Ha fallecido Simón Peres, el último miembro de una generación de gigantes, pionera y excepcional que fundó el Estado de Israel –”uno de los acontecimientos más extraordinarios de la historia”, según relató Josep Pla–. Peres no sólo fue fundador, también fue protagonista de los hechos y diseñador de las políticas que han formado el Israel que hoy conocemos; y es que Peres ha estado detrás de los cambios e iniciativas más importantes del Estado judío.
Su muerte marca el fin de una época fascinante y dramática; parafraseando a Chateaubriand, con la muerte de Peres “acaba y empieza un mundo”, termina un ciclo y comienza la madurez de una nación que nunca ha olvidado su espíritu pionero y autosuficiente, que se resiste a abandonar. Peres llegó a Israel a mediados de la década de los 30, cuando la cristalización del Estado estaba lejos, y se va dejando, en resumidas cuentas, un país libre, consolidado y próspero, ejemplo mundial en áreas como la alta tecnología, la independencia judicial o la libertad sexual.
Sin haber ganado nunca unas elecciones, Simón Peres lo fue todo en la política israelí: primer ministro, ministro de Defensa, ministro de Exteriores, ministro de Información y, finalmente, un buen presidente. Fue muy criticado dentro de Israel como político activo, pero muy venerado en su etapa presidencial, en la que, con una agenda maratoniana, mejoró la imagen del país en el mundo. Tal como relata Ben Caspit en Al Monitor:
En los ’80, Peres fue el político más odiado de Israel, pero después de ser elegido presidente se convirtió en la figura más popular del país. Era un hombre de reputación internacional, una marca global, y fue visto como un profeta de nuestros tiempos. Habló de la nanotecnología cuando nadie había oído hablar de ello y concibió una gran parte de las ideas innovadoras que convirtieron a Israel en lo que es hoy en día.
En este sentido, ha sido indudablemente el líder israelí más respetado y prestigioso en el plano internacional. Entre otras condecoraciones, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad –de manos de Obama– y el Premio Nobel de la Paz, con Isaac Rabin y Yaser Arafat, por los Acuerdos de Oslo, de los que fue el principal artífice –junto a Yosi Beilin–.Nació en Wizniew, Polonia (hoy Bielorrusia) en 1923 como Simon Perski y emigró a Tel Aviv en 1934 junto a su madre y su hermano. La mayoría de su familia fue asesinada en el Holocausto, y su prima más célebre fue Betty Joan Perski, conocida en el mundo entero como Lauren Bacall.
Como protegido del mismísimo Ben Gurión, en sus inicios se le consideró un halcón. Posteriormente evolucionó y apostó por la paz. Al final de sus días como político en activo abandonó la que fue su casa durante toda su carrera, el Partido Laborista, adoptó la teoría del unilateralismo con los palestinos y creó junto a Ariel Sharón el partido Kadima, que llegó a gobernar el país bajo la tutela de Ehud Olmert y ahora es una formación casi extinta.
Su hoja de servicios a Israel es incuestionable. Estuvo detrás de la creación de la industria militar israelí, capitaneó el proceso secreto y clandestino que llevó al desarrollo de la bomba atómica; como ministro de Defensa, apostó por rescatar a los rehenes en Entebbe en contra del criterio de Isaac Rabin (entonces primer ministro y su rival político dentro del Partido Laborista), y en 1985, como primer ministro, diseñó un plan de estabilización –junto a Stanley Fischer, George Shultz y Herbert Stein– que es el germen del éxito tecnológico y económico del que disfruta Israel actualmente. Pese a ello, los israelíes no le eligieron en 1988 y, en plena Primera Intifada, prefirieron a Isaac Shamir. Ciertamente, sin el empeño y el trabajo de Peres durante todas estas décadas, Israel sería diferente y, muy probablemente, un país peor.
Su biografía es un reflejo perfecto de la historia de Israel en los últimos ochenta años. Peres, por otro lado, fue miembro de una élite que gobernó el país y que ahora está en retroceso: la de los ashekanzíes (judíos provenientes de Europa central y oriental) de izquierdas.
Peres supo soñar y marcar la diferencia; como él solía decir: “Si estás entre dos opciones, piensa siempre en una tercera que no se le haya ocurrido a nadie”. Ben Gurión le tenía en alta estima por dos cosas: nunca pedía nada para sí mismo y nunca calumniaba a nadie.
Es imposible entender Israel sin Simón Peres. Ha sido uno de los arquitectos del Estado del cual dijo en 2012: ha “superado todos nuestros sueños”. Sirvió al país durante toda su vida, jamás pensó en la jubilación o en el retiro y siempre mantuvo su actitud inconformista, de la que siempre hizo gala:
¡La mayor contribución de los judíos a la historia es la insatisfacción! Somos una nación nacida para estar insatisfecha. Todo lo que existe creemos que se puede cambiar para mejor.
Con la muerte de Peres se cierra una página legendaria de la historia que él mismo escribió.