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Friday, July 15, 2016

Entrevista con Murray Rothbard: La ciencia de la libertad

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La ciencia de la libertad: una entrevista con Murray Rothbard. Realizada por Jeffrey Tucker. Murray N. Rothbard (1926-1995), profesor de economía en la Universidad de Nevada, Las Vegas y vice presidente de asuntos académicos del Ludwig von Mises Institute, se encuentra entre los grandes pensadores de la Escuela Austríaca. Fue responsable de llevar la tradición de la Escuela Austríaca desde los últimos años de Mises hasta las presentes generaciones, extendiendo de manera dramática esta tradición hacia nuevas áreas de la historia y la teoría política. Es autor de 15 libros, incluyendo Man, Economy, and State (1962), America’s Great Depression (1963), y An Austrian Perspective on the History of Economic Thought. Rothbard fue entrevistado por la Austrian Economic Newsletter durante el verano de 1990, volumen 11, número 2. Traducción al español de Nicolás Cachanosky publicada por la Fundación F. A. Hayek en la “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI” Revista Digital No 8, Año 2008.
AEN: ¿Algún pensamiento reciente sobre la hermenéutica?
MNR: Esa es una pregunta de historia del pensamiento, dado que la hermenéutica ha sido destruida por Hans-Hermann Hoppe y David Gordon. Parte de su crítica es que la hermenéutica fue incapaz de demostrar en términos concretos como este nuevo “giro” podría mejorar nuestro entendimiento de la economía. Pero si no hubiesen sido desafiados, podrían haber continuado por años.



AEN: La principal atracción a la hermenéutica fue un vínculo de Mises con ciertos fenomenologistas racionales. ¿Qué partes de este vínculo le gustan y cuáles le disgustan?
MNR: El vínculo fue Alfred Schütz. El era un fenomenologista que creía en el libre mercado y fue anti-positivista. Hizo un excelente trabajo atacando a los positivistas y dejando de lado mentes a favor de los experimentos. Luego marcaría que se necesitan mentes para conducir y verificar los experimentos. Antes que esto, Brentano se encontraba bastante próximo a Menger y los Austríacos. Los Brentanoistas enseñaban lógica, razón, la ciencia de la acción humana, afirmaban que los valores existían, y perseguían un análisis objetivo de la subjetividad. Mises siempre fue claro: sus  partidarios no comprenden economía. Las enseñanzas de Dilthey, Windelbrand, Ricket, y Weber son útiles para el análisis histórico, pero no para la teoría económica—Verstehen no Vergiefen. En la búsqueda del subjetivismo, no se puede dispensar de la ciencia y la razón. Con pocas excepciones, del modo en que la fenomenología se desarrolló se volvió irracional y colectivista.
Una buena parte de la fenomenología ya es parte de la tradición Austriaca, como he mencionado en mi artículo sobre praxeología para los volúmenes Nathanson, Phenomenology and the Social Sciences. El otro economista, John O’Neill, quien también escribió para el volumen produjo una palabrería puramente irracional. Y no había mucho más de utilidad en esos dos volúmenes. A Kirzner también se lo invitó a contribuir en este volumen, pero rechazó la propuesta, opinando que los Misianos no tienen nada que ver con la fenomenología. Supongo que yo estaba tratando de ir más allá.
AEN: ¿Cuál es su visión sobre la afirmación de Hayek de que todo el progreso en economía fue en dirección del subjetivismo?
MNR: Es verdad, pero no ha sido una subida ascendente. La temprana teoría económica tenía sus raíces en las tradiciones italiana, francesa, y española, que eran de orientación subjetivista. Luego se orientó hacia un terrible camino por parte de Smith y Ricardo y la tradición clásica inglesa, que es “objetivista” –los valores se encuentran inherentes en la producción. Hubo un reacomodamiento parcial hacia el subjetivismo, pero fue bloqueado por Marshall. Mises trajo de
vuelta la tradición del valor-subjetivo, junto con la preferencia temporal, el valor marginal ordinal, y todo el resto. Eso está bien, pero no debemos eliminar el análisis objetivo. Aún hay un mundo real allí afuera, con leyes de causa y efecto, y productos físicos siendo valuados por individuos. A través de todo esto, hemos descubierto que ser anti-positivista no es suficiente. El subjetivismo no es un principio absoluto; es una condición necesaria pero no suficiente para una metodología consistente.
AEN: El positivismo fue relacionado con el socialismo y el intervencionismo. ¿Predice ahora su declinación?
MNR: Es difícil de decir. Fue central para el socialismo y la planificación del mismo modo que la praxeología es central para el libre mercado. El positivismo elimina cualquier tipo de principio de ley natural, por ejemplo, que hay leyes económicas que pueden ser trasgredidas sólo a nuestro riesgo. Con el positivismo, hay una tendencia a recurrir a teoría económica ad hoc.
Para cuando Friedman había escrito su famoso artículo defendiendo el positivismo, ese punto de vista ya había sido rechazado por la filosofía. Pero se aferró en la economía con una garra de acero por veinte años. Esto es bastante típico. Para cuando un método es transferido de una disciplina a otra, generalmente ya ha sido rechazado por la disciplina original. Es tiempo de que la economía se deshaga de todas las analogías a las ciencias físicas.
AEN: ¿Cómo es que Man, Economy, and State se hizo realidad?
MNR: Terminó de una manera totalmente distinta a como comenzó. Luego que Mises escribiese Human Action, el Volcker Fund -que promovía estudios liberales clásicos y libertarios- estaba en busca de un texto universitario que lo digiriese y explicase. En ese momento Mises prácticamente no me conocía, dado que recién comenzaba a participar de su seminario. Escribí un capítulo de muestra, “Money: Free and Unfree.” Se lo mostraron a Mises y dio su aprobación. Entonces recibí un grant de varios años para trabajar en él. A medida que avanzaba, encontraba que Mises había
dejado ideas afuera, o pasos que se encontraban implícitos en Mises y necesitaban ser explicitados.
Entregaba reportes periódicos al Volcker Fund. Finalmente me preguntaron: “Mira, ¿esto va a ser un texto de estudio o un tratado?”. Cuando les entregué el manuscrito de 1900 páginas tuvieron su respuesta. Power and Market era el capítulo final llamado “The Economics of Violent Intervention.” Me pidieron que lo dejase afuera dado que era demasiado radical. Fue publicado por separado años más tarde por el Institute for Humane Studies.
AEN: ¿Escribió el libro en secuencia?
MNR: Sí. Comencé con la página uno sobre metodología y se escribió por sí mismo.
AEN: ¿Hubo algo que haya quedado fuera del libro?
MNR: Quité el capítulo 5 de Man, Economy, and State, que incluía el análisis usual de curvas de costos. Escribí el capítulo entero antes de darme cuenta que el acercamiento que estaba tomando no tenía sentido. Por lo que comencé de nuevo.
AEN: ¿Hay alguna duda que Mises haya sido su principal influencia?
MNR: No lo creo, pero Joseph Salerno una vez dio una charla en donde dijo que Man, Economy, and State posee una orientación más BöhmBawerkiana que el Human Action de Mises. Nunca lo había pensado de esta manera, pero puede
ser cierto. Cuando estaba escribiendo la teoría del capital, utilicé principalmente a Böhm-Bawerk.
No he pensado en ello dado que pensaba que Mises era Böhm-Bawerkiano y no veía ninguna contradicción. Me gustaría ver una exploración del Profesor Salerno sobre esto. Es un ejemplo de cómo la historia del pensamiento económico puede mostrar cosas sobre el trabajo de una persona que él mismo no conoce.
AEN: ¿Cuántos años pasaron desde que comenzó a trabajar en Man, Economy, and State hasta que fue publicado?
MNR: Esto es complicado. Recibí el grant en 1952, pero al poco tiempo tuve que terminar mi tesis doctoral con Arthur Burns. Desde 1953 a 1956 estuve trabajando en ambos. Finalmente terminé Man, Economy, and State en 1960 y fue
publicado en 1962.

AEN: ¿Cómo fue recibida su disertación, The Panic of 1819?
MNR: Muy bien. De hecho, bastante mejor que cualquiera de mis otros libros. Quizás eso se deba a que no analicé las causas. Sólo escribí sobre las personas que querían curarla. Pude haber trabajado mucho más en él, aún hay mucho por decir, pero aún así estoy satisfecho, además, sigue siendo el único libro sobre el tema.
AEN: ¿Se estaban anticipando los académicos a la publicación de MES?
MNR: No realmente. Incluso muy pocos estaban interesados, con la excepción de los participantes al seminario de Mises y las personas de FEE como Larry Fertig y Henry Hazlitt. Muchos de ellos no eran economistas, sino amigos y
admiradores de Mises. Eran proveedores, abogados, fabricantes textiles. Además de Kirzner, Spadaro, Sennholz, Raico, Reisman, y los Greaves, no había movimiento austríaco con el cual hablar.
AEN: ¿Se sintió alguna vez desanimado preguntándose “Por qué estoy haciendo esto”?
MNR: No. Cualquier oportunidad para escribir un libro o conocer nuevas personas era maravillosa. Pero estaba sólo. Mises estaba en sus sesenta, Hayek y Machlup en sus cincuenta, y yo estaba en mis veinte. No había nadie intermedio. Con la posible excepción de Baldy Harper, quien era un libertario, pero cuyos conocimientos austríacos eran limitados, había una generación faltante. Fue eliminada por el New Deal.
AEN: Si hacemos un experimento de “es una vida maravillosa” –el estado de economía Austríaca sin Man, Economy, and State- se ve bastante lúgubre.
MNR: Ese es un punto interesante. De los economistas, Sennholz se volvió un especulador del mercado inmobiliario, Spadaro no escribió mucho, Reisman se volvió un Ricardiano, y Hayek derivó hacia una filosofía sombría. Kirzner
estaba haciendo un buen trabajo en empresarialidad, pero nadie estaba haciendo metodología, teoría monetaria, teoría del capital o mucho más.
AEN: ¿Cuáles fueron sus pensamientos sobre el review de Mises de MES cuando apareció en el New Individualist Review?
MNR: Me gustó, pero no dijo mucho sobre el libro. Hubiese preferido que hubiese sido más profundo.
AEN: ¿Se molestó por algunas de sus correcciones sobre sus teorías?
MNR: No lo se porque nunca lo mencionó. Mises y yo sólo tuvimos dos amistosas discusiones. Una fue sobre la teoría del monopolio donde él me hiere llamándome un Schmolleriano. Si bien nadie más en el seminario se dio cuenta, ese era el peor insulto para un Austríaco. La otra discusión fue sobre la refutación utilitaria de la intervención del gobierno. Yo argumentaba que los oficiales gubernamentales podían maximizar su propio bienestar a través de la intervención económica, y no los del público. Él argumentaba en respuesta que ese tipo de políticos no sobrevivirían al voto popular, cambiando entonces los términos del debate.
AEN: La Sra. Mises parece pensar que tenía diferencias sobre política internacional con Mises.
MNR: En todos los años que concurrí a su seminario y estaba con él, nunca se refirió a la política internacional. Si era un intervencionista en asuntos externos, nunca lo supe. Esto es una violación a la ley de Rothard, que consiste en que
las personas tienden a especializarse en lo que son peores. Henry George, por ejemplo, es excelente en todo excepto tierra, por lo que escribe sobre tierra el 90% del tiempo. Friedman es excelente excepto en moneda, por lo que se concentra en moneda. Mises, sin embargo, y Kirzner también, siempre trabajaron en aquello en lo que eran los
mejores.
AEN: ¿Concurrió Hayek alguna vez al seminario de Mises en Estados Unidos?
MNR: No. Ellos tenían una relación bastante extraña. Hayek comenzó a realizar comentarios anti-Miseanos bastante arcanos en sus libros, pero nadie lo sabía, ni siquiera Mises. Por ejemplo, resultó ser que el pié de página anti-Walrasiano en Individualism and Economic Order en realidad era una nota al pie anti-Miseano, como Hayek admitió algunos años más tarde. Cuando Mises leyó el artículo, lo llamó para decirle que le gustó como un ataque al formalismo y equilibrio. No se dio cuenta que parte del artículo estaba dirigido en su contra. Gradualmente, Hayek se volvió más y
más anti-Miseano sin realmente refutar lo que tenía que decir. Por lo tanto, Mises y Hayek continúan unidos en la mente académica.
AEN: ¿Qué sucedió en los doce años entre MES y el Premio Nobel a Hayek?
MNR: Muy poco. Hubo varias reuniones informales, con Walter Block, y R. J. Smith, quien se introdujo en un período de izquierdismo, pero está realizando un buen trabajo nuevamente. Durante los cincuenta, teníamos todo un grupo en Nueva York, pero se desarmó cuando Hamoway, Raico, y Liggio fueron a las escuelas de posgrado.
Se estaba formando otro grupo en los sesenta, a través de estudiantes de la Escuela de la Libertad y luego Rampart’s College de Robert Lefevre. En una reunión, Friedman y Tullock fueron invitados por una semana, donde se había planeado que expusiesen sobre licencias de trabajo y privatización de los océanos respectivamente.
Desafortunadamente, hablaron de estos temas por 30 minutos y luego volvieron a sus caballitos de batalla, teoría monetaria y public choice, por el resto del tiempo. Inmediatamente chocamos con Friedman. Él había leído mi America’s Great Depression y estaba furioso que de pronto estaba enfrente de todos estos Rothbarianos. No sabía
que esa cosa existía.
AEN: ¿Qué sucedió con el Volcker Fund?
MNR: El Volcker Fund colapsó en 1972 y destruyó la base de los estudios libertarios. El presidente era R. J. Rushdoony, quien en ese momento era un pre-milenario Calvinista, luego convertido al post-mileniarismo. Me enviaron un
libro de Rushdoony, el que destruí. Combinado con otras revisiones, se convenció de que estaba rodeado por un ateísta, un anarquista y conspiradores pacíficos para destruir al Cristianismo.
Por lo que cerró el Volcker Fund en 1962. Fue una gran tragedia. L14S se suponía que iba a ser establecido con los $ 17 millones provenientes del Volcker Fund para conformar un think-tank, que publicase libros, auspicie estudiantes, financie investigación, y organizase conferencias. Baldy, en cambio, tuvo que comenzar desde abajo.
AEN: ¿Cómo surgió Ethics of Liberty?
MNR: Recibí una beca del Volcker Fund para escribirlo. Se suponía que debía ser una reconciliación del libertarismo con la cultura conservadora y la ética personal, lo que se llama paleolibertarismo en nuestros días. Pero a medida que
trabajaba, se volvió un tratado anarco-libertario. Al inicio de los sesenta, los conservadores se habían vuelto a favor de la guerra y la idea de reconciliarnos con ellos había perdido todo su atractivo.
AEN: ¿Y Conceived in Liberty?
MNR: Luego de que la Volcker Fund colapsara, obtuve otra beca del Lilly Endowment para escribir una historia de EE.UU., sobre la que trabajé desde 1962 hasta 1966. La idea original consistía en tomar los hechos normales y poner
una contribución libertaria en todo. Pero una vez que comencé a trabajar, encontré muchos hechos que habían sido dejados de lado, como rebeliones impositivas. Por lo que se volvió cada vez más largo. Se convirtió en los cinco volúmenes de Conceived in Liberty, cubriendo desde el período Colonial hasta el Constitucional. No planeo estas
cosas por adelantado. No me gusta trabajar de esa manera. Voy paso a paso y así se va prolongando. Arlington House quebró luego de publicar el volumen cuarto. El volumen quinto, sobre la Constitución, fue escrito a mano y nadie puede
entender mi letra.
AEN: ¿Y qué puede contarnos sobre las conferencias que brindó a principios de los setenta?
MNR: La primera fue realizada en Cornell, en el verano de 1973. Forest MacDonald y yo presentamos algunos artículos. En la conferencia de 1974, agregamos a Garrison, Rizzo, O’Driscoll, Salerno, Ebeling, Hutt, Grinder, y otros. Fue realizada en un pequeño pueblo en Vermont, al que llamamos un Pueblo de Equilibrio General Walrasiano porque no había ninguna acción, competencia, ni tasas de interés. En 1976, tuvimos una maravillosa conferencia en el Castillo de Windsor, pero luego de ella no hubo nada.
AEN: Pero seamos claros. ¿Entre los años 40 y el inicio de los 70, usted fue el único que hizo trabajo académico serio en economía Austriaca?
MNR: Bueno, Henry Hazlitt hizo algunos trabajos excelentes. Pero es cierto que no estaba acreditado (N. del T. académicamente, puesto que Hazlitt era periodista de formación). Hutt también hizo algo, pero no era en realidad Austríaco. Kirzner había escrito algunos artículos importantes. Pero básicamente la tradición estaba estancada. Para el final de los setenta, la economía Austríaca era considerada Hayekiana, no Miseana. Sin la fundación del Mises Institute estoy convencido que todo el programa Miseano hubiese colapsado.
AEN: ¿Cómo viene la preparación de su libro de historia del pensamiento?
MNR: Bien. El primer pensador con el que trato es Aristóteles, pero no dedico mucho tiempo a los griegos. Salto hacia los primeros Cristianos. La teoría económica se volvió bastante avanzada en la Edad Media y luego comenzó a decaer. La
mayoría de la historia del pensamiento asume un crecimiento lineal. Pero estoy tratando de mostrar que hay una “página de caída”. Desafortunadamente hay un bache en mi libro. Llego a los mercantilistas ingleses y Francis Bacon, lo que me lleva a 1620, pero luego se empantana y salto hacia delante. Este verano voy a reparar esa laguna. Aparte del bache, acabo de terminar la escuela Francesa del laissez-faire. El próximo paso es cubrir a los pre-Austríacos de mediados del siglo XIX.
AEN: Parece haber un patrón de prolongación en sus proyectos.
MNR: Tal vez. Lo que está sucediendo con mi historia del pensamiento es lo mismo que sucedió con Man, Economy and State y Conceived in Liberty. Originalmente iba a ser un libro corto sobre historia del pensamiento, tomando a los mismos autores que toman los ortodoxos, revisando su juicio y dando la visión Austríaca. Desafortunadamente no pude hacer eso dado que Smith no fue el principio de la economía. Tuve que comenzar con Aristóteles y los Escolásticos y trabajar desde allí. Fui encontrando más y más personas que no podían ser dejadas de lado.
AEN: ¿Cuántos volúmenes se han hecho hasta el momento?
MNR: Nunca puedo estimar cosas como esta, pero probablemente dos o más. Y sigo entendiendo la cantidad de trabajo que aún debo hacer. Pensé que podía terminar Marx en un capítulo, pero tomó cinco. Por lo que no puedo dar una fecha proyectada de finalización.
AEN: Aparentemente ha tomado interés en cómo la religión afecta la historia del pensamiento.
MNR: La religión fue dominante en la historia del pensamiento, por lo menos hasta Marshall. Los escolásticos emergieron de la doctrina Católica, y John Locke era un Protestante Escolástico. Estoy convencido que Smith, quien provenía de la tradición Calvinista, sesgó toda la teoría del valor al enfatizar el sufrimiento del trabajo, típico de un Puritano. Toda la tradición del costo objetivo salió de allí.
AEN: ¿Por qué todo esto ha sido ignorado?
MNR: Porque el siglo XX es el siglo del ateísmo, intelectuales secularistas. Cuando era joven, cualquiera que fuere religioso era considerado levemente excéntrico o incluso no-inteligente. Esa era la actitud básica de todos los intelectuales. Esto es lo opuesto a las actitudes de inicio de siglo cuando todos eran religiosos. El sesgo anti-religioso incluso se manifiesta en la interpretación de la historia del arte, por ejemplo, en las interpretaciones secularistas y positivistas de las pinturas del Renacimiento. Cuando Jesús es pintado como una persona real, asumen que significa que es un trabajo secular, cuando el verdadero punto del Renacimiento consistía en enfatizar la encarnación, cuando Dios se hizo carne. Incluso si los historiadores del arte no se encuentran interesados en la teología, deberían notar que las
personas que estudian sí lo eran. Lo mismo ocurre en la economía. Al hacer historia, uno no puede interpretar sus propios valores en el pasado.
AEN: La revolución anti-socialista parece ser el cumplimiento de todo en lo que los Austríacos han estado trabajando.
MNR: Eso es correcto. Estamos viviendo una época revolucionaria. Es como vivir la revolución francesa o americana y poder mirarla por televisión cada noche. Ahora, la diferencia entre los Estados Unidos y el Bloque del Este es que los
Estados Unidos aún poseen un partido comunista.
AEN: También parece haber una reivindicación de su artículo, “Left, Right, and the Prospects for Liberty.”
MNR: Es correcto. Los conservadores de Occidente no pueden tomar crédito por esto. Siempre han argumentado que el totalitarismo socialista no podría reformarse desde adentro. Sólo los libertarios consideraron y glorificaron la idea.
AEN: ¿Pudo ver las semillas de la revolución anti-socialista cuando visitó Polonia varios años atrás?
MNR: Sí. En el primer año que estuve, varios disidentes marxistas estaban allí. Pero al año siguiente, los organizadores dijeron que no los necesitaban. Fuimos esperando socialistas disidentes y encontramos seguidores de Hayek, Friedman, Mises, y Rothbard. Los economistas y periodistas con los que me reuní habían leído varios de mis libros y estaban publicando clandestinamente libros sobre el libre mercado.
AEN: ¿Ahora que el marxismo está muerto allí donde se intentó aplicarlo, hay algo útil o importante que debería ser recordado o mantenido?
MNR: Hay una cosa buena sobre Marx: no era un Keynesiano. Recientemente le pregunté a Yuri Maltsev, ex economista Soviético, por qué es que las cosas parecen haberse caído tan rápidamente en la Unión Soviética en los últimos veinte años. Él dijo que en los últimos veinte años, los líderes de la Unión Soviética relajaron la oferta de dinero  y recurrieron a la inflación para resolver problemas de corto plazo. Eso fue una maldición para el sistema.
AEN: ¿Qué opina sobre las posibilidades de libertad y una economía más libre en este país?
MNR: Todo está empeorando, y muy rápidamente. Pocos están a favor de la planificación centralizada, pero el campo de batalla se ha corrido hacia el intervencionismo. Hay tres áreas del intervencionismo que representan grandes temas, ahora y en el futuro. Primero, el prohibicionismo y el intento de eliminar todo riesgo. Si, por ejemplo, los automóviles causan accidentes, deben entonces ser eliminados. Segundo, el igualitarismo y la idea de que los grupos de víctimas
deben recibir un trato especial por los próximos 2000 años por opresiones previas. Tercero, el medioambientalismo o el anti-humanismo. La idea implícita es que el hombre es la menor de las criaturas y que cualquier criatura o cosa inanimada posee derechos.
AEN: ¿Cómo están las cosas en Las Vegas?
MNR: Genial. Cada semestre recibimos más alumnos, y los Austríacos se encuentran entre los mejores de las clases. Tenemos un grupo de estudio sobre Human Action. Estoy dictando un curso de posgrado sobre economía Austríaca este
semestre y Hoppe estará dictando un seminario en primavera.
AEN: ¿En qué áreas de estudio la economía austriaca se encuentra más y menos avanzada?
MNR: Metodológicamente, estamos bastante avanzados, gracias al trabajo de Hoppe. Pero siempre podríamos tener más dado que es lo que nos separa del resto de la disciplina. Y Salerno está haciendo un gran trabajo sobre el cálculo.
La teoría bancaria, sin embargo, ha tomado un giro muy desafortunado con el free banking. Debemos mostrar que esto son los argumentos de la Currency y Banking School reciclados. Han adoptado la doctrina de la Banking school, que las
necesidades de los negocios requieren una expansión de la oferta de dinero y crédito. Más aún, las personas de la banca libre violan la doctrina básica ricardiana que cualquier oferta de dinero es óptima. Una vez que en el mercado el dinero se ha establecido, no hay necesidad de más dinero. Ese es verdaderamente el punto clave.
AEN: ¿Y sobre el argumento de que las reservas de un 100% requieren intervención gubernamental?
MNR: Tomo a las reservas fraccionales como una intervención en el mercado libre, como cualquier crimen contra la persona o propiedad es una intervención. En el caso de los bancos, el gobierno está permitiendo que el crimen sea
cometido.
¿Pero como tratamos el argumento de las necesidades del comercio, para aquellos que dicen que los negocios poseen una demanda de crédito? Bien, hay muchas cosas que se demandan en el mercado que también son criminales. Puede haber una demanda para matar pelirrojos. Y ciertamente hay una demanda de dinero por parte de los gobiernos. ¿Qué es tan genial de la demanda de mercado? Si no está dentro de un marco de no agresión, siempre habrá una demanda de fraude y robo.
Los que proponen la banca libre aceptan un anarquismo del tipo de David Friedman, donde no hay ley, sólo personas entablando intercambios y personas realizando compras. Si hay un grupo que desea matar a los pelirrojos, los pelirrojos deberán comprarlos si valoran su cabellera. Creo que esto es monstruoso, este tipo de anarquismo sería un caos. Que haya una demanda para algo no implica que deba ser satisfecha.
AEN: Una de las críticas sobre esta posición es que es normativa y no económica.
MNR: Sí, pero la respuesta a las reservas de 100% es que los empresarios bancarios tienen el derecho de ofrecer cualquier fracción de depósito que desee, que también es una posición normativa. Cualquier discusión sobre política es inherentemente normativa. No se puede tener un libre mercado si no hay derechos de propiedad.
AEN: ¿Por qué los seguros de depósitos no son viables?
MNR: Por la misma razón que asegurar una quiebra no es viable. No se pueden asegurar empresarios porque se comprometen con riesgo no asegurable. Uno puede predecir de manera razonable cuántos incendios habrá en New York; los que posean la mala suerte de sufrir los incendios pueden recurrir al pool de recursos. Pero la empresarialidad no es homogénea; es completamente impredecible, y cada intento no es aleatorio. Los empresarios asumen el riesgo. Si una compañía de seguros los asegura, se transforma en el empresario. ¿Quién, entonces, asegura al asegurador? En el caso de los bancos, o no necesitan un seguro -dado que están cubiertos con el 100% de reservas- o son no asegurables porque están tomando riesgo empresario.
AEN: Usted ha sido crítico del libro de White sobre banca libre.
MNR: El libro de White dice que el sistema de banca escocesa fue más exitoso que el sistema inglés. Pero no dice una palabra sobre precios, inflación o ciclos económicos. Su única estadística es que hubo menos fracasos bancarios en
Escocia que en Inglaterra. ¿Pero por qué es tan grandioso no tener fracasos? Una industria que no tiene fracasos puede estar haciendo las cosas mal. ¿Qué pasaría si aplicamos este test a la Unión Soviética donde no había fracasos industriales? Cuándo se afirma que un sistema bancario es más exitoso que otro, el test debería ser menor inflación y menos ciclos económicos. Sin embargo, esto nunca es mencionado.
AEN: ¿Qué rol cree que juega la Review of Austrian Economics?
MNR: Encontrar y juntar economistas Austríacos, ponerlos a escribir, y desarrollar doctrina económica. Kluwer Academic Publishers está muy contenta con esto. Quieren imprimir el journal tres veces al año. Ahora que estamos saliendo dos veces al año, mucha más gente está interesada, es el único journal académico únicamente Austriaco
en la historia del pensamiento económico y se ha vuelto el medio de publicación más importante.
Kluwer también está publicando una serie de libros en economía Austríaca, sobre lo que somos los editores generales.
AEN: ¿En que deberían concentrarse los austríacos más jóvenes?
MNR: En sumar a la estructura teórica. La teoría de la renta está subdesarrollada. Y la teoría de la transición del socialismo al capitalismo está pidiendo a gritos más trabajo. Lo más importante, nunca debemos dejar de refutar a la economía convencional.

Entrevista con Murray Rothbard: La ciencia de la libertad

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La ciencia de la libertad: una entrevista con Murray Rothbard. Realizada por Jeffrey Tucker. Murray N. Rothbard (1926-1995), profesor de economía en la Universidad de Nevada, Las Vegas y vice presidente de asuntos académicos del Ludwig von Mises Institute, se encuentra entre los grandes pensadores de la Escuela Austríaca. Fue responsable de llevar la tradición de la Escuela Austríaca desde los últimos años de Mises hasta las presentes generaciones, extendiendo de manera dramática esta tradición hacia nuevas áreas de la historia y la teoría política. Es autor de 15 libros, incluyendo Man, Economy, and State (1962), America’s Great Depression (1963), y An Austrian Perspective on the History of Economic Thought. Rothbard fue entrevistado por la Austrian Economic Newsletter durante el verano de 1990, volumen 11, número 2. Traducción al español de Nicolás Cachanosky publicada por la Fundación F. A. Hayek en la “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI” Revista Digital No 8, Año 2008.
AEN: ¿Algún pensamiento reciente sobre la hermenéutica?
MNR: Esa es una pregunta de historia del pensamiento, dado que la hermenéutica ha sido destruida por Hans-Hermann Hoppe y David Gordon. Parte de su crítica es que la hermenéutica fue incapaz de demostrar en términos concretos como este nuevo “giro” podría mejorar nuestro entendimiento de la economía. Pero si no hubiesen sido desafiados, podrían haber continuado por años.


Murray Rothbard: Enemigo del Estado

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Escrito por José Carlos Rodríguez 
Europa, el mundo entero, la misma civilización parecía hundirse bajo la barbarie del socialismo y el nacionalismo. Ludwig von Mises se había librado de milagro de las garras del nazismo y se dirigía, tras una breve travesía por España, hacia los Estados Unidos. Había sido uno de los economistas más influyentes en lengua alemana, y toda la corriente de pensamiento con que se identificaba parecía sumirse en el olvido, enterrada en estatismo y marxismo. Tuvo una acogida en Estados Unidos más fría de lo que merecía, aunque pudo desarrollar sin descanso su labor en defensa de la libertad y la civilización. Pero no quería cargar sobre sí esa ingente labor, para la que –él lo sabía más que nadie- ningún individuo puede bastarse solo. Quería dar con un nuevo Hayek; un discípulo de la altura intelectual de quien colaboró con él en la formación de las teorías austriacas del capital y del ciclo, así como en la de la imposibilidad del socialismo. Por fortuna, lo encontró. Era Murray Newton Rothbard.



Este judío del Bronx nació el 2 de marzo de 1926. Dotado de una inteligencia descollante, tuvo su primer choque con el Estado, de quien sería su mayor enemigo en el siglo XX, en la escuela pública, que, según propia confesión, marcó “el período más infeliz” de su vida. Su espíritu independiente, multiplicado por su clara inteligencia, le hicieron sentirse prisionero en un ambiente mediocre, en el cual se anulaba la personalidad del individuo. El paso a un colegio privado fue para él una auténtica liberación: le permitió canalizar sus intereses y su capacidad a un temprano interés por las cuestiones sociales. Su padre, David, era un judío poco común, ya que era francamente de derechas, una orientación política que inculcó a su hijo, junto con un interés polifacético por el saber. Las ciencias, la filosofía, la historia… Todo atraía al curioso Murray, que también adquirió de su padre un rechazo del totalitarismo, del fanatismo religioso y de cualquier dogmatismo.
Se licenció (en la universidad de Columbia) en estadística, paradójicamente. Paradójicamente, porque dedicaría parte de su extensa obra a exponer los límites del análisis matemático y estadístico en la economía y por el propio nombre de su disciplina, que deriva de la institución a la que combatió toda su vida: el Estado. Mientras se interesaba por ampliar sus conocimientos de economía, leyó un artículo escrito por dos futuros premios Nobel de la materia: George Stigler y Milton Friedman, que explicaba los perniciosos efectos del control de alquileres en la ciudad de Nueva York, un vestigio de la II Guerra Mundial que, como muchas otras intervenciones ideadas durante el conflicto, se resistiría a desaparecer. La desnuda e implacable lógica del análisis de los dos autores llamó la atención del joven Rothbard, que se puso en contacto con el editor del panfleto. Resultó ser la Fundation for Economic Education, un think tank que resistiría la avalancha keynesiana y estatista con no poco esfuerzo. En su sede, en un agradable pueblo a la orilla del río Hudson, conoció al hombre que marcó su carrera: Ludwig von Mises. Lo único que sabía de su futuro mentor es que había escrito Socialismo. Ni siquiera sabía si seguía vivo. Era la primavera de 1949, y se enteró de que Mises iba a publicar una obra que se llamaría La acción humana. Le preguntó a un compañero de qué trataba el libro. “Trata sobre todo”, fue la respuesta. “Ciertamente, así era”, diría él más tarde.
El texto de Mises destaca por su sólida construcción lógica, algo que Rothbard buscaba y cuidó con implacable esmero en su propia obra. “Cuando leí La acción humana, todo encajaba porque todo adquiría sentido”, llegaría a decir. A partir de la lectura de las casi mil páginas de la obra magna de Mises, Rothbard se convirtió en el más escrupuloso constructor y defensor del pensamiento del austriaco.
Eso no quiere decir que su espíritu independiente se adormeciera ante la figura intelectual de su mentor. No le siguió en todas sus ideas, ya que jamás aceptaba una opinión sin haberla sometido a severa crítica. Políticamente incluía a Mises en la izquierda política, mientras que él era un representante de la vieja derecha. Era ésta una tradición intelectual libertaria que hundía sus raíces en Thomas Jefferson y en el discurso de despedida de George Washington. Desconfiaba del Gobierno central, y era aislacionista y pacifista porque consideraba que, en feliz expresión de Randolph Bourne, “la guerra es la salud del Estado”.
Así que se nutrió de esa tradición, a la que pertenecían John T. Flynn, Albert Jay Nock o Frank Chodorov, e hizo una aportación misiana con el objetivo de adaptarla a la lucha contra el comunismo. Por un lado, advertía de que recurrir al Estado para librar tal batalla suponía caer en casa en aquello contra lo que se deseaba luchar fuera. En nombre de la lucha contra el comunismo se justificaba la adopción de inmensos poderes por parte del Estado, que acababan siendo utilizados contra las libertades del propio pueblo, además de en su defensa frente a la barbarie comunista. ¿Debemos entonces quedarnos de brazos cruzados mientras el totalitarismo extiende su poder por el mundo? ¿No estamos permitiendo que el estatismo se extienda fuera mientras lo combatimos en casa? Rothbard siempre creyó que la principal fuerza de los totalitarismos era también su mayor debilidad. Ese poder sin límites de los Estados era sólo aparente, porque, como había demostrado Mises con su teoría de la imposibilidad del cálculo económico socialista, la planificación a gran escala de una sociedad era imposible, lo cual acabaría arrastrando el imperio soviético al desastre. Ello desacreditaría y arruinaría al enemigo “sin que hayan tenido que pasar muchos años”.
De este modo, Rothbard y otros pensadores y activistas de la renacida Old right se “darían cuenta” de que el enemigo exterior no era importante. El verdadero enemigo era el interior, es decir, Washington. Es más, el exterior era producto del interior, lo que convertía a éste en el verdadero enemigo. De hecho, Rothbard afirmó en una ocasión que la Unión Soviética era más pacífica que el Gobierno de los Estados Unidos. Este pensamiento, aseguraba, era “liberador”.
No es de extrañar. Negar esa amenaza para la libertad mundial le liberaba del reto de dar solución a la autodefensa de una sociedad libre valiéndose de sus propias fuerzas, sin caer en la entrega de derechos al Estado para que éste se encargue de librar la batalla. Es más fácil negar la realidad. Ese fue el mayor pecado de Rothbard, y el de todos sus seguidores, los que han mantenido viva la llama del aislacionismo liberal de la vieja derecha. El problema de cómo se podría defender una sociedad libre de un enemigo que está dispuesto a utilizar todos los ingentes medios que puede concentrar un Estado, o varios, sigue abierto.
Esta posición tenía la virtud de la coherencia interna, si bien adolecía de cierta coherencia con la realidad de los enemigos de la civilización y del capitalismo. Y le enfrentaba a la otra rama del conservadurismo anticomunista, que podemos identificar con William Buckley, creador de la National Review, que logró articular el disperso y minoritario pensamiento conservador de comienzos de la Guerra Fría. Con todos sus logros, este conservadurismo realista estaba construido sobre un ideal negativo, el anticomunismo, más que sobre la articulación de los fundamentos de una sociedad libre, sobre los cuales pivotaba todo el movimiento libertario, del que Rothbard pronto se convertiría en principal representante. Esta falla del conservadurismo buckleyano le llevó a defender medidas netamente antiliberales con tal de dotar al Estado de los medios precisos para luchar contra el comunismo. Volcado sobre un fin más que sobre la probidad de los medios, el conservadurismo realista se iba separando cada vez más de los ideales de libertad y propiedad privada, que deberían haber sido el núcleo y el punto de partida de su pensamiento. Rothbard vio este desarrollo con total claridad y destinó gran parte de sus esfuerzos a criticarlo, aun a costa de aliarse puntualmente con la izquierda más radical.
Hablemos ahora de otra rama del pensamiento liberal estadounidense, a la que Rothbard estuvo muy unido. Se trata de la liderada por Ayn Rand. Esta poderosa filósofa y novelista se había convertido ya en todo un personaje cuando Rothbard la conoció. Había escrito El manantial (1943), que seis años después sería llevada al cine por King Vidor. El primer contacto fue algo frío, pero a partir de 1954 se fue haciendo más cercano, y Rothbard acudió a varias reuniones objetivistas de la mano de sus amigos Ralph Raico y George Reisman. Si por un lado se sentía espoleado por el pensamiento de Rand, por el otro sentía un profundo rechazo por su creciente intolerancia, su endiosamiento y el carácter sectario y de culto que estaba imprimiendo a su movimiento.
Pero, antes de que ese choque llegara a pequeña tragedia, Rothbard tendría mucho que ganar de la rusa nacionalizada estadounidense. Él reconocía la pobreza de la posición utilitarista, por muy necesaria y acertada que, en su ámbito, pudiera ser. Rand tenía un pensamiento antiutilitarista que centraba su filosofía, objetivista, en una demostración de los derechos del individuo, a partir de los cuales se fundamenta el capitalismo. Era un iusnaturalismo de base aristotélico-tomista, realista en lo epistemológico, que centraba la defensa de los derechos del individuo y del sistema económico que se derivaba de los mismos en la ética y no en las consecuencias utilitaristas.
Luego Rothbard basaría gran parte de su obra y de su fama en la articulación de una defensa basada en el derecho natural de la propiedad privada y del capitalismo, que sería el eje de su anarquismo capitalista. Pese a las diferencias personales, incluso dogmáticas, debe a Rand el descubrimiento de la importancia del derecho natural. Nuestro hombre tuvo la virtud de aprovecharse del pensamiento de Rand… y de darse cuenta de lo vacío que podía llegar a estar. Paradójicamente, el individualismo radical de Rand acababa siendo todo lo contrario. Él lo explicó así:
Téngase en cuenta que ella [Rand] intenta deducir la naturaleza del hombre, que es en gran parte una cuestión empírica, y como tal reconocida por Aristóteles, puramente de una especulación de salón. La especulación de salón es el método adecuado para la praxeología, pero obviamente no para una ciencia en gran parte empírica.
Es más, en “la visión casi fanáticamente puritana de Ayn de que el único desarrollo de los poderes del hombre que tiene algún valor es el trabajo en el desarrollo de los poderes mentales”, valores como “el amor, la amistad, el gozo, etcétera, ¿no contaban para nada?”, se preguntaba Rothbard. Y agregaba que Rand, al negar cualquier componente instintivo, genético o meramente particular que no surgiera del puro intelecto, “¡de hecho niega todo individualismo por completo!”.
Posteriormente pasaría por el mal trago de que Rand enviase a su íntimo amigo George Reisman como mensajero de un mensaje que sólo es posible en una secta cerrada y fanatizada: no “se aprobaba” su matrimonio con su amada JoAnn porque ésta era una persona religiosa, en consecuencia irracional e inepta para el selecto círculo randiano. Previamente Murray había sido acusado de plagiar las ideas de Rand. Finalmente Rothbard rompió con el círculo y con Reisman.
Desembarazado del culto randiano, Rothbard se centraría en su activismo político y en sus libros. El primero de ellos fue un encargo del presidente de la Fundación Volker, Herbert C. Cornuelle: un libro de texto que contuviera las principales ideas de La acción humana. El proyecto se fraguó en el invierno de 1949, recién publicado el tratado de economía de Mises. A medida que trabajaba en su obra, Rothbard iba revisando su propio pensamiento, es decir, el de Mises; y lo que estaba concebido para ser un manual de extensión media cobró proporciones considerables. Al cabo (1962) vio la luz Man, economy and State, su poderoso tratado de economía. La Volker se negó a incluir una última parte, que estudiaba la intervención en el mercado, tanto por las enormes dimensiones del manuscrito (unas 1.400 páginas) como por las implicaciones políticas de la crítica al intervencionismo en plena Guerra Fría. Más tarde aparecería como texto independiente y con el título de Power and market (1970).
Como dar cuenta de la economía de Rothbard excede el espacio de este retrato, baste decir que es seguramente el intento más exitoso de construir un conjunto de leyes económicas en un tratado sistemático que parta de un conjunto de axiomas y leyes fundamentales sobre la acción humana. El servicio a la lógica de la acción, o praxeología, le llevó a discrepar de su mentor en algún punto importante, como en la teoría del monopolio y la competencia; en este caso, el propio Mises acabaría dándole la razón. También profundizó, aclaró y mejoró algún otro piso de la construcción teórica de Human action.
Asimismo, nuestro autor haría importantes contribuciones al pensamiento económico en varios artículos; por ejemplo, en ‘Toward a reconstruction of utility and welfare economics’, donde fundamentaría la economía del bienestar sobre la base de un principio implícito en la tradición austriaca, el de la preferencia demostrada, según la cual la voluntad coincide con la acción y ésta es indicio de aquélla. Así, si dos personas realizan un intercambio voluntario, la célula del libre mercado, es porque ambas consideran, ex ante, que resultará en una mejora de su situación. No ocurre así con los tres tipos de intervención estatal en el mercado:
1) Si el Gobierno prohíbe un intercambio entre A y B podemos decir que aquél gana, ya que cumple su objetivo, pero frustra las intenciones de los interfectos, encaminadas a mejorar su propia satisfacción.
2) Si el Gobierno fuerza a un intercambio entre A y B en los términos elegidos por el Estado, uno de ellos pierde, a costa del otro y del Gobierno. Por lo que hace a éste, de nuevo puede considerársele ganador, ya que cumple sus objetivos.
3) Finalmente, si el Estado roba a A, éste pierde, en beneficio del Gobierno.
En los tres casos posibles hay una parte que gana, el Gobierno; quizá también una parte de la sociedad, a la que favorece. Pero siempre hay una que pierde: todos aquellos que no han podido llevar a cabo sus planes por la intervención pública. Puesto que no se puede hacer una medición con valor científico de las utilidades respectivas de los individuos, no podemos decir que las ganancias de una parte sean mayores que las pérdidas de otra, y en consecuencia no se puede asegurar que una intervención gubernamental puede incrementar la utilidad en una sociedad.
Otra destacada área de la economía rothbardiana es la relacionada con el dinero. Nuestro economista defendió un sistema de libertad bancaria, con una reserva sobre los depósitos del 100%, sobre la base del oro. Profundizó en la teoría austriaca del ciclo económico, que habían expuesto antes que él Mises y Friedrich A. von Hayek. Esta teoría ve en los medios fiduciarios, a la vez, una violación de los derechos de propiedad y el origen del ciclo. El dinero de nueva creación, sin respaldo real, que permite la reserva fraccionaria, causa un engaño masivo a los actores, dado que provocan una rebaja del tipo de interés que indica falsamente un aumento del ahorro, y por tanto de los medios disponibles para la inversión. Se inician más planes de los que se pueden completar, y se produce una descoordinación que acaba en la liquidación de muchos de ellos. Rothbard llevó esta teoría a la crisis del 29 en America’s Great Depresión, de 1963.
No cabe duda de que 1969 fue un año convulso en Estados Unidos. Fue entonces cuando Rothbard creó la revista Libertarian Forum, con la que pretendía extender el ideario anarcocapitalista, del que él se había convertido en el defensor más conspicuo. Además de servir como vehículo de las ideas libertarias y punto de encuentro de quienes las compartían, Libertarian Forum quiso convertirse en el órgano de un nuevo movimiento político. Pero para ello necesitaba también de un programa, de un manifiesto; lo escribió él mismo, en 1973, y llevaba por título For a New Liberty. Allí hacía una defensa de la sociedad libre basada en la economía de raíz misiana, en el derecho natural –con referencia expresa a la defensa de la propiedad privada elaborada por John Locke– y en el análisis del Estado como un órgano de explotación basado en el uso de la fuerza.
Con su característico estilo conciso, brillante y agudo, Rothbard explica cómo el Estado ha ido extendiendo su poder sobre distintas áreas de la sociedad sin ningún título para ello, y con consecuencias muy negativas. Rothbard combina el conocimiento histórico con un uso extenso y preciso del análisis económico; el resultado, una crítica demoledora de la implicación del Estado en áreas como la educación, el dinero, la generación de rentas o la creación de bienes y servicios. Por otro lado, ofrece explicaciones convincentes de cómo una sociedad libre basada en el Estado de Derecho podría proveerse de servicios históricamente sustraídos por el Estado a la iniciativa privada, como las infraestructuras del transporte o la seguridad; y lo haría además de forma más productiva y eficiente. Incluso da el paso definitivo que separa a los anarquistas de los minarquistas y explica cómo el Estado de Derecho no tiene porqué ser provisto por un órgano basado en la coacción, sino que los propios agentes de la sociedad tienen a la vez el interés y la posibilidad de desarrollarlo, como ya lo hicieron en el pasado.
En 1982 publicaría un nuevo libro dedicado a la fundamentación de una sociedad completamente libre: The ethics of liberty. El vértice de su teoría es el concepto de autopropiedad, que él define así: “El axioma básico de la teoría política libertaria mantiene que todo hombre es dueño de sí mismo y tiene una jurisdicción absoluta sobre su propio cuerpo. En consecuencia, esto significa que nadie más puede invadir legítimamente o agredir a otra persona”. Se suma a la teoría de John Locke de que la propiedad se adquiere de forma originaria “mezclando la tierra con el trabajo”, en bella expresión del filósofo inglés. Rothbard generaliza dicho principio y mantiene que la proyección de la acción propia sobre los recursos que no pertenecen a nadie supone una adquisición originaria legítima. A partir de ahí se puede adquirir más propiedad por medio del intercambio o de la cesión voluntarios. Cualquier intento de violación del derecho de propiedad, ya sea sobre una persona o sobre sus bienes, es ilegítimo. The ethics… incluye una parte final en la que se hace una crítica sin concesiones a teorías alternativas de la libertad: deja el utilitarismo como criterio ético en la nada y revisa los postulados de Isaiah Berlin, Hayek y Robert Nozick.
Rothbard tenía un corazón débil, que terminó por fallarle el 7 de enero de 1995. Su temprana muerte ha hurtado a los espíritus más libres nuevas aportaciones de primer orden. Las había hecho en economía y teoría política, y seguía en ello. De hecho, dejó inconclusa su última gran obra.
Le habían pedido un manual que sirviera de contrapunto al popular The worldly philosophers, del autor socialista Robert L. Heilbroner. El resultado de su empeño es una obra excelsa, un monumento a la historia de la libertad llamado An Austrian perspective on the History of Economic Thought, del que sólo pudo completar dos de los tres volúmenes previstos.
Allí se ponen de manifiesto las características del Rothbard historiador. Tiene una independencia de criterio que no le permite aceptar sin más las ideas establecidas, lo que le convierte en un permanente “revisionista”. Y combina una erudición sorprendente, pero siempre al servicio del conocimiento, con un estilo ágil y vibrante que atrapa al lector.
An Austrian… comienza con la filosofía griega y concluye con Marx y Bastiat. Parte de una visión kuhniana de la historia de las ideas, por la que no se alcanza un conocimiento acumulado que lleva a una progresión constante. Anclado, al fin, en la rica naturaleza humana, el pensamiento económico se desarrolla por paradigmas que se van sustituyendo como corrientes dominantes, sin que necesariamente sean superiores a los anteriores y sin que desaparezcan cuando son sustituidos por otros. Por otro lado, Rothbard huye de la selectiva atención a las grandes figuras y desmenuza el pensamiento de autores luego olvidados por la historiografía al uso. De este modo se pega al verdadero curso de las ideas. No es éste el lugar para desmenuzar las contribuciones de una obra así. Baste destacar dos ideas.
El primero es Adam Smith. Para Rothbard no es un héroe, ya que despreció o no entendió la tradición que, lenta y penosamente, había elaborado una teoría subjetiva del valor. Desde Aristóteles, pasando por Santo Tomás de Aquino y en especial el escolasticismo tardío español, se había ido desarrollando la idea de que el valor depende del punto de vista del consumidor, y no es algo externo y objetivo. Smith restituyó la teoría del valor trabajo, que es la semilla del pensamiento de Marx, al que pasaría por medio de David Ricardo. Otro aspecto que podemos señalar es la merecida importancia que da a una escuela española, la de Salamanca. En ella está la semilla del pensamiento subjetivista, lógico-deductivo y liberal que caracterizaría a la Escuela Austriaca de Carl Menger, Mises, Hayek y el propio Rothbard. A él se debe en parte que esta escuela española, con representantes como Juan de Mariana, Domingo de Soto o el padre Azpilicueta, esté recibiendo merecida atención. An Austrian… también destaca por haber rescatado a autores y corrientes como Turgot, Cantillon o Bastiat, o por haber reconocido la importancia de la religión en la visión del hombre y de la sociedad, y por tanto de la economía.
Cuando se cumplen diez años de la muerte de Murray N. Rothbard, merece la pena resaltar su figura y sus contribuciones a la defensa de la libertad; tantas, que su apreciación no se podrá hacer más que con el paso del tiempo. Quizás con la alianza de éste nos podamos encontrar con una biografía a su altura. Por el momento tenemos sus escritos, que recomiendo vivamente al lector. Rothbard jamás decepciona en sus grandes obras, vivas y claras en estilo como el pensamiento de quien las escribe, poderosas por la profundidad de las ideas y por la lógica sin contemplaciones con que son defendidas

Murray Rothbard: Enemigo del Estado

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Escrito por José Carlos Rodríguez 
Europa, el mundo entero, la misma civilización parecía hundirse bajo la barbarie del socialismo y el nacionalismo. Ludwig von Mises se había librado de milagro de las garras del nazismo y se dirigía, tras una breve travesía por España, hacia los Estados Unidos. Había sido uno de los economistas más influyentes en lengua alemana, y toda la corriente de pensamiento con que se identificaba parecía sumirse en el olvido, enterrada en estatismo y marxismo. Tuvo una acogida en Estados Unidos más fría de lo que merecía, aunque pudo desarrollar sin descanso su labor en defensa de la libertad y la civilización. Pero no quería cargar sobre sí esa ingente labor, para la que –él lo sabía más que nadie- ningún individuo puede bastarse solo. Quería dar con un nuevo Hayek; un discípulo de la altura intelectual de quien colaboró con él en la formación de las teorías austriacas del capital y del ciclo, así como en la de la imposibilidad del socialismo. Por fortuna, lo encontró. Era Murray Newton Rothbard.


Wednesday, June 22, 2016

¿Odias al Estado?, Murray Rothbard



Recientemente he estado rumiando sobre cuáles son las cuestiones cruciales que dividen a los libertarios. Algunas que han recibido mucha atención en los últimos años son: el anarco-capitalismo vs gobierno limitado, el abolicionismo vs gradualismo, los derechos naturales contra el utilitarismo y la guerra contra la paz. Pero he concluido que, siendo como son estas preguntas tan importantes, en realidad no van directamente al nudo de la cuestión, a la línea divisoria fundamental entre nosotros.
Tomemos, por ejemplo, dos de las principales obras anarco-capitalistas de los últimos años: mi propio Hacia una Nueva Libertad La maquinaria de la Libertad de David Friedman. Superficialmente, las principales diferencias entre ellos son mi soporte de los derechos naturales y de un código de leyes racionales libertario, en contraste con el utilitarismo amoral de Friedman y la llamada a un intercambio de favores y concesiones mutuas entre las agencias de policía no libertarias. Pero la diferencia realmente es mucho más profunda. Se encuentra en mi obra Hacia una Nueva Libertad (y la mayoría del resto de mi trabajo también) un odio profundo y penetrante al Estado y todas sus obras, basada en la convicción de que el Estado es el enemigo de la humanidad.



Por el contrario, es evidente que David no odia al Estado en absoluto, que sólo ha llegado a la convicción de que el anarquismo y la competencia de las fuerzas policiales privadas son un mejor sistema social y económico que cualquier otra alternativa. O, más ampliamente, que el anarquismo sería mejor que el laissez-faire que a su vez es mejor que el sistema actual. En medio de todo el espectro de alternativas políticas, David Friedman ha decidido que el anarcocapitalismo es superior. Pero superior a una estructura política existente, que es bastante buena también. En resumen, no hay ninguna señal de que David Friedman odie en ningún sentido el actual Estado americano o el Estado en sí, que lo odie profundamente y visceralmente como a una banda de ladrones rapaces, esclavizadores y asesinos. No es simplemente la convicción de que el anarquismo sería el mejor de los mundos posibles, pero que nuestro actual estado de cosas aleja bastante dicha conveniencia. Porque no deducimos de los escritos de Friedman que el Estado – cualquier Estado – sea una banda de criminales depredadores.
La misma impresión brilla a través de la escritura, por ejemplo, del filósofo político Eric Mack. Mack es un anarco-capitalista que cree en los derechos individuales, pero no se aprecia en su obra rastro alguno de odio apasionado al Estado, ni, a fortiori, cualquier atisbo de que el Estado es un saqueador y bestial enemigo.
Tal vez la palabra que mejor define nuestra distinción sea “radical“. Radical en el sentido de total, absoluta oposición desde la raíz a las ramas al sistema político existente y al propio Estado. Radical en el sentido de haber integrado oposición intelectual al Estado junto con un odio visceral hacia su penetrante y organizado sistema de crimen e injusticia. Es radical en el sentido de un compromiso profundo con el espíritu de la libertad y el antiestatismo que integra la razón y la emoción, el corazón y el alma.
Además, en contraste con lo que parece ser verdad hoy día, usted no tiene que ser un anarquista para ser radical en nuestro sentido, tal como usted puede ser un anarquista omitiendo la chispa radical. No puedo pensar en apenas un solo partidario del gobierno limitado de nuestros días que sea radical – un fenómeno verdaderamente sorprendente, cuando pensamos en nuestros antepasados liberales clásicos que fueron verdaderamente radicales, que odiaron el estatismo y los Estados de su tiempo con verdadera pasión the Levellers, Patrick Henry, Tom Paine, Joseph Priestleylos jacksonianos, Richard Cobden, y así sucesivamente, incluyendo a otros tantos grandes nombres del pasado. El odio radical de Tom Paine al Estado y al estatismo ha sido y es mucho más importante para la causa de la libertad que el hecho de que nunca cruzó la línea divisoria entre el laissez-faire y el anarquismo.
Y más cercanos a nuestros días, pienso en alguna de mis primeras influencias: Albert Jay Nock, H.L. Mencken, y Frank Chodorov fueron magnífica y perfectamente radicales. El odio de Nuestro Enemigo, el Estado (título de Nock) y del resto de sus obras brillaba a través de todos sus escritos como una estrella de faro. ¿Y qué si nunca hizo todo el camino hacia el anarquismo explícito? Es mucho mejor un Albert Nock que un centenar de anarco-capitalistas que están muy cómodos con el status quo existente.
¿Dónde están los Paines y Cobdens y Nocks de hoy? ¿Por qué casi todos nuestros laissez-faire de gobierno limitado son malditos conservadores y patriotas? Si lo contrario de “radical” es “conservador”, ¿dónde están nuestros radicales laissez-fairistas? Si nuestros partidarios del gobierno limitado fueran verdaderamente radicales, no habría prácticamente división entre nosotros. Lo que divide el movimiento ahora, la división de verdad, no es anarquistas vs. minarquistas, sino radicales vs conservadores. Señor, danos a los radicales, ya sean anarquistas o no.
Para llevar nuestro análisis más lejos, los anti-estatistas radicales son sumamente valiosos incluso si apenas se les pudiera considerar libertarios en un sentido amplio. Así, muchas personas admiran el trabajo de columnistas como Mike Royko y Nick von Hoffman al considerarlos simpatizantes libertarios y compañeros de viaje. Que ellos son, pero con esto no alcanzamos a comprender su importancia verdadera. Ya que en todas partes de los escritos de Royko y von Hoffman, tan incoherentes como indudablemente son, se percibe un odio omnipresente al Estado, a todos los políticos, burócratas, y sus clientes que, en su radicalismo genuino, es mucho más acorde al espíritu subyacente de la libertad que el caso de alguien que fríamente estudiara cada silogismo letra a letra. Y, por seguir con otro ejemplo, todo lema relativo “al modelo” de competencia entre tribunales.
Tomando el concepto de radical vs conservador en el sentido nuevo, vamos a analizar el ya famoso debate “abolicionismo” vs “gradualismo”. El quid de esta cuestión lo encontramos en la edición de agosto de Reason (una revista que respira “conservadurismo” a través de todos sus poros), en la que el editor Bob Poole pide a Milton Friedman que se enfrente a este debate. Friedman tiene la oportunidad de denunciar la “cobardía intelectual” de no exponer “posibles” métodos para ir todo lo lejos que se pueda en la consecución de objetivos. Poole y Friedman tienen “entre sus logros” ocultar los verdaderos problemas. No hay un solo abolicionista que no recurriera a un método factible, o un aumento gradual, si es que estuviera al alcance de sus manos. La diferencia es que los abolicionistas siempre mantienen en alto la bandera de su objetivo final, no ocultan sus principios básicos, y desean llegar a su meta tan rápido como sea humanamente posible. Por lo tanto, mientras que los abolicionistas aceptarán un paso gradual en la dirección correcta si eso es todo lo que pueden lograr, lo harán siempre aregañadientes, como un primer paso hacia una meta que siempre mantienen increíblemente clara. El abolicionista vendría a ser un “botón de empuje”, con ampollas en el pulgar de presionar un botón que tiene por objeto suprimir el Estado de inmediato, si es que existiera tal botón. Sin embargo, el abolicionista también sabe que por desgracia, no es posible dicho botón, y que va a tomar un poco del pan si es necesario – aunque siempre prefiriendo el pan entero si puede lograrlo.
Cabe señalar aquí que muchos de los más “famosos programas graduales” de Milton como el plan de vales, el impuesto sobre la renta negativo, la retención a cuenta, el papel moneda fiduciario- son graduales (o incluso no tan graduales) pasos en la dirección equivocada, lejos de la libertad, y por lo tanto de la militancia de muchos opositores libertarios a estos regímenes.Su posición de presionar botones se deriva de odio profundo y permanente que los abolicionistas sienten hacia el Estado y al gran motor de delincuencia y opresión que lleva aparejado. Con un mundo tan uniforme a la vista, el libertario radical nunca podría soñar con tener frente a sí mismo un botón mágico o resolver cualquier otro problema en la vida real con algunos áridos cálculos de costo-beneficio. Él sabe que el Estado debe reducirse lo más rápido y completamente posible. Periodo.
Y es por eso que el libertario radical, además de ser un abolicionista, también se niega a pensar en términos tales como un Plan de Cuatro Años de algún majestuoso y moderado procedimiento para la reducción del Estado. El radical – sea anarquista o laissez-faire – no puede pensar en términos como, por ejemplo: Bueno, el primer año, vamos a reducir el impuesto sobre la renta en un 2%, la abolición de la CPI, y reducir el salario mínimo. El segundo año vamos a suprimir el salario mínimo, reducir el impuesto sobre la renta por otro 2%, y reducir los pagos de bienestar social en un 3%, etc. El radical no se para a pensar en esos términos, porque los radicales se refieren al Estado como nuestro enemigo mortal, que debe ser hecho pedazos donde y cuando podamos. Para el libertario radical, debemos tomar todas y cada oportunidad para cortar del todo con el Estado, ya sea para reducir o suprimir un impuesto, un crédito presupuestario, o la potestad reglamentaria. Y el libertario radical es insaciable en este apetito hasta que el Estado haya sido abolido, o – para los minarquistas – reducido al máximo posible, a un mero papel laissez-faire.
Muchas personas se han preguntado: ¿Por qué debe haber hoy en día cualquier conflicto político importante entre los anarco-capitalistas y minarquistas? En este mundo de estatismo, donde existe tanto terreno común, ¿por qué no puede trabajar los dos grupos en completa armonía hasta que hayamos alcanzado un mundo Cobdenita, después de lo cual pode

¿Odias al Estado?, Murray Rothbard



Recientemente he estado rumiando sobre cuáles son las cuestiones cruciales que dividen a los libertarios. Algunas que han recibido mucha atención en los últimos años son: el anarco-capitalismo vs gobierno limitado, el abolicionismo vs gradualismo, los derechos naturales contra el utilitarismo y la guerra contra la paz. Pero he concluido que, siendo como son estas preguntas tan importantes, en realidad no van directamente al nudo de la cuestión, a la línea divisoria fundamental entre nosotros.
Tomemos, por ejemplo, dos de las principales obras anarco-capitalistas de los últimos años: mi propio Hacia una Nueva Libertad La maquinaria de la Libertad de David Friedman. Superficialmente, las principales diferencias entre ellos son mi soporte de los derechos naturales y de un código de leyes racionales libertario, en contraste con el utilitarismo amoral de Friedman y la llamada a un intercambio de favores y concesiones mutuas entre las agencias de policía no libertarias. Pero la diferencia realmente es mucho más profunda. Se encuentra en mi obra Hacia una Nueva Libertad (y la mayoría del resto de mi trabajo también) un odio profundo y penetrante al Estado y todas sus obras, basada en la convicción de que el Estado es el enemigo de la humanidad.


Friday, June 17, 2016

¿Odias al Estado?, Murray Rothbard

El siguiente artículo es la traducción del magnífico artículo original de Murray Rothbard, Do you hate the State?, que escribió en 1977 pero que aún hoy tiene validez todas y cada una de las palabras que escribe Rothbard. Nada ha cambiado por parte del Estado, que continúa siendo nuestro enemigo. Tampoco han cambiado los minarquistas, que no se han radicalizado en absoluto -incluso se han ablandado un poco-.
Recientemente he estado rumiando sobre cuáles son las cuestiones cruciales que dividen a los libertarios. Algunas que han recibido mucha atención en los últimos años son: el anarco-capitalismo vs gobierno limitado, el abolicionismo vs gradualismo, los derechos naturales contra el utilitarismo y la guerra contra la paz. Pero he concluido que, siendo como son estas preguntas tan importantes, en realidad no van directamente al nudo de la cuestión, a la línea divisoria fundamental entre nosotros.
Tomemos, por ejemplo, dos de las principales obras anarco-capitalistas de los últimos años: mi propio Hacia una Nueva Libertad La maquinaria de la Libertad de David Friedman. Superficialmente, las principales diferencias entre ellos son mi soporte de los derechos naturales y de un código de leyes racionales libertario, en contraste con el utilitarismo amoral de Friedman y la llamada a un intercambio de favores y concesiones mutuas entre las agencias de policía no libertarias.



Pero la diferencia realmente es mucho más profunda. Se encuentra en mi obra Hacia una Nueva Libertad (y la mayoría del resto de mi trabajo también) un odio profundo y penetrante al Estado y todas sus obras, basada en la convicción de que el Estado es el enemigo de la humanidad. Por el contrario, es evidente que David no odia al Estado en absoluto, que sólo ha llegado a la convicción de que el anarquismo y la competencia de las fuerzas policiales privadas son un mejor sistema social y económico que cualquier otra alternativa. O, más ampliamente, que el anarquismo sería mejor que el laissez-faire que a su vez es mejor que el sistema actual. En medio de todo el espectro de alternativas políticas, David Friedman ha decidido que el anarcocapitalismo es superior. Pero superior a una estructura política existente, que es bastante buena también. En resumen, no hay ninguna señal de que David Friedman odie en ningún sentido el actual Estado americano o el Estado en sí, que lo odie profundamente y visceralmente como a una banda de ladrones rapaces, esclavizadores y asesinos. No es simplemente la convicción de que el anarquismo sería el mejor de los mundos posibles, pero que nuestro actual estado de cosas aleja bastante dicha conveniencia. Porque no deducimos de los escritos de Friedman que el Estado – cualquier Estado – sea una banda de criminales depredadores.
La misma impresión brilla a través de la escritura, por ejemplo, del filósofo político Eric Mack. Mack es un anarco-capitalista que cree en los derechos individuales, pero no se aprecia en su obra rastro alguno de odio apasionado al Estado, ni, a fortiori, cualquier atisbo de que el Estado es un saqueador y bestial enemigo.
Tal vez la palabra que mejor define nuestra distinción sea “radical“. Radical en el sentido de total, absoluta oposición desde la raíz a las ramas al sistema político existente y al propio Estado. Radical en el sentido de haber integrado oposición intelectual al Estado junto con un odio visceral hacia su penetrante y organizado sistema de crimen e injusticia. Es radical en el sentido de un compromiso profundo con el espíritu de la libertad y el antiestatismo que integra la razón y la emoción, el corazón y el alma.
Además, en contraste con lo que parece ser verdad hoy día, usted no tiene que ser un anarquista para ser radical en nuestro sentido, tal como usted puede ser un anarquista omitiendo la chispa radical. No puedo pensar en apenas un solo partidario del gobierno limitado de nuestros días que sea radical – un fenómeno verdaderamente sorprendente, cuando pensamos en nuestros antepasados liberales clásicos que fueron verdaderamente radicales, que odiaron el estatismo y los Estados de su tiempo con verdadera pasión the Levellers, Patrick Henry, Tom Paine, Joseph Priestleylos jacksonianos, Richard Cobden, y así sucesivamente, incluyendo a otros tantos grandes nombres del pasado. El odio radical de Tom Paine al Estado y al estatismo ha sido y es mucho más importante para la causa de la libertad que el hecho de que nunca cruzó la línea divisoria entre el laissez-faire y el anarquismo.
Y más cercanos a nuestros días, pienso en alguna de mis primeras influencias: Albert Jay Nock, H.L. Mencken, y Frank Chodorov fueron magnífica y perfectamente radicales. El odio de Nuestro Enemigo, el Estado (título de Nock) y del resto de sus obras brillaba a través de todos sus escritos como una estrella de faro. ¿Y qué si nunca hizo todo el camino hacia el anarquismo explícito? Es mucho mejor un Albert Nock que un centenar de anarco-capitalistas que están muy cómodos con el status quo existente.
¿Dónde están los Paines y Cobdens y Nocks de hoy? ¿Por qué casi todos nuestros laissez-faire de gobierno limitado son malditos conservadores y patriotas? Si lo contrario de “radical” es “conservador”, ¿dónde están nuestros radicales laissez-fairistas? Si nuestros partidarios del gobierno limitado fueran verdaderamente radicales, no habría prácticamente división entre nosotros. Lo que divide el movimiento ahora, la división de verdad, no es anarquistas vs. minarquistas, sino radicales vs conservadores. Señor, danos a los radicales, ya sean anarquistas o no.
Para llevar nuestro análisis más lejos, los anti-estatistas radicales son sumamente valiosos incluso si apenas se les pudiera considerar libertarios en un sentido amplio. Así, muchas personas admiran el trabajo de columnistas como Mike Royko y Nick von Hoffman al considerarlos simpatizantes libertarios y compañeros de viaje. Que ellos son, pero con esto no alcanzamos a comprender su importancia verdadera. Ya que en todas partes de los escritos de Royko y von Hoffman, tan incoherentes como indudablemente son, se percibe un odio omnipresente al Estado, a todos los políticos, burócratas, y sus clientes que, en su radicalismo genuino, es mucho más acorde al espíritu subyacente de la libertad que el caso de alguien que fríamente estudiara cada silogismo letra a letra. Y, por seguir con otro ejemplo, todo lema relativo “al modelo” de competencia entre tribunales.
Tomando el concepto de radical vs conservador en el sentido nuevo, vamos a analizar el ya famoso debate “abolicionismo” vs “gradualismo”. El quid de esta cuestión lo encontramos en la edición de agosto de Reason (una revista que respira “conservadurismo” a través de todos sus poros), en la que el editor Bob Poole pide a Milton Friedman que se enfrente a este debate. Friedman tiene la oportunidad de denunciar la “cobardía intelectual” de no exponer “posibles” métodos para ir todo lo lejos que se pueda en la consecución de objetivos. Poole y Friedman tienen “entre sus logros” ocultar los verdaderos problemas. No hay un solo abolicionista que no recurriera a un método factible, o un aumento gradual, si es que estuviera al alcance de sus manos. La diferencia es que los abolicionistas siempre mantienen en alto la bandera de su objetivo final, no ocultan sus principios básicos, y desean llegar a su meta tan rápido como sea humanamente posible. Por lo tanto, mientras que los abolicionistas aceptarán un paso gradual en la dirección correcta si eso es todo lo que pueden lograr, lo harán siempre aregañadientes, como un primer paso hacia una meta que siempre mantienen increíblemente clara. El abolicionista vendría a ser un “botón de empuje”, con ampollas en el pulgar de presionar un botón que tiene por objeto suprimir el Estado de inmediato, si es que existiera tal botón. Sin embargo, el abolicionista también sabe que por desgracia, no es posible dicho botón, y que va a tomar un poco del pan si es necesario – aunque siempre prefiriendo el pan entero si puede lograrlo.
Cabe señalar aquí que muchos de los más “famosos programas graduales” de Milton como el plan de vales, el impuesto sobre la renta negativo, la retención a cuenta, el papel moneda fiduciario- son graduales (o incluso no tan graduales) pasos en la dirección equivocada, lejos de la libertad, y por lo tanto de la militancia de muchos opositores libertarios a estos regímenes.Su posición de presionar botones se deriva de odio profundo y permanente que los abolicionistas sienten hacia el Estado y al gran motor de delincuencia y opresión que lleva aparejado. Con un mundo tan uniforme a la vista, el libertario radical nunca podría soñar con tener frente a sí mismo un botón mágico o resolver cualquier otro problema en la vida real con algunos áridos cálculos de costo-beneficio. Él sabe que el Estado debe reducirse lo más rápido y completamente posible. Periodo.
Y es por eso que el libertario radical, además de ser un abolicionista, también se niega a pensar en términos tales como un Plan de Cuatro Años de algún majestuoso y moderado procedimiento para la reducción del Estado. El radical – sea anarquista o laissez-faire – no puede pensar en términos como, por ejemplo: Bueno, el primer año, vamos a reducir el impuesto sobre la renta en un 2%, la abolición de la CPI, y reducir el salario mínimo. El segundo año vamos a suprimir el salario mínimo, reducir el impuesto sobre la renta por otro 2%, y reducir los pagos de bienestar social en un 3%, etc. El radical no se para a pensar en esos términos, porque los radicales se refieren al Estado como nuestro enemigo mortal, que debe ser hecho pedazos donde y cuando podamos. Para el libertario radical, debemos tomar todas y cada oportunidad para cortar del todo con el Estado, ya sea para reducir o suprimir un impuesto, un crédito presupuestario, o la potestad reglamentaria. Y el libertario radical es insaciable en este apetito hasta que el Estado haya sido abolido, o – para los minarquistas – reducido al máximo posible, a un mero papel laissez-faire.
Muchas personas se han preguntado: ¿Por qué debe haber hoy en día cualquier conflicto político importante entre los anarco-capitalistas y minarquistas? En este mundo de estatismo, donde existe tanto terreno común, ¿por qué no puede trabajar los dos grupos en completa armonía hasta que hayamos alcanzado un mundo Cobdenita, después de lo cual podemos airear nuestros desacuerdos? ¿Por qué se pelean por los tribunales, etc., en estos momentos? La respuesta a esta excelente pregunta es que marcharíamos mano a mano de esta manera si los minarquistas fueran radicales, tal como ellos fueron desde el nacimiento del liberalismo clásico hasta la década de 1940. Danos de nuevo los radicales antiestatistas, y la armonía de hecho será el triunfal reinado dentro del movimiento.

¿Odias al Estado?, Murray Rothbard

El siguiente artículo es la traducción del magnífico artículo original de Murray Rothbard, Do you hate the State?, que escribió en 1977 pero que aún hoy tiene validez todas y cada una de las palabras que escribe Rothbard. Nada ha cambiado por parte del Estado, que continúa siendo nuestro enemigo. Tampoco han cambiado los minarquistas, que no se han radicalizado en absoluto -incluso se han ablandado un poco-.
Recientemente he estado rumiando sobre cuáles son las cuestiones cruciales que dividen a los libertarios. Algunas que han recibido mucha atención en los últimos años son: el anarco-capitalismo vs gobierno limitado, el abolicionismo vs gradualismo, los derechos naturales contra el utilitarismo y la guerra contra la paz. Pero he concluido que, siendo como son estas preguntas tan importantes, en realidad no van directamente al nudo de la cuestión, a la línea divisoria fundamental entre nosotros.
Tomemos, por ejemplo, dos de las principales obras anarco-capitalistas de los últimos años: mi propio Hacia una Nueva Libertad La maquinaria de la Libertad de David Friedman. Superficialmente, las principales diferencias entre ellos son mi soporte de los derechos naturales y de un código de leyes racionales libertario, en contraste con el utilitarismo amoral de Friedman y la llamada a un intercambio de favores y concesiones mutuas entre las agencias de policía no libertarias.