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Saturday, July 8, 2017

RESCÁTENOS DE LOS SEÑORITOS



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
                                        
Una de las muchas confusiones que sufrimos hoy en México, es el pensar que los “empresarios” son los grandes abanderados de los mercados libres. Ese es un mito de serias implicaciones. Por lo mismo, la creencia general es que el desregular los mercados es simplemente una maniobra para favorecer intereses especiales afectando los del resto de la población. Quienes nos dedicamos a promover economía libre, se nos considera vendidos a los intereses de las grandes corporaciones.

Sin embargo, nada es más alejado a la realidad. Los “empresarios” a nivel mundial tradicionalmente se han opuesto a los mercados libres, y de forma muy especial los empresarios mexicanos. Nos podemos trasladar a 400 años de historia para comprobar que los negociantes han siempre practicado el mercantilismo buscando la protección del gobierno para librarlos de la competencia, y sobre todo, de sus ineptitudes.


En México este mercantilismo ha creado una economía artificial al no dejar que opere lo que Von Mises llamaba; la creativa destrucción de los mercados, mediante la cual los proyectos mal estructurados, mal manejados, que no sirven al mercado de la manera que deberían, su suerte tiene y debe ser su desaparición. Esto ha creado lo que mi tocayo Ricardo Medina llama un país de “señoritos,” en el cual los rescates de empresarios deshonestos e ineptos de parte del gobierno, se ha convertido en el pan nuestro de cada día.

Ser "rescatado" por el gobierno es un arraigado deporte nacional. Lo mismo lo ejercen empresas de aviación que bancos, ingenios azucareros o medios de comunicación, pescadores o productores de acero, artistas o campesinos. El día que papá deja de pagar por los errores o las aventuras de los hijos, estos dejan de ser "señoritos" y empiezan a ser hombres responsables.

El día que el gobierno mexicano deje de rescatar a empresas y personas en problemas, con el pretexto de que se trata de actividades "prioritarias" o "estratégicas", empezaremos a tener empresarios y una cultura de competencia.

El enésimo "rescate" a la industria azucarera, con cargo a los contribuyentes y en último término a todos los mexicanos, es una cuenta más del gigantesco rosario de "rescates" y subsidios que los gobiernos mexicanos - especialmente a partir de 1970 - han construido. Un "rosario" que se ha convertido en una férrea cadena que impide el desarrollo del país.

El mecanismo es casi perfecto. Primer paso: establecer la condición de que mi actividad (producir azúcar, volar aviones, prestar y captar dinero, dar clases, informar, crear "arte", curar enfermedades, hacer televisión, pescar, comunicar a distancia, cultivar la tierra, generar energía) es "prioritaria" o, mejor aún, "estratégica" para el país.

Segundo paso: obtener la patente correspondiente (concesión, permiso, autorización, reconocimiento gremial) de parte de las autoridades gubernamentales.

Tercer paso: disfrutar las rentas de ese status privilegiado (utilidades elevadas, salarios por encima del promedio del mercado laboral, prestaciones generosas, inamovilidad por contrato) que pagan forzosamente consumidores o contribuyentes. Eventualmente, crear centros de utilidades (empresas proveedoras, por ejemplo) que recauden las rentas excedentes.

Cuarto paso: defender vehementemente el status frente a las amenazas externas (competencia extranjera, gremios independientes, reclamos de los consumidores, escrutinio público) con "argumentos" cargados de emotividad: nacionalismo, defensa del empleo y todos aquellos que refuercen la condición estratégica y prioritaria.

Ejemplos: "El país se quedará sin azúcar", "el país se quedará incomunicado", "nos invadirán los odiosos extranjeros", "los capitalistas de Nueva York van a decidir por nosotros", "desaparecerá el arte nacional", "sólo vamos a ver películas gringas", "dejaríamos la información en manos de extranjeros"...

Quinto paso: exigir, cuando la terca realidad de los recursos escasos mal administrados se imponga, el consabido "rescate" por causas de interés nacional.

¿Quién gana? Obviamente, las personas y gremios beneficiados con el status de privilegio. Pero también los políticos que, generosamente, disponen de los recursos públicos para mantener el status de privilegio de los "prioritarios" y los "estratégicos".
¿Quién pierde? Los consumidores y los contribuyentes que pagamos no sólo las rentas excesivas de los "prioritarios" y los "estratégicos" sino los sucesivos y variados "rescates" que decreta el gobierno. Estos rescates toman diversas modalidades: asunción de pasivos, préstamos con tasas subsidiadas o sin obligación efectiva de pago, expropiación temporal o definitiva de la empresa, subsidios directos, prohibiciones que impiden la competencia.

Esta cultura de "señoritos" rompe uno de los componentes clave del Estado de Derecho: la responsabilidad. No hay, para los beneficiarios, consecuencias adversas por sus actos y omisiones erróneas o inmorales. La empresa puede gastar más de lo que tiene o no pagar lo que debe; el trabajador puede cobrar sin producir o incurrir en corruptelas sin ser sancionado.

Ante este panorama es entendible que los pensadores compasivos, los progresistas, y en general el pueblo sufra de esas confusiones al pensar que los mercados son instrumentos de explotación de las grandes corporaciones. Por lo mismo, es importante el despejar tales incógnitas pues nada es más alejado de la realidad. Aun los miembros más conservadores de nuestra sociedad no entienden que la economía de mercado autoregulable—no respeta intereses establecidos.

¿Por qué afirmamos eso? Porque la fuerza que mueve los mercados es el consumidor. Para que una empresa sea exitosa debe de satisfacer al consumidor no al gobierno. Muy seguido escuchamos que tal empresa con sus precios bajos sacó del mercado a otras. Pero no entendemos que no es esa competencia lo que las saca del mercado, sino los consumidores. Wal-Mart en México o en los EU no forza a nadie para entrar a sus tiendas, son sus atractivos precios, servicio etc, lo que atrae a los consumidores.

Cuando entendamos que economía de mercado no es pro negocios sino pro consumidor, entenderemos también que es ya tiempo de desmantelar ese estado “salvador,” regulatorio e intruso que solo nos ha llevado al abismo durante los últimos 200 años. Es tiempo de sepultar el México de los señoritos.   


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