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Wednesday, November 16, 2016

Milton Friedman y sus recomendaciones a Chile

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José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.org) y es académico distinguido del Instituto Cato.
En los últimos 10 años forjamos una amistad intelectual con Milton Friedman en múltiples encuentros, de los cuales destaco tres:
a) El 1 de Mayo de 1996 lo visité, con mi amigo Carlos Gómez, en su departamento en San Francisco con ocasión de los 15 años del inicio de operaciones del sistema de AFP y fuimos deslumbrados por horas por una mente brillante y un corazón valiente;
b) Al año siguiente, viajamos juntos en una limousine interminable desde San Francisco a San José, con Rose y el presidente del Cato Institute Ed Crane, pues en un gesto notable accedió a introducirme en una conferencia que me habían pedido 200 empresarios líderes de Sillicon Valley;


c) Junto con Antonio Martino, entonces Ministro de Defensa de Italia, fuimos los únicos extranjeros invitados a la ceremonia en la Casa Blanca del 9 de Mayo del 2002, llamada "A Lifetime of Achievement: Milton Friedman at 90", en la cual destacaron sus contribuciones el Presidente George W. Bush, el ex-Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Presidente del Federal Reserve Alan Greenspan, el Ministro de Justicia de Reagan Ed Meese, y el Premio Nobel Gary Becker.
Las ideas de Milton Friedman fueron claves en la Refundación de Chile y, desde ya, fue en el Capítulo 11 de su libro "Capitalismo y Libertad" donde por primera vez leí, a mediados de los 60, la idea que cambiaría mi vida: que en una sociedad libre se podía y se debía privatizar la previsión social.
Como no me atrevo a traducir a Yeats, permítanme despedirme de Milton Friedman con este poema en inglés: "Think where man´s glory most begins and ends/And say my glory was I had such friends".
Aquí está el texto completo de la carta que le envió Milton Friedman al Presidente Pinochet el 21 de Abril de 1975, despues de una visita de una semana a Chile. Ella aparece, por cierto en inglés, en el libro de memorias de Milton y Rose Friedman titulado "Two Lucky People" (The University of Chicago Press, 1998).

21 de Abril, 1975.

Personal
Excmo. Sr. Augusto Pinochet Ugarte
Presidente
Edificio Diego Portales
Santiago, Chile

Estimado señor Presidente:
Durante la visita que le hiciéramos el viernes 21 de Marzo, realizada con el objeto de discutir la situación económica de Chile, Usted me pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas económicas chilenas luego de completar mi estancia en su país. Esta carta responde a tal requerimiento.
Permítame primero decirle cuán agradecidos estamos mi esposa y yo de la cálida hospitalidad que nos brindaran tantos chilenos durante nuestra breve visita; nos hicieron sentir como si realmente estuviéramos en casa. Todos los chilenos que conocimos estaban muy conscientes de la seriedad de los problemas que su país enfrenta, dándose cuenta de que el futuro inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo, todos mostraban una firme determinación en aras de superar dichas dificultades y una especial dedicación en el trabajo por un futuro más próspero.
El problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado.
La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto público corresponde, aproximadamente, a un 40% del ingreso nacional. Cerca de un cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a través del impuesto oculto de la inflación. El impuesto inflación, utilizado para levantar una cantidad de dinero equivalente al 10% del ingreso nacional es, por ende, extremadamente gravoso - una tasa impositiva de 300% a 400% (es decir, la tasa de inflación)- impuesta sobre una estrecha base de cálculo- 3% a 4% del ingreso nacional (es decir, el valor de la cantidad de dinero que circula en Chile como efectivo y depósitos en cuentas corrientes).
Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en efectivo. Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de los países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más cercana al 30% del ingreso nacional que al 3% o 4% de éste. Desde la perspectiva del gasto total, que es un múltiplo del ingreso, el dinero en Chile alcanza sólo a algo así como 3 días de gasto, lo que fuerza a realizar nada más que operaciones de subsistencia en el rubro comercio, además de estrangular al mercado de capitales.
Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos fondos prestados.
En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la manera más conveniente para reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente, contribuye al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases de un saludable crecimiento económico.
La disminución del déficit fiscal es requisito indispensable para terminar con la inflación. Un problema menos claro es cuán rápidamente debe terminarse con ella. Para un país como Estados Unidos, en el cual la inflación es de alrededor del 10%, yo aconsejo una política gradual de eliminación en dos o tres años. Pero para Chile, en que la inflación se mueve entre el 10% y 20% mensual, creo que graduar su eliminación no es viable; conllevaría una tan gravosa operación por un periodo de tiempo tan largo, que temo la paciencia no acompañaría el esfuerzo.
No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo desempleo. Sin embargo, y desafortunadamente, Chile enfrenta una elección entre dos males, un breve periodo de alto desempleo o un largo periodo de alto desempleo, aunque sutilmente inferior al primero. En mi opinión, las experiencias de Alemania y Japón luego de la II Guerra Mundial, de Brasil más recientemente, del reajuste de postguerra en Estados Unidos, cuando el gasto público fue reducido drástica y rápidamente, argumentan en pro de un tratamiento de shock. Todas estas experiencias sugieren que este periodo de severas dificultades transicionales sea breve (medible en meses) para que así la subsecuente recuperación sea rápida.
Para mitigar los costos de la transición y facilitar la recuperación, creo que las medidas fiscales y monetarias debieran ser parte de un paquete que incluya medidas que eliminen los obstáculos a la empresa privada y que alivien la aguda angustia.
Para acotar, haré un bosquejo de los contenidos de un paquete de propuestas específicas. Mi conocimiento de Chile es muy limitado como para permitirme ser tanto preciso como exhaustivo, de modo que estas medidas deben ser consideradas más bien como ilustrativas.
Si este enfoque de shock fuera adoptado, creo que debiera ser anunciado pública, muy detalladamente y, además, entrar en vigor en una fecha muy cercana a dicho anuncio. Cuánto mejor informado se encuentre el público, más contribuirán sus reacciones al ajuste. A continuación propongo una muestra de las medidas que debieran ser tomadas:
1.- Una reforma monetaria que reemplace el escudo por el peso, con 1 peso = 10.000 escudos (o quizás 1.000 escudos). Por sí misma, esta medida no produciría ningún efecto sustancial, pero cumpliría una valiosa función sicológica.
2.- Un compromiso del gobierno de reducir su gasto en 25% dentro de seis meses; reducción que debiera tomar la forma de una disminución transversal del presupuesto de cada repartición en 25%, con los relativos a personal a tomarse cuán pronto como sea posible. Sin embargo, las reducciones de gasto debieran ser escalonadas en base a un periodo de seis meses para permitir el pago de generosas indemnizaciones. (Cualquier intento de ser selectivo o parcial tiene la probabilidad de fracasar debido a las posibles manipulaciones de cada repartición por lograr que la reducción presupuestaria afecte a otra de ellas. Es preferible hacer primero una reducción transversal, para luego reasignar el total ya reducido).
3.- Un crédito nacional de estabilización otorgado por el público para complementar la reducción del gasto durante los seis primeros meses para permitir así una más rápida reducción en la emisión de dinero que en el gasto. Las condiciones debieran incluir un reajuste por inflación para lograr la confianza del público en la determinación del gobierno de terminar con la inflación.
4.- Si fuera posible, un crédito externo de estabilización para el mismo propósito.
5.- Un categórico compromiso del gobierno de que después de seis meses no financiará más gasto alguno a través de la emisión de dinero. (Así como la recuperación económica se vaya dando, la cantidad de dinero deseable en términos reales, esto es, la cantidad consistente con precios estables, aumentará. Sin embargo, este incremento debiera servir como base para la expansión de un mercado de capitales privado en vez de utilizarse para financiar gasto público).
6.- Continuar con vuestra política actual de un tipo de cambio diseñado para aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado.
7.- La eliminación de la mayor cantidad posible de obstáculos que, hoy por hoy, entorpecen el desarrollo del libre mercado. Por ejemplo, suspender, en el caso de las personas que van a emplearse, la ley actual que impide el despido de los trabajadores. En la actualidad, esta ley causa desempleo. También, eliminar los obstáculos a la creación de nuevas instituciones financieras. Asimismo, eliminar la mayor cantidad posible de controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no sirve como medida para eliminar la inflación; por el contrario, es una de las peores partes de la enfermedad. (Eliminar obstáculos, pero no sustituir subsidios. La empresa privada tendrá la facultad de gozar de las recompensas del éxito sólo si también arriesga soportar los costos del fracaso. Todo hombre de negocios cree en la libre empresa para todos, pero busca también favores especiales para sí mismo. Ningún obstáculo, ningún subsidio; esa debiera ser la regla).
8.- Tome las providencias necesarias para aliviar cualquier caso de real dificultad y severa angustia que se de entre las clases más pobres. Tome en cuenta que las medidas tomadas no producirán, por sí mismas, daño en estos grupos. El despido de empleados públicos no reducirá la producción, sino que simplemente eliminará gasto- sus despidos no significarán la producción de un pan o un par de zapatos menos. Pero indirectamente, algunas de las clases menos privilegiadas serán afectadas y, séanlo o no, el programa de medidas será señalado como el culpable de sus angustias. Por lo tanto, sería beneficioso tomar ciertas providencias de este tipo en dicho programa. En este aspecto, mi ignorancia de la situación y acuerdos actuales vigentes en Chile me hacen imposible ser más específico.
Un programa de shock tal como este podría eliminar la inflación en cuestión de meses. También fundaría las bases necesarias para lograr la solución de su segundo problema- la promoción de una efectiva economía social de mercado.
Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de tendencias al socialismo que comenzaron hace 40 años y que alcanzaron su lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende. Ustedes han sido extremadamente sabios en la aplicación de las muchas medidas que ya han tomado para revertir esta tendencia.
La eliminación de la inflación llevará a una rápida expansión del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la privatización de empresas y actividades que aún se encuentran en manos del Estado.
El más importante paso en este sentido es la liberalización del comercio internacional para, de este modo, proveer de una efectiva competitividad a las empresas chilenas y promover la expansión tanto de las importaciones como de las exportaciones. Lo anterior no sólo mejorará el bienestar del chileno común al permitirle adquirir todos los bienes al menor costo, sino que también disminuirá la dependencia de Chile en un sola exportación de importancia: el cobre. Quizás la mayor recompensa en esta área se obtendría a través de la liberalización de la importación de vehículos motorizados.
Estoy conciente de que su Gobierno ya ha dado pasos importantes y planea otros futuros en orden a reducir las barreras al comercio internacional y a liberalizarlo, y que, como resultado de ello, la ventaja competitiva real de Chile se refleja mejor en éste hoy que en las décadas pasadas. Este es un gran logro. También veo que en esta área existe un fuerte argumento a favor de una gradualización para entregar a los productores chilenos una oportunidad para ajustarse a las nuevas condiciones. No obstante, gradualismo no debe significar quedarse estancado. En mi opinión personal, creo que un buen consejo para Chile sería dirigirse a la liberalización del comercio a una velocidad y en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han sido propuestas. Un comercio totalmente libre es el objetivo final deseable, aunque no sea posible de alcanzar en el más cercano futuro.
Quisiera concluir esta carta diciendo que estoy seguro que Chile tiene un gran potencial. Ha sido un pueblo capaz, letrado, creativo y lleno de energía, que tiene una larga historia y tradición de orden y paz social. Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el mío, se encausó en la ruta equivocada- por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno.
Si Chile toma hoy la senda correcta, creo que puede lograr otro milagro económico: despegar hacia un crecimiento económico sostenido que proveerá una ampliamente compartida prosperidad. Pero para aprovechar esta oportunidad, Chile deberá primero superar un muy dificultoso periodo de transición.
Sinceramente,
Milton Friedman

Milton Friedman y sus recomendaciones a Chile

Image result for cattle ranches in montana

José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.org) y es académico distinguido del Instituto Cato.
En los últimos 10 años forjamos una amistad intelectual con Milton Friedman en múltiples encuentros, de los cuales destaco tres:
a) El 1 de Mayo de 1996 lo visité, con mi amigo Carlos Gómez, en su departamento en San Francisco con ocasión de los 15 años del inicio de operaciones del sistema de AFP y fuimos deslumbrados por horas por una mente brillante y un corazón valiente;
b) Al año siguiente, viajamos juntos en una limousine interminable desde San Francisco a San José, con Rose y el presidente del Cato Institute Ed Crane, pues en un gesto notable accedió a introducirme en una conferencia que me habían pedido 200 empresarios líderes de Sillicon Valley;

Thursday, October 20, 2016

Un ensayo de Milton Friedman

Un ensayo de Milton Friedman

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Uno de los trabajos interesantes e inspiradores de Friedman, esta vez en coautoría con su mujer Rose, se titula “La corriente en los asunto de los hombres” traducido y publicado en Libertas con la autorización de los autores y de Hoover Institution en la edición de la mencionada revista académica de octubre de 1989 (un mes antes del derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlin, aunque originalmente publicado en 1988 en la colección titulada Thinking About America por Hoover Institution Press). Como es un tema de permanente actualidad, es oportuno comentar los aspectos más salientes de este ensayo.


Los Friedman subrayan la importancia decisiva de las ideas en los procesos humanos y reiteran la verdad que encierra el título y el contenido del muy citado libro de Richard Weaver, Ideas Have Consequences. De ahí es que resultan tan necesarios los esfuerzos educativos respecto a la trasmisión de valores y principios compatibles con la sociedad abierta si quiere preservarse la libertad y el consiguiente respeto recíproco.
En este ensayo se destacan las corrientes de pensamiento que, al igual que las corrientes marinas, tardan en manifestarse pero una vez que lo hacen dejan su marca y allí se dice que este proceso clave no ha sido suficientemente tratado por historiadores y economistas. Escriben que “la hipótesis es la siguiente: un cambio importante en la política social y económica está precedida por un cambio en el clima de opinión intelectual” y señalan que una vez trabajada la idea en el terreno académico se traslada a otras instancias hasta que llega a los medios de comunicación y, por ende, al público en general. Pero para mantener esta tendencia debe alimentarse permanentemente la idea, de lo contrario será sustituida por lo que Albert V. Dicey denominó las contracorrientes que en general se deben a la desaparición de los protagonistas originales cuando los espacios respectivos quedan vacantes.
Friedman describe muy ajustadamente el punto al poner de manifiesto que para conjeturar lo que ocurrirá en un próximo tiempo no hay que mirar lo que sucede en la superficie sino bucear en la corriente que se está gestando en las profundidades, a saber, en el mundo académico. Apunta que “hacen falta independencia y coraje intelectuales para iniciar una contracorriente que domine la opinión”, lo cual nos recuerda el buen consejo de Arthur Koestler  citado por William Buckley, Jr en su God and Man at Yale. The Supertitions of Academic Freedom: “Uno debería escribir con vigor sobre aquello que uno estima verdadero o, de lo contrario, quedarse callado”. Los tibios no sirven, parafaseando a Mario Vargas Llosa “son figuras de superficie sin mayor trastienda”.
Los autores ilustran su tesis con tres correntadas que marcan las políticas de tiempos recientes y contemporáneos. Una primera que denomina del laissez-faire o de Adam Smith, una segunda que reconoce como de Estado Benefactor o  de los fabianos y una tercera que bautiza como de resurgimiento de los mercados libres o la corriente de Hayek.
Se consigna en este ensayo que “La primera corriente que analizaremos comienza en Escocia en el sigo xviii con la reacción contra el mercantilismo [una oleada anterior] expresada en los escritos de David Hume, en The Theory of Moral Sentiments de Smith (1759) y, sobre todo, en The Wealth of Nations, también de Adam Smith (1776). The Wealth of Nations se considera en forma unánime y con justicia como la piedra fundamental de la economía científica moderna. Su fueraza normativa y su influencia sobre el mundo intelectual revisten gran importancia para nuestro objetivo actual. Su rápida influencia sobre la comunidad intelectual reflejó, sin duda alguna, las semillas plantadas por Hume y otros -las contracorrientes intelectuales de la corriente mercantilista- así como también las primeras etapas de la Revolución Industrial. Del otro lado del Atlántico, el año 1776 también fue testigo de la proclamación de la Declaración de la Independencia, en varios aspectos el gemelo político de la economía de Smith. La obra de Smith fue rápida y generalmente aceptada por los Padres Fundadores”.
Y más adelante se lee que “No es fácil medir el papel que desempeña el gobierno en la economía. Una medida útil, aunque reconocida como imperfecta, es la relación del gasto público con el ingreso nacional. En el punto culminante del laissez-faire, el gasto gubernamental en tiempos de paz fue inferior al 10 por ciento del ingreso nacional, tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña”.
Respecto a la segunda correntada, se apunta que “Este notable progreso no impidió que la corriente intelectual se apartara del individualismo y se volcara hacia el colectivismo […] El punto culminante, cuando el colectivismo comenzó a dominar la opinión intelectual, tuvo lugar algunas décadas más tarde. La fundación del la Sociedad Fabiana, dedicada al establecimiento gradual del socialismo por George Bernard Shaw, Sydney Webb y otros en 1883 es quizá la mejor fecha divisoria para Gran Bretaña. Una fecha comparable en el caso de los Estados Unidos es 1885, cuando la Asociación Norteamericana de Economía fue fundada por un grupo de economistas jóvenes que habían vuelto de estudiar en Alemania imbuidos de ideas socialistas que esperaban difundir a través de la asociación”.
Por último, la tercera corriente que describe la visión friedmaniana se identifica del siguiente modo: “Así como había ocurrido con la corriente anterior, el mundo de las ideas comenzó a cambiar su rumbo al mismo tiempo que en el mundo de la práctica, la corriente alcanzaba su punto máximo. Durante el predomino de las ideas socialistas habían existido contracorrientes puestas en práctica en Gran Bretaña por Lionel Robbins, Friedrich Hayek y algunos de sus colegas en la London School of Economics, en Austria por Ludwig von Mises y sus discípulos y en los Estados Unidos por Albert Jay Nock, H.L. Mencken y otros autors populares; Henry Simons, Frank Knight y Jacob Viner en la Universidad de Chicago y Gottfried Haberler y Joseph Schumpeter en Harvard, para mencionar solo algunos. El libro The Road to Serfdom de Hayek, un best-seller sorpresa en Gran Bretaña y en los Estados Unidos en 1944, fue probablemente la primera incursión real en el punto de vista intelectual dominante” y también Friedman se refiere a su Capitalism and Freedom y mucho más tarde Free to Chose. Además dice que en los inicios debe enfatizarse el rol decisivo que tuvo el establecimiento por Leonard Read de la Foundation for Economic Education (FEE) en 1946 con su muy difundida revista The Freeman.  
Este es un muy apretado resumen de un largo ensayo por Milton y Rose Friedman, es aconsejable leerlo completo al efecto de informarse de extensos pasajes en los que los autores de refieren a acontecimientos históricos de importancia que no caben en una nota periodística.
De cualquier manera, este estudio muestra una vez más la trascendencia de la educación como la vía para modificar la articulación de discursos políticos siempre atentos para sobrevivir por lo que están atentos de las medidas que reclama la opinión pública a su vez influida decisivamente por faenas educativas previas. Esto va para despejar la sandez de que “la teoría es irrelevante, lo importante es la práctica” sin percatarse, por un lado, que sin una adecuada teoría se anda a los tumbos y, por otro, que todo lo que hacemos y consideramos práctico es porque adoptamos una buena teoría forjada por otros en otros momentos. La jardinería, la agricultura, las computadoras, la alimentación, los medicamentos, todo es fruto de buenas teorías por eso el dictum de “nada es más práctico que una buena teoría”.
En la sección de las conclusiones, los Friedman advierten que “Para aquellos que creen en una sociedad libre y en un papel del gobierno apenas limitado, ésta [la mencionada tercera corriente] es una perspectiva optimista, sin bien no hay razón para la complacencia. Nada es inevitable en el curso de la historia […] La corriente impulsora en los asuntos de los hombres que se encuentra en la primera etapa aún puede ser abortada, abrumada por una corriente renovada de colectivismo”. En la misma línea argumental, es pertinente citar un pensamiento de Albert Schweitzer de su The Philosophy of Civilization: “Cada época vive en la conciencia de lo que han provisto los pensadores bajo cuya influencia se opera”.
En todo caso tenemos que estar atentos a la visión kafkiana de la sociedad que como muy bien explica Milan Kundera en la quinta parte de El arte de la novela, “En la historia moderna hay tendencias que producen lo kafkiano en la gran dimensión social: la concentración progresiva del poder que tiende a divinizarse, la burocratización de la actividad social que transforma todas las instituciones en laberintos sin fin, la consiguiente despersonalización del hombre”.

Un ensayo de Milton Friedman

Un ensayo de Milton Friedman

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Uno de los trabajos interesantes e inspiradores de Friedman, esta vez en coautoría con su mujer Rose, se titula “La corriente en los asunto de los hombres” traducido y publicado en Libertas con la autorización de los autores y de Hoover Institution en la edición de la mencionada revista académica de octubre de 1989 (un mes antes del derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlin, aunque originalmente publicado en 1988 en la colección titulada Thinking About America por Hoover Institution Press). Como es un tema de permanente actualidad, es oportuno comentar los aspectos más salientes de este ensayo.

Friday, August 5, 2016

Milton Friedman y sus recomendaciones a Chile

José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.com), es co-presidente del Proyecto para la Privatización de la Seguridad Social del Cato Institute, y presidente del International Center for Pension Reform.
En los últimos 10 años forjamos una amistad intelectual con Milton Friedman en múltiples encuentros, de los cuales destaco tres:
a) El 1 de Mayo de 1996 lo visité, con mi amigo Carlos Gómez, en su departamento en San Francisco con ocasión de los 15 años del inicio de operaciones del sistema de AFP y fuimos deslumbrados por horas por una mente brillante y un corazón valiente;
b) Al año siguiente, viajamos juntos en una limousine interminable desde San Francisco a San José, con Rose y el presidente del Cato Institute Ed Crane, pues en un gesto notable accedió a introducirme en una conferencia que me habían pedido 200 empresarios líderes de Sillicon Valley;
c) Junto con Antonio Martino, entonces Ministro de Defensa de Italia, fuimos los únicos extranjeros invitados a la ceremonia en la Casa Blanca del 9 de Mayo del 2002, llamada "A Lifetime of Achievement: Milton Friedman at 90", en la cual destacaron sus contribuciones el Presidente George W. Bush, el ex-Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Presidente del Federal Reserve Alan Greenspan, el Ministro de Justicia de Reagan Ed Meese, y el Premio Nobel Gary Becker.



Las ideas de Milton Friedman fueron claves en la Refundación de Chile y, desde ya, fue en el Capítulo 11 de su libro "Capitalismo y Libertad" donde por primera vez leí, a mediados de los 60, la idea que cambiaría mi vida: que en una sociedad libre se podía y se debía privatizar la previsión social.
Como no me atrevo a traducir a Yeats, permítanme despedirme de Milton Friedman con este poema en inglés: "Think where man´s glory most begins and ends/And say my glory was I had such friends".
Aquí está el texto completo de la carta que le envió Milton Friedman al Presidente Pinochet el 21 de Abril de 1975, despues de una visita de una semana a Chile. Ella aparece, por cierto en inglés, en el libro de memorias de Milton y Rose Friedman titulado "Two Lucky People" (The University of Chicago Press, 1998).

21 de Abril, 1975.

Personal
Excmo. Sr. Augusto Pinochet Ugarte
Presidente
Edificio Diego Portales
Santiago, Chile

Estimado señor Presidente:
Durante la visita que le hiciéramos el viernes 21 de Marzo, realizada con el objeto de discutir la situación económica de Chile, Usted me pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas económicas chilenas luego de completar mi estancia en su país. Esta carta responde a tal requerimiento.
Permítame primero decirle cuán agradecidos estamos mi esposa y yo de la cálida hospitalidad que nos brindaran tantos chilenos durante nuestra breve visita; nos hicieron sentir como si realmente estuviéramos en casa. Todos los chilenos que conocimos estaban muy conscientes de la seriedad de los problemas que su país enfrenta, dándose cuenta de que el futuro inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo, todos mostraban una firme determinación en aras de superar dichas dificultades y una especial dedicación en el trabajo por un futuro más próspero.
El problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado.
La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto público corresponde, aproximadamente, a un 40% del ingreso nacional. Cerca de un cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a través del impuesto oculto de la inflación. El impuesto inflación, utilizado para levantar una cantidad de dinero equivalente al 10% del ingreso nacional es, por ende, extremadamente gravoso - una tasa impositiva de 300% a 400% (es decir, la tasa de inflación)- impuesta sobre una estrecha base de cálculo- 3% a 4% del ingreso nacional (es decir, el valor de la cantidad de dinero que circula en Chile como efectivo y depósitos en cuentas corrientes).
Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en efectivo. Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de los países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más cercana al 30% del ingreso nacional que al 3% o 4% de éste. Desde la perspectiva del gasto total, que es un múltiplo del ingreso, el dinero en Chile alcanza sólo a algo así como 3 días de gasto, lo que fuerza a realizar nada más que operaciones de subsistencia en el rubro comercio, además de estrangular al mercado de capitales.
Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos fondos prestados.
En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la manera más conveniente para reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente, contribuye al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases de un saludable crecimiento económico.
La disminución del déficit fiscal es requisito indispensable para terminar con la inflación. Un problema menos claro es cuán rápidamente debe terminarse con ella. Para un país como Estados Unidos, en el cual la inflación es de alrededor del 10%, yo aconsejo una política gradual de eliminación en dos o tres años. Pero para Chile, en que la inflación se mueve entre el 10% y 20% mensual, creo que graduar su eliminación no es viable; conllevaría una tan gravosa operación por un periodo de tiempo tan largo, que temo la paciencia no acompañaría el esfuerzo.
No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo desempleo. Sin embargo, y desafortunadamente, Chile enfrenta una elección entre dos males, un breve periodo de alto desempleo o un largo periodo de alto desempleo, aunque sutilmente inferior al primero. En mi opinión, las experiencias de Alemania y Japón luego de la II Guerra Mundial, de Brasil más recientemente, del reajuste de postguerra en Estados Unidos, cuando el gasto público fue reducido drástica y rápidamente, argumentan en pro de un tratamiento de shock. Todas estas experiencias sugieren que este periodo de severas dificultades transicionales sea breve (medible en meses) para que así la subsecuente recuperación sea rápida.
Para mitigar los costos de la transición y facilitar la recuperación, creo que las medidas fiscales y monetarias debieran ser parte de un paquete que incluya medidas que eliminen los obstáculos a la empresa privada y que alivien la aguda angustia.
Para acotar, haré un bosquejo de los contenidos de un paquete de propuestas específicas. Mi conocimiento de Chile es muy limitado como para permitirme ser tanto preciso como exhaustivo, de modo que estas medidas deben ser consideradas más bien como ilustrativas.
Si este enfoque de shock fuera adoptado, creo que debiera ser anunciado pública, muy detalladamente y, además, entrar en vigor en una fecha muy cercana a dicho anuncio. Cuánto mejor informado se encuentre el público, más contribuirán sus reacciones al ajuste. A continuación propongo una muestra de las medidas que debieran ser tomadas:
1.- Una reforma monetaria que reemplace el escudo por el peso, con 1 peso = 10.000 escudos (o quizás 1.000 escudos). Por sí misma, esta medida no produciría ningún efecto sustancial, pero cumpliría una valiosa función sicológica.
2.- Un compromiso del gobierno de reducir su gasto en 25% dentro de seis meses; reducción que debiera tomar la forma de una disminución transversal del presupuesto de cada repartición en 25%, con los relativos a personal a tomarse cuán pronto como sea posible. Sin embargo, las reducciones de gasto debieran ser escalonadas en base a un periodo de seis meses para permitir el pago de generosas indemnizaciones. (Cualquier intento de ser selectivo o parcial tiene la probabilidad de fracasar debido a las posibles manipulaciones de cada repartición por lograr que la reducción presupuestaria afecte a otra de ellas. Es preferible hacer primero una reducción transversal, para luego reasignar el total ya reducido).
3.- Un crédito nacional de estabilización otorgado por el público para complementar la reducción del gasto durante los seis primeros meses para permitir así una más rápida reducción en la emisión de dinero que en el gasto. Las condiciones debieran incluir un reajuste por inflación para lograr la confianza del público en la determinación del gobierno de terminar con la inflación.
4.- Si fuera posible, un crédito externo de estabilización para el mismo propósito.
5.- Un categórico compromiso del gobierno de que después de seis meses no financiará más gasto alguno a través de la emisión de dinero. (Así como la recuperación económica se vaya dando, la cantidad de dinero deseable en términos reales, esto es, la cantidad consistente con precios estables, aumentará. Sin embargo, este incremento debiera servir como base para la expansión de un mercado de capitales privado en vez de utilizarse para financiar gasto público).
6.- Continuar con vuestra política actual de un tipo de cambio diseñado para aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado.
7.- La eliminación de la mayor cantidad posible de obstáculos que, hoy por hoy, entorpecen el desarrollo del libre mercado. Por ejemplo, suspender, en el caso de las personas que van a emplearse, la ley actual que impide el despido de los trabajadores. En la actualidad, esta ley causa desempleo. También, eliminar los obstáculos a la creación de nuevas instituciones financieras. Asimismo, eliminar la mayor cantidad posible de controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no sirve como medida para eliminar la inflación; por el contrario, es una de las peores partes de la enfermedad. (Eliminar obstáculos, pero no sustituir subsidios. La empresa privada tendrá la facultad de gozar de las recompensas del éxito sólo si también arriesga soportar los costos del fracaso. Todo hombre de negocios cree en la libre empresa para todos, pero busca también favores especiales para sí mismo. Ningún obstáculo, ningún subsidio; esa debiera ser la regla).
8.- Tome las providencias necesarias para aliviar cualquier caso de real dificultad y severa angustia que se de entre las clases más pobres. Tome en cuenta que las medidas tomadas no producirán, por sí mismas, daño en estos grupos. El despido de empleados públicos no reducirá la producción, sino que simplemente eliminará gasto- sus despidos no significarán la producción de un pan o un par de zapatos menos. Pero indirectamente, algunas de las clases menos privilegiadas serán afectadas y, séanlo o no, el programa de medidas será señalado como el culpable de sus angustias. Por lo tanto, sería beneficioso tomar ciertas providencias de este tipo en dicho programa. En este aspecto, mi ignorancia de la situación y acuerdos actuales vigentes en Chile me hacen imposible ser más específico.
Un programa de shock tal como este podría eliminar la inflación en cuestión de meses. También fundaría las bases necesarias para lograr la solución de su segundo problema- la promoción de una efectiva economía social de mercado.
Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de tendencias al socialismo que comenzaron hace 40 años y que alcanzaron su lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende. Ustedes han sido extremadamente sabios en la aplicación de las muchas medidas que ya han tomado para revertir esta tendencia.
La eliminación de la inflación llevará a una rápida expansión del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la privatización de empresas y actividades que aún se encuentran en manos del Estado.
El más importante paso en este sentido es la liberalización del comercio internacional para, de este modo, proveer de una efectiva competitividad a las empresas chilenas y promover la expansión tanto de las importaciones como de las exportaciones. Lo anterior no sólo mejorará el bienestar del chileno común al permitirle adquirir todos los bienes al menor costo, sino que también disminuirá la dependencia de Chile en un sola exportación de importancia: el cobre. Quizás la mayor recompensa en esta área se obtendría a través de la liberalización de la importación de vehículos motorizados.
Estoy conciente de que su Gobierno ya ha dado pasos importantes y planea otros futuros en orden a reducir las barreras al comercio internacional y a liberalizarlo, y que, como resultado de ello, la ventaja competitiva real de Chile se refleja mejor en éste hoy que en las décadas pasadas. Este es un gran logro. También veo que en esta área existe un fuerte argumento a favor de una gradualización para entregar a los productores chilenos una oportunidad para ajustarse a las nuevas condiciones. No obstante, gradualismo no debe significar quedarse estancado. En mi opinión personal, creo que un buen consejo para Chile sería dirigirse a la liberalización del comercio a una velocidad y en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han sido propuestas. Un comercio totalmente libre es el objetivo final deseable, aunque no sea posible de alcanzar en el más cercano futuro.
Quisiera concluir esta carta diciendo que estoy seguro que Chile tiene un gran potencial. Ha sido un pueblo capaz, letrado, creativo y lleno de energía, que tiene una larga historia y tradición de orden y paz social. Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el mío, se encausó en la ruta equivocada- por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno.
Si Chile toma hoy la senda correcta, creo que puede lograr otro milagro económico: despegar hacia un crecimiento económico sostenido que proveerá una ampliamente compartida prosperidad. Pero para aprovechar esta oportunidad, Chile deberá primero superar un muy dificultoso periodo de transición.
Sinceramente,
Milton Friedman

Milton Friedman y sus recomendaciones a Chile

José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.com), es co-presidente del Proyecto para la Privatización de la Seguridad Social del Cato Institute, y presidente del International Center for Pension Reform.
En los últimos 10 años forjamos una amistad intelectual con Milton Friedman en múltiples encuentros, de los cuales destaco tres:
a) El 1 de Mayo de 1996 lo visité, con mi amigo Carlos Gómez, en su departamento en San Francisco con ocasión de los 15 años del inicio de operaciones del sistema de AFP y fuimos deslumbrados por horas por una mente brillante y un corazón valiente;
b) Al año siguiente, viajamos juntos en una limousine interminable desde San Francisco a San José, con Rose y el presidente del Cato Institute Ed Crane, pues en un gesto notable accedió a introducirme en una conferencia que me habían pedido 200 empresarios líderes de Sillicon Valley;
c) Junto con Antonio Martino, entonces Ministro de Defensa de Italia, fuimos los únicos extranjeros invitados a la ceremonia en la Casa Blanca del 9 de Mayo del 2002, llamada "A Lifetime of Achievement: Milton Friedman at 90", en la cual destacaron sus contribuciones el Presidente George W. Bush, el ex-Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Presidente del Federal Reserve Alan Greenspan, el Ministro de Justicia de Reagan Ed Meese, y el Premio Nobel Gary Becker.


Monday, August 1, 2016

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman



Por Juan Ramón Rallo
Ideas - Libertad Digital, Madrid
(Publicado originalmente el 20/11/2007)
Acaba de cumplirse un año de la muerte de Milton Friedman, para muchos el liberal más importante del siglo XX. No voy a ser yo quien niegue que ayudó a promover la libertad en múltiples ámbitos, pero tampoco voy a ser quien oculte sus errores más flagrantes y perniciosos para el capitalismo. De hecho, reputados liberales no dudaron en calificarle de "socialista" por sus controvertidas opiniones.
Las mayores meteduras de pata de Friedman se produjeron en el ámbito monetario. No es casualidad, pues, que recibiera sus primeros reproches en esta materia. (En este punto, yo tampoco dudaría en tildarle de socialista). Como recoge en sus memorias, Two Lucky People, Friedman y su mujer acudieron una vez a un seminario sobre cuestiones monetarias organizado por Frank Knight y en el que también tomó parte Melchior Palyi, uno de los mayores genios en teoría monetaria que dio el siglo pasado. Cuando Friedman terminó de defender el dinero fiduciario y los tipos de cambio flexibles, Palyi, muy enojado, lo tachó de "comunista".
 
 
Y es que la propuesta de Friedman concedía a los Gobiernos la facultad para envilecer tanto como quisieran la moneda, al no estar ésta ligada a estándar de valor alguno. Debido a la contaminación friedmanita, se ha extendido la muy errónea idea de que los tipos de cambio flexibles son una medida más propia del libre mercado que los fijos, más parecidos a los intervencionistas controles de precios. Pero, como explica Richard Salsman, "eso es como afirmar que un sistema de pesos y medidas fijos (100 centímetros = 1 metro) es estatista y uno de pesos y medidas variables (ahora, 100 centímetros = 1 metro; dentro de un minuto, 100 centímetros = 2 metros), propio del libre mercado".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los errores en teoría monetaria de Friedman no terminan aquí. A juicio de otro gran economista, Antal Fekete, Friedman fue, junto con Keynes, el mayor enemigo del patrón oro en el siglo XX. Keynes contribuyó a que Roosevelt expropiara, en 1933, el oro a los estadounidenses; Friedman, a que Nixon se lo quitara a los extranjeros en 1973, con el abandono de Bretton Woods.
 
En lugar de por el dinero respaldado, Friedman abogaba por un monopolio que emitiera papel incovertible a una tasa fija. Desde el abandono de Bretton Woods, que Friedman apoyó de manera entusiasta, el dólar ha perdido más del 95% de su valor con respecto al oro. El economista de Chicago es uno de los principales responsables del robo monumental que han padecido los acreedores estadounidenses en forma de inflación. Como denuncia Fekete: "Si la potestad para incrementar la oferta monetaria se delega a una agencia con pretensiones científicas, entonces esta agencia se convierte en un medio por el que obtener el poder absoluto. No importa cómo se mire, el poder para emitir moneda es un poder absoluto. Y el poder absoluto conduce a la corrupción absoluta".
 
Friedman abogó por ese poder absoluto. El desastre actual del dólar es un homenaje a sus ideas.
 
Política fiscal
 
También en política fiscal fueron nefastas las teorías de Friedman. En 1947, durante la primera reunión de la sociedad Mont Pèlerin, Friedman y el resto de los asistentes comenzaron a discutir sobre los métodos más eficientes para acometer una política redistributiva. Ludwig von Mises, que se contaba entre los asistentes, no pudo aguantar tamaña pérdida de tiempo antiliberal, por lo que se marchó indignado y dando un portazo, no sin antes exclamar: "¡Sois todos un puñado de socialistas!".
 
En sus memorias, Friedman cree que ninguno de los asistentes merecía tal calificativo. Pero lo cierto es que, repasando algunas de sus propuestas fiscales, cabe dudarlo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El economista de Chicago fue uno de los artífices de las restricciones fiscales aplicadas durante la II Guerra Mundial. Hasta ese momento, los estadounidenses pagaban íntegramente sus impuestos cada 15 de marzo. Tras la reforma de Friedman, el Estado podía ir extrayendo los tributos mensualmente de sus nóminas, con lo que se quedaban antes sin parte de su renta. (Esto impedía, entre otras cosas, invertir y rentabilizar el dinero extraído por el Estado).
 
Rothbard llegó a escribir que tal medida permitía al Gobierno "utilizar a cada empresario como un recudador de impuestos no retribuido, con lo que se extraen los tributos de manera silenciosa y casi imperceptible". "Hay que agradecer a Milton Friedman su contribución a la creación del Estado-Leviatán en los Estados Unidos", remachó.
 
Curiosamente, el propio Friedman suscribió esta contundente crítica de Rothbard:
Nunca se me ocurrió que estuviera ayudando a construir una maquinaria que haría viable un Gobierno como el que tantas veces he criticado: demasiado grande, demasiado intrusivo, demasiado destructivo de la libertad. Pero eso era precisamente lo que estaba haciendo.
Sigamos con sus errores en política fiscal. En su famoso Capitalismo y libertad defenderá la creación de un impuesto negativo que garantizase "un mínimo por debajo del cual no pueda caer la renta de nadie". En esta propuesta muchos ven uno de los primeros antecedentes de la renta vital que defienden hoy los socialistas y los comunistas de todo el mundo.
 
Por último, en su también célebre artículo "Roofs or Ceilings?" defendió que la "imposición masiva" era un arma adecuada para combatir la inflación. Hablamos de un robo por partida doble: primero mediante la inflación y luego mediante los impuestos. Como si al Estado le faltara munición ideológica...
 
Colectivismo e igualitarismo
 
"Roofs or Ceilings?", publicado por la Foundation for Economic Education (FEE), fue el detonante de unas agrias críticas de Ayn Rand. Si bien muchos consideran que este artículo, que Friedman escribió al alimón con George Stigler, es un alegato liberal, porque ataca los controles sobre los alquileres impuestos por las Administraciones de Roosevelt y Truman, Rand montó en cólera cuando lo leyó.
 
En una carta a Leonard Read, presidente de la FEE, Rand tachó el artículo de Friedman y Stigler de "propaganda colectivista" escrita por un "par de rojos" que abogaban por la "nacionalización de las viviendas privadas". De hecho, llegó a afirmar que la publicación del artículo por parte de la FEE "era la decisión más perniciosa contra la libertad que había tomado jamás una organización conservadora". "Los economistas critican los controles de precios por motivos prácticos y humanitarios, pero no por violar el derecho inalienable de los arrendadores y propietarios", añadía Rand.
 
Milton y Rose Friedman.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Lo cierto es que, al margen de que "Roofs or Ceilings?" sólo utilizara argumentos utilitaristas, el modo de presentar el problema estaba plagado de colectivismo e igualitarismo. Por ejemplo, el problema económico se planteaba sobre "cómo dividir o racionar una cantidad fija de viviendas entre la gente que las quiere". Friedman abogaba por eliminar los controles de precios porque no promovían la construcción de nuevas viviendas; pero como sin ellos los ricos tendrían un acceso más sencillo a la vivienda, añadía: "Para aquellos, como nosotros, que querríamos una mayor igualdad a la actual, no sólo en la vivienda sino en todos los productos, creemos mejor atacar directamente en su origen las desigualdades en la renta y la riqueza". De hecho, en las conclusiones dejaba claro que su objetivo no era respetar la propiedad privada, sino "la distribución más equitativa posible de las existencias actuales de viviendas y establecer los mejores estímulos a la construcción".
 
A la luz de estas manifestaciones, una de las más famosas frases del propio Friedman adquiere un nuevo significado: "Aquellas sociedades que antepongan la igualdad a la libertad terminarán sin libertad y sin igualdad". Al parecer, la libertad sólo debe ser respetada porque es el único camino hacia la igualdad.
 
A partir de este momento, Ayn Rand desarrolló un especial y en parte injustificado odio hacia las ideas de Friedman. Por ejemplo, cuando le preguntaron si había visto los documentales de Libertad de elegir, contestó sarcásticamente:
Los he visto sólo cinco minutos. Es suficiente para mí, porque ya conozco las ideas de Friedman. No está a favor del capitalismo; es un ecléctico miserable. Es contrario al objetivismo, y me critica porque intento introducir la moral en la economía, que según su opinión debería ser amoral. No me gusta siempre lo que pone la televisión pública, pero hay mejores programas que el de Friedman: por ejemplo, el circo.
Conclusión
 
Unas semanas antes de muriera Friedman, Edward Stringham le preguntó quiénes eran, aparte de él, los economistas que más habían ayudado a promover la libertad en el siglo XX. Su respuesta fue: "Hayek, Mises, David Friedman y Stigler, por este orden".
 
Ya hemos visto que Mises tachó a Friedman de socialista durante una reunión de la Mont Pèlerin. Hayek, por su parte, escribió en su autobiografía que The Methodology of Positive Economics, de Friedman, era "tan peligroso como la Teoría General" de Keynes. En cuanto a David Friedman, no ha dudado en definir a su padre como "bastante socialista". Así pues, tres de los cuatro economistas más liberales según Friedam consideraban socialistas algunas de las contribuciones de éste.
 
Es por ello que la biografía intelectual de Milton Friedman debe ser examinada cuidadosamente. Buena parte de los mayores atentados contra la libertad –la inflación, la hipertrofia del Estado y el igualitarismo– proceden (quizá muy a su pesar) directamente de sus ideas y teorías. Y es que, como bien escribió él mismo en Libertad de elegir, "el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones".