Carlos Rodríguez Braun
Entrevistado con entusiasmo por Joseba Elola en El País, el profesor y sociólogo francés Christian Laval se manifestó a favor de reinventar en la Red "un espacio neutro, no contaminado por intereses de mercado".
Laval reúne todas las ficciones del antiliberalismo , empezando por esta curiosa idea de que el mercado contamina, y que la neutralidad se consigue fuera del mercado, es decir, en el ámbito de la coacción política y legislativa. Una vez que caemos por esa pendiente, ya no podemos frenar, y entonces el profesor va incorporando antiguas fábulas marxistas, como la del Estado como "títere de la burguesía". Dice, seriamente: “el Estado ya no se ocupa de los intereses del conjunto de la sociedad. Se ha plegado a las necesidades de las grandes corporaciones”. Es decir, unos Estados que les cobran a las grandes corporaciones más impuestos que nunca, y les imponen más regulaciones que nunca, resulta que…son sus esclavos.
Esta distorsión viene acompañada de cánticos apocalípticos ("vamos hacia la catástrofe") sobre la necesidad de acabar con el liberalismo que supuestamente nos arrasa: “el arte, la belleza y el conocimiento están siendo colonizados por intereses privados”.
Lógicamente, hay que acabar con esta perturbadora invasión, "rehacer instituciones y crear otras nuevas", como si las instituciones fueran producto de mentes privilegiadas, y “organizarse en función de las necesidades de la población”, como si la libertad no fuera una de esas necesidades.
Como su lenguaje evoca inevitablemente al comunismo, Laval se apresura a decir que no es comunista, al menos no está a favor de lo que llama "el comunismo de Estado"…como si hubiera otro.
Y dice que no quiere acabar con el mercado. ¿Será verdad? Veamos lo que sí quiere: "subordinación del mercado y de la propiedad privada a la prevalencia del derecho de uso colectivo y al principio de democracia radical. Se trata de que el mercado y la propiedad privada sean sometidos a una lógica superior, que sea la del uso colectivo, prudente y cuidadoso de los recursos colectivos".
Es decir, el comunismo de toda la vida.
Laval reúne todas las ficciones del antiliberalismo , empezando por esta curiosa idea de que el mercado contamina, y que la neutralidad se consigue fuera del mercado, es decir, en el ámbito de la coacción política y legislativa. Una vez que caemos por esa pendiente, ya no podemos frenar, y entonces el profesor va incorporando antiguas fábulas marxistas, como la del Estado como "títere de la burguesía". Dice, seriamente: “el Estado ya no se ocupa de los intereses del conjunto de la sociedad. Se ha plegado a las necesidades de las grandes corporaciones”. Es decir, unos Estados que les cobran a las grandes corporaciones más impuestos que nunca, y les imponen más regulaciones que nunca, resulta que…son sus esclavos.
Esta distorsión viene acompañada de cánticos apocalípticos ("vamos hacia la catástrofe") sobre la necesidad de acabar con el liberalismo que supuestamente nos arrasa: “el arte, la belleza y el conocimiento están siendo colonizados por intereses privados”.
Lógicamente, hay que acabar con esta perturbadora invasión, "rehacer instituciones y crear otras nuevas", como si las instituciones fueran producto de mentes privilegiadas, y “organizarse en función de las necesidades de la población”, como si la libertad no fuera una de esas necesidades.
Como su lenguaje evoca inevitablemente al comunismo, Laval se apresura a decir que no es comunista, al menos no está a favor de lo que llama "el comunismo de Estado"…como si hubiera otro.
Y dice que no quiere acabar con el mercado. ¿Será verdad? Veamos lo que sí quiere: "subordinación del mercado y de la propiedad privada a la prevalencia del derecho de uso colectivo y al principio de democracia radical. Se trata de que el mercado y la propiedad privada sean sometidos a una lógica superior, que sea la del uso colectivo, prudente y cuidadoso de los recursos colectivos".
Es decir, el comunismo de toda la vida.