REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo
Valenzuela
El termino
mercantilismo fue utilizado por primera vez por Adam Smith en 1776, cuando se
refirió a él como “sistema comercial o mercantil”. En esa era ya estaba bajo
poderosos ataques por todos los flancos, y Adam Smith lo hizo sujeto de un
ataque sin compás, para darle el tiro de gracia, cuando ya con gran precisión
lo describiera e identificara como un sistema que gran número de países
utilizaba, como la estrategia de las monarquías. El mercantilismo no se conoció
como una teoría económica, sino como una serie de prácticas políticas unidas
por algún beneficio oculto
En esencia
el mercantilismo es la práctica que lleva a utilizar el poder del gobierno para
controlar la economía, pretendiendo incrementar la riqueza de la nación. Pero
no para incrementar la riqueza de las naciones en general, sino para
incrementar la riqueza de una nación específica. El método del mercantilismo
siempre ha sido monopólico. Es cuando el gobierno se dedica a crear, cultivar,
aprobar y proteger monopolios para
aquellos que él controla, esperando ese poder sobre las palancas económicas, lo
lleve a incrementar la riqueza del estado y de algunos de los miembros del club.
El mercantilismo también ha sido conocido como nacionalismo económico
Pero sobre
todo, el mercantilismo ha sido un sistema de gobierno para regular, controlar y
dirigir la economía. En esa era no se consideraba parte de la ciencia
económica—pues la economía estaba todavía en un estado rudimentario y
fragmentado, y así permaneció hasta la primera parte de este siglo— sino en una
ideología y una creencia política. Inclusive las ideas económicas que se
conocían en esa era, eran en gran parte derivadas del absolutismo que
prevalecía en todo el mundo. La perspectiva dominante durante los siglos 16 y
17 y la primera parte del siglo 18, ha sido el absolutismo. Y en él se
respiraba la idea que todo mundo y todo en general, debería estar bajo el poder
del gobierno, y usualmente el poder de una persona.
El
resultado fue el absolutismo real y total, teorías del derecho divino de los
reyes y, en este siglo, lo que ha sido llamado el despotismo “iluminado”. Estas
ideas se propagaron por toda Europa. Pero la expresión más bien redactada era
la de Inglaterra en la figura de Thomas Hobbes en su libro titulado, The
Leviathon. Hobbes era gran creyente de que si a la gente se le diera libertad,
el resultado sería el caos. Y si las conductas de los hombres fueran dirigidas
acorde a su juicio y sus particulares apetitos, no deberían esperar se les
defendiera, ni se les protegiera contra el enemigo común, y tampoco de las
injurias entre ellos mismos
El único
camino para edificar ese poder común, argumentaba Hobbes, era entregando todo
el poder y la fuerza del estado y la sociedad, a un hombre, o a una asamblea de
hombres que controlara sus deseos, por medio de la pluralidad de voces, para
convertirlo en un solo deseo. Y Hoobes lo describía así:
“Esta es
la generación del gran Leviathon, o del Dios mortal, al cual debemos, bajo el
Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa. Y por esta autoridad, entregada
por todos y cada uno de los hombres de la nación, el debe usar ese gran poder y
fuerza que se le ha dado, para utilizando el terror sea capaz de desarrollar
los deseos de todos ellos, para lograr paz en casa, y cooperación mutual contra
los enemigos foráneos….Y el que ejerce ese poder debe ser llamado soberano, y
sabremos que tiene ese poder soberano ilimitado, y todos los demás miembros de
la sociedad, son súbditos inferiores”.
Esta
perspectiva de la necesidad de imponer estas cadenas de control total a las
sociedades, para, supuestamente, forjar un propósito de unidad de una nación para
cercar las iglesias, lograr la centralización del poder en manos de los
monarcas, establecer gran censura, la autorización
de monopolios y mercantilismo en general. Todo ello era algo más importante que
ideología; era el temor a la libertad, el temor a lo que hombres agraviados
pudieran hacer en libertad, para perseguir sus propios objetivos sin ataduras.
O con otra visión; la profunda y enraizada creencia de que, si se pudiera
lograr controlar a los hombres y dirigidos hacia el interés común, grandes
cosas se pudieran lograr. Y esa creencia ha sido, a través de la historia, la
justificación para la concentración de poder y ejercerlo sobre la gente.
La
realidad de las colonias inglesas en América, es que desde un principio se les
establecieron controles mercantilistas y, en gran parte, sus economías estaban
manejadas desde la madre patria, pero no era un mercantilismo tan severo como
el de Francia y su Rey Sol. Sin embargo en 1651 los británicos intentaron
imponer un sistema de control sobre el comercio de las colonias que no sería
aceptable. Esto fue a través del Acto de Navegación que contenía muchas de las
reglas que eran comunes en esa actividad, pero como fue aprobado por el
parlamento cuando no había Rey, se podría considerar inválido cuando el monarca
fue restaurado en el trono en 1660. Ese acto requería que todos los bienes
importados o exportados por las colonias, debían hacerse en barcos construidos
en Inglaterra o barcos que fueran propiedad de Inglaterra, y fueran operados
por ciudadanos ingleses
Todos los
comerciantes extranjeros fueron excluidos y se les prohibió comerciar con las
colonias, y algunos artículos, solo podían ser exportados de las colonias a
Inglaterra o a posiciones inglesas. Los artículos de toda Europa, solo podían
ser importados a las colonias a través de Inglaterra. El propósito de ese Acto,
era dar a Inglaterra el monopolio del comercio internacional de las colonias. A
partir de esos momentos, Inglaterra inicio una oleada de prohibiciones del
comercio de las colonias como: la lana que se prohibía la exportación de lana o
de productos de lana a Inglaterra, a otras colonias y a otros países. El Acto
de prohibición de la exportación de sombreros, limitando el número de
aprendices que el fabricante podría emplear. Vendrían luego Actos de
prohibición similares para melazas, azúcar, ron. Algunos tipos de acero,
prohibiendo la erección de nuevas plantas de productos terminados en las
colonias.
Pero
política y económicamente el mercantilismo siempre ha estado cuajado de
contradicciones. Políticamente, convierte el comercio internacional en
competencia entre naciones. Enfrenta naciones contra naciones, haciendo del
comercio un asunto más político y militar que económico. Económicamente el
mercantilismo se basa en una premisa falsa. Los mercantilistas aseguran que en
comercio unas naciones ganan y otras pierden. Esto va en contra de los básicos
principios del comercio que, cuando hay un intercambio, ambas partes obtienen
algo que ellos quieren más de lo que tienen. Entonces ambas partes se
benefician al participar libremente en estas transacciones. Entonces, toda la
voz populista del mercantilismo—balances favorables o deficitarios en el
comercio, promoción de manufacturas, ayudas, subsidios, tarifas, restricciones
monetarias etc. —producen rivalidades que son causa de infinidad de problemas. El resultado más directo
del mercantilismo, siempre ha sido la guerra.
En eso don
Julián hace una pausa para decir. El sol se está ocultando, es hora de hacer campamento.
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