El papel de la Compañía de Jesús
“Muchos de ellos se presentarán bajo más disfraces de los que haya usado jamás un jefe de los bohemios: como impresores, escritores, editores, maestros de escuela, etc. Si alguna asociación de personas ha merecido condenación eterna en esta tierra y en el infierno, es esta Sociedad de Loyola. Sin embargo, debido a nuestro sistema de libertad religiosa, sólo podemos ofrecerle refugio”.
Por Ricardo Puentes M.
Los jesuitas han jugado un papel muy importante en la creación y establecimiento del comunismo en el mundo. Desde su llegada al continente americano de mano de las coronas española y portuguesa, fieles al papa, los jesuitas se involucraron activamente en las políticas internas y externas de los países donde estaban, afectando negativamente las condiciones de vida de los pueblos y haciendo un esfuerzo feroz para que las ideas renovadoras del racionalismo y la ciencia no llegaran a sus dominios ya que esto haría muy difícil la permanencia de su yugo sobre tales naciones.
Los jesuitas participaban y controlaban todas las áreas de la vida de los individuos. Política, educación, religión,
asesoría matrimonial.. nada escapaba a su influjo. La economía tampoco. Se consagraron al comercio y a la bolsa de valores. Incluso su Colegio Romano, rector de los colegios y universidades jesuitas en el mundo, se dedicó a hacer grandes cantidades de telas en Macerata, Italia, que luego vendía a cómodos precios por todo el mundo donde tenían dominio. Sus negocios en la India y en América eran prósperos e influyentes. A ellos no les molestaba defender la causa de los esclavos negros en Cartagena de Indias y, al mismo tiempo, tener vastas plantaciones en Martinica, cultivadas por esclavos negros. Esa ha sido una constante del Vaticano. Nunca han despreciado la oportunidad de obtener ganancias económicas mediante sus conquistas “espirituales”. Tal y como sucedió en Paraguay –con las famosas Reducciones- y en otras partes del mundo, los jesuitas aprovechaban al máximo la mano de obra de los paganos o, como diría Hitler (al servicio del papa), la mano de obra de las castas inferiores para hacerlos trabajar gratis.
Los hijos de Loyola tenían refinerías de azúcar, minas de plata, plantaciones de cacao, fábricas de alfombras, haciendas ganaderas, servicios de préstamos, etc. Igual que hoy: son dueños de bancos, empresas de televisión, periódicos, industrias, equipos de fútbol, equipos de básquetbol y de béisbol, editoriales, sellos discográficos y, por supuesto, también controlan los principales partidos políticos. Están en todas partes, ya sea mediante fundaciones y organizaciones no gubernamentales “sin ánimo de lucro” que defraudan al fisco, o como columnistas obligados en los grandes periódicos; pueden estar al lado del presidente y, al mismo tiempo, asesorando a la oposición ideológica y armada.
En Colombia conocimos el caso del arzobispo Isaías Duarte Cancino (asesinado por las FARC), miembro del “grupo de los seis”, quienes controlan y orientan el accionar de los paramilitares, y él mismo asesor espiritual del jefe de las AUC Carlos Castaño; también sabemos del cura jesuita Francisco de Roux, cercano a la izquierda, cuyo hermano es cabecilla del Polo Democrático, partido político de orientación socialista que es apoyado por la guerrilla de las FARC. Los de la Conferencia Episcopal, bien puede un día estar asesorando al presidente Uribe y, al siguiente, alojar como invitado al guerrillero Granda para luego acompañarlo a Cuba donde Fidel, a quien le estrecha la mano y le da el parte de victoria.
Una de las maniobras que usaban los jesuitas durante la Colonia para estafar al fisco, se evidenció en la conocida historia de las famosas cajas de chocolate que eran ingresadas por la Orden a Europa. En realidad, las cajas no contenían chocolate sino oro en polvo. Por algo, el obispo Palafox, enviado por el papa Inocencio VIII como visitador apostólico, le escribió al pontífice que: “toda la riqueza de Sudamérica está en manos de los jesuitas”.
Fue precisamente la inmoralidad y la codicia de la Orden, sus intrigas políticas y sus frecuentes crímenes, lo que les ha ganado que una y otra vez sean expulsados de los países donde han sido acogidos. En Paraguay, por ejemplo, donde instituyeron las Reducciones (comunas) de indios guaraníes bajo su control total, los jesuitas habían hecho el ensayo de lo que posteriormente instaurarían en Rusia: el comunismo.
Fue allí donde los jesuitas armaron por primera vez una guerrilla revolucionaria. Sucedió así:
España y Portugal firmaron un tratado en 1750 para establecer los límites de sus colonias en Sudamérica. El tratado firmado le concedía a Portugal el territorio donde, precisamente, los jesuitas trabajaban explotando y esclavizando a los indios guaraníes. Los jesuitas no iban a renunciar tan fácilmente a sus dominios y sus vastas plantaciones, así que armaron a sus conversos guaraníes y libraron una prolongada guerra de guerrillas que finalmente obtuvo la victoria para los jesuitas ganando ese territorio “para la corona española”. ¿Por qué no movieron sus influencias para que el rey de Portugal los dejara seguir con su negocio..? Pues porque el primer ministro de Portugal, el marqués de Pombal, a pesar de ser discípulo de jesuitas, había acogido ideas de filósofos franceses e ingleses que eran contrarios al papado. Poco después de finalizada la guerra en Paraguay, el marqués expulsó a todos los jesuitas de Portugal y sus dominios, y logró que el papa Benedicto XIV investigara a la Compañía de Jesús.
El error de los Jesuitas en Paraguay, dejándose llevar por su codicia, tuvo fuertes repercusiones en Europa que llevó a la Orden al borde de su desaparición. Lo de Portugal tuvo un efecto dominó. En Francia se confiscaron sus propiedades, en España los Borbones prohibieron todos los establecimientos de los jesuitas en la península y en sus colonias. Los gobiernos de Parma, Nápoles y Malta los desterraron. El rey Carlos III apresó a 6.000 jesuitas y los envió al papa Clemente XIII quien estaba siendo presionado por las principales cortes europeas para que suprimiera la Orden. “Por fortuna” para los jesuitas, cuando el papa Clemente XIII estaba a punto de acceder a esa exigencia, y había ya convocado un consistorio donde anunciaría a los cardenales su decisión de suprimir definitivamente la Orden, el pontífice murió envenenado.
Pero el papa Clemente XIV, el sucesor del difunto, finalmente firmó la disolución en 1773. Poco después, este papa también murió envenenado.
Así, los jesuitas, aunque legalmente no existían, siguieron funcionando en Rusia, el único país que no los había proscrito. Conocido es de todos que el zar era defensor de la libertad religiosa. Los jesuitas lo enfrentaron por este motivo, buscando que la educación de los rusos quedará en sus manos. Lograron convertir al catolicismo a varios miembros de la familia del zar, y algunos de sus ministros, y todo esto llevó al zar a firmar el decreto que los expulsaba de Rusia, en diciembre de 1815. Finalmente, en 1820 los desterraron de toda Rusia. Pero ellos juraron volver. Como en efecto lo hicieron vengándose sobre la casa del zar: trajeron la revolución bolchevique a Rusia y sumieron al valiente pueblo ruso en la esclavitud socialista, misma que habían ensayado ya en Paraguay.
Los jesuitas en el siglo XIX. Durante los años de su proscripción, los jesuitas permanecieron en el anonimato y se mezclaron con el clero común y con otras órdenes, lo cual los ayudó a sobrevivir. Siguieron viviendo en Francia, Austria, España e Italia. En 1794, en Bélgica, fundaron la Sociedad del Sagrado Corazón, un cuerpo docente, e instituyeron órdenes alternas, como la de los Hermanos de la Fe, que en 1799 se fusionarían, uniéndose a su vez con los jesuitas rusos. Poco a poco fueron cobrando vida de nuevo, para desventura de las naciones.
La Revolución Francesa le dio un nuevo aire a la Compañía de Loyola. Las monarquías, temerosas de que lo sucedido en Francia les ocurriera a ellos, recurrieron de nuevo a los jesuitas ya que sabían de sus capacidades para manipular a las masas. El mismo Napoleón I, quien había prometido que bajo su imperio no habría cabida para los jesuitas, una vez coronado como emperador, se valió de la ayuda de ellos para el establecimiento de un sistema educativo que mantuviera al pueblo sometido y alejado de las ideas revolucionarias protestantes.
Los jesuitas idearon la famosa “Congregación”, una hermandad precursora del Opus Dei, formada por eclesiásticos y laicos prestantes que lograron colocarse en posiciones influyentes en el ejército, la docencia, la administración, el comercio y la magistratura. La Congregación realizaba “misiones” a diferentes partes, incitando al pueblo a la rebelión y a la defensa armada de los intereses del papa. Cualquier parecido con el partido comunista clandestino colombiano, no es mera coincidencia.
En resumen, durante todo el siglo XIX, la Orden sufrió muchos altibajos. Fue expulsada y restituida varias veces en diferentes países. Donde quiera que los defensores de la mentalidad liberal ganaban el poder político, de allí eran expulsados; pero si ganaban los conservadores, nuevamente eran reestablecidos.
En países donde el protestantismo era mayoría, increíblemente los jesuitas vivían en relativa calma. Y esto se debía a que en esas naciones esa maléfica organización no podía –en esa época- ejercer control político ni financiero. Estos países donde permanecieron sin ser molestados fueron: Estados Unidos, Inglaterra, Suecia y Dinamarca.
Pero en estos países los jesuitas también encontraron la forma de influir. Paulatinamente, de manera serpentina, desplegaron una actividad constante y fructífera, gracias a que no eran restringidos por la ley, y penetraron todos los estamentos religiosos, políticos y económicos de estas naciones protestantes.
John Adams, el presidente de la Unión, le escribió en 1816 a Thomas Jefferson: “Muchos de ellos se presentarán bajo más disfraces de los que haya usado jamás un jefe de los bohemios: como impresores, escritores, editores, maestros de escuela, etc. Si alguna asociación de personas ha merecido condenación eterna en esta tierra y en el infierno, es esta Sociedad de Loyola. Sin embargo, debido a nuestro sistema de libertad religiosa, sólo podemos ofrecerle refugio”.
Los temores de Adams estaban justificados. Los jesuitas, cien años después, ya controlaban la política estadounidense, colocando presidentes que han servido a sus fines, como Clinton, Roosevelt, Barack Obama y otros más de los cuales ya hablaremos. Los jesuitas lograron, gracias a su control sobre la educación de Sudamérica y otras partes del mundo, que los niños y jóvenes odiaran todo lo que encarnaba el ideal de la Constitución de los Estados Unidos: las libertades individuales. No es gratuito el odio visceral hacia todo lo que tenga color gringo. Y es que esta tenebrosa orden, controlando los grandes capitales norteamericanos, ha hecho que sus empresas siembren el terror y exploten la mano de obra de latinoamericanos en nuestra propia tierra logrando el objetivo doble de lucro para ellos y odio hacia el pueblo norteamericano común y sus ideas protestantes. Ese es el modus operandi de ellos.
Así, en el siglo XIX, la Orden pudo mantener su control en los sistemas educativos de los países bajo su influencia. En la próxima entrega haremos un paréntesis de la situación de los jesuitas en el mundo, y veremos qué sucedía en Colombia después de la guerra de Independencia.