“SALIDA HAY. MÁS NO LA DEL ESTADO; ES LA DE LA SOCIEDAD CIVIL ENVUELTA EN ESE MANTO DE LA DIVINA LIBERTAD QUE HA ENALTECIDO A ESTOS PAÍSES QUE AHORA APUNTAN A SER LOS MILAGROS DEL NUEVO MILENIO.”
RICARDO VALENZUELA
Así se llegó ahora al decrecimiento: nace y crece más gente, pero se reducen sus ingresos y nivel de vida, sus ahorros e inversiones. Tan grave deterioro se observa (y padece) en los gastos que pueden permitirse, en la calidad, variedad y cantidad de bienes y servicios que pueden comprar. Es decir, no se crea riqueza ni capital, y la industria que más crece en toda América Latina, es la burocracia para como los vampiros seguir chupando la poca sangre que se produce. Ah, al no crear riqueza, siguen endeudando al país para tirarle a la gente con migajas.
Sin embargo en otras regiones del mundo la riqueza ha crecido a borbotones. Hong Kong, Singapur, Dubái, China, al establecer sus regiones económicamente libres han hecho florecer desiertos, montañas e inhóspitos parajes. La libertad económica está produciendo las historias increíbles del siglo XXI. No todo está perdido, no desmayemos ante algo que sin duda tiene remedio y solución. Hace veinte años Dubái era un calcinante e inhóspito pedazo de desierto. Hoy día la ciudad más moderna del mundo y en la cual los ingresos de sus habitantes coquetean con los $50,000 dólares anuales gracias a su conversión a la libertad económica.
Ahora no hay otra salida que desandar el mal camino. Y si no salimos por ahí, nos seguiremos hundiendo. Porque las sociedades no son piscinas: no tienen “fondo”; así que no vamos a “tocar fondo” porque no hay fondo. Todo puede empeorar. Los gobernantes de mañana pueden ser todavía más demagogos que los de hoy, más izquierdistas, más ineptos, más autoritarios, o más de todo eso junto. O lo que es más probable: pueden ser igualitos; sólo que por causa del "multiplicador" (no keynesiano) los resultados de las políticas de siempre serán más devastadores de lo acostumbrado.
Aquí se aplica el famoso refrán de Antonio Machado pero modificado: “Caminante no hay camino; pues entonces hay que devolverse.” Pero para desandar el mal camino se requiere un partido liberal. Sólo dos economías latinoamericanas crecen: Chile y El Salvador. ¿Por qué? Porque allí hay partidos liberales. Estando en el Gobierno, empujan por el buen camino; y en la Oposición, tocan la alarma para advertir a la gente, y a veces pueden ponerles límites a los Gobiernos. El anterior Presidente chileno, Eduardo Frei Ruiz, hijo de su antecesor de los '60 Eduardo Frei Montalvo, no fue menos incapaz y populista que su padre. Fue igual. Sólo que la economía de su país estaba más fuerte y resistente después de los años de Pinochet, quien al revertir las políticas estatistas, interrumpió su efecto multiplicador. Igual sucedió con el socialista Lagos y después con Michelle Bachelet.
Para no todo está perdido:
1. El empobrecimiento tiene su lado bueno. A los Gobiernos les deja menos “margen de maniobra” para seguir disfrazando su incapacidad. Y los pretextos se les agotan. Tienen menos oportunidades de seguir mintiendo, robando y empobreciendo. Ellos le llaman “déficit de gobernabilidad”, y lo consideran muy malo; Y de verdad lo es para ellos, pero puede ser muy bueno para nosotros los sufridos ciudadanos, “si nos ponemos las pilas.”
2. Los fracasos de las reformas de los '90, y el fin de la experiencia Cavallo en Argentina, como las dificultades de la dolarización no acompañada de reformas complementarias en Ecuador, demuestran que las reformas liberalizadoras deben ser completas y a fondo, simultáneas y rápidas. También demuestran que el "neo" liberalismo puede ser simplemente una continuación del estatismo por otros medios. Como si esos borrachitos que se ponen a tomar solamente cerveza, o "vinito blanco helado" dijeran "nosotros somos neosobrios". Así son los neoliberales en su mayoría. Pero hay grupos liberales activos en América latina, como Alianza Liberal en México.
3. Y quedan muchos buenos economistas austriacos ortodoxos en el mundo. Como Israel Kirzner, o Mark Skousen. Y la Escuela del Supply-Side Economics recoge la enseñanza austriaca, por fortuna -por Ej. George Gilder-; y nos trae el legado de la tradición fisiocrática francesa, en la que reverbera la mejor y más realista filosofía de la escolástica española. Ellos enseñan que los mercados no son inútiles como los políticos. Ni lentos. Una vez libres para hacer contrataciones y anudar compromisos productivos bajo arreglos voluntarios, los mercados sí producen prosperidad; y rápido. No como los neoliberales, que exasperan a la gente diciendo "hay que esperar". No; no hay que esperar.
Porque, ¿cuánto demoran los mercados? Tanto como demora un hacendado en cosechar sus tomates, cebollas, o en criar sus pollos o becerros; o un fabricante en entregar un lote de 500 unidades de camisas o zapatos, o de quesos y salchichas; o una carpintería en terminar un juego de sala, de comedor o de dormitorio.
Porque la reproducción de la riqueza es en parte un proceso físico, una secuencia de transformaciones materiales que consume algo de tiempo, como explica Mark Skousen, pero no demasiado. Y para reproducirla, los empresarios contratan empleados y obreros; y a otros empresarios como sus proveedores de materias primas, bienes intermedios y de capital. Así se crea empleo, hay ingresos para todos. Y bienes y servicios en abundancia. ¿Cuándo? En meses nada más. Dependiendo del consumo de tiempo de los procesos productivos en los distintos corredores, ya que algunos exigen más que otros; pero en meses más o en meses menos, todos los artículos y rubros deseados por la sociedad aparecen. No es como en el estatismo.
En la política no es así: hay muchos fallos en los mercados políticos (favor de referirse al Congreso Mexicano de Mao Maos). Sin embargo, bastaría que uno de los grupos liberales latinoamericanos llegue a ser Gobierno y aplique la fórmula del "laissez-faire", derogando las normas estatistas; Para revertir el efecto multiplicador, deshaciendo los entuertos acumulados en los últimos 50 o 60 años. Los éxitos del mercado sustituirían así a los fallos del Estado. El auge económico sería casi inmediato y sin ayudas ni préstamos externos. Produciría un efecto demostración en los demás países.
O sea: salida hay. Más no la del Estado; es la de la sociedad civil envuelta en ese manto de la divina libertad que ha enaltecido a estos países que ahora apuntan a ser los milagros del nuevo milenio.
Así se llegó ahora al decrecimiento: nace y crece más gente, pero se reducen sus ingresos y nivel de vida, sus ahorros e inversiones. Tan grave deterioro se observa (y padece) en los gastos que pueden permitirse, en la calidad, variedad y cantidad de bienes y servicios que pueden comprar. Es decir, no se crea riqueza ni capital, y la industria que más crece en toda América Latina, es la burocracia para como los vampiros seguir chupando la poca sangre que se produce. Ah, al no crear riqueza, siguen endeudando al país para tirarle a la gente con migajas.
Sin embargo en otras regiones del mundo la riqueza ha crecido a borbotones. Hong Kong, Singapur, Dubái, China, al establecer sus regiones económicamente libres han hecho florecer desiertos, montañas e inhóspitos parajes. La libertad económica está produciendo las historias increíbles del siglo XXI. No todo está perdido, no desmayemos ante algo que sin duda tiene remedio y solución. Hace veinte años Dubái era un calcinante e inhóspito pedazo de desierto. Hoy día la ciudad más moderna del mundo y en la cual los ingresos de sus habitantes coquetean con los $50,000 dólares anuales gracias a su conversión a la libertad económica.
Ahora no hay otra salida que desandar el mal camino. Y si no salimos por ahí, nos seguiremos hundiendo. Porque las sociedades no son piscinas: no tienen “fondo”; así que no vamos a “tocar fondo” porque no hay fondo. Todo puede empeorar. Los gobernantes de mañana pueden ser todavía más demagogos que los de hoy, más izquierdistas, más ineptos, más autoritarios, o más de todo eso junto. O lo que es más probable: pueden ser igualitos; sólo que por causa del "multiplicador" (no keynesiano) los resultados de las políticas de siempre serán más devastadores de lo acostumbrado.
Aquí se aplica el famoso refrán de Antonio Machado pero modificado: “Caminante no hay camino; pues entonces hay que devolverse.” Pero para desandar el mal camino se requiere un partido liberal. Sólo dos economías latinoamericanas crecen: Chile y El Salvador. ¿Por qué? Porque allí hay partidos liberales. Estando en el Gobierno, empujan por el buen camino; y en la Oposición, tocan la alarma para advertir a la gente, y a veces pueden ponerles límites a los Gobiernos. El anterior Presidente chileno, Eduardo Frei Ruiz, hijo de su antecesor de los '60 Eduardo Frei Montalvo, no fue menos incapaz y populista que su padre. Fue igual. Sólo que la economía de su país estaba más fuerte y resistente después de los años de Pinochet, quien al revertir las políticas estatistas, interrumpió su efecto multiplicador. Igual sucedió con el socialista Lagos y después con Michelle Bachelet.
Para no todo está perdido:
1. El empobrecimiento tiene su lado bueno. A los Gobiernos les deja menos “margen de maniobra” para seguir disfrazando su incapacidad. Y los pretextos se les agotan. Tienen menos oportunidades de seguir mintiendo, robando y empobreciendo. Ellos le llaman “déficit de gobernabilidad”, y lo consideran muy malo; Y de verdad lo es para ellos, pero puede ser muy bueno para nosotros los sufridos ciudadanos, “si nos ponemos las pilas.”
2. Los fracasos de las reformas de los '90, y el fin de la experiencia Cavallo en Argentina, como las dificultades de la dolarización no acompañada de reformas complementarias en Ecuador, demuestran que las reformas liberalizadoras deben ser completas y a fondo, simultáneas y rápidas. También demuestran que el "neo" liberalismo puede ser simplemente una continuación del estatismo por otros medios. Como si esos borrachitos que se ponen a tomar solamente cerveza, o "vinito blanco helado" dijeran "nosotros somos neosobrios". Así son los neoliberales en su mayoría. Pero hay grupos liberales activos en América latina, como Alianza Liberal en México.
3. Y quedan muchos buenos economistas austriacos ortodoxos en el mundo. Como Israel Kirzner, o Mark Skousen. Y la Escuela del Supply-Side Economics recoge la enseñanza austriaca, por fortuna -por Ej. George Gilder-; y nos trae el legado de la tradición fisiocrática francesa, en la que reverbera la mejor y más realista filosofía de la escolástica española. Ellos enseñan que los mercados no son inútiles como los políticos. Ni lentos. Una vez libres para hacer contrataciones y anudar compromisos productivos bajo arreglos voluntarios, los mercados sí producen prosperidad; y rápido. No como los neoliberales, que exasperan a la gente diciendo "hay que esperar". No; no hay que esperar.
Porque, ¿cuánto demoran los mercados? Tanto como demora un hacendado en cosechar sus tomates, cebollas, o en criar sus pollos o becerros; o un fabricante en entregar un lote de 500 unidades de camisas o zapatos, o de quesos y salchichas; o una carpintería en terminar un juego de sala, de comedor o de dormitorio.
Porque la reproducción de la riqueza es en parte un proceso físico, una secuencia de transformaciones materiales que consume algo de tiempo, como explica Mark Skousen, pero no demasiado. Y para reproducirla, los empresarios contratan empleados y obreros; y a otros empresarios como sus proveedores de materias primas, bienes intermedios y de capital. Así se crea empleo, hay ingresos para todos. Y bienes y servicios en abundancia. ¿Cuándo? En meses nada más. Dependiendo del consumo de tiempo de los procesos productivos en los distintos corredores, ya que algunos exigen más que otros; pero en meses más o en meses menos, todos los artículos y rubros deseados por la sociedad aparecen. No es como en el estatismo.
En la política no es así: hay muchos fallos en los mercados políticos (favor de referirse al Congreso Mexicano de Mao Maos). Sin embargo, bastaría que uno de los grupos liberales latinoamericanos llegue a ser Gobierno y aplique la fórmula del "laissez-faire", derogando las normas estatistas; Para revertir el efecto multiplicador, deshaciendo los entuertos acumulados en los últimos 50 o 60 años. Los éxitos del mercado sustituirían así a los fallos del Estado. El auge económico sería casi inmediato y sin ayudas ni préstamos externos. Produciría un efecto demostración en los demás países.
O sea: salida hay. Más no la del Estado; es la de la sociedad civil envuelta en ese manto de la divina libertad que ha enaltecido a estos países que ahora apuntan a ser los milagros del nuevo milenio.