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Wednesday, June 29, 2016

Qué hace diferente a Venezuela


chavez

Al contrario que otros regímenes izquierdistas sudamericanos, el régimen de Venezuela ha aplastado intencionadamente incluso a las clases medias y trabajadoras.
El desastre económico en Venezuela ha llevado a muchos a echar un vistazo al país y tratar de entender que es lo que ha hecho que las cosas vayan tan mal allí.
No basta con decir “socialismo”. Después de todo, los liderazgos políticos en Ecuador y Bolivia ahora mismo son declaradamente socialistas, al menos en sus declaraciones. Argentina lleva mucho tiempo siendo socialista en la práctica, pero ni siquiera los repetidos impagos y otros líos de Argentina llevaron a la economía a nada similar a lo que está pasando en Venezuela. El izquierdista Brasil sigue siendo una incógnita en este momento.



¿Qué pasa entonces con Venezuela que ha llevado al país al borde de la hambruna mientras Bolivia permanece relativamente estable y sin pasar hambre? Después de todo, el presidente boliviano, Evo Morales, alguien que se declara discípulo de más, entregó al papa Francisco un crucifijo con forma de hoz y martillo durante una reciente visita del pontífice.
La respuesta se encuentra en el verdadero volumen de socialismo practicado en Venezuela frente a sus vecinos sudamericanos.

Verdaderos creyentes frente a pragmáticos

Desde Lenin, los líderes políticos supieron muy rápidamente que el socialismo “puro” lleva al hambre. Lenin había intentado implantar un control total de la economía por parte del estado soviético cuando llegó al poder. Sin embargo, después de darse cuenta rápidamente de que esto destruiría la economía, Lenin dio un paso atrás e implantó el “Nuevo Plan Económico”, que permitía una actividad limitada del mercado, especialmente en la producción de alimentos.
Todo régimen que intenta socialismo se enfrenta rápidamente al problema del cálculo propio del socialismo. Sin mercados, ¿cómo podemos saber qué producir o quién lo produce? ¿Cuánto deberían costar bienes y servicios? Sin al menos una libertad parcial para que funcionen los precios del mercado, las economías se paran muy rápidamente.
Sabiamente (y por fortuna para la gente común), Lenin permitió que su pragmatismo como político eclipsara su devoción por el marxismo. Igualmente, después de las hambrunas masivas y la agitación social causada por el marxismo duro de Mao en China, Deng Xiaoping recurrió al pragmatismo del “socialismo con características chinas”. Era, en otras palabras, socialismo light.
Como siempre ocurre cuando retroceder socialismo, la riqueza aumenta. Del caso la Unión Soviética, los mercados limitados de Lenin nunca fueron más allá de un entorno muy limitado, debido la reafirmación de las economías planificadas centralizadamente por parte de Stalin. En la China posterior a Mao, donde se permitió al extenderse a los mercados (aunque siempre bajo una dura regulación), la economía china floreció (en términos relativos) al permitir que granjeros, comerciantes y multitud de otras empresas medianas y pequeñas funcionaran con una relativa libertad.
En Venezuela, bajo Hugo Chávez y hoy bajo Nicolás Maduro, las cosas se han estado moviendo en la dirección opuesta.
Quizá más que cualquier otro hombre fuerte latinoamericano de reciente memoria, Chávez era un “verdadero creyente” en lo que se refería socialismo y mostró su devoción ideológica con su guerra, no sólo contra las grandes empresas multinacionales y otros intereses corporativos poderosos, sino sobre todo al que considerara un “burgués”.
Ponerse en contra de las grandes empresas extranjeras ha sido popular desde hace mucho tiempo en Sudamérica y ha sido un aspecto central de las administraciones de Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. Pero tanto Correa como Morales mezclaron su intromisión política a este respecto con un laissez-faire limitado para las empresas nacionales.

Una guerra contra los vendedores y comerciantes de clase media

Chávez, por el contrario, no parecía discriminar cuando se trataba de aplastar a empresas y empresarios en todo el país.
Simon Wilson comparaba el régimen de Bolivia con el régimen venezolano en 2015 para mises.org:
De hecho, el mandato de Evo [Morales] ha sido indudablemente pragmático. Es verdad que desde 2005 ha expropiado más de veinte empresas, pero el nivel de expropiaciones no es comparable en modo alguno al que tiene lugar en la cultura de extendida impunidad del gobierno en Venezuela, donde 1.168 empresas nacionales y extranjeras fueron expropiadas entre 2002 y 2012. La infame nacionalización de campos extranjeros de petróleo y gas natural [en Bolivia] no fue de completo control estatal, sino que se trataba más de conseguir una porción que controlara los beneficios conseguidos por empresas extranjeras que puedan luego desviarse a diversos programas sociales.
Morales se contentaba a menudo con dejar en paz a las empresas nacionales de tamaño pequeño y mediano y permitía una gran economía “informal” (es decir, no regulada). Cuando Morales ignora la economía informal, esencialmente está creando “agujeros” la regulación pública. Y como observó una vez Ludwig von Mises, “El capitalismo respira a través de esos agujeros”.
Al régimen venezolano, por el contrario, no le gustan los agujeros.
Estos contrastes se extienden también a otros regímenes socialistas en Sudamérica. En 2014, The Washington Post comparaba el Ecuador de Rafael Correa con Chávez, reportando:
Al contrario que Chávez y sus épicas batallas con el sector privado de Venezuela, Correa mantiene lazos generalmente fuertes con la comunidad empresarial de Ecuador y ha sido Presidente a lo largo de un periodo sostenido de crecimiento económico y bajo desempleo. Ha mantenido el dólar de EEUU cómo divisa de Ecuador.
Felipe Burbano, analista político en Quito, dice que Correa que su maestro del “activismo de estado”, proyectando su presidencia (y el gasto público) en todos los rincones de un país de quince millones de habitantes, mirando a los votantes rurales, los habitantes de los barrios pobres y otros que eran ignorados en el pasado. Correa ha convertido los ingresos del petróleo de este país de la OPEP en nuevas escuelas, clínicas y proyectos de infraestructura, especialmente nuevas carreteras, mientras recortaba la tasa de pobreza el 37 al 27% de 2007 a 2012, según los datos oficiales.

Arrestando a los “traidores de clase” en Caracas

En 2010, The Guardian informaba sobre cómo Chávez había declarado a un carnicero aficionado en Caracas como un “traidor de clase” y una herramienta de los capitalistas internacionales. El carnicero, Omar Cedeño, fue arrestado y juzgado por diversos delitos “capitalistas”, junto con muchos otros pequeños empresarios y vendedores.
Pero, como ve ahora Venezuela, cuando se destruye a los vendedores al por menor, no queda nadie para vender, preparar, conseguir y procesar comida.
En 2011, The Huffington Post informaba acerca de la guerra de Chávez contra los judíos, que son, por lo que parece, también demasiado “burgueses” para los gustos de Chávez.
En 2012, Reuters informaba sobre cómo Chávez estaba amenazando a “los ricos” con una “guerra civil” si no se unían a su causa. El uso del término “rico” en Venezuela, por supuesto, puede ser a menudo similar a como se usa en Estados Unidos. Raramente se refiere en la práctica a poderosos millonarios, sino simplemente a gente de clase media alta que fabrica cosas, dirige empresas y mantiene marcha la economía. Destruirlos no es algo inteligente para ningún líder político que quiera evitar hambrunas masivas y un desplome en los niveles de vida.
Naturalmente, para un verdadero creyente como Chávez, una guerra contra la industria nacional no se acaba e sólo con los carniceros y los gestores de clase media. Luego se procede contra las cadenas de televisión y de radio, los periódicos, las librerías y muchos otros negocios que puedan ser insuficientemente leales al régimen gobernante.
No es sorprendente que una vez que todos los vendedores, empresas de medios de comunicación, gestores y todos los demás negocios independientes son aplastados, arrestados, empobrecidos o exiliados, la economía deje de funcionar muy bien.
Esto no quiere decir que políticos como Correa y Morales sean fanáticos de la libertad y los mercados libres. Seguro que no es así. Ambos, Correa y Morales parece ser gestores tradicionales del poder, probando algunos grupos para hacer regalos a otros, para conseguir el favor de su base política de poder. El marxismo sirve como una treta publicitaria cómoda para el régimen, pero, como pasa con el estado chino, los estados ecuatoriano y boliviano se dieron cuenta de la inviabilidad del marxismo hace mucho tiempo.
Por desgracia para el pueblo de Bolivia y de Ecuador, incluso esta gestión económica limitada no marxista del estado garantiza un pobre crecimiento económico y un eterno ciclo de corrupción. Un estado que controle la economía también tiene el poder para saquearla.
Pero hay una gran diferencia entre redistribuir riqueza y destruir a todo el que intente crear algo de ella. Para redistribuir riqueza, primero hay que crearla. Es una distinción que aparentemente los líderes del régimen de Venezuela (y sus defensores) son demasiado ignorantes como para entenderla. Por esto, el pueblo de Venezuela está pagando un duro precio.

Qué hace diferente a Venezuela


chavez

Al contrario que otros regímenes izquierdistas sudamericanos, el régimen de Venezuela ha aplastado intencionadamente incluso a las clases medias y trabajadoras.
El desastre económico en Venezuela ha llevado a muchos a echar un vistazo al país y tratar de entender que es lo que ha hecho que las cosas vayan tan mal allí.
No basta con decir “socialismo”. Después de todo, los liderazgos políticos en Ecuador y Bolivia ahora mismo son declaradamente socialistas, al menos en sus declaraciones. Argentina lleva mucho tiempo siendo socialista en la práctica, pero ni siquiera los repetidos impagos y otros líos de Argentina llevaron a la economía a nada similar a lo que está pasando en Venezuela. El izquierdista Brasil sigue siendo una incógnita en este momento.


Monday, June 27, 2016

El fracaso democrático de Gran Bretaña

Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is… read more
 
CAMBRIDGE – Lo lunático de la votación sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea no es el hecho que los líderes británicos se atrevieran a pedir a su población que sopese los beneficios de la adhesión del país a la Unión Europea frente a las presiones migratorias que dicha adhesión conlleva. Por el contrario, la verdadera locura fue colocar la valla de medición de los resultados de dicha votación en una posición absurdamente baja, misma que requería solamente una mayoría simple. Dado que la participación electoral fue del 70%, se puede decir que la campaña por dejar la UE ganó el referéndum con sólo el respaldo del 36% de los electores habilitados para votar.


Esto no es democracia; esto es un juego de ruleta rusa para las repúblicas. Una decisión que conlleva enormes consecuencias – mucho mayores incluso que modificar la constitución de un país (por supuesto, el Reino Unido carece de una constitución escrita) – se ha llevado a cabo sin aplicar ningún sistema de controles y equilibrios de pesos y contrapesos. 
¿Se debe repetir la votación después de un año para estar seguros? No. ¿Tiene que contar la brexit con el respaldo de una mayoría en el Parlamento? Aparentemente no. ¿Sabía realmente la población del Reino Unido   sobre qué ellos estaban emitiendo su voto? Absolutamente no. De hecho, nadie tiene idea cuáles serán las consecuencias para el Reino Unido tanto interna como externamente; es decir, cuál será el efecto para el Reino Unido en el sistema de comercio mundial, y cuál será el efecto sobre su estabilidad política interna. Me temo que todo esto no pintará un escenario muy bonito.
Eso sí, los ciudadanos de Occidente cuentan con la bendición de vivir en tiempos de paz: se puede abordar la evolución de las circunstancias y prioridades mediante procesos democráticos en lugar de hacerlo a través de guerras exteriores y guerras civiles. Sin embargo, ¿cómo se define, exactamente, un proceso justo y democrático para tomar decisiones irreversibles que definen lo que es una nación? ¿Es realmente suficiente obtener el 52% de los votos a favor de una ruptura en un día lluvioso?
En términos de durabilidad y convicción de las preferencias, la mayoría de las sociedades plantean mayores obstáculos en el camino que tiene que recorrer una pareja de esposos que busca un divorcio en comparación con lo que planteó el gobierno del primer ministro David Cameron para tomar la decisión de salir de la UE. Los que apoyan a la brexit no inventaron este juego ni sus reglas; se tiene amplios precedentes, incluyendo el referéndum en Escocia el año 2014 y el referéndum de Quebec del 1995. Sin embargo, hasta ahora, el cilindro de la pistola nunca se detuvo en la bala. Ahora que la bala sí se disparó, es momento de replantear las reglas del juego.
La idea de que de alguna manera cualquier decisión tomada en cualquier momento según la regla de la mayoría es necesariamente una decisión “democrática” es una perversión del término. Las democracias modernas cuentan con sistemas avanzados de controles y equilibrios de pesos y contrapesos para proteger los intereses de las minorías y para evitar que se tomen decisiones desinformadas con consecuencias catastróficas. Cuanto más grande y más duradera sea una decisión, más altas serán las vallas a superar para tomarla.
Es por esta razón, por ejemplo, que la promulgación de una enmienda constitucional típicamente requiere que se superen vallas muchísimo más altas en comparación con las que se deben superar para aprobar una ley de gastos. Sin embargo, la actual norma internacional para la salida de un país de una unión de países es, sin duda, menos exigente que la que se aplica a una votación para disminuir la edad para beber bebidas alcohólicas.
Ya que Europa se enfrenta ahora al riesgo de que se presente una gran cantidad de nuevas votaciones para salidas de países de la Unión Europea, una pregunta urgente es si existe una mejor manera de tomar estas decisiones. Sondeé la opinión de varios científicos políticos líderes  para ver si existe algún consenso académico; lamentablemente, la respuesta corta a dicha pregunta es no.
Por un lado, la decisión brexit puede haber parecido simple en la papeleta de votación, pero en verdad nadie sabe lo que viene a continuación después de una votación a favor de una salida. Lo que sí sabemos es que, en la práctica, la mayoría de los países requieren de un “súper mayoría” para tomar decisiones que definen a una nación, no un mero 51%. No existe una cifra universal, como por ejemplo el 60%, pero el principio general es que, mínimamente, la mayoría debe ser estable de manera demostrable. Un país no debería hacer cambios fundamentales e irreversibles sobre la base de una minoría muy estrecha que podría prevalecer sólo durante un breve período de un estado emocional pasajero. Incluso si la economía del Reino Unido no cae en una recesión plena después de esta votación (la caída del precio de la libra podría amortiguar el golpe inicial), existen muchas posibilidades de que el desorden económico y político causará que algunos que votaron a favor de la salida sientan lo que se denomina como “el remordimiento después de la compra”.
Desde la antigüedad, los filósofos han tratado de idear sistemas para tratar de equilibrar las fuerzas de la regla de la mayoría con la necesidad de garantizar que los participantes informados obtengan una mayor voz en las decisiones críticas, por no hablar de que se escuchen las voces de la minoría. En las asambleas espartanas de la antigua Grecia, los votos se emitían por aclamación. Las personas podían modular su voz para reflejar la intensidad de sus preferencias, y el funcionario que presidía dicha evento tenía que escuchar cuidadosamente y luego declarar cuál era el resultado. Esta fue una forma imperfecta, pero quizás fue una mejor forma de la que acaba de acontecer en el Reino Unido.
Según algunas versiones, el Estado hermano de Esparta, Atenas, había puesto en práctica el ejemplo histórico más puro de lo que era una democracia. Se otorgó a todas las clases sociales un número igual de votos (aunque, cabe mencionar, que solamente votaban los hombres). En última instancia, sin embargo, después de algunas decisiones catastróficas sobre guerras, los atenienses vieron la necesidad de dar más poder a organismos independientes.
¿Qué debería haber hecho el Reino Unido si tenía que formular la pregunta sobre su adhesión a la UE (pregunta que, dicho sea de paso, no se formuló)? Sin duda, la valla debería haber sido colocada en una posición mucho más alta; es decir, la brexit debería haber exigido, por ejemplo, que se ganen dos votaciones populares espaciadas a lo largo de al menos dos años, tras las cuales se debía obtener una votación de 60% de votos a favor en la Cámara de los Comunes. Si la brexit aún prevalecía, al menos hubiéramos sabido que no fue sólo una foto instantánea tomada en una sola oportunidad de lo que quería un fragmento de la población.
La votación del Reino Unido ha lanzado a Europa a una situación de caos. Mucho dependerá de cómo reaccione el mundo y de cómo maneje el gobierno del Reino Unido su propia reconstitución. Es importante hacer un balance no sólo de los resultados, sino que también del proceso. Cualquier acción para redefinir un acuerdo de larga data sobre las fronteras de un país debería requerir mucho más que una mayoría simple en un referéndum que se celebra en una única oportunidad. La norma internacional vigente en la actualidad de la regla de la mayoría simple es, como acabamos todos de ver, una fórmula para el caos.

El fracaso democrático de Gran Bretaña

Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is… read more
 
CAMBRIDGE – Lo lunático de la votación sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea no es el hecho que los líderes británicos se atrevieran a pedir a su población que sopese los beneficios de la adhesión del país a la Unión Europea frente a las presiones migratorias que dicha adhesión conlleva. Por el contrario, la verdadera locura fue colocar la valla de medición de los resultados de dicha votación en una posición absurdamente baja, misma que requería solamente una mayoría simple. Dado que la participación electoral fue del 70%, se puede decir que la campaña por dejar la UE ganó el referéndum con sólo el respaldo del 36% de los electores habilitados para votar.

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).



Su autor, nacido en 1929 fue periodista, diplomático y escritor. Un intelectual latinoamericano del siglo XX, es decir, un hombre que vivió el corto siglo XX y la lucha ideológica, educado en EE.UU. y Francia. A lo largo de su carrera escribió innumerables artículos y entre sus libros también destaca El tercermundismo (1982) y Marx y los socialismos reales y otros ensayos, escrito el mismo año de su muerte en 1988.
No pasa desapercibido que el texto que comentamos se inicia con una cita de Ortega y Gasset: “Todo el que en política y en historia se rija por lo que se dice, errará lamentablemente”. Frase que mantiene plena vigencia y que da cuenta de los mitos permanentes de nuestra discusión política. Desde seguir culpando a los españoles de nuestra pobreza hasta el abuso norteamericano, pasando por la redistribución de la riqueza y la educación gratuita para todos, etc. Discurso que —como bien se cita a Octavio Paz— nos recuerda que “la mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente… Nos movemos en la mentira con naturalidad… De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma” (p. 9). El propio Paz —citado por Rangel— en El laberinto de la soledad dice que mentimos por placer y que ésta posee “una importancia decisiva” en la vida cotidiana del latinoamericano: en el amor, la amistad, la política (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 122).
¡Que gran verdad!. Latinoamérica es presa de esa otra consigna, menos ideológica, pero tan dañina que es: “miente, miente que algo queda”.
En la 11ª edición Del Buen salvaje al buen revolucionario, publicada en 1992, el intelectual Jean-Francois Revel escribe en el prólogo, que ha sido la propia Europa la que ayudó a construir ese mito del estado de naturaleza abusado a partir de sus propias necesidades de aventuras, sueños y exotismo, y que esas imágenes las hemos proyectado cristalizándolas en la idea de la Latinoamérica revolucionaria del siglo XX (Monte Ávila: Caracas, 1992, p. 12), nunca mejor representadas en el mítico barbudo cubano de comienzos de los 60 con Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara y que podemos proyectar hasta el mexicano Sub comandante Marcos en Chiapas, mientras que por otro lado podría hacerse extensiva al fundamentalismo ecológico. Siempre me he preguntado cuánto de convencimiento real hay en esto último y cuánto hay de impulso (y financiamiento) desde el mismo mundo desarrollado que no quiere ver amenazado su dominio del mercado.
Si Latinoamérica es occidente o no, es un tema que discutiremos en otra columna de estos Fragmentos, pero lo que sí es importante afirmar aquí —siguiendo a Revel— es que el subdesarrollo de la región es ante todo político más que económico (p.17). Ahí esta la cuestión fundamental del asunto. Yo me permitió agregar, cultural.
¿Quién creería que el desarrollo llegará al momento de alcanzar los U$25.000 per cápita? Sí, alguien aludirá a la desigualdad del ingreso, mientras unos ganan U$60.000 otros quizás ganan U$3.000, pero eso nos dejaría empantanados en la planilla excel que hemos criticado en otros lugares.
En octubre del 2007, se publicó en España una nueva edición de este libro, que incluyó un prólogo del colombiano Plinio Apuleyo Mendoza donde enfatizó que estamos dirigidos por la mentira, calificando a Rangel como un “aguafiestas, un provocador y desde luego para los marxistas de todo pelaje un reaccionario” (Gota a Gota: Madrid, 2007, pp. 14-16). Y como no, si el venezolano fue uno de esos hombres que se anticipan a su tiempo en ideas, son políticamente incorrectos, van de frente y dicen las cosas cara a cara —algo difícil de encontrar en nuestra región donde el apuñalamiento por la espalda es el deporte de cada día— pero inevitablemente, al final de los días, tienen razón —y como bien dice Apuleyo— lo consiguen “porque se apoyan en la realidad y no en los mitos”.
Uno de ellos: ¿Quién podría identificar un solo caso de progreso económico en la historia del mundo a causa del socialismo? ¿Quién podría señalar un caso de éxito que no sea fruto de haber optado por el camino de la libertad política y económica, es decir, de la democracia y el mercado?
Sin embargo seguimos creyéndole a los populistas y a los vendedores de milagros. A parlanchines que buscan refundar de manera permanente nuestros países dictando nuevas constituciones como si ese fuera el problema, cuando la verdadera razón del atraso esta en que “buscamos culpables distintos a nosotros mismos”, y en ese camino “hemos adobado mentiras redentoras” (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 21).
Que paradójico resulta que en 1976 fue escrito en una Venezuela radicalmente distinta a la actual, ¿es que quizás se observaron señales que no se quisieron ver?
Son muchos los temas que se abordan —e invito al lector a leer el libro completo, no se arrepentirá— pero no puedo dejar de mencionar el capítulo “Héroes y traidores”.
¿Qué nos paso en el origen de nuestros procesos de independencia? Escasas libertades, precariedad jurídico-institucional, caudillismo y —sobre todo— traición, envidia y mentira. El “tirar hacia abajo a quien le va bien”, idea que con distintas expresiones esta presente en todo el continente y sin embargo ¿no hay acaso mayor dolor que el causado por la traición? El puñal por la espalda en esos proyectos en los que nos ilusionamos en conjunto, ponemos el alma, pero que sin embargo la soberbia, el egoísmo, la envidia y el oportunismo del mediocre terminan por destruir. Eso, en parte, es la historia de Latinoamérica.
Hace diez años, cuando se cumplieron los 30 de la publicación del libro de Rangel, el escritor Carlos Alberto Montaner se preguntaba por qué los venezolanos, y especialmente su clase dirigente, que tuvo la oportunidad de leer este libro, cayó igualmente en el chavismo, la “quintaesencia del tercermundismo denunciado en este libro”. La respuesta fue, porque como suele suceder, se le percibió “como una argumentación ideológica sin conexión con la realidad”, aunque tal vez, por sobre todo, fue una “advertencia contra el aventurismo político de la izquierda colectivista” (p. 435), que un sector de la clase dirigente no quiso ver, obnubilados por la riqueza, por la confianza en que el futuro estaba asegurado y por sobre todo ninguneando las ideas, a la intelectualidad.
Hoy, diez años más tarde, y a 40 años de su publicación, debiera volver a servir, no sólo a los venezolanos, sino que a todos los latinoamericanos, a repensar que no podemos seguir siendo víctimas del engaño, la mentira y de la traición.

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).


Tuesday, June 14, 2016

Venezuela cada vez más cerca del abismo

La maracha no pudo recorrer ni dos kilómetros. (Unidad Venezuela)
La maracha de la oposición para reivindicar el revocatorio fue bloqueada por la policía y no pudo recorrer ni dos kilómetros. (Unidad Venezuela)
La situación en Venezuela se deteriora de forma creciente. Un desabastecimiento cada vez mayor unido a dificultades económicas en alza generan una espiral de descontento social. A esto se añade la intransigencia del gobierno y su rechazo a cualquier tipo de diálogo, todo lo cual ha forzado a la oposición a radicalizar su discurso y a propiciar movilizaciones callejeras. Para colmo, en los dos últimos meses, Nicolás Maduro ha perdido dos de sus más importantes aliados regionales, Argentina y Brasil, lo que aumenta su sensación de aislamiento internacional y, por tanto, su peligrosidad.
Al mismo tiempo se ha potenciado el nerviosismo en los ministerios de Exteriores latinoamericanos.


 Nadie sabe cómo podrá afectar a la región un desenlace violento de la crisis venezolana, pero resulta indudable que sus efectos serán importantes. De momento, mientras muchos miran para otro lado por aquello de la no injerencia en los asuntos internos de terceros países, hay otros, pocos de momento, que se preguntan qué hacer o cómo mediar, pese a que nadie tenga la respuesta correcta acerca de la naturaleza de una posible mediación.
Nadie sabe cómo podrá afectar a la región un desenlace violento de la crisis venezolana, pero resulta indudable que sus efectos serán importantes
La iniciativa negociadora de Unasur no ha producido los efectos esperados. El viaje de los expresidentes Leonel Fernández (República Dominicana), Martín Torrijos (Panamá) y José Luis Rodríguez Zapatero (España) se movió entre las buenas palabras del Gobierno (aunque no más que eso) y los recelos de la oposición dada la manifiesta falta de neutralidad de Ernesto Samper, secretario general de la organización regional.
Ante la postura actual de Maduro, decidido a que no prospere el referéndum revocatorio y contrario a cualquier medida, por simple que parezca, impulsada por la Asamblea Nacional, sólo un relevo en la cúpula del Gobierno y la llegada de alguien más dialogante, permitiría avanzar mínimamente en la búsqueda de una solución de compromiso. Este razonamiento también es válido en relación a las duras manifestaciones efectuadas por Luis Almagro, secretario general de la OEA (Organización de Estados Americanos), que calificó a Maduro de "dictadorzuelo".
Se ha argumentado que con sus palabras Almagro condenó al fracaso cualquier posible mediación de la organización que dirige. En realidad, como se ha visto desde antes de las elecciones parlamentarias de diciembre pasado, tal posibilidad había sido totalmente descartada por el radicalismo del gobierno bolivariano, contrario a cualquier observación imparcial de los comicios y a cualquier presencia de la OEA en Venezuela. Con toda probabilidad Almagro utilizó un tono de extremada virulencia sabedor de que todos los puentes ya habían sido previamente dinamitados por el chavismo.
De forma paralela al aumento de la tensión se habla de una posible intervención militar. Antes que ello, se constata la existencia de divisiones en el seno de la FANB (Fuerza Armada Nacional Bolivariana). Algunos argumentan que la línea de fractura discurre entre los partidarios de reprimir cualquier exceso de violencia popular y los seguidores del régimen. Sin embargo, es posible entrever la existencia de una tercer línea de acción, contraria a la permanencia de Maduro al frente del gobierno y del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela).
Es cierto que muchos militares han medrado a la sombra del poder en los largos años del chavismo. Que la corrupción infiltró poderosamente al estamento militar, a tal punto que muchos generales y otros altos mandos han sido vinculados al narcotráfico. Sin embargo, la posibilidad de perderlo todo, y con ello inclusive la libertad, podría decantar a algunos jefes y oficiales a tomar una solución drástica respecto al futuro de Maduro. Un tema importante sería qué hacer con él, dónde podría refugiarse.
Algunos argumentan que la línea de fractura discurre entre los partidarios de reprimir cualquier exceso de violencia popular y los seguidores del régimen
Respecto a la participación en la represión, la línea roja estaría trazada por el tipo de intervención que se propicie desde el poder. La amenaza de víctimas mortales entre la población civil es algo que muchos uniformados no estarían dispuestos a asumir. Es evidente que la ejecución de maniobras militares no augura nada bueno y que sólo propicia tensar todavía más la cuerda.
Una solución destinada a interrumpir por la fuerza la continuidad del actual Gobierno tendría más visos de prosperar en el caso de que fuera acompañada por algunos dirigentes connotados del movimiento bolivariano, comenzando por aquellos que pudieron estar en su momento más cerca de Hugo Chávez. Con todo una medida de este tipo tampoco sentaría las bases de un acuerdo inmediato y definitivo entre las partes enfrentadas. Eso sí, podría permitir, en tanto exista voluntad de todos, el inicio de un diálogo que debería servir para sacar a Venezuela del estado de postración en la que actualmente se encuentra.

Venezuela cada vez más cerca del abismo

La maracha no pudo recorrer ni dos kilómetros. (Unidad Venezuela)
La maracha de la oposición para reivindicar el revocatorio fue bloqueada por la policía y no pudo recorrer ni dos kilómetros. (Unidad Venezuela)
La situación en Venezuela se deteriora de forma creciente. Un desabastecimiento cada vez mayor unido a dificultades económicas en alza generan una espiral de descontento social. A esto se añade la intransigencia del gobierno y su rechazo a cualquier tipo de diálogo, todo lo cual ha forzado a la oposición a radicalizar su discurso y a propiciar movilizaciones callejeras. Para colmo, en los dos últimos meses, Nicolás Maduro ha perdido dos de sus más importantes aliados regionales, Argentina y Brasil, lo que aumenta su sensación de aislamiento internacional y, por tanto, su peligrosidad.
Al mismo tiempo se ha potenciado el nerviosismo en los ministerios de Exteriores latinoamericanos.