Lord Keynes y el pleno empleo
Por Gabriel Boragina ©
J. M. Keynes ha pasado
a la historia económica como el paladín del "pleno empleo". Sin
embargo, aún no se encuentra suficientemente difundido (especialmente entre el
vulgo) que sus recetas nunca consiguieron el tan ansiado objetivo y que, lejos
de obtenerlo, tampoco podrían hacerlo, dado que su teoría para llegar a ello,
fue y es -desde todo punto de vista- inviable.
Examinemos a
continuación más en detalle la falacia keynesiana:
"Keynes
argumentaba en La Teoría General que la economía de libre mercado no
contenía ningún mecanismo interno para asegurar el pleno empleo. La debilidad
crucial, decía, yace en la relación entre el ahorro y la inversión. La gente
tiende a consumir más cuando sus ingresos suben, pero este incremento no es tan
grande como el aumento en el ingreso. En otras palabras, también se ahorra una
parte del aumento del ingreso.
El problema, insistía, es que el ahorro es
“no-gasto” y si la gente no gasta todo el ingreso extra que ganan, los
empresarios pueden no tener el incentivo para invertir lo suficiente para
emplear a todos aquellos que quieren trabajos a los salarios establecidos. Como
resultado, una gran parte de la mano de obra puede acabar desempleada porque el
sector privado ha fallado en crear suficientes puestos de trabajo. La economía,
por tanto, se puede quedar atascada durante un periodo prolongado en lo que
Keynes llamó un “equilibrio con desempleo”. ¿No podrían mejorar los
trabajadores sus perspectivas aceptando salarios monetarios más bajos? No,
insistía Keynes, porque los trabajadores sufren de una “ilusión monetaria”
-incluso cuando los precios estuvieran cayendo y un recorte en los salarios no
les afectara en términos de poder de compra, los trabajadores rechazarían
aceptar menos dinero-".[1]
El error de Keynes
consistía en que impugnaba como "falsa" la ley de la oferta y la
demanda, también denominada "Ley de Salidas" de Say. De haber
aceptado la verdad de esta ley básica de la economía habría advertido que su
planteo era por completo equivocado. Pero no era su único desconocimiento, sino
que tampoco tenía claro cómo funcionaban el ahorro y la inversión, lo que
brinda evidencia que sus conceptos sobre ambos también eran oscuros. No
obstante, su ataque principal estaba dirigido contra el ahorro, que Keynes
asimilaba por completo al atesoramiento, campo este último donde también
padecía de una severa confusión. En suma, parecía creer que -en última
instancia- lo que provocaría el desempleo sería el excesivo ahorro, lo cual
bien sabemos que resulta por completo falso. En su diseño mental, suponía que
la única forma de generar empleos era mediante el consumo íntegro del ingreso
por parte de la gente, lo que demuestra la falacia de las conexiones causales
que establecía en su "teoría". El pleno empleo sólo reconoce una
exclusiva y única causa : la total ausencia de interferencias regulatorias por
parte de los gobiernos en el mercado laboral, es decir el más absoluto y riguroso
respeto a las convenciones pactadas en los contratos laborales celebrados en el
marco de la más incondicional libertad entre empleadores y empleados. En otras
palabras, lo necesario para la existencia de pleno empleo es la no
interferencia del gobierno en el mercado laboral, y no las abstrusas
"elaboraciones" keynesianas.
"En vez de pedir
que los trabajadores aceptaran cobrar menos, Keynes estaba a favor de aumentar
el nivel general de precios para que los empresarios pudieran obtener
beneficios sin recortar los salarios. En otras palabras, la solución de Keynes
para el desempleo era la inflación de precios."[2]
También proponía la
misma solución respecto de los salarios, lo que demuestra un nuevo
desconocimiento adicional de la teoría keynesiana, a saber: en qué consiste
realmente la inflación y cuáles son sus efectos. En realidad, los empresarios
no podrían obtener beneficios si por un excesivo nivel de precios los
consumidores se veían impedidos de aumentar sus compras, lo que hacía necesario
que por un mecanismo análogo (inflacionario) se aumentara el poder de compra de
los asalariados. No obstante, Keynes tampoco parecía advertir que en el mediano
y largo plazo la inflación no aumenta el poder de compra real del salario. Lo
que se genera en los hechos, es una carrera infernal entre precios y salarios
(en rigor, entre dos tipos de precios diferentes, pero ambos precios al fin).
"Déficit público.
El gasto deficitario del gobierno proporcionaría una demanda adicional al
mercado, empujando los precios hacia arriba y estimulando la contratación. Esta
política continuaría hasta que se consiguiera el “pleno empleo”. Pero debido a
que, desde el punto de vista de Keynes, los empresarios eran normalmente
cortoplacistas e irracionales en sus miedos acerca de las perspectivas de las
inversiones, el sector privado siempre se retrasaría en crear trabajos. El
gobierno tendría que estar constantemente al control de los instrumentos
monetarios y fiscales, inyectando gasto en la economía para evitar que volviera
a hundirse en niveles de desempleo inaceptables."[3]
A esa demanda
adicional del gobierno es a lo que los keynesianos llamarían pomposamente
"demanda agregada". Keynes creía que las mayores ganancias de los
empresarios, fruto, a su turno, del aumento de precios generado por la demanda
adicional del gobierno, impulsarían a una superior contratación de empleo, pero
es de sentido común saber que no necesariamente habría de ser así. En realidad,
también en eso se equivocaba Keynes. El mayor gasto de consumo gubernamental podría
tener como efecto –alternativamente- un incremento de los gastos personales o
familiares del empresario en cuestión, o el atesoramiento empresarial, o bien
mayor inversión en tecnología, dado que los empresarios siempre están alertas a
cualquier oportunidad de abaratar costos. Es verdad que esta mayor inversión en
tecnología podía, indirectamente, crear nuevo empleo, pero -al mismo tiempo-
antiguos puestos de trabajo desaparecerían como fruto de la innovación
tecnológica. Por otra parte, el gasto continuaría empujando los precios al
alza, desalentando la demanda de los trabajadores que no pudieran afrontar esos
aumentos.
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