“La violencia que ha venido azotando al país los últimos años, nos hace pensar el México bronco de la revolución ha regresado pero ahora los nuevos combatientes son bestias que asombran al mundo entero por su crueldad.”
“Degradación precede a cada sistema autocrático de violencia, porque violencia inevitablemente atrae seres inferiores e inmorales. La historia nos enseña que los crueles tiranos son precedidos por canallas.” Albert Einstein
Ricardo Valenzuela
En abril de 1920, bajo el liderazgo de Álvaro Obregón, los generales sonorenses acudían a la ciudad de Agua Prieta en algo que presagiaba el tercer estallido de la revolución. Ellos plasmarían los motivos y objetivos de la convocatoria en la que emergiera “El Plan de Agua Prieta.” El documento apoyado por la mayoría del pueblo y el ejército, quedaba también reconocido por el Congreso de la Unión. El ejército Liberal Constitucionalista marchaba a la ciudad de México determinando así la caída del régimen de Carranza, y de la Huerta fuera designado Presidente Provisional de la Republica.
El Plan de Agua Prieta cargaba antecedentes poco conocidos cuando, ante el anuncio de una candidatura de Obregón apoyado por los “clubes liberales de Sonora”, Carranza reaccionara amenazando al gobernador de la Huerta con enviar al ejército, si no secundaban la política del centro.
Carranza ordenaba al General Diéguez marchar contra Sonora. Estando de la Huerta postrado por una enfermedad, Gilberto Valenzuela, como presidente del Congreso, enviaba una misiva al Ejecutivo federal señalando no había motivo para la agresión en contra de un estado en paz, dentro de un régimen legalmente constituido y representaba un ataque a su soberanía ante lo cual, los sonorenses advertían de las consecuencias.
La respuesta llegaba ratificando la carga militar. Valenzuela procedía a redactar “El Plan Hermosillo” del cual alguien informaba al general Calles. El General convocó una reunión incluyendo a don Gilberto solicitándole una copia del documento. Calles lo avalaba e informando a Obregón, partían a la frontera en donde se publicaba como el Plan de Agua Prieta.
Durante los siguientes casi 15 años, México sería dominado por lo que se llegó a conocer como la hegemonía sonorense. Serían también de enfrentamientos por el poder entre Obregón y Calles.
Obregón asumía la presidencia en diciembre y a partir de esos momentos, se inician las diferencias entre los dos caudillos puesto que, Obregón de pensamiento liberal, chocaba con Calles cuya religión era el poder absoluto, la clase de poder que corrompe absolutamente. Gilberto Valenzuela fungiría como Secretario de Gobernación para después, a su solicitud, pasar a ocupar la embajada en Bélgica.
En 1924 Calles escalaba la presidencia y, a pesar de sus añejas diferencias, invita Valenzuela a ocupar de nuevo la Secretaría de Gobernación. Pero el inflexible abogado, como en Sonora, de inmediato tuvo enfrentamientos con el Presidente lo que desemboca en su renuncia luego de un enfrentamiento con Calles.
Era ya 1929 y Gilberto Valenzuela, ahora embajador en Londres, libraba una lucha interior ante carta de Obregón notificándole de nuevo su candidatura e invitándolo a su cruzada. Los mandatos constitucionales ratificados en el Plan de Agua Prieta, no reelección, chocaban ferozmente con los argumentos de Obregón para detener a Calles. Sin embargo, su lucha finalizaba cuando recibe la noticia del asesinato de Obregón.
Don Gilberto regresaba a México para sostener una histórica reunión con Calles. Este le dictaba el futuro del país al notificarle la formación del PNR, y le informa de una “fuerte corriente” que lo favorecía como posible candidato a la presidencia. Don Gilberto, recordándole el contenido del Plan de Agua Prieta, rehúsa la invitación e inclusive, ser miembro del partido. Él y Vasconcelos, discípulos liberales de Obregón, lanzan desde Sonora sus candidaturas independientes las que, desenlazan con el exilio de ambos perseguidos por Calles.
El Callismo, enraizado desde 1924, se convertía en el Maximato y su arquitecto, tejiendo una red para controlar la naciente sociedad civil, aprisionaba al país con el nuevo manto revolucionario que luego le diera vida a otro aborto: el PRI. Callismo y priismo se mezclaban en un pestilente brebaje que intoxicaba a México y se enraizarían como estafiate sin permitir el nacimiento de la buena hierba. La violencia revolucionaria cedía para darle paso a la violencia de la narco política.
No sería hasta que otro grupo de norteños, encabezados por Manuel Clouthier, bajo una nueva carga liberadora expulsara a los modernos Callistas de los palacios del poder. Pero el fantasma de Calles le cargaba a México una cruz como feroz infección inmune a los modernos antibióticos. El triunfo de esa rebelión provocando el júbilo de los mexicanos, ante un presidente inmovilizado y un congreso de saboteadores, se convirtió en un amargo brebaje de frustración, decepción y de nuevo desesperanza.
Ese virus nos ha servido a Montiel, Moreira, Hank Rhon y agregados. Ahora el nuevo síntoma, señalando su resistencia y gravedad, se manifiesta asesinando vilmente a los ciudadanos y la matanza de estudiantes en Guerrero, nos muestra el verdadero rostro de un PRI que no ha mutado y regresa a su pasado. El virus ha llegado al cerebro del paciente y lo devela el comunicado de los cínicos e ignorantes líderes políticos tratando de explicar lo “inexplicable.”
El virus es tan grave que aniquiló a los tibios panistas cuando se les ofreciera el poder y los ha mostrado como lo que son, los clásicos políticos mexicanos. Pero aun encontrando antibiótico que lo combata, me temo sea tarde pues sus efectos permanentes no permitirán la total recuperación del paciente condenándolo a un estado de eterna incapacitación, como hace años el horroroso virus de la poliomielitis postraba sus víctimas a una vida de dolorosas desventajas.
Después de diez años luciendo democracia ¿Qué pasa en México? Las elecciones que encumbraron a Peña Nieto nos dibujan un panorama tipo Fellini: El masoquismo de los mexicanos que, aun después de 70 años de vejaciones, como las resignadas mujeres golpeadas recalan extrañando las madrizas y afirmando: “mátame si quieres pero no me dejes nunca jamás.” Si los autores del Plan de Agua Prieta pudieran observar el estado del país, sin duda exclamarían: “Estuvimos arando en el mar,” cuando el tigre de Porfirio Díaz se acomoda la servilleta en el cuello para devorarnos.
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