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Thursday, October 13, 2016

Los incentivos importan

Adrián Ravier señala las principales contribuciones a la ciencia económica de los ganadores del Premio Nobel de Economía este año, Oliver Hart y Bengt Holmström.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.
Si tenemos que resumir el premio Nobel en economía 2016 a Oliver Hart y Bengt Holmström en tres palabras, diría que “los incentivos importan”. Las nuevas contribuciones se sostienen sobre los trabajos previos de otros dos premios Nobel como Ronald Coase y Oliver Williamson, acerca de la teoría de la firma y la teoría de los contratos. Dado un contrato, ciertas reglas, o un marco constitucional las personas firmantes saben qué riesgos e incentivos enfrentan con cada acción.
En microeconomía, se conoce como la teoría del principal-agente al análisis de un conjunto de situaciones en que un actor económico (el principal) depende de la acción de otro actor (el agente), sobre el cual no hay perfecta información. El objetivo que han perseguido estos dos economistas en distintos trabajos y situaciones es analizar qué se puede hacer para mejorar la eficiencia de los contratos.



“Se trata de pensar en todas las partes involucradas para que un contrato sea una situación en la que ganan todos”, comentó Holström.
La literatura analiza casos concretos que comprenden un seguro, un préstamo o un empleo. En el caso del seguro, por ejemplo, las compañías nunca reintegran el 100% del valor de un automóvil robado o una casa incendiada, de tal forma que el beneficiado del seguro le importe cuidar su propiedad. El copago es un instrumento fundamental para mejorar los incentivos en este tipo de contratos.
Hart ha estudiado, por ejemplo, si ciertos servicios públicos convienen que estén privatizados, o que los provea el sector público. Su conclusión es que la respuesta no es unánime para todos los casos, sino que hay que profundizar en los incentivos en cada situación. La basura conviene que sea tratada por el sector privado, pero la prisión conviene sea administrada por el sector público. En EE.UU. se dejaron de privatizar las prisiones por los argumentos expuestos por Hart.
Hart mostró que es imposible que un contrato enumere todas las consecuencias posibles de un contrato, por lo que alentó a fijar reglas generales que dejen claros los derechos de todas las partes, una contribución que responde al análisis económico del derecho.
En el mercado de trabajo, Holmström contribuye señalando que en aquellos empleos donde puede medirse el rendimiento convienen salarios variables, mientras que en aquellos casos donde esto es imposible, conviene asignar salarios fijos. En casos de trabajo en grupo, resulta fundamental fijar reglas que eviten el free rider o polizón, esto es que una persona reciba beneficios por el trabajo que hace otra persona.
Volviendo sobre los incentivos, Holmström muestra que los jóvenes tienen mejores incentivos para trabajar por las expectativas que genera iniciar sus carreras.
Hart y Homström han escrito un nuevo capítulo sobre teoría de la firma, teoría de contratos e incluso economía constitucional, que a partir de este premio Nobel comenzará a generar una extensa literatura que permitirá incorporarlos a la disciplina.

Los incentivos importan

Adrián Ravier señala las principales contribuciones a la ciencia económica de los ganadores del Premio Nobel de Economía este año, Oliver Hart y Bengt Holmström.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.
Si tenemos que resumir el premio Nobel en economía 2016 a Oliver Hart y Bengt Holmström en tres palabras, diría que “los incentivos importan”. Las nuevas contribuciones se sostienen sobre los trabajos previos de otros dos premios Nobel como Ronald Coase y Oliver Williamson, acerca de la teoría de la firma y la teoría de los contratos. Dado un contrato, ciertas reglas, o un marco constitucional las personas firmantes saben qué riesgos e incentivos enfrentan con cada acción.
En microeconomía, se conoce como la teoría del principal-agente al análisis de un conjunto de situaciones en que un actor económico (el principal) depende de la acción de otro actor (el agente), sobre el cual no hay perfecta información. El objetivo que han perseguido estos dos economistas en distintos trabajos y situaciones es analizar qué se puede hacer para mejorar la eficiencia de los contratos.


Tuesday, September 6, 2016

Los incentivos keynesianos

Por Javier Paz García

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La receta keynesiana consiste en aumentar el gasto fiscal en periodos de desaceleración económica para contrarrestar la desaceleración. Tal medida por supuesto funciona en el corto plazo, hasta que se acaban los recursos. Imagine que sus ingresos, ya sean por salarios si es empleado, o por ganancias si es empresario, se reducen a la mitad. Ante tal situación lo prudente es que sus gastos personales también se reduzcan, pero el keynesianismo aboga por aumentarlos. Usted los puede aumentar, pero a costa de acabar con sus ahorros, para luego obligatoriamente tener que sufrir una reducción aun mayor del gasto y quedar descapitalizado.


¿Por qué a pesar de este ejercicio de sentido común el keynesianismo ha triunfado en todo el mundo? Por los incentivos perversos que existen en el sistema político. Si usted sufre una caída de sus ingresos, ajusta sus gastos porque quiere preservar su patrimonio; en juego están su prosperidad y bienestar de largo plazo. La diferencia entre usted y el Estado es que usted gasta o malgasta su plata, en cambio quienes manejan el Estado gastan plata ajena y no tienen casi ningún incentivo, aparte de la conciencia y la moral, para no gastarla.
En épocas de crisis económica el electorado presiona al sistema político por soluciones. La solución más sencilla, práctica y efectiva es gastar, aumentar el endeudamiento y paliar así la desaceleración. Los políticos que hacen esto ganan popularidad, quienes no lo hacen ganan rechazo y antipatía. La plata no es de ellos, y probablemente cuando se acabe, quizá en 5 o 10 años más, ellos ya no estén en funciones, entonces, ¿por qué ganarse la antipatía de la gente, si podemos incluso mejorar nuestra popularidad gastando dinero que no es nuestro a cambio de generar un problema que tendrá que ser resuelto muchos años después y por otras personas? La tentación es demasiado grande para que un político no sea keynesiano, más aun cuando tiene una plétora economistas y analistas diciéndole que lo que está haciendo es correcto.
Si a eso le sumamos que la corrupción y el robo son más fáciles de llevar a cabo cuanto mayor sea el gasto que ejecutemos, entonces un político tiene que ser loco o imbécil (o demasiado honesto, tanto intelectual como materialmente) para no ser keynesiano.

Los incentivos keynesianos

Por Javier Paz García

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La receta keynesiana consiste en aumentar el gasto fiscal en periodos de desaceleración económica para contrarrestar la desaceleración. Tal medida por supuesto funciona en el corto plazo, hasta que se acaban los recursos. Imagine que sus ingresos, ya sean por salarios si es empleado, o por ganancias si es empresario, se reducen a la mitad. Ante tal situación lo prudente es que sus gastos personales también se reduzcan, pero el keynesianismo aboga por aumentarlos. Usted los puede aumentar, pero a costa de acabar con sus ahorros, para luego obligatoriamente tener que sufrir una reducción aun mayor del gasto y quedar descapitalizado.