NOBEL DE PAZ, ¿UN PREMIO PARA MARXISTAS MENTIROSOS Y TRUHANES?
Nobel de Paz, ¿un premio para marxistas mentirosos y truhanes?
El Nobel de Paz ha nominado y/o
premiado a personajes tan siniestros como Stalin, Mussolini, Hitler,
Putin, Rigoberta Menchú, Pérez Esquivel, Jimmy Carter, Obama, Arafat
Por Ricardo Puentes Melo
Casi nadie sabe que el Premio Nobel de
Paz es un galardón otorgado más por razones políticas y negocios de todo
tipo, que por merecimiento real del premiado. A decir verdad, el Nobel
de Paz goza de un desprestigio tal que hay quienes ya sugieren con
ironía que si a Juan Manuel Santos le dieron ese premio también
Chamberlain debería recibirlo post mortem, gracias a los pactos que hizo
con Hitler y Mussolini, tan parecidos al que Santos hizo con los
terroristas de las FARC.
Los respetados premios Nobel de Física,
Química, Ciencias Económicas, Medicina y Literatura, son entregados por
la Academia de las Ciencias de Suecia, la Asamblea del Nobel del
Instituto Karolinska -de Finlandia-, y la Academía Sueca, en tanto que
el Premio Nobel de Paz es elegido por el cuestionado y politizado Comité
Noruego del Nobel que, como se mencionó ya, usa el premio para
satisfacer líderes políticos, concretar negocios privados e impulsar el
mercadeo de las empresas a las que varios de sus miembros han
representado. En realidad, el Nobel de Paz poco tiene que ver con la
paz, y sí mucho con las causas de la guerra.
El Nobel de Paz ha nominado y/o premiado
a personajes tan siniestros como Stalin, Mussolini, Hitler, Putin,
Rigoberta Menchú, Pérez Esquivel, Jimmy Carter, Obama, Arafat. Los
terroristas de las FARC alcanzaron a ser nominados junto a Juan Manuel
Santos, pero los noruegos decidieron, a última hora y para presionar los
acuerdos de La Habana -según dijo la misma Kullmann Five-, postular y
premiar únicamente a Santos. A Mahatma Gandhi, en cambio, se lo negaron
en cinco ocasiones.
El caso de Rigoberta Menchú, premiada en
1992, ha sido un escándalo monumental que los noruegos han tratado de
ocultar infructuosamente. A la guatemalteca le fabricaron una sarta de
mentiras para catapultarla a la fama y concederle el codiciado
galardón. El antropólogo David Stoll publicó un libro donde revela el
fraude Menchú. Descubrió que el ícono de marxismo cultural, la indígena
que logró ser cátedra obligada en Stanford, en realidad era una
estafadora cuya biógrafa encargada de crear el mito fue Elizabeth Burgos
Debray, la también antropóloga venezolana (ex esposa del comunista
Regis Bray) que estuvo vinculada en su juventud con los grupos
terroristas marxistas de Colombia y Perú. Durante sus juveniles años de
militancia Burgos escribió, como estrategia para ganar el Nobel de Paz,
“Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”, en 1982.
David Stoll desenmascaró el montaje del
Nobel y reveló que Menchú no era descendiente de una paupérrima familia
maya de analfabetas cuyos vejámenes sufridos por terratenientes ricos,
obligaron a Vicente, el padre de Rigoberta, a crear un movimiento
campesino de resistencia llamado Comité Campesino de Unidad,
organización donde la pobre y sufrida Rigoberta se convertiría en líder
indígena para luego entrar a la guerrilla Guevara-Debrayista, el
Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), causando que la “salvaje”
policía guatemalteca asesinara brutalmente a Vicente Menchú y luego,
según la “autobiografía” la familia sobreviviente fuera obligada a ver
cómo quemaban vivo al hermano de Rigoberta, para cerrar con broche de
oro violando a la madre de la Nobel de Paz. Una verdadera obra que
explica el origen de la violencia en nuestros pueblos. Muy marxista la
cosa.
La verdad descubierta por David Stoll es
que la familia Menchú no era pobre y oprimida sino al contrario, ellos
eran los ricos opresores. Vicente era dueño de casi 3.000 hectáreas de
tierra. Y la pelea por la tierra que Burgos describe en el libro, no fue
entre la familia de Rigoberta y los “blancos opresores”, sino con otros
parientes mayas de los Menchú, la familia Tum, que le disputaron a
aquellos la bobadita de 150 hectáreas de productiva tierra. Tampoco es
cierto que no haya podido estudiar; Vicente, de hecho, matriculó a
Rigoberta en prestigiosos colegios de monjas. Por supuesto, tampoco
Rigoberta tuvo hermanos que murieran de hambre ni asesinados por los
militares. Su hermano Nicolás goza todavía de perfecta salud.
Menos cierto es que Rigoberta tuviera
que trabajar de criada recibiendo maltrato por parte de los “blancos
opresores”. La verdad es que ella tenía una vida llena de lujos y viajes
en compañía de otras familias igualmente ricas de Guatemala.
Su padre, Vicente, sí fue un guerrillero
comunista que murió enfrentando a la policía cuando entró a la embajada
de España en Guatemala con el EGP
asesinando a balazos a varios rehenes.
Vicente y los otros guerrilleros marxistas y los rehenes murieron debido
al incendio que ellos mismos provocaron de manera accidental en la
embajada. Y tampoco fue Vicente organizador de nada. Sólo fue un rico
propietario que, por conveniencia, se alió con los guerrilleros
castristas para combatir y apropiarse de las tierras de sus otros
parientes mayas. Vicente les proporcionó lugares de reunión, víveres y
dinero con la condición de que lo ayudaran a expandir sus dominios.
Descubierto el timo, Rigoberta se ha
rehusado a dar declaraciones negando, incluso, que ella tuviera algo que
ver con el libro de la Burgos. Sigue la Menchú tratada como diva por la
prensa internacional, y se calcula que se han escrito más de 15.000
tesis de grado sobre su vida y obra (la falsa, por supuesto), y le han
otorgado 14 Doctorados Honoris Causa y multimillonarios contratos como
portavoz de la paz mundial.
Hay que aclarar que hoy día Elizabeth
Burgos es una luchadora incansable contra el totalitarismo de los Castro
y confirma que para escribir su libro fue engañada por el andamiaje
marxista que preparaba la llegada de la Minchú al Nobel de Paz.
Algo parecido sucede con Pérez Esquivel, otro Nobel de Paz, quien jamás ha ocultado sus nexos con Sendero Luminoso y las FARC.
Y como cereza del ponqué, de este
rosario de mentiras y montajes está el premio a Juan Manuel Santos, otro
títere de Castro a quien también le montaron su propia leyenda como el
gran gestor de la paz en el continente cuando no es más que un vulgar
mercantilista marxista, mentiroso, traidor y sinvergüenza que se ha
enriquecido fabulosamente con la desgracia de los colombianos y, tenemos
la íntima convicción, con el dinero del narcotráfico de sus amigos
mafiosos de las FARC.
Todos los grupos activistas de “Derechos
Humanos” han respaldado a estos falsos ídolos Nobeles de Paz. Todo el
aparato propagandístico de los ricos marxistas ha estado a disposición
del fraude del Nobel, y todo el estamento educativo y académico se ha
prestado para difundir el engaño y rendirle culto a los bribones.
Y el pobre pueblo colombiano, como siempre, es tratado como si fuera todo un montón de pendejos.
De pronto es que somos eso: nada más que un montón de pendejos.
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