Alberto
Mansueti
Lewis Henry Morgan (1818–81) fue un abogado y
escritor estadounidense, considerado por Marx y Engels como uno de los padres
de la Antropología. En su libro “Sistemas de consanguinidad y afinidad en la
familia humana” (1871), Morgan dice haber comparado 139 sociedades. Y que el
tipo de familia monogámica es apenas uno entre muchos, quizá no el mejor.
En “La Sociedad Primitiva” (1877) dice Morgan que
los pueblos primitivos eran superiores a los civilizados en la propiedad
colectiva, “y consiguiente hermandad, sentido de comunidad y de cooperación”. El
estado surge cuando las tribus se establecen en sus territorios, y delimitan
las propiedades para las familias. Concluye Morgan que “a futuro, la humanidad podría
pasar a un nivel superior de civilización”, restableciendo la propiedad
colectiva, y tal vez familias no monogámicas, o al menos no "patriarcalistas".
¿Suena actual? ¡Claro que sí! Marx y Engels
admiraron a Morgan, casi tanto como a Darwin, en cuyo evolucionismo vieron
sólida base para sus tesis económicas. En el Prefacio a la primera edición de “El
origen de la familia, la propiedad privada y el estado” (1884), Engels dice que
escribirlo fue como “cumplir un testamento”, ya que Marx (fallecido en 1883)
quiso hacerlo, siguiendo a Morgan en su “análisis materialista de la historia”.
Enemigos declarados los tres del capitalismo,
coincidían, y con razón, en verlo inseparable de la familia, de la propiedad
privada, y del estado, “arma de explotación” del proletariado por la burguesía,
cuya extinción debía ser acompañada por la abolición de las otras tres
instituciones. ¡Y del cristianismo, por supuesto!
Sobre la disolución del estado, la discrepancia
entre marxistas y anarquistas fue siempre que los primeros abogaban por una
fase previa y transitoria: “la dictadura del proletariado”; nada más. Y entre
comunistas y socialdemócratas, la divergencia fue que los segundos pensaron que
la fulana dictadura podía darse evolutivamente, sin mediar una revolución
sangrienta; el siglo XX les dio unas veces la razón a los unos, p. ej. en
Rusia, y otras veces a los otros, p. ej. en EE.UU.
Por todo esto, el marxismo es coherente sobre “la
familia, la propiedad privada y el estado”. Y el marxismo cultural no es “Neo”
marxismo: es el mismo de siempre. A lo largo del siglo XX, con y sin violencia,
se adoptaron los 9 primeros puntos del Manifiesto Comunista en casi todo el planeta;
así se minó la propiedad privada, se arruinó la economía, y se hirió de muerte
a la familia. Y se adoctrinó a niños y jóvenes con el punto 10, “educación
pública”. Hoy el marxismo cultural sólo quiere “rematar” a la familia con el
tiro en la nuca; y matar de paso a la religión cristiana.
Hasta aquí, todo es bastante coherente.
Incoherentes son las mezclas “libertarias”: capitalismo y propiedad privada con
anarquismo algunos, otros con marxismo cultural, y todos con antipolítica.
(1) A los anarquistas Proudhon y Bakunin ya Marx
les desnudó contradicciones, a decir verdad; y Lenin, quien además acusó a los
socialdemócratas de revisionistas y antimarxistas. Esto es discutible: quizá
“revisionista” fuera Lenin, revolucionario y anti-evolutivo. Pero en “Marxismo
y Revisionismo” (1908), Lenin afirmó que Marx y Engels son incompatibles con
Bohm-Bawerk, en lo cierto también.
Lenin y Bohm-Bawerk, en sus respectivas y
antagónicas posiciones, fueron coherentes, y es bueno leerles a ambos.
Incoherentes son los “libertarios austro-anarquistas”, con Rothbard a la
cabeza.
(2) ¿Y los ateos? Depende. Se puede ser ateo sin
ser marxista cultural. Muchos autores ateos como Ayn Rand, saben que Morgan,
Marx, Engels y Lenin tenían razón, y el capitalismo se liga a la familia, a la
propiedad privada y al estado. Algunos como el filósofo y escritor chino
Liu-Xiao-Feng, se definen “cristianos culturales”: no creyentes, admiten que el
cristianismo, con su firme defensa de la familia, y de la propiedad privada,
pilar y sostén de la institución familiar, ha hecho y sigue haciendo aportes
fundamentales al real progreso civilizatorio.
Los “cristianos culturales” no son enemigos de la
religión, pero no fingen ser religiosos. Por eso no deben ser confundidos con
los “cristianos nominales” (o estadísticos), no creyentes tampoco, pero que no
lo dicen, pues no les importa realmente: van a la Iglesia a “sentirse bien”, o
con fines oportunistas.
Los cristianos deberían conocer estas cruciales
distinciones, pero muchos lamentablemente desprecian el conocimiento, que creen
incompatible con la fe cristiana, y en eso coinciden con los ateos más
beligerantes.
(3) En su mayoría los “libertarios” son enemigos
de la política, los partidos y la democracia, y nada práctico hacen por
impulsar el capitalismo liberal, que dicen defender. Salvo pocas pero honrosas
excepciones, se dedican sólo a conferencias eruditas y fiestas elegantes. Casi
todos sus “tanques de pensamiento” son clubes sociales; no piensan, repiten los
pensamientos de los célebres, y no mucho más. “Dolce far niente”.
¿Por qué? Ayn Rand tiene la respuesta, siguiendo a
Aristóteles: los incoherentes se incapacitan para la acción eficaz, por sus
ideas contradictorias y conceptos que no congenian; sean conscientes o no.
Pero a los líderes “libertarios” parece que poco
les incomodan las inconsistencias, o las mezclas con corrientes ideológicas
ajenas y opuestas a la tradición del Liberalismo Clásico, del que se declaran
enemigos, y de las Cinco Reformas. Tal vez no les interese la suerte futura de
nuestras patrias: sus “ideas de la libertad” son para algunos de sus dirigentes
(no todos) un “modus comendi”, un negocio, para el que manipulan a los
adolescentes y jóvenes con mínimo conocimiento y ninguna experiencia.
A nosotros liberales clásicos sí nos inquieta
nuestra América, y mucho. Nos preocupa y angustia tanto el presente como el
destino de nuestros países; por eso actuamos, o nos preparamos para actuar, en
la política y los partidos. Y en la democracia, que con todos sus defectos, es
la política vigente, y no menos legítima que las alternativas del pasado. Somos
muy diferentes a ellos. Por eso nos atacan. Gracias por tu atención, ¡y hasta
la próxima si Dios quiere!
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