinciden en pronosticar que el Brexit hará gran daño a la economía británica, que reducirá radicalmente la importancia de ese país en la política mundial y que también afectará el bienestar económico y peso político de la Unión. Incluso se han oído voces llamando a «castigar» al Reino Unido por el daño económico y el desprecio político hecho al proyecto europeo, animando a los españoles a boicotear los productos británicos y a evitar las visitas a la pérfida Albión.



Los sentimientos son libres pero los hechos son tozudos. Llevada la ruptura con sensatez y buen tino podrá sin duda evitarse una recesión económica en el RU y una pérdida de prosperidad en el Continente. Tampoco tienen por qué ser irreparables las consecuencias políticas para ellos y para nosotros. En suma, creo que la separación del Reino Unido puede tener efectos positivos tanto en la Gran Bretaña como en la UE, si aprendemos todos la lección de que la libre competencia de las personas y de las instituciones hace más por la armonía que la centralización uniformadora.
Durante la campaña del referéndum, los partidarios de mantenerse en Europa exageraron sus pronósticos de recesión si el RU abandonaba el mercado único. Cierto es que, nada más anunciado «el divorcio», la libra esterlina sufrió una caída del 10 por ciento respecto del dólar, reflejo de la sorpresa y la incertidumbre. Una depreciación de este tamaño, por un lado reanima las exportaciones; por otro, eleva los precios en el interior y produce una sensación de pérdida de riqueza entre los británicos. Ambos efectos se equilibran. No creo que ello vaya a torcer ni en un sentido ni en otro el buen camino que llevaba la economía del RU antes del referéndum: la tasa de paro se encuentra en el 4,9 por ciento y la economía está creciendo al 2,1 por ciento, año sobre año. El Banco de Inglaterra se ha puesto la venda antes de la herida y ha reducido el tipo de interés de sus préstamos a los bancos comerciales en un ridículo 0,25 por ciento. Una política monetaria así de impotente tampoco creo que contribuya mucho a salvar una situación que, por el momento, está lejos de tomar los aspectos dramáticos que se pronosticaban.
Los británicos pueden sin duda prosperar fuera del mercado único. Primero, no nos conviene a los «continentales» poner trabas al comercio con ellos, pues nuestra balanza comercial es ampliamente superavitaria. ¿De verdad querremos los «comunitarios» entorpecer un comercio de bienes y servicios que en el año 2015 supuso exportaciones al RU por 395.000 millones de euros, importaciones por 299.000 millones y un superávit a nuestro favor de 95.000 millones? En todo caso, el arancel externo (medio, ponderado) de la UE es un 2,3 por ciento, aunque los automóviles, una de las principales exportaciones del RU, cargarían con un 10 por ciento. El mayor papeleo puede ser un obstáculo pero no esos recargos.
Todos hablan del daño al negocio de la City de Londres por la retirada del permiso automático (o «pasaporte») a los bancos allí domiciliados para ofrecer servicios financieros en el Continente. Pero el mercado de capitales de la City es principalmente al por mayor. Su tamaño, agilidad y ubicación horaria hacen difícil que Frankfurt o París ¡o Madrid! puedan sustituirlo. Cuanto mayor sean la reglamentación en la Eurozona, más serán los que prefieran Londres. Ya ocurrió a finales de los años cincuenta cuando apareció en Londres un gran «mercado del eurodólar» para evitar los topes de remuneración de los depósitos bancarios impuestos por la Reserva Federal. Don Quijote contra los molinos de viento.
El peligro para la futura prosperidad del RU fuera de la Unión Europea acecha en otro punto. La primera ministra, Theresa May, en su primer discurso ante el número 10 de Downing Street, habló de relanzar la política social, de contener la entrada de inmigrantes, de reindustrializar las Islas Británicas. Incluso se declaró a favor de colocar representantes de los trabajadores en los consejos de administración y de limitar las remuneraciones de los altos cargos. Todos los gobiernos hacen tonterías con la mirada puesta en los votos. Mas precisamente porque el Reino Unido ya no estará protegido por los muros antiglobalizadores de la Unión, pueden estas declaraciones no pasar de ser un saludo a efímeras modas. Si son algo más, pronto verán los británicos lo duro que es subsistir en el mundo abierto con políticas socialistas —y lo agradecido que es al final apuntarse al progreso capitalista—. La Gran Bretaña goza de suficiente talento, de sobrada capacidad inventiva, de amplia cultura internacional y de acendrado amor de las libertades para conseguir lo que otros tildarán de imposible milagro económico.
También se equivocan los críticos del Brexit en su enfoque de las consecuencias políticas de la separación. El error que subyace en estos pronósticos catastrofistas consiste en reducir toda la vida social a relaciones de poder. Se puede no ser una gran potencia y sobrevivir, incluso triunfar en este mundo fragoroso. La adoración del tamaño y la pretensión de gobernar el mundo nos hacen olvidar que los protagonistas de la vida social no son las grandes organizaciones sino los pensadores, los artistas, los innovadores, los creadores de empresa, en pocas palabras, las personas sin fronteras. El grave defecto político de la Unión Europea es el «déficit democrático». Nos gobiernan remotos políticos e ilustrados funcionarios. ¡Qué ceguera la de la Unión el no haber movido un dedo para mantener en sus concilios a la más vieja democracia de Europa!

El Brexit no es una catástrofe

Pedro Schwartz estima que el Brexit no es una catástrofe para el Reino Unido y esboza las oportunidades que presenta tanto para este país como para la Unión Europea.

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
España ha tomado la separación del Reino Unido y la Unión Europea con gran dramatismo. Las opiniones reflejadas en diversas encuestas y expresadas en tertulias de radio coinciden en pronosticar que el Brexit hará gran daño a la economía británica, que reducirá radicalmente la importancia de ese país en la política mundial y que también afectará el bienestar económico y peso político de la Unión. Incluso se han oído voces llamando a «castigar» al Reino Unido por el daño económico y el desprecio político hecho al proyecto europeo, animando a los españoles a boicotear los productos británicos y a evitar las visitas a la pérfida Albión.


Thursday, June 23, 2016

Argentina: El peronismo no es ningún ejemplo a seguir


 
 A pesar de ser una corriente popular en Argentina y en el mundo, los resultados económicos del peronismo dejan mucho que desear.
Iván Carrino
Poco tiempo atrás leía que la agrupación populista, Podemos, de España, tenía pensado importar el peronismo a ese país. En palabras de su líder, Pablo Iglesias, “Podemos tiene rasgos peronistas” y mucho de lo que proponen en materia de políticas públicas está en línea con el célebre movimiento argentino. Sin embargo, si Podemos lograra efectivamente su cometido, ésta no sería una buena noticia.



El peronismo es el movimiento político que surgió con Juan Domingo Perón durante la década del ‘40 y que marcó un antes y después en la sociedad argentina. En economía, el de Perón posee el dudoso mérito de haber sido el primer gobierno en llevar la inflación por encima del 50% anual en 1951. Como rasgo característico, además, el peronismo fue siempre crítico del capitalismo, amante del gasto público exacerbado, adicto a los controles de precios y cultor de la tristemente célebre frase “vivir con lo nuestro”, que refiere explícitamente a cerrar las fronteras del comercio internacional.
Ahora  a pesar de tener 70 años de historia, el peronismo hasta hace pocos meses gozó de muy buena salud en Argentina. Como explica Emilio Ocampo, desde el regreso de la democracia, en 1983, 76% del tiempo el país estuvo gobernado por un presidente peronista. Entre 1989 y 1999, fue Menem quien alzó las banderas peronistas. Desde 2002 a 2015, la tarea correspondió a Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Si bien hubo diferencias entre cada uno de estos presidentes, todos ellos ascendieron al poder por su afiliación y defensa del partido de Perón. El peronismo de Menem privatizó empresas y mantuvo el tipo de cambio fijo con déficit fiscal. El peronismo de Duhalde abandonó el “1 a 1” y devaluó la moneda, pero consiguió superávit de las cuentas públicas. El peronismo de los Kirchner fue más parecido a aquél de la década del 40 y del 50: inflación, control de precios, cierre de la economía y una profunda destrucción del clima institucional y de negocios en el país.
Durante el mismo período, algunos de los países de la región tomaban un rumbo diferente. Tanto Chile, como Perú y Colombia fueron dándose cuenta que el camino del progreso venía de la mano de la apertura al comercio, el mayor equilibrio de las cuentas públicas, una baja inflación y también una menor deuda pública.
En definitiva, una mayor cercanía con el capitalismo y el respeto por las instituciones republicanas.
Los resultados de los diferentes caminos tomados pueden observarse en el cuadro de abajo. Allí se observa la evolución del PBI per cápita de cada uno de estos países desde 1983 hasta el 2016 de acuerdo a las estimaciones y proyecciones del FMI.
2016.06.21_Peronismo
Como puede verse, el país en donde más ha crecido el ingreso promedio de sus habitantes es Chile, que pasó de tener un PBI per cápita de USD 1.754 a uno de USD 12.938. La variación es un espectacular 638%. En segundo lugar está Perú, cuyo ingreso por habitante avanzó nada menos que 445%. Le sigue Colombia, con una suba de 191% yrecién en cuarto lugar se ubica Argentina, el país que era más rico que todos los demás en el año de partida, 1983. En dicho año, Argentina tenía un PBI per cápita de USD 4.244, mientras que según el FMI en 2016 este número será de USD 10.051, 22% inferior al chileno.
Alguno tal vez piensa que esta pobre performance económica tiene como contrapartida un buen desempeño en el plano social, como si existiera un intercambio entre una y otra cosa. Sin embargo, nada de eso sucedió. En promedio, desde 1968 a 1989 la pobreza en Argentina alcanzó al 14,7% de la población. Sin embargo, de 1989 a 2015 la misma se duplicó, promediando el 29,7%.
El peronismo resultó devastador para la economía Argentina. Si nuestra riqueza hubiera crecido al ritmo de Perú, Colombia y Chile, hoy tendríamos un ingreso comparable al de un país europeo. Los rivales políticos del peronismo también tienen su cuota de responsabilidad. Es que por más críticos que hayan sido, ninguno se atrevió a rechazar con firmeza las banderas del mítico movimiento populista de Argentina.
El daño económico que el peronismo originó en nuestro país está a la vista de todos. A la luz de ellos, uno no sabe si reír o llorar cuando alguien quiere tomar a esta expresión política como ejemplo a seguir.
Publicado originalmente en PanAmPost.

Argentina: El peronismo no es ningún ejemplo a seguir


 
 A pesar de ser una corriente popular en Argentina y en el mundo, los resultados económicos del peronismo dejan mucho que desear.
Iván Carrino
Poco tiempo atrás leía que la agrupación populista, Podemos, de España, tenía pensado importar el peronismo a ese país. En palabras de su líder, Pablo Iglesias, “Podemos tiene rasgos peronistas” y mucho de lo que proponen en materia de políticas públicas está en línea con el célebre movimiento argentino. Sin embargo, si Podemos lograra efectivamente su cometido, ésta no sería una buena noticia.