Wikipedia

Search results

Showing posts with label ¡La educación. Show all posts
Showing posts with label ¡La educación. Show all posts

Wednesday, July 20, 2016

Populismos

Definido el populismo como aquel movimiento destinado a atraer a grandes masas para generar un proyecto de crecimiento social y económico que incluya a la mayor cantidad posible de sectores de determinada población, habría que precisar que este concepto no siempre tuvo una connotación negativa. En el siglo XIX los populistas rusos 'narodniki' impulsaron el movimiento campesino, obrero y pequeño burgués contra la autocracia zarista, por lo que esta idea de alianza de clases para la transformación fue considerada en un algún momento como un elemento revolucionario legítimo incluso para una burguesía en ascenso.

El problema real del populismo se presentó en el momento en que se convirtió en gobierno y la experiencia latinoamericana de los siglos XX y XXI lo demuestra. Esta alianza de clases que pretendía garantizar crecimiento económico inmediato y repartición de la riqueza uniforme, terminó en todos los casos por derrumbarse ante la imposibilidad de resistir las diversas presiones de todos los grupos integrantes del movimiento populistas. Una y otra vez los excesos en el gasto público, las promesas incumplidas para unos y otros, y las exigencias mismas de una masa desbordada por su creencia de que el poder está en sus manos y no está dispuesta a perderlo, terminaron por hacer del populismo un desastre generalizado.

Inicialmente, el populismo dirigido por un líder carismático tiene un éxito inmediato por su capacidad de desatar fuerzas económicas que generan una riqueza inmediata, cuyo efecto se desvanece al no poder mantener el ritmo de crecimiento de manera sustentable. La caída de los populismos es estrepitosa. La devaluación de la moneda, la fuga de capitales y la recesión en la que entra la economía producen la desaparición de la riqueza creada y la pauperización de los sectores más débiles de la sociedad en beneficio de aquellos poderosos capaces de defenderse mediante la especulación y la revalorización de sus capitales por diversos medios.

Pero la tentación populista se asoma una y otra vez. La falta de resultados perceptibles en una economía globalizada y abierta, las crisis derivadas de la imposibilidad de mantener crecimientos sostenidos, y la recomposición demográfica de un mundo de viejos jóvenes que dejaron de trabajar a temprana edad y tienen que ser sostenidos por jóvenes que ya no poseen los beneficios de un inoperante estado asistencial, pero que les sigue costando en su calidad de vida.

El discurso populista es el que utiliza argumentos simplistas que prenden la emoción y rechazan el razonamiento. Es la consigna que se repite una y otra vez, y se interioriza en la conciencia de la masa y la impulsa a votar incluso contra sus propios intereses materiales. Este es el discurso de Trump en Estados Unidos, de los impulsores del Brexit en el Reino Unido, o del Frente Nacional de Le Pen en Francia, entre otros. En América Latina el costo del populismo ha sido diferente en cada país. Venezuela ha desaparecido del mapa, mientras Argentina intenta regresar a la normalidad después del desastre kirchnerista que reedito una vez más el populismo peronista.

El Brasil de Lula y Rouseff, que presumía de su capacidad de crecimiento con equilibrio presupuestal, terminó atrapado por la tentación populista de crecer sin recursos y caer en la triste realidad de ver desaparecidos sus logros en unos cuantos meses. Es esto lo que se arriesga en la elección de 2018 en México. La fascinación populista es capaz de anular en la ciudadanía el temor por las consecuencias a mediano plazo. Y es esto lo que los demagogos tropicales saben vender bien en tiempos electorales.

Populismos

Definido el populismo como aquel movimiento destinado a atraer a grandes masas para generar un proyecto de crecimiento social y económico que incluya a la mayor cantidad posible de sectores de determinada población, habría que precisar que este concepto no siempre tuvo una connotación negativa. En el siglo XIX los populistas rusos 'narodniki' impulsaron el movimiento campesino, obrero y pequeño burgués contra la autocracia zarista, por lo que esta idea de alianza de clases para la transformación fue considerada en un algún momento como un elemento revolucionario legítimo incluso para una burguesía en ascenso.

Venezuela y la destrucción populista

Recientemente la revista digital Actuall, dio a conocer la carta que un joven venezolano que huye por hambre, le dirige a su país.

Retomo algunas de sus principales reflexiones.

“Querida Venezuela, Comienzo disculpándome, pues no resulta fácil despedirme de quien ha sido mi hogar durante 27 años. Para ti, 27 años serán sólo un instante. Para mí, es todo lo que tengo:
…Hoy en tus playas paradisiacas asesinan a los turistas que te visitan. Le quitan los dólares, los relojes, los celulares y la vida.


…Ya no tienes ni siquiera comida. Los venezolanos esperan hasta ocho horas bajo el sol… para quedar con las manos vacías.

Los venezolanos no tienen electricidad. El Estado la raciona hasta cuatro horas al día, pero ello no impide que la luz esté ausente 12 horas. En los hospitales hacen cirugías a la luz de la pantalla de un celular mientras el paciente lucha entre la vida y la muerte…

…Incluso hoy las maternidades se parecen a cementerios.

…Las únicas neveras repletas son las de la morgue…”

Esto es la Venezuela de Nicolás Maduro. La Venezuela donde el autoritarismo, la demagogia y el populismo llevado al extremo, han arrasado con todas las libertades y derechos ciudadanos.

En días recientes veíamos a decenas de miles de venezolanos cruzando la frontera con Colombia para comprar productos de la canasta básica, y fue un grupo de mujeres quienes con su valentía y determinación echaron abajo esa línea fronteriza para cruzar a un territorio que, a diferencia del suyo, goza de libertad.

En Venezuela hay desabasto de certeza jurídica, de libertades, de respeto a los más elementales derechos humanos. Hay desabasto de seguridad y de justicia. Y por supuesto hay desabasto de bienes básicos para sobrevivir, como comida, medicinas y el papel que hace ya rato dejó de existir para el sistema educativo.

Los problemas del sector educativo permean todos los niveles. La federación venezolana de maestros estima que entre 30 y 40 por ciento de los maestros abandonan sus aulas cada día para buscar comida o medicinas.

María Arias, de 14 años, relata lo que se vive en su escuela: puso sus cuadernos en su mochila junto a una banana para compartir con sus dos hermanos pequeños y se encaminó a su escuela secundaria. No tuvo la clase de arte de las 7:00 a.m. porque el profesor estaba enfermo, la de Historia se canceló. No hubo Gimnasia porque el maestro fue asesinado a tiros días antes.

Por la tarde, el profesor de Español regresó a los chicos a sus casas, acatando el toque de queda impuesto por las pandillas. “Te sientes atrapada. Tú esperas y esperas y esperas durante horas. Pero hay que venir para salir de aquí”, afirma la niña.

Apenas en abril y mayo pasados se suspendieron las clases producto de los cortes y racionalización de la energía eléctrica.

El incremento de la delincuencia ha llevado a que Caracas, la capital, fuera considerada la ciudad más violenta del mundo en 2015. Y ya desde 2014 el índice de mercados emergentes de JPMorgan indicaba que Venezuela ostentaba el riesgo país más elevado del mundo.

Hoy en Venezuela el desabasto de inversión y la salida de todo tipo de empresas es el único pan de todos los días.

El torrente de petrodólares que entró al país durante la larga bonanza petrolera de 2003-2014 se vio amplificado por un masivo endeudamiento que hoy llega a 185 mil millones de impagables dólares. El dinero se usó con dos propósitos: subsidiar el consumo de las clases populares, y la corrupción de la oligarquía chavista. Mientras tanto, la economía real se desbarrancaba de la mano de las más mínimas certezas.

Los momentos aciagos empero, suelen sacar a relucir lo mejor de las personas; frente a toda esta infame realidad, no han sido pocas las muestras de verdadero heroísmo de mujeres y hombres venezolanos que luchan todos los días por recuperar sus derechos y sus libertades.

Lo que hoy se vive en Venezuela es también un recordatorio para la región y especialmente para México, de que la destrucción de las instituciones y la pérdida de la tranquilidad están a la vuelta de la esquina. La amenaza del populismo irresponsable nos acecha, toca a nuestra puerta, y está en nosotros, en cada uno de nosotros, dejarla entrar con nuestra indiferencia o rechazarla con determinación.

Como menciona Moisés Naím: “el régimen chavista ha perdido su máscara: su militarismo, autoritarismo, corrupción y desprecio por los pobres están a la vista”.

Venezuela y la destrucción populista

Recientemente la revista digital Actuall, dio a conocer la carta que un joven venezolano que huye por hambre, le dirige a su país.

Retomo algunas de sus principales reflexiones.

“Querida Venezuela, Comienzo disculpándome, pues no resulta fácil despedirme de quien ha sido mi hogar durante 27 años. Para ti, 27 años serán sólo un instante. Para mí, es todo lo que tengo:
…Hoy en tus playas paradisiacas asesinan a los turistas que te visitan. Le quitan los dólares, los relojes, los celulares y la vida.

Sunday, July 17, 2016

¡La educación no es un derecho!

por

El Estado -observó Frédéric Bastiat- es esa gran ficción en virtud de la cual todo el mundo intenta vivir a expensas de todos los demás. Probablemente no existe una teoría que confirme mejor esta definición que la de los “derechos sociales”. Cada vez que un grupo determinado pretende extraer un beneficio material de los demás miembros de la comunidad, lo hace escudado en el manto de moralidad que ofrece esta popular doctrina de los derechos.


Un análisis exento de emotividad, sin embargo, permite advertir que la moralidad de estos supuestos derechos se sustenta en una serie de confusiones. De partida, “la sociedad” no es más que una abstracción, y las abstracciones, a diferencia de los individuos, ni pueden ser titulares de derechos, ni por supuesto tampoco sujetos de obligaciones. Un derecho llamado “social”, entonces, no es más que una exigencia de beneficios materiales que un grupo determinado de individuos plantea a otro grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio.
En un mundo sin Estado, la única forma en que un grupo A podría obtener sin causa de un grupo B un beneficio material sería recurriendo directamente al uso de la violencia física. En el mundo en que vivimos, los encargados de ejercer esa violencia son los políticos que controlan el poder coactivo del Estado y que salen electos en la medida en que prometen beneficios bajo el argumento de satisfacer “derechos”.
El caso de la educación es un ejemplo de lo anterior. Políticos y académicos afirman una y otra vez que esta es un “derecho”. Pero la educación, aunque el dogma de moda diga lo contrario, es un bien económico, y no un derecho. Los bienes económicos por definición son escasos y satisfacen necesidades o deseos. La educación claramente cuadra con esa definición.
De ahí que el problema educativo sea uno esencialmente económico; es decir, de creación y asignación de recursos, y no ético o de “derechos”. Desde luego, reconocer lo anterior tiene implicancias filosóficas y prácticas. Pues la diferencia esencial entre un derecho colectivo o “social” y derechos negativos, como la libertad de expresión, la vida o la propiedad, es que los primeros -que podemos llamar falsos derechos-, al referirse a bienes económicos, exigen que alguien sea forzado a trabajar para satisfacerlos.
Los segundos, en cambio -que podemos calificar de auténticos derechos-, al no referirse a bienes económicos, solo exigen del resto el abstenerse de realizar una conducta. Así, por ejemplo, su derecho a la libertad de expresión implica la obligación del resto de no amordazarlo, su derecho a la vida el de no agredirlo y su derecho de propiedad, el que no le impidan disfrutar y disponer de lo que es suyo. La coerción del Estado en este caso se utiliza para protegerlo a usted de la agresión arbitraria de un tercero. Los derechos colectivistas o “sociales” invierten esa lógica. Con ellos, la coerción estatal opera no para protegerlo a usted de una agresión sobre su vida, libertad y propiedad, sino para forzarlo a dar a otros lo que estos quieren y que en una relación de cooperación voluntaria y pacífica probablemente no podrían obtener.
El resultado de esta concepción colectivista de los derechos es así una perversión del rol del Estado, el que ya no actúa como protector de la libertad personal, sino, por el contrario, como su principal agresor. No es casualidad que las dictaduras socialistas hayan sido las grandes promotoras de los derechos “sociales”.
Ahora bien, desde el punto de vista económico, un país que busca satisfacer derechos “sociales”, inevitablemente entra en la senda de la decadencia y el conflicto. Y es que, como advirtió el mismo Bastiat, los políticos no pueden entregar nada a algunos que no hayan quitado antes a otros, reteniendo siempre una fracción de lo que reparten. Y puesto que las necesidades -como los deseos de los políticos de mantenerse en el poder- son ilimitadas y los recursos son escasos, entonces la satisfacción consecuente de los “derechos sociales” solo puede llevar a una espiral de gasto, impuestos y deuda, cuyo desenlace final inevitable es la crisis del sistema económico y democrático.

¡La educación no es un derecho!

por

El Estado -observó Frédéric Bastiat- es esa gran ficción en virtud de la cual todo el mundo intenta vivir a expensas de todos los demás. Probablemente no existe una teoría que confirme mejor esta definición que la de los “derechos sociales”. Cada vez que un grupo determinado pretende extraer un beneficio material de los demás miembros de la comunidad, lo hace escudado en el manto de moralidad que ofrece esta popular doctrina de los derechos.