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Tuesday, October 4, 2016

El crecimiento económico requiere algo más que tipos bajos de interés

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Muchos comentaristas y expertos económicos son de la opinión de que la Reserva Federal se está quedando sin herramientas para mantener en marcha la economía, dado el muy bajo nivel de los tipos de interés. También se argumenta que, a pesar de una acusada tendencia a la baja de la política de tipos desde 1980, el crecimiento subyacente de la economía de EEUU ha estado siguiendo una tendencia a la baja. Esto debe compararse con el período anterior en el que la tendencia subyacente en el tipo de los fondos federales era al alza al tiempo que el crecimiento subyacente de la actividad económica seguía una tendencia también al alza.



¿Por qué se está ralentizando el crecimiento económico?

Muchos expertos son de la opinión de que la clave de un crecimiento económico hundido a pesar de los bajos tipos de interés es el declive en el crecimiento poblacional y la falta de suficientes innovaciones tecnológicas. Se sostiene que un crecimiento poblacional más lento, unido a una velocidad menor en el progreso tecnológico, menoscaba la expansión económica.
Se dice que un ritmo más lento de nuevas invenciones debilita la inversión en infraestructuras, lo que a su vez perjudica al crecimiento económico. Sumado a un crecimiento poblacional más lento, los expertos también atribuyen el declive la tendencia de crecimiento de la actividad económica a una productividad inferior.
Este declive se explica a su vez por la ralentización en innovaciones e inversiones en infraestructuras.
La cuestión principal que ha confundido a todos los economistas es por qué ha habido una tendencia a la baja en el crecimiento de la inversión, dado el declive de los tipos de interés. La mayoría de los expertos silencian esto. Algunos han argumentado que la tendencia a la baja los tipos de interés se debe al bajísimo crecimiento económico, que impulsó al banco central a rebajar dichos tipos.
Otros expertos han adoptado la opinión de que la tendencia a la baja en el crecimiento económico se debe a factores a largo plazo que impulsan a la economía a una vía de declive del crecimiento económico.
Se dice que el problema aquí no es de naturaleza cíclica, sino más bien una tendencia secular, que no puede manejarse por medio de una política monetaria. Por eso se defiende que la solución debería provenir de una política fiscal más agresiva, que pudiera levantar la tendencia subyacente de crecimiento económico, impulsando la inversión en infraestructuras, lo que a su vez impulsaría más innovaciones, etc.
Dada la correlación aparentemente positiva de tipos bajos de interés y bajo crecimiento económico, algunos comentaristas también han cuestionado la validez de la teoría austriaca del ciclo económico.
Después de todo, ¿por qué la política de tipos bajos de interés de la Reserva Federal no ha tenido éxito en reavivar la actividad económica, como deduce la escuela austriaca? Además, se sostiene que durante 1960-1979, cuando los tipos de interés tendían al alza, se estaba produciendo la misma tendencia de crecimiento de la inversión, es decir, lo contrario de lo que habría sugerido la teoría austriaca.

El crecimiento económico requiere algo más que tipos bajos de interés

Aunque ignoremos los problemas de medición de diversos datos macroeconómicos que emplea la economía popular, la teoría austriaca del ciclo económico no solo trata la manipulación mecánica de los tipos por parte del banco central que causan los ciclos económicos de auge y declive.
Trata sobre la política monetaria general del banco central y sus efectos sobre el crecimiento de la oferta monetaria y los tipos de interés. Además la teoría presta atención al daño que esta política monetaria laxa hace al proceso de formación de riqueza y las existencias de riqueza real.
Un concepto clave en la formación de riqueza es que la producción debe preceder al consumo. Es necesario producir bienes útiles que puedan intercambiarse por otros bienes útiles.
Cuando un panadero fabrica pan, no fabricar todo para su propio consumo. La mayoría del pan que fabrica se intercambia por bienes y servicios de otros productores, lo que implica que, a través de la fabricación de pan, el panadero ejercita su demanda sobre otros bienes.
Dicho de una manera diferente, su demanda está completamente cubierta (es decir, financiada por el pan que ha fabricado).

La demanda depende de la producción

La demanda, por tanto, no puede sostenerse por sí misma ni ser dependiente: está limitada por la producción previa, que sirve como medio para conseguir diversos bienes y servicios.
Lo que afecta a las demandas bienes y servicios de las personas es la disponibilidad de medios para conseguir todos los bienes y servicios que quiere dicha persona. Sin embargo estos medios no aparecen de la nada. Tienen que producirse.
La producción de bienes y servicios está limitada por las existencias reales de riqueza: los bienes finales disponibles para sostener el proceso económico. Las existencias de riqueza son la cantidad de bienes finales disponibles en una economía para sostener la producción futura. Si hace falta un año de trabajo de un hombre para fabricar una herramienta, pero solo tiene ahorradas las suficientes manzanas como para sostenerse durante un mes, la herramienta no se fabricará y el hombre no será capaz de aumentar su productividad.[1]

El papel del dinero en la economía de mercado

En una economía de mercado, el dinero solo tiene un papel: proporcionar los servicios de un medio de intercambio. El dinero permite el producto un especialista se intercambie por el producto de otro especialista.
El intercambio de algún por algo  también significa el que consumo no precede a la producción. Es decir, primero tenemos que fabricar el producto útil antes de que pueda intercambiarse por dinero y solo entonces podremos intercambiar el dinero por los bienes que deseamos. El consumo se financia totalmente por la producción precedente.

Los efectos del dinero barato

Debido a la política monetaria laxa y el consiguiente aumento en la oferta monetaria, se pone en marcha el proceso de transferencia de riqueza de los generadores de riqueza a los poseedores del dinero recién creado. Como este nuevo dinero se generó de la nada, no se intercambio nada por él y por tanto aquí tenemos un intercambio de nada por algo.
Esto significa que los poseedores del dinero recién creado toman de las existencias de riqueza real sin dar nada a cambio. Consecuentemente, esto presiona sobre las existencias de riqueza real. Igual que el gobierno, estos poseedores de dinero recién creado se dedican a actividades que no generan riqueza. (Estas actividades derivan de la inyección monetaria. En un entorno libre no intervenido, estas actividades, que son de baja prioridad, no se llevarían a cabo).
Repetimos que una política monetaria laxa perjudica al proceso de generación de riqueza y debilita las existencias de riqueza real.
Sin embargo, se podría argumentar que cualquier forma de inversión toma existencias de riqueza sin dar nada a cambio a corto plazo. Es verdad, por tanto si el flujo actual de producción de bienes finales de consumo no es lo suficientemente rápido, las existencias de riqueza van a verse presionadas a corto plazo.
En el caso de las inversiones productivas, debería esperarse en el futuro un fortalecimiento en las existencias de riqueza. Sin embargo, no es así con respecto a las inversiones no productivas.
Consecuentemente, unas existencias debilitadas, se hacen mucho más difícil a las empresas mantener creciente el ritmo de crecimiento de la inversión. Como consecuencia, uno de crecimiento de la productividad sigue el mismo camino.

Los efectos sobre la preferencia temporal

Advirtamos que una presión a la baja de las existencias de riqueza real probablemente generen un aumento de las preferencias temporales de las personas: una mayor preferencia hacia el consumo presente frente al futuro, lo que pone una presión al alza sobre el tipo real subyacente de interés.
Dicho de otra manera, un aumento en el tipo real subyacente de interés que es una respuesta al aumento de las preferencias temporales de las personas.
Esto a su vez implica una mayor presión a la baja sobre el ritmo de inversión, lo que, por supuesto, es una mala noticia para el crecimiento de la productividad.
Por favor, advertid que, contrariamente al pensamiento popular, no es un aumento en los tipos de interés como tal lo que debilita la inversión, sino el aumento en las preferencias temporales de las personas. En resumen, una caída de la inversión y un aumento en los tipos de interés responden al aumento en las preferencias temporales de las personas.
Para determinar cualitativamente el daño infligido sobre las existencias de riqueza, todo lo que tenemos que hacer es inspeccionar los datos de la oferta monetaria.
En T1 1960, nuestra medición de la oferta monetaria de EEUU, la AMS, fue de 147.000 millones de dólares. Para T2 2016, esta medición estaba en 4.000.000 millones de dólares, un aumento del 2.238%. Advirtamos que desde T1 2000 a T2 este año, la AMS ha aumentado un 188%.
Con esa inyección monetaria masiva, resulta razonable pensar que el proceso de generación de riqueza está bajo una fuerte presión.
Otra forma de ilustrar la presión sobre las existencias de riqueza real es observar los llamados tipos reales de interés. Sobre esto, durante el periodo de 1959 a 1979, los rendimientos reales de los bonos corporativos AAA de Moody’s era de media un 1,98% frente al 4,26% desde 1980 a julio de 2016. Dejando aparte los problemas de los datos y las distorsiones infligidas por la Fed al mercado de los bonos corporativos, se podría argumentar que esto aumenta la probabilidad de un aumento en la preferencia temporal desde 1980. Por consiguiente, se podría argumentar que esto aumenta la probabilidad de que las existencias de riqueza real desde 1980 han estado bajo presión, en igualdad de condiciones.
Solo podemos sugerir que, a pesar de la política monetaria laxa, el sector privado generador de riqueza ha conseguido crear riqueza, aunque con el paso del tiempo y debido a inyecciones monetarias masivas, probablemente se haya visto perjudicada su capacidad de mantener creciendo las existencias de riqueza real a un ritmo en expansión.
Para concluir, podemos sugerir que, contrariamente al pensamiento popular, una política monetaria laxa no puede hacer crecer una economía, pero sin duda puede destruirla y, en este sentido, es muy poderosa.

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