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Monday, November 14, 2016

Los muros invisibles

Por María Blanco

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Un 9 de noviembre de 1989 caía el muro que desde agosto de 1963 había dividido Berlín en dos: 45 kilómetros que partían la ciudad y 115 más que separaban la parte occidental de la ciudad del resto de la Alemania comunista. Entre 125 y 270 personas se calcula que murieron tratando de pasar de una zona a otra, las más de las veces de la zona comunista a la occidental. La diferencia de cifras depende de la fuente consultada: en el primer caso el Centro de Estudios Históricos y en el segundo la Fiscalía de Berlín. Pero, a pesar de la enorme diferencia, no es tan importante que fueran cien personas más o menos; lo relevante es que había un goteo permanente de personas dispuestas a perder su vida para salir de aquel infierno.


Sin que nadie lo esperara, gracias al hartazgo rotundo y contundente y a la valentía de la gente, el muro fue derrumbado. En realidad, los intelectuales de entonces solamente querían mejorar lo que ya tenían, no acabar con el régimen comunista. Y hoy, a vista de pájaro, después de 20 años, toca hacer una reflexión. Los políticos patrios y vecinos declaran en los medios que ellos estaban allí. Nuestro presidente proclama que nosotros tuvimos nuestro muro. Se diría que tenemos una clase política que ha estado presente en todos los hitos históricos ajenos, pero no sabe valorar los propios. Todos derribaron el muro, formaron parte del "mayo del 68", corrieron delante de los grises y estuvieron en la DGT donde fueron vilmente torturados. Como si no supiéramos el color de la camisa que vestía González en su adolescencia, quién protegía a Carrillo cuando vino a España disfrazado con una peluca, y quienes son tantos otros que ahora sacan pecho. A todos ellos les recuerdo que Franco murió de viejo, y que antes de irse designó al rey de España como su sucesor. Y aquí seguimos pagando parte de nuestra renta al sucesor de Franco.
Pero mi reflexión sobre la caída del muro viene a cuento después de leer el impecable artículo de Luis I. GómezAprendiendo a ser libres, quien "desde el exilio" (porque vive en Leipzig, y porque ese es el nombre de su/nuestro blog) apunta a la diana, y acierta. Detrás de los fastos, fuegos artificiales, declaraciones pomposas y consultas a la hemeroteca hay un cierto desencanto que impregna las miradas de muchos berlineses. Personas que vivieron de verdad y en primera persona la historia reciente de Alemania y que explican que nada ha cambiado…
La distancia entre unos y otros sigue siendo la misma, cómo el clima de desconfianza cultivado durante 40 años de denunciantes y denunciados sigue siendo el mismo.
Los políticos mienten igual pero con mejor marketing y con el aplauso de la Unión Europea. Y a muchos alemanes la libertad les supera. Como explica Luis I. Gómez:
Si a finales de 1998 más del 70% de los alemanes del Este soñaban con mejorar sus vidas, hoy apenas un 45% reconoce haberlo conseguido. El 25% cree incluso que la mayoría de los residentes en el Este vive peor hoy que hace 20 años.
Anatema. ¿Cómo pueden afirmar tal cosa después de haber sido "liberados"? La realidad se impone y si miramos a nuestro alrededor, veremos que nosotros, después de tantos años de democracia, "liberados" de la dictadura franquista, tampoco sabemos valorar la libertad. No sabemos qué hacer con ella, y por eso la rechazamos. Preferimos delegar la educación de los niños a un Gobierno aunque sabemos que los va a manipular a su antojo para hacer de ellos votantes socialistas del futuro. Preferimos delegar la defensa de cada persona y de su honor (subjetivo para cada uno) a un Gobierno que ha acabado con la igualdad ante la ley y que titubea durante cuarenta días cuando una panda de piratas secuestra a pescadores españoles. Y tampoco se sonroja cuando pacta con terroristas que están amedrentando y masacrando ciudadanos. Preferimos delegar las rentas de nuestro trabajo para que los responsables de los dineros derrochen en viajes, subvenciones a tiranías, y compra descarada de votos. Preferimos dejarnos engañar con la "tasa Tobin", que junto con los pantalones campana y las hombreras, muchos pensábamos que era uno de esos males del pasado, desterrado del mundo civilizado para siempre; una tasa que detrae recursos de los inversores, los únicos que pueden ofrecer puestos de trabajo "reales", que pueden atreverse a invertir en países que intentan despegar, y que si hubiera estado vigente en otro siglo habría impedido que España tuviese ferrocarril, por ejemplo, que existe gracias al capital francés.
El muro de Berlín cayó por obra y gracia de los ciudadanos berlineses. Ahora cada cual debe hacer un esfuerzo de introspección y derribar el muro invisible que todos ocultamos: los límites a la libertad están en el entrecejo de cada uno.

Los muros invisibles

Por María Blanco

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Un 9 de noviembre de 1989 caía el muro que desde agosto de 1963 había dividido Berlín en dos: 45 kilómetros que partían la ciudad y 115 más que separaban la parte occidental de la ciudad del resto de la Alemania comunista. Entre 125 y 270 personas se calcula que murieron tratando de pasar de una zona a otra, las más de las veces de la zona comunista a la occidental. La diferencia de cifras depende de la fuente consultada: en el primer caso el Centro de Estudios Históricos y en el segundo la Fiscalía de Berlín. Pero, a pesar de la enorme diferencia, no es tan importante que fueran cien personas más o menos; lo relevante es que había un goteo permanente de personas dispuestas a perder su vida para salir de aquel infierno.

Thursday, October 27, 2016

Los muros están de moda por una razón más allá de Trump

By: Priscila Guinovart -

(Diario Inédito) Trump
Después de todo, ni los más humanitarios duermen con la puerta de su casa abierta. (Diario Inédito)
Si se lanzase el sustantivo “muro” al aire, es altamente probable que la mayoría relacione el término con el candidato republicano Donald Trump y sus delirantes ambiciones en la frontera con México. Sin embargo, los muros se han puesto de moda, y no en formato disco de rock clásico.
La ciudad portuaria francesa de Calais es hoy uno de los epicentros que mejor reflejan cuán profunda es la crisis migratoria en Europa. Denominados también “la jungla de Calais”, los asentamientos de refugiados han disparado un conflicto de tal proporción que ha llevado a las autoridades británicas a hablar seriamente de la construcción de un muro que impida el acceso desde Francia al Reino Unido a través del Eurotunel que conecta a la isla con el continente.



Los campos contaban, para julio de 2016, con más de 7.300 refugiados, cuya pretensión no es permanecer en el país galo sino trasladarse a las islas británicas, donde creen que tendrán una mejor vida. Con tal propósito, no son pocos los migrantes que se valen de recursos cuestionables, como atacar camioneros (Calais es de importancia mayúscula para el comercio) con palos y piedras con dos objetivos principales: abordar sus vehículos para entrar al Reino Unido o simplemente manifestarse ante ambos gobiernos por su precaria situación. La crisis ha derivado en huelgas y protestas de parte de los transportistas que más de una vez han intentado, de forma fallida, bloquear el puerto y sus accesos.
Lo nuevo, no obstante, es la idea de un muro, no los asentamientos en Calais, cuyo origen podría rastrearse hasta finales de la década de los 90. “La jungla” nace de la mano de la Cruz Roja francesa en 1999 y fue cerrada en 2002 por el entonces ministro del Interior (hoy expresidente y candidato presidencial) Nicolas Sarkozy, en un intento de frenar la inmigración ilegal al Reino Unido. Es más, ya existe incluso una cerca de cinco metros de altura y hay en el lugar una fuerte custodia policial. Sólo en 2015, se invirtió más de 9 millones de libras en seguridad.
Lo cierto es que ni Francia ni Gran Bretaña pueden lidiar hoy con las más de 7.000 personas varadas en Calais, y el Brexit vino como anillo al dedo a las autoridades francesas, que claman que, a raíz del resultado, es el Reino Unido quien debe hacerse cargo de los migrantes y mover a terreno propio los asentamientos – tal era la postura del hasta agosto ministro de Economía Emmanuel Macron, que ha renunciado a su cartera con aspiraciones presidenciales valiéndose de la baja popularidad de Hollande.
La crisis de refugiados en Europa ha sido disparadora del fortalecimiento de partidos nacionalistas a lo largo de todo el continente: AfD en Alemania (que ya ganó sus primeros comicios en el hogar de Merkel), FPÖ en Austria (con altas posibilidades de ganar las elecciones) y la ya casi eterna Marine Le Pen, que también ha crecido en popularidad según los últimos sondeos.
Los muros, es cierto, nos retrotraen a las épocas más oscuras de nuestra existencia. Pero la situación es más que compleja, y cualquier intento de dividirla en un asunto de buenos y malos no es más que una simplificación peligrosa: ningún extremo ha resultado beneficioso en la historia de la humanidad.
Un analista político en Múnich me decía que el “obvio paralelismo” con el (por ahora futuro) muro de Calais es el muro de Berlín, observación poco atinada: mientras “el muro de la vergüenza” pretendía mantener a su gente dentro, los muros de Trump y del Reino Unido tienen la intención de mantener a la gente fuera.
Las condiciones en Calais son paupérrimas, se acaban las donaciones y el futuro es incierto. Decir que ningún ser humano merece vivir así, es afirmar lo evidente. Pero reitero, la simplificación no es conveniente. Después de todo, ni los más humanitarios duermen con la puerta de su casa abierta.

Los muros están de moda por una razón más allá de Trump

By: Priscila Guinovart -

(Diario Inédito) Trump
Después de todo, ni los más humanitarios duermen con la puerta de su casa abierta. (Diario Inédito)
Si se lanzase el sustantivo “muro” al aire, es altamente probable que la mayoría relacione el término con el candidato republicano Donald Trump y sus delirantes ambiciones en la frontera con México. Sin embargo, los muros se han puesto de moda, y no en formato disco de rock clásico.
La ciudad portuaria francesa de Calais es hoy uno de los epicentros que mejor reflejan cuán profunda es la crisis migratoria en Europa. Denominados también “la jungla de Calais”, los asentamientos de refugiados han disparado un conflicto de tal proporción que ha llevado a las autoridades británicas a hablar seriamente de la construcción de un muro que impida el acceso desde Francia al Reino Unido a través del Eurotunel que conecta a la isla con el continente.