REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo
Valenzuela
Don Julián
y Vallian dirigen sus cabalgaduras hacia el casco del rancho, cuando Vallian
pregunta. Jefe ¿Qué saben don Rogelio, Pilar y Soledad de este asunto? Don Julián
responde sin rodeos; todo mijo. Durante la cena de anoche se los conté, pues me
estaban presionando con infinidad de preguntas acerca de ti y, en especial, el
trato que yo te su actitud, tu eres mi sobrino y nada ni nadie va cambiar mi
posición al respecto. Ellos sabían que yo te iba a informar de todo en la
cabalgata que dimos.
Llegan al
casco del rancho y luego de entregar los caballos a Nacho, con las
correspondientes recomendaciones, se dirigen a la casona y al entrar, Vallian
va directamente a su habitación. Don Julián pasa a la sala donde el trió de
españoles estaban ya disfrutando de los diarios aperitivos. De inmediato le
preguntan ¿Cómo fue? Don Julián les da un largo y detallado informe de todo lo
sucedido en la famosa cabalgata, sin dejar por fuera todos los detalles. Les
explica la sorpresa y luego confusión natural de Vallian, y finalmente su
solicitud para estar solo esta noche, y tratar de asimilar he dado que, según
ellos, ha sido como si fueras mi hijo cuando en realidad, para ellos, eras un
desconocido. Mire jefe, para no causar algún tipo de fricción o más confusión,
no los voy acompañar en la cena, y ya mañana cuando haya asimilado un poco mas
todo esto, me presento para ver qué clase de actitud vayan a tomar. Está ben,
responde don Julián, pero desde ahorita te digo que, cualquiera que sea toda la
información recibida. Cierra su informe afirmando entender por qué Vallian se
había excusado para no estar en la cena, y poner sus pensamientos en orden
antes de ver a nadie. Entonces, Solead pregunta. El había dicho que ya se
regresaría a Socorro ¿seguirá todavía con esos planes? No tocamos ese punto,
revira don Julián, pero yo estoy seguro que se quedará por estos rumbos por un
buen rato.
Al día
siguiente como de costumbre, Vallian invadía la cocina antes de que saliera el
sol para su diario café con los vaqueros solteros. Después de un par de los cafés
cargados de la Perfeta, aparece don Julián para invitarlo a pasar al comedor
donde ya lo esperaba el trió de sus parientes españoles. Buenos días, saluda
Vallian a todos los comensales. Responden todos casi al unísono a su saludo.
Don Rogelio entonces toma la palabra para decirle: Ricardo, era la primera vez
que lo llamaban por ese nombre que muy pocos conocían, estamos muy felices de
enterarnos que la interminable jornada de Julián, finalmente haya rendido
frutos para que, después de tantos años y tantos desengaños, te haya encontrado
para que ahora te integres a tu familia, de la que nunca debiste haber salido,
llega hasta él y le da un fuerte abrazo.
Se
enteraría después que su tío Florentino, en la única acción decente y justa que
tuvo hacia él, al entregarlo al monasterio pidió a los monjes que ahí mismo lo
bautizaran, y le dieran un certificado de nacimiento y bautismo. Era lo que se
usaba en aquella época. Cuando los monjes le preguntaran que nombre debería
recibir, el tío, por las razones que fueran y nadie supo, escogía el nombre de
Ricardo Emilio. Así quedaba registrado un niño nacido en 1843, cuyo padre era
Pierre Touvier y su madre Victoria de Zamora.
Después
toma la palabra Pilar para decirle; es una bendición y nos causa gran felicidad
el que, como el hijo prodigo, finalmente regreses a donde perteneces, tú casa
en donde por tanto tiempo te han esperado. Dejando luego la solemnidad continúa;
ya lo decía yo, un tío tan guapo debía ser un de Zamora. Era el turno de
Soledad quien se aproxima y le dice. Ricardo Emilio, me ganaron todas las palabras,
solo me queda decirte que los de Zamora, nos sentimos muy orgullosos que
alguien de tu calibre moral, de tu ética, e integridad, sea parte de nuestra
familia. Procede a darle un fuerte abrazo y, al tener su cabeza muy cerca de la
del vaquero, este le susurra al oído, te amo. Ella bruscamente se separa entre
sorprendida y confundida.
Ya
terminadas todas las muestras de bienvenida, Vallien toma la palabra. Agradezco
a todos las expresiones tan cálidas que siento han brotado de lo más profundo
de sus corazones. Deben de entender que esta noticia, o, más bien esta
notificación, antes de provocarme lo que sería natural para alguien que
encuentra sus raíces, me abraza en estos momentos una multitud de sentimientos
y emociones difíciles de tan siquiera enunciar ya no digamos describir. Ello me
impide en estos momentos establecer en estos momentos, con tranquilidad, amor y
madurez, una actitud clara y definitiva que me lleve a tomar la decisión más
sabia y justa para todos, ante la oferta que me ha hecho don Julián. Pero,
independientemente de lo que decida, básicamente en relación al patrimonio de
la familia de Zamora, si he ya tomado la decisión de acudir a la ayuda de don Julián,
en el manejo de ese patrimonio que debe ser atendido para su buena marcha.
Así es
que, jefe, enfrente de tres miembros de la familia, acepto su oferta para ser
su colaborador, su asistente en el manejo de todo lo que usted decida y me
encomiende, y lo haré de forma responsable siempre siguiendo su guía y su
liderazgo. Debo decir que lo que más me ha motivado para aceptar esta oferta,
ha sido la oportunidad de conocer a don Julián a quien, en el poco tiempo que
tengo de conocerlo, he podido descubrir sus infinitas cualidades, que no voy a
enumerar en estos momentos porque requeriría de varios días. Pero más que
cualquier otra cosa, me ha seducido su amor por la libertad que, conjugada con
su idealismo, le da vida a una idea tan revolucionaria que a mí me apasiona; el
construir un refugio de libertad en estas tierras a donde llegaron nuestros
ancestros, buscando precisamente eso, libertad.
Don Julián
interrumpe a su sobrino para decir. Propongo un brindis. Se ponen todos de pie
y el ranchero inicia. Brindo por la llegada de este nuevo miembro de la
familia, al que tanto lloramos, tanto extrañamos, tanto buscamos, y ahora que
lo hemos encontrado, tanto estamos gozándolo. Brindo por él, brindo por mi
hermana Victoria quien donde quiera que se encuentre, le puedo decir; güerita
he cumplido con la promesa que te hice, tu hijo ya está entre nosotros y es un
hombre en todo el sentido de la palabra. A pesar de no haberte conocido, no
esconde llevar tu sangre y por donde quiera que el transita, con sus huellas va
dejando buenos ejemplos, buenos amigos y buenas obras. Desde su llegada, siento
con más intensidad tu presencia en todos los lugares en donde viviste tu corta
vida. En los bosques, los montes, las lomas, las montañas de Los Sicomoros. Tu
hijo ya está en su casa, puedes descansar en paz. Todos en esos momentos ven al
rudo vaquero con lágrimas en los ojos. Soledad se aproxima para arroparlo con
un abrazo.
Después de
la cena don Julián invita a Vallian a caminar por la huerta. De inmediato lo
aborda; mira mijo, yo quiero iniciar este proceso de integrarte de inmediato.
Quiero insistir en que soy un hombre de 75 años y aunque me siento bien y según
los médicos estoy saludable, son muchos años contra los cuales no hay mucho que
hacer. Estamos viviendo una era de grandes cambios, grandes dificultades, pero
también grandes oportunidades. Yo leo todos los pensamientos expresados por un
gran observador de EU hace solo 60 años, y luego veo que nos estamos apartando
del camino que ese hombre señalaba.
En 1810,
un francés llamado Alexis de Tocqueville, visito EU e hizo observaciones y,
sobre todo, predicciones muy interesantes. Señaló, entre muchas otras cosas,
como los territorios de Mexico en las fronteras con EU estaban totalmente
despoblados y afirmó. “Los hombres de EU penetrarán esas soledades antes que aquellos que tienen derecho a ocuparlas. Se
apropiarán del suelo, se establecerán en sociedad, y cuando por fin el legítimo
propietario se presente, encontraran el desierto fertilizado y extranjeros
asentados sobre su herencia. La tierra del nuevo mundo, afirmaba Tocqueville,
pertenece al primer ocupante y el imperio sobre ella, es el premio de su
aventura.
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