By: -
Tras obtener una nominación republicana aparentemente imposible para un advenedizo –famoso por transformar la exhibición del mal gusto y la matonería en “televisión real” en una marca comercial que vende de bienes raíces y casinos, a títulos universitarios y ropa maquilada en México– Donald Trump está superando la alianza en su contra de medios de comunicación, intelectualidad de izquierda, figuras del entretenimiento y la academia. No es poco para un outsider populista calificado de racista, xenófobo y proteccionista, lo que sí reflejan sus discursos, pero no como para considerarlo un posible miembro del Ku Klux Klan, aunque ahí muestren una incómoda simpatía por su candidatura.Pensé que Trump no lograría la nominación republicana. La logró representando la anti política populista en un país con un liderazgo político divorciado de las preocupaciones, valores e incluso prejuicios del ciudadano común. Sumemos que la recesión se solapa con cambios en la estructura industrial y comenzamos a entender el populismo de Trump. Hillary Clinton es la quintaesencia de la política divorciada del ciudadano común, una candidata que ya perdió pese al apoyo de la Casa Blanca en la primaria contra un cuasi outsider como el Obama de entonces, con demasiados esqueletos en su armario. Uno poco conocido es que como secretaria de Estado apoyó decididamente la agenda político-mafiosa de la ex guerrilla marxista en Guatemala.
Para entender lo que algunos llaman el fenómeno Trump, en Caracas me reúno con el consultor económico y geoestratégico Pedro Elías Hernández, quien ve en Trump un populista típico capitalizando angustias e incluso prejuicios de la América profunda, el proteccionismo, cierto racismo antimexicano, y el rechazo a los efectos de una recesión que afecta las aspiraciones de blancos de clase media o baja, cuyas ideas de soluciones equivocadas y potencialmente desastrosas cabalga: Trump el populista dice lo que la gente quiere escuchar, especialmente cuando está equivocada.
Un demagogo populista en una crisis económica y de legitimidad política no es novedad: son personajes comunes que adoptan un discurso de derecha, como Trump, o de izquierda como Pablo Iglesias, según el público objetivo, pero la técnica de confrontación, lenguaje popular y oferta demagógica irresponsable son equivalentes. Trump es raro pues en Estados Unidos tal populismo, aunque tiene antecedentes, es menos común que en otros países.
Si Hernández tiene razón no hay un “fenómeno Trump” sino un fenómeno típico de populismo y un político nuevo capitalizándolo, nada está garantizado en una elección así, excepto que el candidato más serio –aunque cometa errores en cámara– es el libertario Gary Johnson y no ganará.
Hoy es común una teleconferencia gratuita, y así llegué virtualmente al Institut des Hautes Etudes de la Défense Nationale de Francia. Hablo con Cesar Sabas, Internacionalista con maestría en Ciencias Políticas, quien afirma que no existe un “fenómeno Trump”, él simplemente capitalizó un malestar general de parte importante de los americanos, no necesariamente racistas del Klan, sino del WASP típico, que ha visto su país cambiando producto de la ingeniería social para su perjuicio, y le preocupa que los nuevos inmigrantes se sientan más arraigados a su etnia de origen que a la adoptiva.
Y no se equivocan: hasta 1980 todo el que llegaba a Estados Unidos aspiraba a ser americano, de papel y corazón, pero todo cambió a raíz del multiculturalismo en Occidente, el mismo fenómeno de fractura social de Europa. También ese americano promedio ve cómo el modelo económico lo perjudica en beneficio de las élites de Nueva York o California, y si bien estoy yo estoy a favor del libre mercado, aclara Sabas, entiendo por qué ellos ven injusto que por el libre mercado estadounidenses pierdan empleos al dejar que China haga trampa.
Trump capitalizó eso que casi medio Estados Unidos sentía y estaba dispuesto a apoyar hasta el final, aunque la prensa se uniera en contra. Y los progresistas, lejos de tratar de comprender, o al menos escuchar lo que los simpatizantes de Trump sienten, los estigmatizan logrando radicalizarlos más, concluye Sabas.
Hillary Clinton no es confiable ni para sus propios votantes, pero Trump pudo conectar con los temores y aspiraciones del WASP prometiendo recuperar empleos cuando su marca de ropa se maquila en México, sus hoteles contratan ilegales y las gorras de su campaña se producen en el Tercer Mundo. Sabas señala que para el americano medio ambos son corruptos, pero desde su punto de vista Trump es “mi” corrupto, el que se preocupa por lo mismo que ese ciudadano común, mientras Clinton es la corrupta de otros. El discurso de Trump se enfoca en el interés nacional mientras el de Clinton son clichés progresistas, concluye.
Una teleconferencia hace poco era un lujo, el libre mercado las hizo gratuitas y ese libre mercado es lo que el proteccionismo populista inviable de Trump y el socialismo mal disimulado de Clinton amenazan en la mayor economía del mundo. Pero incluso desde la socialista Venezuela salto de París a Madrid para hablar con Eduardo Castillo, Director de Marketing Político en Strategos Consulting Firm, quien analiza la imagen en distintos grupos de población de los Estados Unidos. Observa que Trump sube en las encuestas y tiene la mayoría de los blancos, pero sale muy mal valorado en todos los grupos que no son personas blancas, que ya no deciden entre tantos de otros orígenes, por lo que todavía estima que Hillary ganaría y el Partido Republicano pasaría años reconstruyéndose pues Trump lo dejará malherido.
Analicemos los políticos por lo que hacen, no por lo que dicen, recuerda Hernández. Por lo que dicen, Clinton transformaría Estados Unidos en otra Venezuela y Trump causaría una debacle económica global por la guerra de proteccionismos. Pero mucho puede ser mentira para ganar votos, lo peligroso es que eso sea lo que gana votos, concluye. Coincido: en democracia los pueblos eventualmente obtienen lo que piden, especialmente cuando es lo peor que podían pedir, que por lo que piensan sus ciudadanos los Estados Unidos se debatan entre Clinton y Trump, lo cual es signo de malos tiempos