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Friday, October 7, 2016

Déjà vu: los reiterados errores de cálculo de los dirigentes latinoamericanos con Uribe

– Claudia Peiró

La postal de un Álvaro Uribe vencedor en el plebiscito del pasado domingo contra todo pronóstico y contra la opinión pública regional e internacional tiene algo de escena repetida
Álvaro Uribe y una exitosa campaña contra las condiciones del acuerdo de paz
Álvaro Uribe y una exitosa campaña contra las condiciones del acuerdo de paz
Durante sus dos mandatos presidenciales (2002-2010), Uribe remó casi solo contra la corriente bolivariana que arrasaba buena parte del continente, y contra la incomprensión de la mayoría de sus pares latinoamericanos respecto de lo que estaba en juego en Colombia.
Benévolos, por acción u omisión, hacia el accionar de una guerrilla que desafiaba la autoridad del Estado colombiano y la legitimidad de su gobierno -constitucional y democrático-, muchos mandatarios latinoamericanos eran en cambio severos críticos hacia la forma en la cual la administración de Uribe lidiaba con ese conflicto.
Era tal la animadversión, que hubo en ese período dos Cumbres latinoamericanas al máximo nivel con el solo fin de interpelar al entonces presidente colombiano: una en República Dominicana, luego del bombardeo de un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, otra, en la Argentina, por la posible instalación de bases estadounidenses en Colombia.
República Dominicana (2008): Álvaro Uribe y Hugo Chávez reconciliados ante la mirada del presidente anfitrión, Lionel Rodríguez
República Dominicana (2008): Álvaro Uribe y Hugo Chávez reconciliados ante la mirada del presidente anfitrión, Lionel Rodríguez
Ahora bien, Uribe no sólo salió airoso de ambas, sino que en otras ocasiones humilló -involuntariamente- a sus pares latinoamericanos.
Una de ella involucró a las máximas autoridades argentinas. Vale la pena recordar cómo se concatenaron los hechos.


Apenas asumió la presidencia por primera vez, Cristina Kirchner abrazó, sin demasiado asesoramiento en el tema, la causa de la liberación de Ingrid Betancourt, una ex senadora y ex candidata a presidente colombiana secuestrada por las FARC en el año 2002, poco antes de que Uribe iniciara su primer mandato..
La iniciativa kirchnerista podía justificarse en razones humanitarias; el problema radicaba en que la Presidente argentina dirigía su reclamo, no a quienes retenían a Betancourt en la selva, totalmente incomunicada de su familia y de todo el mundo exterior desde hacía ya 5 años, sino a Uribe.
En aquel diciembre de 2007, el presidente colombiano era huésped de la Argentina. Había venido para asistir a la asunción de Cristina Kirchner.
Diciembre de 2007. El entonces presidente colombiano Álvaro Uribe asiste a la asunción de Cristina Kirchner. Ella lo recibió con reclamos
Diciembre de 2007. El entonces presidente colombiano Álvaro Uribe asiste a la asunción de Cristina Kirchner. Ella lo recibió con reclamos
Ella incluyó en su discurso inaugural en el Congreso el caso Betancourt y le pidió públicamente a Uribe que pusiera “todo el esfuerzo para no llegar demasiado tarde”. “Quiero (…) solicitar a Dios ilumine al señor Presidente de la hermana y querida República de Colombia para poder alumbrar una solución que exige el derecho humanitario internacional,sin que esto signifique inmiscuirnos de ningún modo en cuestiones internas de otro país”, dijo Cristina, negando estar haciendo lo que estaba haciendo, es decir inmiscuirse en los asuntos internos de Colombia, además de formular un reclamo a alguien que no le podía replicar en ese momento. Ni una palabra de condena a las FARC y su metodología violenta.
Poco antes, la presión de otros bolivarianos para que Uribe negociara con una guerrilla que no sólo no ofrecía deponer las armas, sino que seguía secuestrando -incluso a civiles, como lo era Betancourt-, había llevado a Uribe a aceptar que su par venezolano Hugo Chávez actuase como mediador. Como resultado de ello, el presidente venezolano anunció que las FARC habían prometido liberar para fin de año a tres rehenes: la secretaria de Betancourt, Clara Rojas, el hijo que ésta había tenido en la selva, y otra política secuestrada, Consuelo González de Perduomo.
Chávez invitó a su amigo Néstor Kirchner a integrar junto a él la comisión de garantes que supervisaría la llamada “Operación Emanuel” -por el nombre del hijo de Rojas- y a viajar a Colombia para la entrega de los rehenes. Los Kirchner aceptaron inmediatamente: parecía una excelente misión para el presidente saliente.
Néstor Kirchner en viaje hacia la fallida Operación Emanuel. A la izquierda, su embajador en Colombia, Martín Balza (Wikiwand)
Néstor Kirchner en viaje hacia la fallida Operación Emanuel. A la izquierda, su embajador en Colombia, Martín Balza (Wikiwand)
Pese al trato que había recibido en Buenos Aires, Uribe tuvo la deferencia de llamar a su par argentina para sugerirle que no enviara a su esposo a la selva colombiana porque la entrega de rehenes no iba a tener lugar. Cristina Kirchner, quizás creyendo conocer mejor que él la situación colombiana, le contestó. “Sería un escándalo internacional si (las FARC) no cumplieran. No pueden hacer eso”.
En vuelo: Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Jorge Taiana. (Wikiwand)
En vuelo: Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Jorge Taiana. (Wikiwand)
Néstor Kirchner viajó por lo tanto el 27 de diciembre a Venezuela para encontrarse con Hugo Chávez y marchar juntos hacia la frontera con Colombia. Iba acompañado por el ex canciller Jorge Taiana y por Rafael Follonier, otro ex funcionario, al que la prensa calificaba como “perito en guerrillas”. Vestidos de fajina y provistos de mapas y otros equipos, los comisionados hicieron los últimos preparativos de la Operación Emanuel, antes de partir hacia Villavicenciodonde las FARC los iban a dejar plantados.
Tras un par de días de espera infructuosa, el 31 de diciembre llegó Uribe al rescate de los garantes y, generoso, les facilitó una salida para la embarazosa situación en la que se encontraban.
Hugo Chávez, Jorge Taiana y Néstor Kirchner en la frontera entre Venezuela y Colombia. Últimos preparativos para la Operación Emanuel (Wikiwand)
Hugo Chávez, Jorge Taiana y Néstor Kirchner en la frontera entre Venezuela y Colombia. Últimos preparativos para la Operación Emanuel (Wikiwand)
Para colmo, en medio de la fallida operación, Uribe se dio el gusto de anunciar que el hijo de Clara Rojas ya estaba en poder de las autoridades colombianas, demostrando que tenía un claro control de la situación, en contraste con la improvisación de los “comisionados”, con Chávez a la cabeza. El presidente venezolano vio además revocados sus poderes de mediador: las rehenes fueron entregadas más tarde, a las autoridades colombianas.
Esta humillación explica en buena medida la virulencia con la cual algunos de estos actores retomaron sus críticas contra Uribe a la primera ocasión. Y la oportunidad no se hizo esperar: fue el 1º de marzo del año siguiente, 2008, cuando las fuerzas armadas colombianas lanzaron un operativo contra el campamento de las FARC en el que cayó muerto Raúl Reyes, número 2 del grupo guerrillero. El detalle era que el campamento de las FARC se encontraba en territorio ecuatoriano, a unos 1800 kilómetros de la frontera. Rafael Correa puso el grito en el cielo. Exigió la inmediata convocatoria del Grupo de Río. La cumbre, que tuvo lugar en Santo Domingo, el 6 de marzo de 2008, fue precedida por un crescendo de declaraciones durísimas contra Bogotá por parte de los presidentes de Ecuador y Venezuela que llegaron hasta a anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia. En ese mismo tono, en la reunión en República Dominicana, los mandatarios rivalizaron en diatribas contra el intervencionismo colombiano y su “ultraje” a Ecuador. Sin dejar de reivindicar su actuación contra las FARC, Uribe admitió no haber avisado a Correa del operativo.
Luego de un largo debate, el presidente colombiano pareció sentir que ya no quedaba mucho por decir: se levantó y avanzó con los brazos abiertos hacia su par ecuatoriano invitándolo a darse un abrazo. Así venció la resistencia de Correa y luego del abrazo con éste hizo lo mismo con Chávez.
Rafael Correa y Álvaro Uribe: cruces que no pasaron a mayores
Rafael Correa y Álvaro Uribe: cruces que no pasaron a mayores
Eso sí, en todo el debate no hubo la menor recriminación de los presidentes latinoamericanos a Ecuador por permitir a las FARC tener campamentos en su territorio.
“El terrorismo sabe conseguir idiotas útiles”, había dicho alguna vez Álvaro Uribe. Y, aunque pareciera innecesario, en otra oportunidad sintió la necesidad de aclarar: “América Latina tuvo guerrillas contra dictaduras. Acá (en Colombia) hay una guerrilla en desafío contra una democracia”.
La cumbre de Santo Domingo había sido televisada en vivo.El mundo entero asistió al triunfo dialéctico del presidente colombiano, casi solo contra todos. Por eso la siguiente vez que quisieron interpelarlo, lo primero que hicieron sus pares bolivarianos fue prohibir la televisación del encuentro. Fue en agosto del año siguiente (2009), en Bariloche, Argentina, en una cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). Allí, países latinoamericanos que no padecen el desafío de grupos armados a la autoridad del Estado y a la integridad territorial de la nación, condenaron el eventual uso de bases colombianas por el ejército estadounidense.
Nuevamente hubo una ronda de discursos encendidos, amenazas de ruptura diplomática y, esta vez, un contra-ataque de Uribe a sus pares por la falta de respaldo en la lucha contra la guerrilla. Hubo un comunicado conjunto proclamando a la región “zona de paz”, pero la cuestión de fondo quedó postergada y el enfrentamiento no pasó a mayores.
Luego, en agosto de 2010, Álvaro Uribe fue sucedido por su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, quien de inmediato inició las conversaciones con las FARC, en Cuba y con la mediación, entre otros, de Venezuela.
Juan Manuel Santos, Timochenko y Raúl Castro
Juan Manuel Santos, Timochenko y Raúl Castro
Es imposible no ver en el entusiasmo y la ausencia total de reparos con los cuales el grueso de los mandatarios latinoamericanos recibió estos diálogos cierto dejo de revanchismo contra un ex presidente colombiano que había resistido incólume todas sus ofensivas.
Falta sumar en esa cuenta el desenlace del caso Betancourt.La rehén más célebre de las FARC no fue liberada por la influencia o mediación de Hugo Chávez, ni por las exhortaciones de Cristina Kirchner, sino por una brillante operación de infiltración del Ejército colombiano, en julio de 2008, que dejó boquiabierto al mundo.
El ex presidente Uribe, bajo cuya gestión la guerrilla colombiana sufrió los más duros golpes de su historia -pero también fueron desmovilizados los grupos parapoliciales, algo que pocos recuerdan-, fue crítico de las negociaciones con las FARC, auspiciadas por los hermanos Castro, desde un primer momento, esencialmente porque consideró inadmisible otorgarles a los jefes guerrilleros un trato y un estatus que prácticamente los ponía a la par de las autoridades legalmente constituidas de su país.
Hoy, fortalecido por el triunfo de su posición en el plebiscito, Álvaro Uribe ha manifestado su predisposición a trabajar por una paz justa para todos. Sería interesante que, teniendo en cuenta las lecciones de la historia, la dirigencia latinoamericana le otorgase algo de crédito. En especial debería hacerlo el actual gobierno argentino que, inexplicablemente, pese a estar supuestamente en las antípodas del bolivarianismo, actuó con el mismo desconocimiento de la situación colombiana que su antecesor y, por ende, cayó en la misma trampa.
Mauricio Macri viajó a Colombia para la firma de los fallidos acuerdos con las FARC (Presidencia de la Nación)
Mauricio Macri viajó a Colombia para la firma de los fallidos acuerdos con las FARC (Presidencia de la Nación)

Déjà vu: los reiterados errores de cálculo de los dirigentes latinoamericanos con Uribe

– Claudia Peiró

La postal de un Álvaro Uribe vencedor en el plebiscito del pasado domingo contra todo pronóstico y contra la opinión pública regional e internacional tiene algo de escena repetida
Álvaro Uribe y una exitosa campaña contra las condiciones del acuerdo de paz
Álvaro Uribe y una exitosa campaña contra las condiciones del acuerdo de paz
Durante sus dos mandatos presidenciales (2002-2010), Uribe remó casi solo contra la corriente bolivariana que arrasaba buena parte del continente, y contra la incomprensión de la mayoría de sus pares latinoamericanos respecto de lo que estaba en juego en Colombia.
Benévolos, por acción u omisión, hacia el accionar de una guerrilla que desafiaba la autoridad del Estado colombiano y la legitimidad de su gobierno -constitucional y democrático-, muchos mandatarios latinoamericanos eran en cambio severos críticos hacia la forma en la cual la administración de Uribe lidiaba con ese conflicto.
Era tal la animadversión, que hubo en ese período dos Cumbres latinoamericanas al máximo nivel con el solo fin de interpelar al entonces presidente colombiano: una en República Dominicana, luego del bombardeo de un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, otra, en la Argentina, por la posible instalación de bases estadounidenses en Colombia.
República Dominicana (2008): Álvaro Uribe y Hugo Chávez reconciliados ante la mirada del presidente anfitrión, Lionel Rodríguez
República Dominicana (2008): Álvaro Uribe y Hugo Chávez reconciliados ante la mirada del presidente anfitrión, Lionel Rodríguez
Ahora bien, Uribe no sólo salió airoso de ambas, sino que en otras ocasiones humilló -involuntariamente- a sus pares latinoamericanos.
Una de ella involucró a las máximas autoridades argentinas. Vale la pena recordar cómo se concatenaron los hechos.

Wednesday, October 5, 2016

Uribe se queda con la llave de la paz en Colombia tras la derrota del pacto

Por Juan Forero y Kejal Vyas

BOGOTÁ— Álvaro Uribe Vélez encontró el cuerpo de su padre lleno de balas en la hacienda de la familia en 1983. Rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) lo habían matado en un intento de secuestro.
Cuando se convirtió en presidente de Colombia 19 años después, Uribe dirigió una ofensiva militar contra las guerrillas. Este fin de semana, ayudó a desbarrancar un plebiscito que habría sellado un tratado de paz entre su sucesor, Juan Manual Santos, y el grupo rebelde marxista.
El impresionante resultado del plebiscito sitúa a Uribe, hoy de 64 años, en un papel protagónico a la hora de decidir qué va a suceder ahora. Algunos colombianos lo consideran la única persona capaz de renegociar el pacto con las FARC de una forma que convenza a quienes piensan que el gobierno de Santos ha sido demasiado blando con los rebeldes que han atrapado a Colombia en un conflicto armado durante 52 años.


El domingo en la noche, Santos dijo que todas las fuerzas políticas —en una clara alusión a Uribe, otrora un aliado— tendrán que decidir “entre todos cuál es el camino que debemos tomar”. Los rebeldes, que hablaron desde La Habana, prometieron no retomar las armas y dijeron que anhelan la paz.
El lunes, el líder de las FARC Rodrigo Londoño hizo un llamado para que se siguiera adelante con el acuerdo de paz el cual, agregó, no podrá deshacerse pese al voto del domingo. “La paz con dignidad llegó para quedarse”, afirmó.
Uribe también adoptó un tono magnánimo tras conocerse el triunfo del “No” en el plebiscito al señalar que “todos queremos la paz. Ninguno quiere la violencia”. El ex mandatario solicitó protección para los miembros de las FARC que expresaron sus temores de ser atacados por paramilitares y manifestó que su partido Centro Democrático quiere “contribuir a un acuerdo nacional” para resolver el conflicto.
Por medio de una portavoz, Uribe se abstuvo de comentar sobre sus próximos pasos.
La paz pondría fin al último conflicto guerrillero de América Latina, en un país de 49 millones de habitantes que muchos inversionistas consideran que tiene un gran potencial de crecimiento y prosperidad. Los colombianos concuerdan en que la disolución de las FARC permitiría el desarrollo de la infraestructura y la inversión en los agronegocios en amplias zonas rurales.
El gobierno de Barack Obama, que respaldó el acuerdo de paz, vio la conclusión de las negociaciones como un ejemplo de éxito de una guerra contra el terrorismo apoyada por Estados Unidos hasta el punto de haber ayudado a debilitar a los rebeldes al punto que hayan optado por las conversaciones de paz. La Unión Europea, el papa Francisco y los gobiernos en toda América Latina, en particular Venezuela y Cuba, también respaldaron fuertemente las negociaciones.
El rechazo del pacto abre difíciles interrogantes que los funcionarios del gobierno colombiano y los rebeldes aún tienen que responder. Hasta el momento, los rebeldes han dicho que están comprometidos con la paz a pesar del revés. Sin embargo, muchas personas aquí se preguntan cuánto tiempo se mantendrá el compromiso con la paz, o si un nuevo acuerdo es posible y cuánto tiempo podría tomar.
Los votantes por el “No” querían que los comandantes de las FARC pasaran un tiempo en la cárcel por sus crímenes, tuvieran prohibido ocupar escaños en el Congreso y renunciaran a tierras y dinero mal habidos. Los partidarios del “Sí”, por su parte, sentían que los costos del acuerdo valían la pena a cambio de la paz.
Uribe recorrió Colombia desde el momento en que Santos anunció las negociaciones de paz con las FARC en 2012, diciéndoles a los electores que era posible negociar un pacto más riguroso con los rebeldes.
En una entrevista con The Wall Street Journal, Uribe dijo el mes pasado que el acuerdo estrangularía el crecimiento económico al requerir un gasto sustancial, y a la vez otorgaría a las FARC un partido político que podría conducir a la instalación de un gobierno de extrema izquierda.
Aun así, “nadie está diciendo que queremos una guerra”, añadió. Uribe dijo que él buscaba alcanzar “un equilibrio entre el acuerdo y la pacificación”. Cifras del gobierno muestran que los homicidios han disminuido durante la presidencia de Santos, mientras que la economía ha registrado un sólido crecimiento.
Doug Cassel, profesor de derecho de la Universidad de Notre Dame que asesoró a Santos en la negociación con los rebeldes, dice que Uribe ha demostrado que en un enfrentamiento “cara a cara, mano a mano con Santos, le ganó”.
El gobierno de Santos no respondió el lunes a una solicitud de entrevista con el presidente. Algunos participantes del proceso de paz aún ven la posibilidad de tener éxito pese al sorpresivo revés del domingo.
Su hermano mayor, Enrique Santos, quien participó en las conversaciones de paz, extendió una rama de olivo a Uribe. “Hay que concretar rápido un acuerdo nacional o pacto político con el uribismo para salvar la esencia del proceso de paz y garantizar la gobernabilidad de Santos, que quedó duramente cuestionada”, dijo.
Alejandro Eder, un ex negociador del gobierno y ex jefe del programa de reintegración de los rebeldes desertores, dice que un triunfo del “Sí” por un pequeño margen habría sido un peor resultado. Una votación como esa, señala, habría carecido de legitimidad y recibido la fuerte oposición de Uribe y sus aliados.
Lograr que los dos trabajen juntos podría resultar difícil. Uribe respaldó a Santos como su sucesor, pero luego se convirtió en su crítico más duro cuando el nuevo presidente buscó negociar la paz con las FARC.
“Es una guerra de egos entre Santos y Uribe”, dijo la periodista colombiana María Jimena Duzán, autora de un libro sobre Uribe.
Duzán no cree que Uribe reanude el proceso de paz y comparó el apoyo de Santos al plebiscito con la decisión del ex primer ministro David Cameron de permitir que los británicos votaran sobre su permanencia en la Unión Europea.
Cassel dice que las dos partes podrían hallar una forma de reducir los beneficios concedidos a los comandantes de las FARC, como un papel en la política y sentencias por atrocidades de guerra consideradas indulgentes por muchos colombianos. Encontrar una solución que sea aceptable tanto para Uribe como para las FARC “no será fácil, pero no creo que sea imposible”, asevera.
Uribe y Santos nunca fueron amigos, pero su relación de trabajo se deterioró poco después de que Santos asumiera la presidencia. Personas que trabajaron con los dos dijeron que a Uribe le irritó que Santos realizara nombramientos en ministerios sin consultarlo y que la Fiscalía y la Corte Suprema iniciará procesos contra legisladores y ex miembros del gabinete cercanos a Uribe, sin ninguna intervención de Santos.
Durante las conversaciones de paz, el presidente de Colombia hizo propuestas públicas en discursos e incluso en una carta pidiendo a Uribe su participación en las negociaciones. El ex mandatario se negó.
En el período previo a la votación, funcionarios colombianos reconocieron que no explicaron adecuadamente un proceso de paz complejo, uno en la que la guerrilla en realidad habían abandonado muchas de las exigencias por las que habían luchado durante mucho tiempo.
Mientras tanto, Uribe machacó un mensaje simple, pero eficaz: Permitir que las FARC lleguen al Congreso eleva el riesgo de convertir a Colombia en una distopía de extrema izquierda como la vecina Venezuela.
En el momento de la votación, dos personas cercanas a Santos expresaron su preocupación de que el voto a favor del “No” estaba ganando impulso, incluso cuando estaba claro que muchos colombiano celebraban la conclusión de las negociaciones de paz.
La línea dura de Uribe contra las FARC proviene de sus raíces rurales en Antioquia, conocida por sus hermosos paisajes, sus grandes haciendas y una cultura de armas y caballos. Los votantes de Antioquia rechazaron el acuerdo de paz por uno de los márgenes más amplios del país.
Esas raíces dieron a Uribe una perspectiva diferente en un país que ha sido gobernado durante décadas por una élite, sobre todo de Bogotá. Santos es descendiente de una de las familias más prominentes de Bogotá, y su tío abuelo fue presidente.
A diferencia de los políticos de Bogotá, Uribe vio de primera mano los estragos que causa la violencia en el campo, incluyendo al rancho ganadero de su padre. Como estudiante de derecho en la Universidad de Antioquia, Uribe se destacó por sus opiniones conservadoras en un campus donde el marxismo era visto como algo mundano entre los estudiantes y profesores.
Después de la muerte de su padre, Uribe se lanzó a la política. A los 32 años se convirtió en senador y después en gobernador de Antioquia. Como gobernador, apoyó la creación de grupos de vigilancia vecinal que luego fueron acusados de masacrar a presuntos simpatizantes de la guerrilla. Uribe dijo que disolvió esos grupos tan pronto como sus actividades ilegales fueron conocidas.
Otro evento clave para Uribe fue el desastroso intento del ex presidente Andrés Pastrana de hacer la paz con las FARC en 1997 mediante la cesión al grupo rebelde de un área del tamaño de Suiza como refugio durante las conversaciones de paz. Los rebeldes usaron el área para ampliar su influencia y continuar con sus secuestros. Las conversaciones colapsaron en 2002.
Con el tiempo, Uribe se convenció cada vez más de que ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a las FARC. En 2001, lanzó su candidatura por un tercer partido con una plataforma basada en la guerra frontal con las FARC.
Empezó su campaña con el apoyo de sólo el 2% en las encuestas. Pero pronto remontó mientras el grupo rebelde llevaba a cabo una serie de atrocidades, incluido un atentado con bomba contra un restaurante que mató a una niña de 5 años. Uribe ganó la presidencia en 2002 con 53% de los votos frente a múltiples candidatos. Fue como una avalancha.
Durante la asunción de Uribe, las FARC llegaron lo suficientemente cerca de la capital como para lanzar morterazos contra el palacio presidencial. Fue lo más cerca que llegarían.
En los años siguientes, respaldado por el dinero y el asesoramiento militar de EE.UU., el ejército de Colombia martilló a las FARC, empujándolas de nuevo a las selvas remotas y comprimiendo su tamaño de aproximadamente 20.000 combatientes a cerca de 9.000.
La exitosa ofensiva ayudó a Uribe a convencer a los paramilitares de derecha que se desarmaran. Los grupos paramilitares eran considerados organizaciones terroristas por parte EE.UU. y la UE por sus ataques a la población civil. El desarme redujo aún más la violencia en Colombia.
Para entonces, Uribe estaba maniatado por los escándalos. Cerca de un tercio de los integrantes del Congreso, la mayoría de ellos partidarios de Uribe, fueron investigados o encarcelados por presuntamente haber financiado sus campañas con dinero de los grupos paramilitares ilegales. Generales de alto rango fueron implicados en un plan para asesinar a civiles y vestirlos como rebeldes con el fin de subir el número de muertos.
Uno de los hombres que ayudaron a supervisar el asalto a las FARC fue el ministro de Defensa de Uribe en aquel momento, Santos. Uribe dejó de mala gana la presidencia en 2010 luego de intentar sin éxito reformar la Constitución para permitir su postulación a un tercer mandato.
Al final dio su respaldo a Santos como la mejor manera de continuar su legado pero al final se distanciaron debido a las conversaciones de paz. Cuando las dos partes lograron un gran avance en las negociaciones el año pasado, el ex mandatario tuiteó: “Santos no es la paz la que está cerca, es la entrega a Farc y a la tiranía de Venezuela”.
En la noche del domingo, Uribe dijo que quería “contribuir a un gran acuerdo nacional”.
Héctor Abad, un novelista y columnista que conoce a Uribe, se pregunta si el ex presidente puede mostrar la flexibilidad necesaria para alcanzar un acuerdo de paz revisado con los líderes rebeldes. “Uribe es un muy mal perdedor”, dice. “Sólo podemos esperar que sea un buen ganador”.

Uribe se queda con la llave de la paz en Colombia tras la derrota del pacto

Por Juan Forero y Kejal Vyas

BOGOTÁ— Álvaro Uribe Vélez encontró el cuerpo de su padre lleno de balas en la hacienda de la familia en 1983. Rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) lo habían matado en un intento de secuestro.
Cuando se convirtió en presidente de Colombia 19 años después, Uribe dirigió una ofensiva militar contra las guerrillas. Este fin de semana, ayudó a desbarrancar un plebiscito que habría sellado un tratado de paz entre su sucesor, Juan Manual Santos, y el grupo rebelde marxista.
El impresionante resultado del plebiscito sitúa a Uribe, hoy de 64 años, en un papel protagónico a la hora de decidir qué va a suceder ahora. Algunos colombianos lo consideran la única persona capaz de renegociar el pacto con las FARC de una forma que convenza a quienes piensan que el gobierno de Santos ha sido demasiado blando con los rebeldes que han atrapado a Colombia en un conflicto armado durante 52 años.