En una economía de mercado, el dinero solo tiene un papel: proporcionar los servicios de un medio de intercambio. El dinero permite el producto un especialista se intercambie por el producto de otro especialista. El intercambio de algún por algo también significa el que consumo no precede a la producción. Es decir, primero tenemos que fabricar el producto útil antes de que pueda intercambiarse por dinero y solo entonces podremos intercambiar el dinero por los bienes que deseamos. El consumo se financia totalmente por la producción precedente.
Los efectos del dinero barato
Debido a la política monetaria laxa y el consiguiente aumento en la oferta monetaria, se pone en marcha el proceso de transferencia de riqueza de los generadores de riqueza a los poseedores del dinero recién creado. Como este nuevo dinero se generó de la nada, no se intercambio nada por él y por tanto aquí tenemos un intercambio de nada por algo. Esto significa que los poseedores del dinero recién creado toman de las existencias de riqueza real sin dar nada a cambio. Consecuentemente, esto presiona sobre las existencias de riqueza real. Igual que el gobierno, estos poseedores de dinero recién creado se dedican a actividades que no generan riqueza. (Estas actividades derivan de la inyección monetaria. En un entorno libre no intervenido, estas actividades, que son de baja prioridad, no se llevarían a cabo). Repetimos que una política monetaria laxa perjudica al proceso de generación de riqueza y debilita las existencias de riqueza real. Sin embargo, se podría argumentar que cualquier forma de inversión toma existencias de riqueza sin dar nada a cambio a corto plazo. Es verdad, por tanto si el flujo actual de producción de bienes finales de consumo no es lo suficientemente rápido, las existencias de riqueza van a verse presionadas a corto plazo. En el caso de las inversiones productivas, debería esperarse en el futuro un fortalecimiento en las existencias de riqueza. Sin embargo, no es así con respecto a las inversiones no productivas. Consecuentemente, unas existencias debilitadas, se hacen mucho más difícil a las empresas mantener creciente el ritmo de crecimiento de la inversión. Como consecuencia, uno de crecimiento de la productividad sigue el mismo camino.
Los efectos sobre la preferencia temporal
Advirtamos que una presión a la baja de las existencias de riqueza real probablemente generen un aumento de las preferencias temporales de las personas: una mayor preferencia hacia el consumo presente frente al futuro, lo que pone una presión al alza sobre el tipo real subyacente de interés. Dicho de otra manera, un aumento en el tipo real subyacente de interés que es una respuesta al aumento de las preferencias temporales de las personas. Esto a su vez implica una mayor presión a la baja sobre el ritmo de inversión, lo que, por supuesto, es una mala noticia para el crecimiento de la productividad. Por favor, advertid que, contrariamente al pensamiento popular, no es un aumento en los tipos de interés como tal lo que debilita la inversión, sino el aumento en las preferencias temporales de las personas. En resumen, una caída de la inversión y un aumento en los tipos de interés responden al aumento en las preferencias temporales de las personas. Para determinar cualitativamente el daño infligido sobre las existencias de riqueza, todo lo que tenemos que hacer es inspeccionar los datos de la oferta monetaria. En T1 1960, nuestra medición de la oferta monetaria de EEUU, la AMS, fue de 147.000 millones de dólares. Para T2 2016, esta medición estaba en 4.000.000 millones de dólares, un aumento del 2.238%. Advirtamos que desde T1 2000 a T2 este año, la AMS ha aumentado un 188%. Con esa inyección monetaria masiva, resulta razonable pensar que el proceso de generación de riqueza está bajo una fuerte presión. Otra forma de ilustrar la presión sobre las existencias de riqueza real es observar los llamados tipos reales de interés. Sobre esto, durante el periodo de 1959 a 1979, los rendimientos reales de los bonos corporativos AAA de Moody’s era de media un 1,98% frente al 4,26% desde 1980 a julio de 2016. Dejando aparte los problemas de los datos y las distorsiones infligidas por la Fed al mercado de los bonos corporativos, se podría argumentar que esto aumenta la probabilidad de un aumento en la preferencia temporal desde 1980. Por consiguiente, se podría argumentar que esto aumenta la probabilidad de que las existencias de riqueza real desde 1980 han estado bajo presión, en igualdad de condiciones. Solo podemos sugerir que, a pesar de la política monetaria laxa, el sector privado generador de riqueza ha conseguido crear riqueza, aunque con el paso del tiempo y debido a inyecciones monetarias masivas, probablemente se haya visto perjudicada su capacidad de mantener creciendo las existencias de riqueza real a un ritmo en expansión. Para concluir, podemos sugerir que, contrariamente al pensamiento popular, una política monetaria laxa no puede hacer crecer una economía, pero sin duda puede destruirla y, en este sentido, es muy poderosa.